Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Sociología Política de Colombia
Sociología Política de Colombia
Sociología Política de Colombia
Libro electrónico180 páginas6 horas

Sociología Política de Colombia

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Cuando un país entra en crisis, los problemas afloran por todas partes, se relacionan unos con otros, se enlazan, se fusionan, unos son causa de otros y, como en una vieja edificación que amenaza ruina, sus paredes, sus pisos y sus techos se van cuarteando paulatinamente formando una complicada geometría de peligro.
Cuando un país entra en crisis Los problemas afloran por todas partes, se relacionan unos con otros, se enlazan, se fusionan, unos son causa de otros y, como en una vieja edificación que amenaza ruina, sus paredes, sus pisos y sus techos se van cuarteando paulatinamente formando una complicada geometría de peligro.
La distribución demográfica de las clases sociales y del ingreso nacional.
Estas son las grietas que indican la crisis de un Estado:
1. Distribución demográfica de las clases sociales y del ingreso nacional
2.Desperdicio de la tierra y su inadecuada distribución y explotación
3. La riqueza monopolística y los abusos de ella contra la comunidad
4. El injusto, inhumano y cruel sistema tributario.
5. Desuetud e inoperancia de nuestra legislación
6. Desuetud y desorganización de la administración pública
7. Inoperancia y descrédito de los mecanismos políticos
8 Las fallas y los desajustes de la educación en todos los niveles
9. La simulación y la inautenticidad en las estructuras culturales.
10. La quiebra de los valores morales.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 sept 2017
ISBN9781370083848
Sociología Política de Colombia
Autor

Eduardo Santa

Eduardo Santa es un sociólogo y escritor ampliamente conocido en los círculos intelectuales y políticos colombianos. Nació en El Líbano-Tolima en 1927. Curso Estudios de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional, la cual le otorgó el título de doctor en esas ciencias en 1953. Ha participado en muchos congresos internacionales de sociología y ha sido conferencista invitado en diversas universidades del mundo. Miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Historia, miembro honorario de The American International Academy of New York, Miembro de la Asociación Colombiana de Sociología, de la Comisión de la Unesco en Colombia, y profesor de sociología general y americana en la Universidad Nacional.

Relacionado con Sociología Política de Colombia

Libros electrónicos relacionados

Ideologías políticas para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Sociología Política de Colombia

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

1 clasificación0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Sociología Política de Colombia - Eduardo Santa

    INDICE

    Preliminar

    Presupuestos básicos para una sociología política

    Los procesos históricos de nuestros partidos tradicionales

    Las actuales estructuras políticas

    Las diez grietas del sistema

    La alternativa final

    PRELIMINAR

    Con este mismo título Sociología Política de Colombia publicamos hace ya cerca de diez años un pequeño libro en el cual tratamos de analizar algunos aspectos de la dinámica de los partidos tradicionales.

    Agotada rápidamente esa edición un grupo numeroso de amigos y discípulos me ha venido insistiendo reiteradamente sobre una segunda edición, a lo cual me había negado, entre otras cosas porque encontraba incompletos y deficientes los planteamientos iniciales y porque he considerado que en diez años no solo se han modificado los presupuestos de la política nacional sino que, además, el autor ha revaluado algunas de las tesis expuestas en su primera salida.

    Sin embargo, considerando de alguna utilidad el material que sirvió para la primera edición y de gran interés para el país el debate público sobre la política colombiana, me incliné por preparar esta nueva salida a la luz pública, con nuevos planteamientos y nuevas experiencias.

    Quizás haya logrado la objetividad necesaria para analizar el proceso histórico de los partidos, sus propias estructuras y su incidencia en la vida nacional, cosa en verdad difícil en un país donde los partidos están en los territorios mismos del corazón.

    Pisar sus dominios con el escalpelo en la mano para analizar sus tejidos en forma objetiva y sin complacencias ni compromisos, siempre ha sido considerado como peligrosa herejía lo cual, obviamente, ha sido un dique que ha impedido el desarrollo de la ciencia política en nuestro país.

