El momento político
Por Pedro Figari
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El momento político - Pedro Figari
El momento político
Copyright © 1911, 2022 SAGA Egmont
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ISBN: 9788726682083
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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Mi propósito
En medio del desconcierto general que nos aturde y nos abruma, debemos serenarnos para mejor inquirir sus causas determinantes que, acaso, ellas mismas nos sugieran lo que con viene hacer.
Sería un funesto error suponer que aún hoy puede cimentarse la buena política en maquiavelismos añejos, en «vivezas», ó en simples recursos de habilidad formal porque, en el mejor de los casos, solo se cosechan bienes efímeros por estos medios.
Es necesario elevarse, poniendo cada cual de su parte toda la ecuanimidad que pueda nallar dentro de sí, y preceder con la sinceridad con que debe procederse en las cuestiones graves, principalmente. El partidarismo por más decidido que fuere no impone, ni puede imponer la intolerancia, ni la deslealtad, ni la mentira, ni la injusticia desde que, frente al país, los partidos son simples medios de acción y estos solo pueden tener derecho á exteriorizarse en forma lícita. Por lo demás, hasta es útil la diversidad de recursos y de criterios.
El fin de los partidos es servir al país, que está y debe estar por arriba de los partidos y de todos los intereses y deberes partidarios.
Yo expondré, pues, el resultado de mis observaciones con la amplitud que me sea posible, en la inteligencia de que así interpreto, mejor que de otra manera alguna, las tendencias liberales de mi partido.
Dilema que se plantea
Los últimos sucesos políticos, todos convulsivos, graves y congruentes: la revuelta; la abstención nacionalista; la renuncia colectiva de los miembros nacionalistas del cuerpo legislativo; la no aceptación de las proclamaciones ofrecidas á algunas conspícuas personalidades ajenas á los partidos tradicionales; el veto que opone la colectividad nacionalista al candidato de la mayoría, todo esto acusa desorganización democrática.
No es menester que examinemos muy analíticamente estos fenómenos: la revolución en instantes en que el pais marcha en vías de una prosperidad innegable, y cuando las propias autoridades del partido que se yergue así, proclamaron la necesidad de ir á la lucha comicial; la abstención, á raiz de haberse dictado una ley electoral avanzada con el asentimiento y el voto de los mismos representantes de aquella colectividad; la renuncia de éstos antes de haber dejado bien establecido qué ideales perseguían y qué decepciones han sufrido, en el alto cuerpo en que actuaban; la negativa á aceptar el ofrecimiento hecho á algunos conciudadanos ajenos á las disidencias actuales de partido, por las autoridades de la colectividad que asume el poder; el veto del partido nacionalista y la propia forma en que cada una de estas colectividades, fracciones y núcleos de opinión se han producido, sin orden, ni armonía, llegándose al extremo de no encontrar una fórmula aceptable por los que iban á asumir una misma actitud, no es necesario, digo, que acudamos al detalle — que no harla más que robustecer las conclusiones que emergen de los lineamientos generales — para ver con toda claridad que, á pesar de nuestras ampulosas proclamas, no estamos aún preparados para vivir plenamente la vida de las instituciones que nos rigen. Y se presenta así, de inmediato, este problema previo: ¿Es el caso de insistir en nuestro propósito de tomar una senda francamente institucional, ó debemos volver al régimen de los acuerdos y demás convenios extralegales, para asegurar la tranquilidad y la paz pública?
He ahí el dilema que de nuevo nos plantea este momento.
No puede negarse que la más alta aspiración patriótica de hoy día, es la paz. Por demás rudos y desalentadores y estériles han sido nuestros largos experimentos á base de sangre, y por demás claros y aleccionadores son los ejemplos que nos ofrecen todos los pueblos de la tierra, para que pueda cuestionarse al respecto. Los mismos caudillos que se levantaron en armas, formularon de inmediato excusas sobre su actitud guerrera, expresando que el movimiento en que estaban empeñados debía efectuarse sin derramamientos de sangre, y sin quebrantos materiales.
La paz, empero, no depende exclusivamente del partido gue ejerce el poder. La paz efectiva, la verdadera paz tampoco es ni puede ser obra de la imposición de la fuerza. Se requiere también el concurso