Encuentro de Pasados
Por Hailane Braga
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Lorena es una chica rica que posee todo lo que el dinero puede comprar. Además de rica es linda, dulce y llena de vida. Lo que ella no esperaba era que un golpe, sin aviso del destino, terminará con su compromiso y su historia de amor de ocho años. Sin forma de continuar su vida en su ciudad, decide mudarse a Brasilia y vivir un día a la vez, intentando olvidar a William y el dolor que sintió por perderlo. No contaba con el cambio de planes que la vida le haría.
Una maraña de historias se cruza en su camino, mostrando que las vueltas que da el mundo pueden cambiar todo tu destino, no una, sino varias veces. Lorena ya sabía que el dinero no lo compraba todo, pero comprobó la frase en su propia historia.
Encuentro de Pasados es una historia de amor, perdón, búsqueda del equilibrio y comprensión. No siempre el curso que dibujamos sigue recto, pero la curva que hace puede traer algo mucho mayor.
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Encuentro de Pasados - Hailane Braga
Encuentro de Pasados
Hailane Braga
––––––––
Traducido por Maria de Lurdes Gonçalves
Encuentro de Pasados
Escrito por Hailane Braga
Copyright © 2024 Hailane Braga
Todos los derechos reservados
Distribuido por Babelcube, Inc.
www.babelcube.com
Traducido por Maria de Lurdes Gonçalves
Diseño de portada © 2024 Babi Dameto
Babelcube Books
y Babelcube
son marcas registradas de Babelcube Inc.
ÍNDICE
CAPÍTULO 1 capitulo01
CAPÍTULO 2 capitulo02
CAPÍTULO 3 capitulo03
CAPÍTULO 4 capitulo04
CAPÍTULO 5 capitulo05
CAPÍTULO 6 capitulo06
CAPÍTULO 7 capitulo07
CAPÍTULO 8 capitulo08
CAPÍTULO 9 capitulo09
CAPÍTULO 10 capitulo10
CAPÍTULO 11 capitulo11
CAPÍTULO 12 capitulo12
CAPÍTULO 13 capitulo13
CAPÍTULO 14 capitulo14
CAPÍTULO 15 capitulo15
CAPÍTULO 16 capitulo16
CAPÍTULO 17 capitulo17
CAPÍTULO 18 capitulo18
CAPÍTULO 19 capitulo19
CAPÍTULO 20 capitulo20
CAPÍTULO 21 capitulo21
CAPÍTULO 22 capitulo22
CAPÍTULO 23 capitulo23
CAPÍTULO 24 capitulo24
CAPÍTULO 25 capitulo25
CAPÍTULO 26 capitulo26
CAPÍTULO 27 capitulo27
CAPÍTULO 28 capitulo28
CAPÍTULO 29 capitulo29
CAPÍTULO 30 capitulo30
CAPÍTULO 31 capitulo31
CAPÍTULO 32 capitulo32
CAPÍTULO 33 capitulo33
CAPÍTULO 34 capitulo34
CAPÍTULO 35 capitulo35
CAPÍTULO 36 capitulo36
EPÍLOGO epilogo
AGRADECIMIENTOS agradecimientos
––––––––
—Entonces es aquí mi nueva vida... Nadie sabe nada de mí, puedo empezar de cero. Aquí sólo soy yo, Lorena. —Ella miraba los edificios de su nueva dirección cuando bajó del taxi que la trajo desde el aeropuerto de la ciudad hasta su destino.
En aquel lugar, ella era la chica sin pasado y sería así para siempre. Nadie necesitaba saber sobre su vida, después de todo, ella se mudó buscando eso, privacidad y una vida nueva.
Lorena era una muchacha de veinte años que, a pesar de haber pasado por todo lo que pasó, seguía siendo una persona alegre, feliz y que derrochaba simpatía. Aunque por dentro estaba destrozada, por fuera parecía radiante. Nadie necesitaba compartir su dolor.
Ella miró el dedo anular de su mano derecha, el anillo de compromiso era un recordatorio de todo lo que no era y ya no sería jamás...
—Creo que ya no necesito eso. —Arrancó el anillo del dedo y lo guardó dentro de un bolsillo interno en su cartera. Era un anillo caro, no lo tiraría. También era un recordatorio de quién fue. Por mucho que doliera, ese anillo quedaría guardado.
