El inobediente o la ciudad sin Dios (Anotado)
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Renovó las fórmulas del teatro español en un momento en el que el teatro comenzaba a ser un fenómeno cultural de masas. Máximo e
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El inobediente o la ciudad sin Dios (Anotado) - Félix Lope de Vega
El inobediente o la ciudad sin Dios
Lope de Vega
PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA
- EL REY DANFANISBO.
- MARÍA,
- PETRONIA,
- LISBEO,
- FENICIA,
- LIBERIO,
- EL DEMONIO.
- DELIO,
- LIRNO,
- MARIO,
- FRONIBO.
- ROSANIO,
- Músicos.
- Sacerdotisas.
- Tres presos.
- DIOS PADRE.
- CORIDÓN.
- BROFER.
- ILBERA.
Jornada I
LIRNO, DELIO y MARIO, soldados atados; FENICIA, ILBERA.
LIRNO
Perezcan entre estos montes
y vuelva el esquife al mar.
FENICIA
¡Amigos!
DELIO
Quédense a dar
leyes a estos horizontes.
ILBERA
¿Es posible que queréis
dejarnos de aquesta suerte
en las manos de la muerte?
Mario, Lirnio!
DELIO
No os canséis,
vaya el esquife a la mar,
¡boga, boga!
FENICIA
¡Ah, gente ingrata!
¿Así vuestro Rey se trata?
Aguardad.
LIRNO
¿Qué es aguardar?
(Vanse.)
IBERIO
¿Cómo es posible, enemigos,
que os mostréis sordos y mudos
a las voces de los tristes?
¿No hay ley, no hay Dios en el mundo?
¿Por qué delitos, qué culpas,
qué sinrazones, qué insultos,
nos dejáis entre estas peñas,
entre animales y brutos?
¡Plega a Dios que el mar se altere,
que en su estómago profundo,
entre montes de agua y viento
os dé el postrero sepulcro!
¡Plega a Dios que este pavón
que abriendo espumosos sulcos
corre, escarbando las aguas,
retoza en los golfos turbio,
corsando entre pardas peñas
pierda el norte, y en un punto,
el que es un leño a sus ojos,
parezca a los ojos muchos!
¡Justicia contra ti, reino perjuro,
pues castigas los buenos y los justos!
FENICIA
¡Que se va la loca nave!
¡Que nos deja, y que Neptuno,
por sus turquesados campos,
le da pasaje seguro!
¡Tenedle, cielos: mirad
que si prosigue su curso,
llegará a la patria amada,
de donde sacarnos pudo!
¡Oh, quién en los pies tuviera
las alas del dios Mercurio!
¡Y quién los suyos calzara
con el plomo de Saturno!
¡Quién fuera otro Polifemo,
que por la popa y los rumbos,
con fuertes peñas la hiciera
sumergir en los profundos!
Aguarda, fiero inventor
de traiciones y de insultos,
monstruo preñado de agravios,
Argos de honrados descuidos;
justicia contra ti, reino perjuro,
pues castigas los buenos y los justos.
IBERIO
Amada esposa, ¿qué haremos?
que ya la nave a los ojos
agua parece, y despojos
ya de su rastro no vemos.
Este peñasco es terrible,
este monte inhabitable,
este arenal intratable,
y escapar es imposible.
Subir allá no podremos
si esta peña no nos salva,
y es tan pelada y tan calva,
que en qué estribar no tenemos.
Humanos pies sus arenas
han pisado, y tan airado
las combate el mar salado,
que de herirlas cesa apenas;
¿qué haremos?
FENICIA
Amado esposo,
morir, porque aquí me obligo,
mi bien, a morir contigo,
pues el morir es forzoso.
Venga la muerte en tus brazos;
que como en ellos esté,
la muerte no sentiré
disuadida en los abrazos.
IBERIO
¿Quién creyera esta traición?
FENICIA
Ya la virtud se castiga.
IBERIO
No sé, mi bien, cómo diga
lo que siente el corazón.
Y quiero, con tu licencia,
mirar si este monte puedo
subir; que es vencer el miedo,
necesidad y prudencia.
FENICIA
Yo en este peñasco, en tanto,
esposo, os aguardaré,
y al mar agua le daré
mientras tú a las peñas llanto.
(Vase.)
Mar desatado y loco,
que estás entre ti mismo
haciéndote pedazos,
y a tu soberbia es poco;
este profundo abismo
en que extiendes tus brazos,
pues has deshecho lazos,
de mil amantes tiernos,
y a mil fuertes caudillos,
que te pusieron grillos,
al parecer eternos,
los quebraste y rompiste,
ampara a aquesta triste,
y a aquesta nave ingrata
dala sepulcro entre coral y plata.
Mas ¡ay de mí! un esquife
cubierto de damasco
y gallardetes bellos,
aunque la mar se engrife
en forma de peñasco,
le peina los cabellos:
¡cielos, si son aquellos
que tanto mal me hicieron;
si se han arrepentido
y a librarme han venido!
¡Amigos! Ya me vieron,
y con espuelas de haya
se acercan a la playa;
ya en las arenas saltan
y el limpio pie de blanca espuma esmaltan.
(LISBEO y otros.)
LISBEO
Dos queden en la barquilla,
y en esta dorada arena
del mar, veré si es sirena
la que parece en su orilla.
Mas es tan hermosa y bella,
que en esto agraviada ha sido,
si del cielo se ha caído;
amigos, aquesta estrella.
Sobre las arenas de oro,
donde con plata el mar topa,
parecéis, señora Europa,
llevada del blanco Toro.
Y en verla dorada y rubia,
Danae parecéis vos,
y la arena el bello Dios
trocado en dorada lluvia;
y aun quiere amor que presuma,
y que aquí llamaros pueda
bellísima dama, Leda,
y el blanco cisne esta espuma:
como le da Danae estrella,
no llegan, señora, a vos,
que sois bella para Dios,
y para mujer muy bella.
FENICIA
Mujer soy en quien se encierra
la desventura y pesar,
y a quien no sufre la mar,
y a quien persigue la tierra.
Y es tanta mi desventura,
que el mar que miras aquí,
diciendo está mal de mí,
y parece que murmura;
pero pues Dios, caballero,
y el mar sobre estas arenas
os trae a sentir mis penas,
saber de tus labios quiero
dónde estoy, qué tierra miro;
que este monte, al cielo atlante,
es a la vista un diamante
si al mar parece un zafiro.
LISBEO
Quisiera poder, señora,
lo que me pedís hacer,
mas poderme detener
imposible será ahora.
Mas en mi esquife sabréis
en la provincia que estáis,
e imaginad que llegáis
donde servida seréis
en alta mar.
FENICIA
¿Cómo? Aguarda
que venga mi esposo.
LISBEO
¿Dónde
le tienes?
FENICIA
Señor, se esconde
tras aquella peña parda.
LISBEO
¿Qué fue a buscar?
FENICIA
Fue a buscar
poblado, senda o camino,