    Sin embargo en los últimos años los colombianos hemos empezado a sacudir prejuicios y quizás ya estemos todas en capacidad de entender que una obra como esta se escribe con el afán patriótico da aportar luces en la interpretación del pasado y del presente de nuestra nacionalidad.

    De tal manera, pues, que esta obra no fue escrita para hacer una diatriba ni un panegírico a los partidos ni a sus jefes. La ciencia política no puede estar subordinada a la simpatía o antipatía a grupos o personas, ni puede interferir en el análisis la política del compromiso ni el sentido gregario de la militancia.

    Aspiramos, pues, a que los lectores, gente necesariamente ubicada en alguna comarca sentimental y afectiva de la política tradicional, y los jefes mismos de ellas, entiendan el sentido de esta obra no con la benevolencia —que nunca hemos pedido para nuestras obras— sino con la honradez con que deben juzgarse las obras alimentadas con entrañable amor colombianista. Esperamos que su lectura pueda ser de utilidad para los conductores de hoy y de mañana precisamente por su espíritu de crítica y no por el afán de complacencia, que no ha sido propiamente nuestra posición intelectual en el análisis de los problemas colombianos.

    EL AUTOR

    PRESUPUESTOS BÁSICOS PARA UNA SOCIOLOGÍA POLÍTICA

    El hombre es un animal político. Esta frase expresada hace varios siglos por Aristóteles y repetida sin cesar desde entonces, dándole las interpretaciones más amplias o más restringidas, más cabales o más arbitrarias, calificada como la regla de oro de la sociología y como su piedra angular o punto de partida, es para nosotros también la frase con la cual debe iniciarse un estudio de sociología política.

    Porque afirmar que el hombre es un animal social o un animal político no solo implica reconocer su carácter gregario sino también su capacidad deliberativa y consciente de darse una organización, de estructurar un estado, de darse una forma de gobierno, de establecer un sistema de normas o de rebelarse contra estas y aquellos, en fin, que su capacidad o su naturaleza gregaria no es simplemente un impulso o un instinto —como sucede en los demás animales gregarios— sino más bien una condición natural sujeta al perfeccionamiento mediante el ejercicio de sus facultades intelectuales en permanente evolución.

    Ciertamente el hombre puede discutir sus formas de asociación, puede escogerlas, cambiarlas o superarlas. Su voluntad y su inteligencia inciden directamente en su propia vida social para producir las modificaciones anheladas.

    De tal manera que si aceptamos que el gregarismo humano no es simplemente un instinto, una actitud irreflexiva o un impulso inconsciente, sino más bien una condición de su naturaleza intelectiva y que sus formas de organización social deben nacer de la deliberación, de la discusión pública, del análisis y de la crítica, cuando decimos que el hombre es un animal político implícitamente estamos afirmando su capacidad de intervenir en el manejo del estado y por lo consiguiente de hacer valer su opinión expresándola, representándola en su voto o luchando por ella con los medios que le brinden el sistema o las circunstancias.

    Nos preguntamos, entonces, cómo puede el individuo participar efectivamente en la discusión pública y en el manejo mismo de la sociedad, a través de qué mecanismos puede cumplir ese cometido y cómo es posible valorar cuantitativa y cualitativamente su capacidad decisoria individual. Al principio puede parecemos esto una utopía —una de tantas utopías que a diario se fabrican en el campo de la ciencia política y que entran fraudulentamente a su caudal y aún llegan a institucionalizarse— pero esa aparente utopía puede convertirse en realidad dentro de un sistema auténticamente democrático en donde el hombre sea realmente un animal político y no apenas un animal gregario. El animal político es deliberante.

    Pero no basta la deliberación de unos pocos para garantizar la supervivencia de un sistema democrático, ni siquiera la deliberación de todos, sino que es necesario que esa deliberación se canalice por conductos adecuados para producir la estabilidad o el cambio, según el caso, y que a esa misma deliberación se acompañe una acción pública con la fuerza suficiente de desencadenar las fuerzas motrices de la dinámica política.