Antes de salir de su ciudad dejó todo preparado. Había arreglado todo con una tía para quedarse en su casa; envió varios currículos y sólo salió de la casa de sus padres cuando todo estuvo decidido. Con un trabajo y un lugar donde vivir, le dio la espalda a todo lo que conocía, sin miedo, sin mirar atrás y sin despedirse de sus padres. Simplemente se fue. Aquel ya no era su hogar. No después de lo que había vivido allí. Estar en esas calles era recordar a William a diario. Y eso no lo soportaría.
—Bienvenida a su nueva vida, Lorena. Sea feliz.
Era viernes cuando Lorena llegó a Brasília. Ella hizo una promesa antes de salir de su ciudad. Como quiera que fuese, nadie necesitaba saber sobre su vida. No quería recordar y tampoco quería que sintieran lástima por ella. Lo que sucedió quedaría atrás. Ella sólo sería Lorena, sin pasado y sin familia.
Llegó sola al apartamento de su tía, porque no quería molestar. Pero Jésica le había prometido venir a almorzar y tomar un descanso por la tarde para estar con ella. Tenían mucho de qué hablar
Jésica era hermana de su madre, sólo tenía 30 años, era su tía favorita, eran buenas amigas. Ella, aunque estaba en contra de la decisión de su sobrina de huir y dejar todo atrás, la apoyó y le dio un lugar para quedarse. Después de todo, la familia era para eso...
Lorena recibió la llave del apartamento del portero, quien estaba informado de su llegada; entró y comenzó a deshacer las maletas. Era un día soleado y de clima agradable. Ella sabía que el clima en la ciudad cambiaba rápidamente, pero ese día todo era favorable. La tía vivía en el suroeste, lugar de muchos edificios y tiendas interminables, pero muy tranquilo y lleno de paz.
La paz era todo lo que quería y necesitaba. Su tía vivía sola, era empleada pública y tenía cierta estabilidad. Lorena planeaba quedarse con ella hasta que estuviese estable; quería caminar con sus propias piernas y prometió no depender del dinero ni de la ayuda de nadie.
Su jornada laboral comenzaría el lunes. Era hora de seguir adelante.
—Bienvenida, querida. —Jésica llegó para almorzar a la 1:00 p.m. Lorena estaba sentada en el sofá viendo la TV.
—¡Hola! Jésica. Gracias por verme. Tenía nostalgia. —Las dos se abrazaron mucho tiempo. Lorena derramó algunas lágrimas.
—Sabes que soy tu amiga, no sólo tu tía. Siempre puedes contar conmigo. No apoyo tu decisión, pero sé que necesitas respirar. Tal vez todo sea sólo cuestión de tiempo. Verás que todo saldrá bien.
—No digas eso, Jésica. Nunca lo perdonaré. Él terminó con mi vida. Ellas se sentaron en el sofá y se tomaron de las manos.
—El perdón es cuestión de tiempo. Todo el mundo echa de menos. Verás que ...
—No digas su nombre. No quiero escucharlo. —Lorena se desprendió de su tía, se levantó del sofá, se paró frente a la ventana y miró a una pareja que caminaba de la mano en la calle.
—De acuerdo. Discúlpame. Tu eres la que sabes de tu vida. Sólo estoy aquí para apoyarte. Pero ¿cuánto tiempo ha pasado, querida? ¿Un mes?
—Un mes, quince días y dieciséis horas. —Ella nunca olvidaría la escena, las palabras y el estado en que recibió la noticia. Estaba catatónica. Ella no entendía. No derramó lágrimas ni sufrió, era como si fuese mentira. La gente la abrazaba, trataba de consolarla, pero ella lo negaba diciendo que eso jamás pasaría, que ella y William eran eternos, que él era perfecto y que no le haría eso. Ella no fingió que era mentira, simplemente no pudo creer que fuese verdad.
––––––––
—Ven aquí, mi flor. Siéntate, yo estoy aquí. —Jésica la abrazó de nuevo en el sofá, mientras su sobrina lloraba sin cesar, aflorando todo lo que estuvo atascado durante tanto tiempo.
El fin de semana estuvo lleno de cosas nuevas. Lorena vivió toda su vida en una ciudad relativamente pequeña. Su familia poseía grandes propiedades dispersas por todo el país. Eran dueños de una gran compañía de productos lácteos. Ella siempre pudo viajar por Brasil y quedarse en diferentes lugares. Pero siempre volvía a esa pequeña ciudad en el interior de São Paulo.
