Una vez que algo pasa a ser político, es suma cero: ambos lados deben luchar o arrastrarse para que se equilibre. Por eso, más presupuesto impulsa más actividad. Y si esa actividad es tan disfuncional y corrupta como el gobierno y está construida para obligar a la obediencia y el control, impulsa más disfunción, más corrupción, más conflicto y dependencia social a esa disfunción. Y se inició el camino hacia la ruina y nadie se dio cuenta. Poco a poco todo ha ido en la misma dirección, la de estrechar nuestra capacidad de decisión. Al adorno, al decorado, le llaman democracia, pero no lo es. Se trata de un complejo sistema para que te de la impresión que decides algo cuando en realidad quien decide es la mercadotecnia que convence a los más fáciles de convencer.