    Desde que el hombre piensa y actúa como animal político, es decir, como individualidad deliberante con poder decisorio, está actuando dentro de dos fuerzas que a través de toda la historia han configurado los territorios de la política y que son gobierno y oposición, conformismo e inconformismo, estabilidad y cambio, tradicionalismo y revolución.

    Esas fuerzas reguladoras del mundo político dentro de las cuales debe moverse el hombre son precisamente la tesis y la antítesis de cuya controversia permanente fluye necesariamente la evolución de las comunidades políticas.

    Y es de esa antinomia de donde nacen los partidos como vehículos de canalización de la opinión pública, como instrumentos dentro de los cuales la voluntad consciente de los ciudadanos se expresa y adquiere un valor cuantitativo o cualitativo capaz de producir los fenómenos que son estudio de la sociología política.

    De tal manera que los partidos políticos esencialmente con-figuran un binomio: hombre-idea. En ellos ambas cosas son esenciales pues no puede concebirse un partido político sin hombres o un partido político sin ideas.

    Las ideas constituyen la arquitectura de su doctrina y los hombres forman la estructura de su organización. Pero, además, ellos tienen su dinámica. En consecuencia, una sociología política debe enfocar los partidos desde este punto de vista: pensamiento-organización-acción.

    Primero el hombre piensa, analiza, discute; luego se organiza para que su opinión encuentre los conductos adecuados y para que su voluntad tenga una expresión eficaz y pueda incidir en los destinos de la comunidad, y luego actúa individual y colectivamente para poner en marcha su pensamiento y para traducirlo en hechos conforme a una estrategia previamente definida.

    Desde otro punto de vista y con otra perspectiva podemos afirmar, también, que los partidos políticos tienen una estructura y una dinámica. La estructura formal y material está constituida por las ideas y los hombres. Las primeras constituyen su doctrina, es decir, sus programas, y los segundos son base de su organización material.

    La acción que desarrollen constituye su dinámica. Pero esa dinámica es fuerza o movimiento centrífugo y centrípeto a la vez. Es dinámica interna cuando el movimiento tiende a estructurar y a organizar el partido, cuando la acción se dirige a crear la arquitectura material del mismo; y es dinámica externa cuando el movimiento incide o se proyecta sobre toda la comunidad.

    Pero para que la dinámica de los partidos no esté sujeta totalmente al capricho de las circunstancias o al azar, para que no actúen como fuerzas ciegas e incontroladas, los partidos deben tener una estrategia, un conjunto de normas de conducción coherentes con las realidades sociales, lo cual supone cierta dosis de flexibilidad y cierta capacidad de aprovechar las circunstancias y amoldarse a ellas sin sacrificar los principios fundamentales que inspiran sus doctrinas.

    Esa estrategia supone por lo consiguiente la defensa simultánea de su organización y de sus programas, sacrificando en veces lo accidental para conservar lo fundamental, pero también supone la búsqueda de los caminos eficaces para la conservación del poder público, cuando el partido lo detenta, o para la conquista del mismo, cuando está en la oposición, o simplemente para aumentar el grado de ingerencia en el manejo de la comunidad y, sobre todo, cualquiera que sea su posición dentro de las jerarquías de la opinión, para conservar y aumentar su caudal numérico de integrantes, su prestigio y la solidez de sus programas.

    Entonces, un partido político podría definirse como una agrupación temporal o permanente de personas guiadas por una directiva singular o plural, unidas por intereses o aspiraciones comunes, de acuerdo con un programa de principios y conforme a una estrategia para la conquista o la conservación del poder público o para ampliar el radio de su influencia en el manejo de la comunidad. Creemos que en esta definición están integrados todos los elementos constitutivos de un partido. Desmontemos el concepto anterior, pieza por pieza, para analizar —así sea someramente— cada uno de ellos:

    1° Un grupo de personas. Estas son por naturaleza el elemento esencial y objetivo de los partidos. Los individuos son las células integradoras de los tejidos de toda agrupación social. Constituyen la base estructural de los mismos.