La vida en la gran ciudad era diferente, agitada. Siempre tenían muchos lugares a los que ir y mucho que hacer. Durante el día fue al centro comercial con su tía, almorzó en un restaurant, conoció a personas del círculo de amigos de Jésica y vio una película en el cine.
La noche de Brasília era hermosa. Las luces de la ciudad mostraban toda su exuberancia. La capital demostró ser una ciudad planificada y llena de vida. Cerca de las casas había paz, pero en el centro, donde realmente la noche tenía lugar, todo era agitado. Gente joven y alegre andaban alrededor de los pubs buscando donde estacionar. Los pequeños bares eran muy modernos y estaban llenos.
Lorena no visitaba a su tía hace mucho tiempo. El ajetreo de su vida hogareña no se lo permitía. Eran los trabajos académicos, los viajes familiares y su vida con William. Oh, William...Si hubiese podido predecir lo que sucedió, todo sería diferente. Ella negó con la cabeza y lo alejó de sus pensamientos. Esta era una nueva vida, nada del pasado podía entrar. Ella tomó una decisión y la mantendría.
—¿Estás bien, Lore? —preguntó Jésica tan pronto como llegaron a una fiesta que se estaba llevando a cabo en un club en el Setor Clubes Sul —Sí, estoy bien. Sólo estaba pensando un poco.
Ellas estacionaron el carro y bajaron. Era un lugar grande y hermoso junto al lago.
—Bueno, como te dije, hoy es la fiesta de un amigo mío. Ponte cómoda. Pregunta lo que quieras, de quien quieras. No olvides que eres joven y libre, disfruta la noche. No es porque tu compromiso haya terminado que tu vida también terminará.
—Pero Jésica, sólo tiene poco más de un mes...
—No importa. Eres demasiado joven para aferrarte a eso. Además, nadie aquí sabe eso, nadie te conoce o sabe acerca de tu pasado para condenarte. Aquí eres libre de tomar nuevas decisiones. Vive, querida. Ese es mi lema.
—Por eso ha estado sola durante tanto tiempo. —Lorena se rio.
—No. Por eso estoy feliz hace tanto tiempo. Soy feliz así. El día que aparezca alguien especial, seré feliz de otra forma, pero ahora vamos a disfrutarlo. —Ellas se rieron y entraron en la fiesta, listas para arrasar.
—¡Oh, Dios mío! ¡Estoy acabada! —Era mediodía del domingo. Jésica dormía en un sofá y Lorena se levantó con la mano en la cabeza en otro sofá. —Jésica, despierta. Es la hora del almuerzo.
—¿Tengo que ir a trabajar? Se quejó. —Hoy es domingo.
—Entonces déjame aquí, que estoy bien.
—¿Por qué estamos durmiendo en el sofá?
—Porque llegamos a las ocho de la mañana y nos quedamos aquí.
—¡Caramba! Ni siquiera me acuerdo de la mitad de la noche.
—Es porque bebiste como si el mundo se fuera a terminar. Chica, has bebido más que muchos hombres allí y mira que eres pequeñita. No sabía que bebías tanto...
—Y no bebo. Esa debe ser la razón por la que el mundo no deja de girar. Nunca he bebido tanto en mi vida. ¿Qué pasó después, que ya no me acuerdo?
—Bebiste caipiroska
, cerveza, unos tragos de aguardiente cachaça
y lo que te llevó al estado en el que te encuentras, fueron los interminables tragos de tequila
. Chica, tú si eres fuerte... Si fuera yo, ya me hubiese caído.
—¿Y no me caí?
—No, pero vomitaste un par de veces en el baño.
—¿Alguien vio?
—¡Nadie! Saliste como una dama. Le gustaste a todo el mundo. Estuviste arrolladora.
—¡Qué alivio! ¡¿Ya pensaste en la vergüenza!? ¡¿Pasarla mal en la primera fiesta y frente a tus amigos!?
—Pero tú también la pasaste bien. —Jésica le dio a su sobrina un ligero codazo.
—¿A qué te refieres?
—¿No te acuerdas? Pasaste la mitad de la noche agarrada a Pablo.
—Aquel hermano musculoso de Claudia.
