Los trabajos de Jacob (Anotado)
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Los trabajos de Jacob (Anotado) - Félix Lope de Vega
Los trabajos de Jacob
Lope de Vega
PERSONAS
- BATO,
- LIDA,
- JACOB,
- RUBÉN.
- ISACAR.
- SIMEÓN.
- NICELA.
- ZELFA.
- JOSEF.
- PUTIFAR.
- ASIRIS,
- Soldados.
- NEPTALÍN.
- FENICIA.
- LISENO.
- BENJAMÍN.
- Músicos.
- EL REY FARAÓN.
- UN ÁNGEL.
- TEBANO.
- SERVIO.
Jornada I
Salen NICELA y JOSEF.
JOSEF
¿Para qué quieres saber
las desdichas de un cautivo,
dichosas en tu poder?
NICELA
Sin el gusto que recibo,
es condición de mujer,
y yo me entretengo así.
JOSEF
Puesto que os sirva aquí,
lastimaré mi memoria.
NICELA
Cuéntame, Josef, tu historia.
JOSEF
Pues, Nicela, escucha.
NICELA
Di.
JOSEF
Después del robo de Dina,
vino el gran Jacob, mi padre,
a ver a mi abuelo Isaac,
a Orbea, en el verde valle
de Mambre, tierra de Abraham,
habiendo perdido antes
la bellísima Raquel,
muerta con dolor notable
del parto de Benjamín,
de los dos querida madre.
Cumplió ciento y ochenta años
Isaac, y para enterrarle,
vino Esaú, de Seir,
con sus fuertes capitanes.
Crecí yo, mas porque luego
al oficio me enseñase
de pastor, con mis hermanos
iba al campo a ejercitarme.
Por las frentes de los montes
vía, entre blancos cambiantes
de nácar blanco y azul,
la rosa aurora que sale;
pero si bien no extendía
mis pensamientos infantes,
más que a contemplar los vientos,
hijos de tantas edades,
y al ver revolver los cielos
en sus quicios celestiales,
trayendo y llevando días
sin cine a sus términos falten;
como se alegraba el campo
cuando el sol entraba en Aries,
y cómo al dorar la Virgen
tantas espigas esparce;
entre aquel rudo atender,
cómo las ovejas pacen:
las danzas de los corderos
cuando declina la tarde;
el ver los celosos toros,
y considerar, que anden
algunos hombres sin celos,
sobrando a los animales:
pensaba, Nicela, a veces
en los vicios detestables
que en mis hermanos había,
de que avisaba a mi padre.
Hízome malquisto entre ellos
este cuidado importante,
que no es chisme el que es aviso,
si importa el mal remediarse.
Amábame a mí Jacob,
no porque tuviese partes,
mas por haberme engendrado
en su vejez venerable.
Hízome él mismo un vestido,
por vestirme y por honrarme;
creció la envidia, que siempre
fue polilla de los trajes.
Contéles un día un sueño,
si bien pudiera excusarle,
mas quísolo el cielo así,
yo lo pago y él lo sabe.
«Soñé, les dije, que un día
que ligando nuestros haces,
la fértil mía, entre todas
pudo en alto levantarse,
y estando crecida así
que las vuestras circunstantes,
para adoralla, querían
sobre la tierra humillarse.»
Respondieron: «¿Por ventura,
serás nuestro rey? Que tales
razones muestran que quieres
sujetarnos y ensalzarte.»
Soñé después otro sueño,
y díjeles una tarde:
«Once estrellas, como a sol
y la luna, vi adorarme.»
Esto me riñó Jacob,
diciendo: «¿Cuando te llames
sol, tus hermanos y yo
presumes que han de adorarte?»
Aquí no pudo la envidia
ni encubrirse ni enfrenarse;
que comenzaron por ella
a ser los hombres mortales.
Pasados algunos días,
me envió a Siquen mi padre
para que a mis diez hermanos
en el campo visitase.
Pasé del valle de Ebrón,
y como no los hallase
en Siquen, fui a Dotaïn
entre laureles y sauces.
Viéronme venir de lejos
y concertaron matarme,
y muerto echarme en un pozo
que estaba entre unos jarales.
«Veamos, decían todos,
si podrán aprovecharle
los sueños»; a quien Rubén
respondió para librarme:
«Hermanos, no le matemos:
mejor acuerdo es echarle
vivo en el pozo, que hacer
un delito tan infame.»
Llegué, y acabando apenas,
Nicela, de saludarles,
hasta la túnica mía
comenzaron a quitarme.
Metiéronme en aquel pozo,
que de muchos tiempos antes,
fueron estériles años
poderosos a secarle.
Sentáronse cerca de él
a comer, mas no te espantes
de que, vengada la envidia,
coma, sosiegue y descanse.
Estando, pues, en alfombras
de floríferos esmaltes,
comiendo de sus envidias
y bebiendo de su sangre;
vieron venir por el campo,
conocidos por el traje,
ismaelitas mercaderes
con camellos y bagajes,
que de Galaad traían
aromas, y de otras partes,
para vender en Egipto;
a quien por veinte reales,
y por consejo de Judas,
para que no me matasen,
me vendieron a tu esposo
de la manera que sabes.
NICELA
Notable historia.
JOSEF
Espantosa.
NICELA
¡Qué grande dolor daría
a tu padre!
JOSEF
En él sería
una flecha venenosa
que llegase al corazón
juntamente con la nueva;
o sería heroica