    No es verdad que los partidos estén integrados o deban estar integrados por ciudadanos, es decir, por personas a quienes la ley les reconozca el ejercicio de los derechos políticos pues aún las personas que no tienen la calidad legal de ciudadanos pueden influir en la orientación y en la acción de los partidos, pueden estar afiliados a ellos y desarrollar una actividad a su servicio.

    De otra parte las personas que por razón de la edad no han llegado a la ciudadanía son precisamente las reservas futuras de los mismos, su retaguardia, los relevos generacionales que garantizan su permanencia y su continuidad temporal.

    Por esta razón los partidos deben preocuparse por el fortalecimiento, organización y adoctrinamiento de sus sectores juveniles creando comités de esta naturaleza. Se trata simplemente de fortalecer las células jóvenes y de capacitarlas en mejor forma para el correcto ejercicio de sus funciones políticas en el futuro.

    Por estas razones no aceptamos las definiciones que se han dado por algunos sociólogos sobre partidos políticos montadas sobre el concepto de que son agrupaciones de ciudadanos. Para ser miembro de un partido solo se requiere, como requisito básico, tener capacidad deliberativa. Un partido político, desde este punto de vista, es comunidad de animales políticos.

    2° Temporalidad. Los partidos políticos pueden ser permanentes o transitorios. La historia está llena de ejemplos en uno y otro sentido. En ocasiones una agrupación de esta naturaleza se organiza para alcanzar finalidades muy concretas que, una vez alcanzadas, significan la extinción de la comunidad política.

    Por esta razón los partidos políticos que aspiran a lograr estabilidad y permanencia tienen principios básicos, normas generales de filosofía social y programas mínimos que tienden a satisfacer necesidades momentáneas.

    De otra parte los partidos políticos tienden a desaparecer cuando se estatizan, cuando se anquilosan, cuando no renueven sus programas adecuándolos a las realidades sociales, cuando su dinámica no lleva el ritmo de la propia dinámica social o cuando carecen de una estrategia de conservación.

    3° Una directiva. Es algo así como la cabeza, el cerebro, el centro motriz de la organización. Puede ser unipersonal o multi-personal. La jefatura única puede ser útil y necesaria en comunidades acostumbradas al caudillo, al líder carismático.

    A veces es fenómeno natural, aunque pudiera ser inconveniente, cuando dentro de la comunidad política emerge una personalidad muy fuerte y autoritaria que logra imponerse sobre todos los demás.

    La dirección unipersonal o multipersonal constituyen fenómenos intrínsecos a la dinámica del partido y pueden también estar condicionadas al momento histórico. En épocas de grandes crisis políticas ha surgido el caudillo capaz de superarlas con la autoridad necesaria para evitar la deserción y el deterioro.

    4° Comunidad de intereses y aspiraciones. Las personas que integran un partido político necesariamente deben tener una comunidad de intereses y aspiraciones, las cuales constituyen el elemento aglutinante y le dan cierta unidad a la agrupación.

    En virtud de esto todo partido político supone cierta homogeneidad demográfica. Un partido puede ser regional cuando el aglutinante es la lucha por reivindicar las aspiraciones de una provincia. Es racista cuando sus aspiraciones y su lucha son de este tipo como, por ejemplo, algunas agrupaciones de gentes de color que logran organizarse como partido.

    Es religioso cuando se identifica con aspiraciones y propósitos de esta naturaleza o se inspira en principios o filosofías del mismo tipo, como los partidos católicos. Es clasista cuando agrupa personas de una misma clase social y sus programas tienden a establecer un gobierno de clase o cuando se lucha por reivindicaciones atinentes a la misma.

    Es gremial —y esto es muy frecuente en organizaciones políticas transitorias— cuando la agrupación lucha por intereses propios de determinado sector dedicado a una actividad específica como los partidos mineros o

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1