—No, quédate tranquila... No fue gran cosa. No llegaste a abandonar la fiesta con él. Y en el estado en que estabas, yo como tu tía, no te lo permitiría. Ambas rompieron en carcajadas.
—¡Gran tía! Me dejó beber hasta quedar casi inconsciente. ¡Felicitaciones! Eres un ejemplo.
—Mi hermanita estaría orgullosa de haberte cuidado tan bien.
—Ella te mataría. Creo que por eso no me dejaba visitarte cuando era más joven.
—No soy tan irresponsable. No daría bebidas a una adolescente.
—Vamos, levántate —Jésica se levantó del sofá y tiró de su sobrina.
—¿Para qué? El mundo todavía me da vueltas...
—Vamos a darnos una ducha y comer algo. Hoy una amiga mía está haciendo una parrilla en su casa. Vive en el Lago Sul. Mansión, sol, bikini, barbacoa y muchos galanes. Vamos...
—Ni siquiera me he recuperado de lo de ayer.
—Este es el momento. Ponte un vestido que hoy hace calor.
—Veo que mi vida aquí va a ser bastante agitada...
—Bienvenida, Lorena. Espero que te vaya bien en Brasília y en la empresa. Aquí somos una familia. A los que trabajan con nosotros les encanta. —La jefa de Lorena le mostraba la compañía y los empleados que trabajaban en ese sector.
—Estoy buscando estabilidad, realmente.
—Tienes un currículum maravilloso. Graduada a los veinte años en contabilidad. Eso no es para cualquier persona.
—Dejé la facultad hace un año. Tengo altas habilidades de cálculo, dijo avergonzada por los cumplidos. Espero lograr todo lo que espera de mí, Doña Amanda.
—Sólo Amanda, por favor. Estoy segura de que harás lo mejor que puedas. Ellos son Nicolás, Elizabeth y Mariana. Trabajarán directamente contigo. Son los responsables por la contabilidad de la empresa.
—¡Hola, chicos! —Ella acababa de hacer un breve gesto con la cabeza.
—Di algo, novata —le respondió Nicolás.
—Bienvenida, Lorena. Espero que te sientas bien aquí —dijo Elizabeth.
—No hagas caso a nuestro equipo, hemos sido amigos durante muchos años, así que hablamos entre nosotros como en familia.
—Te acostumbrarás —dijo Mariana, refiriéndose a lo que había respondido Nicolás.
—Ellos trabajan aquí hace diez años, más o menos. Tú te acostumbrarás con ellos, ¡no te asustes! —Amanda se encaminó hacia su local de trabajo.
—Este es tu escritorio. Nicolás te entrenará. Si necesitas algo o tienes alguna duda, simplemente pregúntale a cualquiera de ellos.
—De acuerdo, gracias. —Cuando Amanda regresó a su oficina, Nicolás rodó su silla hasta el lado de Lorena.
—Entonces ¿Qué puedo hacer por ti? —preguntó en tono irónico.
—Bueno, dame lo que necesito saber sobre la compañía y los clientes. —Ella ignoró su provocación.
—No hagas caso Lorena, él prueba suerte con todas, pero nunca consigue a nadie. Es lo que se llama arroz
, simplemente acompaña y no atrapa a nadie —dijo Mariana.
—No hables de mí así, ella va a pensar que le estoy coqueteando y me va a demandar por acoso.
—A mí no me importan esas cosas. Sólo estoy aquí para trabajar. ¿Puedes decirme lo que necesito saber sobre la empresa, por favor? —Ella estaba tratando de ser seria.
—Vixi, no creo que ella quiera nuestra amistad. —Mariana regresó a su puesto y miró el monitor de su computadora lleno de números.
—Disculpa. Yo acabo de llegar aquí. No quiero ser grosera. Sólo estoy tratando de hacer mi trabajo. Vine del interior de São Paulo. — Lorena trató de disculparse, dando la menor información posible sobre ella.
—Prometo que mejoraré...
—No hagas caso a Mariana. Ella es muy dada, piensa que todos son como ella. —Elizabeth se metió en la conversación.
—Entonces vamos a trabajar, ¿sí? Pero con una condición —dijo Nicolás. Vas a salir con nosotros hoy después del horario de trabajo.
—¿Tipo salir, salir? ¿A un bar?
—Tipo eso —aclaró Mariana.
—Pero hoy es lunes —Lorena pensó que era extraño.
—Todos los días son buenos. ¿Entendido? —preguntó Nicolás.
—Así que te mostramos un poco de la ciudad y nos conoces mejor. Además de tener la posibilidad de hacer amigos ya que no tienes ninguno aquí.
—Ella no dijo que no tiene a nadie aquí —interrumpió Elizabeth.
—Tengo una tía. Quería cambiar de aires, así que vine a quedarme con ella.
—¿Y tu familia? —Quiso saber Nicolás.
—No tengo a nadie. Somos sólo nosotras dos. Por eso quería cambiar de aires. Aquella ciudad no me sentaba bien.
Todos se miraban; era extraño que una muchacha de veinte años, hermosa y estudiosa, apareciera así de la nada y sin familia, además de una tía que vivía tan lejos de ella. Pero nadie se atrevió a preguntar nada.
—Entonces cambiemos tu vida... Hoy conocerás la noche de BSB —dijo Mariana, dejando así establecido el programa para más tarde.
—En realidad, yo ya conocí un poco. Salí con mi tía durante el fin de semana. Fue bien convincente...digamos. —Ella se rio, recordando partes de la noche del sábado.
—Chica, no eres fácil. ¿Hace cuánto tiempo llegaste? —cuestionó Elizabeth.
—Este fin de semana. Pero mi tía no es mucho mayor que yo. Somos, más que familiares, buenas amigas.
—Eso es así... Entonces queda fijado. —La noche es joven...
La vida tendría que seguir su curso de una forma u otra. Incluso si su pasado quisiera retenerla, ella estaba viva y continuaría viviendo, quisiera o no. Ella seguiría siendo la chica loca y alegre de siempre, incluso si dentro, el vacío que William dejó estuviese más profundo que un abismo.
Lorena sólo envió un mensaje de texto a Jésica informándole que iba a salir con sus nuevos compañeros de trabajo. Jésica pidió tener cuidado, no beber nada que no viera abrir y dejar el teléfono prendido, además de desearle que se divirtiera mucho.
Todos salieron de la oficina directamente para La Balada
. Era un pequeño bar con música en vivo, gente bella y mucha cerveza. Lorena nunca había sido fanática de las bebidas, creía que ya era suficientemente loca como para embriagarse. Si metía la pata y hablaba demás sim beber, imagínense bebiendo. Hasta el final de ella con William que la llevó a un estado inimaginable.
Ahora era como una persona desconocida. Ella era aquella muchacha divertida con quienes todos quieren hacer amistad, pero mucho de lo que fue lo había perdido con el final abrupto de su noviazgo.
Hacía amistades fácilmente, hablaba de todo, no le hacía caso a nada, como ella misma decía no tenía pelos en la lengua
. Quien no supiera cómo había sido ella un día, no notaría la diferencia. Ese era un factor importante en la nueva ciudad, poder ser una nueva persona.
Ni siquiera lo que sucedió en su ciudad hizo que cambiara su esencia alegre, pero la felicidad nunca sería la misma. Dicen que los que tienen depresión hacen con que el mundo sonría, porque saben cómo es la tristeza por dentro. Lorena también era así. Su angustia interior era tal que quería transmitir al mundo felicidad para que nadie tuviera que pasar por lo que ella pasó.
Además, ella juró que no llevaría su pasado consigo, apenas unos pocos recuerdos, que serían sólo suyos. Entonces sus secretos los mantendría guardados en su cabeza. Aquí, ella se divertía hasta más no poder, incluso si le tomara un tiempo ser de nuevo aquella chica que una vez fue.
—¡Ay, qué dolor de cabeza! —Lorena estaba en su cama, sola y con resaca de muerte. —¿Qué sería lo qué pasó anoche? —Ella mal recordaba la noche anterior y mucho menos cómo había llegado a casa. Decidió soltarse un poco ya que su locura estaba contenida, pero aparentemente exageró y fue más allá de la cuenta. ¿A quién le importaba? Ella era libre.
La joven se levantó a las seis de la mañana, siendo responsable, como siempre lo había sido. Tomó un baño frío para despertarse, se vistió, calzó unos zapatos no demasiado altos para ir al trabajo y preparó café, mientras Jésica se alistaba.
—Bebé de tía... ¿Cómo estuvo la noche? —La tía le dio un beso en la frente y se sentó a la mesa.
—Parece que veo una repetición del sábado. —Se rio de la cara de sufrimiento de Lorena.
—Ni siquiera me acuerdo. Creo que no voy a volver a beber.
—¡Eso no es nada! Dudo que recuerdes esa promesa al final del día. —Ellas bebían café y comían tostadas. —Haz lo que yo hago. Crea la regla de beber sólo de viernes a domingo por la tarde. Así tienes tiempo para trabajar y descansar durante la semana.
—No sería mala idea. Creo que eso es lo mejor que he escuchado hasta ahora. Ayer fueron sólo unos aullidos: regresa, regresa
y tú eres una fiera
. No necesariamente en ese orden...
—Tengo que irme ¿Vienes? —Ofreció Jésica.
—¿Queda en camino?
—Claro. Si no, te dijera que tomes un autobús y escuches a todas aquellas personas temprano, gritando en tu oído, después de una larga resaca —La tía se rio y se levantó.
—Tú eres mala. Recuérdame no irritarte nunca...
—Hablando de autobuses, ¿cuántas veces has tenido que usar uno? —¿Necesitar realmente? Nunca. Pero ya me monté en varias ocasiones para contrariar a mis padres, que están locos con el tema de la seguridad.
—Mimada...
—Era...—La conversación terminó cuando Jésica notó que la mirada de su sobrina divagaba y se perdía en algún lugar del pasado.
—Si no te levantas ahora, te dejo ahí. —Lorena se despertó del trance y acompañó a su tía en el trayecto para otro día de trabajo.
Lorena llegó a la oficina a las 7:45 am. La empresa estaba cerrada. Esperó afuera recostada de la pared, al lado de la puerta principal. El gran local alquilado estaba en un edificio comercial en el centro de Brasília.
Ella no era muy alta, medía 1,65 metros de altura. Su cabello era largo y caía en rizos de color chocolate perfectamente amoldados hasta la cintura. Era delgada, con formas bien delineadas. Su belleza era visible, sus características le daban un aire de inocencia.
—¡Hola, chica! ¿Cómo estás? Fue una buena noche, ¿no? — Nicolás llegó con aire despreocupado y las manos en los bolsillos. ¿La pasaste bien anoche?
—Parece que sí. Creo que ustedes me ganaron. —Ella sonrió genuinamente.
—Eso es bueno, ¿no? Te ves bastante bien, no parece que bebiste anoche como una cuba. ¿Cuál es el secreto?
—Tendrías que ser yo para saberlo. No hice nada, sólo soy así, por supuesto que tuve una ayuda extra de un buen maquillaje —Ella emitió una risita.
—¡Qué humilde eres! —Ambos rieron y ella sacudió los hombros.
—Entonces, mi gente ¿listos para trabajar? —Marina llegó con la llave de la empresa y abrió las puertas, en seguida llegó Elizabeth. —Todos a la hora.
—El segundo día había llegado y Lorena se dio cuenta, como que instantáneamente, que no se sentía tan bien entre extraños hacía mucho tempo.
Finalmente, ella creía haber encontrado lo que buscaba. Si todo resultara bien, estaría entre amigos, lejos de su pasado y construyendo un futuro. Era joven, tenía toda una vida por delante, aunque William no estuviese con ella viviría y demostraría que era fuerte de verdad.
Después de una hora de trabajo duro, sin mirar a los lados, ella agarró la agenda que tenía en el bolso. Aquella agenda era su bien más preciado. En ella escribía pequeñas frases para recordar su amor, había recados que él había dejado para ella y las dos únicas fotos que todavía tenía de William, aquel que le robó su corazón y al mismo tiempo lo dejó hecho pedazos.
¡Qué bello era! En la foto estaban juntos en una feria agropecuaria de la ciudad. Era una noche de espectáculos. Ellos eran la pareja más famosa de la región. En la otra foto estaba el recuerdo de la noche más feliz de su vida, cuando la pidió en matrimonio. Ellos estaban de pie, ella le estaba dando un beso en el rostro, con uno de los pies levantados y mostraba la mano con el anillo de compromiso, mientras él exhibía aquella mega sonrisa de felicidad y la abrazaba por la cintura. Comenzaron su noviazgo a los 12 años y el final fue hace unos meses, cuando ella resolvió irse y