El esclavo de Roma (Anotado)
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El esclavo de Roma (Anotado) - Félix Lope de Vega
[Indicaciones de foliación en nota.1]
Hablan en ella las personas siguientes.
- ANDRONIO.
- FLORA.
- ARIODANTE.
- LIDIA.
- TIBERIO.
- FORTUNIO.
- LISIAS.
- FABIO,
- ARPAGO.
- TEREO.
- CASANDRO.
- UN SOLDADO PÍCARO.
- LIO. este personaje no aparece a lo largo de la obra (N. del E.)
- RÉGULO. este personaje no aparece a lo largo de la obra (N. del E.)
- LIVIO.
- EUFEMIA.
- LIDORO.
- CAMILO.
- RUTILIO,
- PORCIO «Persio» en el original (N. del E.).
- LÉNTULO,
- PARMENIO.
- JULIA.
- ORACIO.
- CELIA.
- UN PREGONERO.
- NÉSTOR.
- BELARDO.
- FELICIANO.
- GARCELO.
- MAURICIO.
- EL CÉSAR.
- [ELORIO.]
Acto I
Salen ANDRONIO y FLORA.
ANDRONIO
Hoy me despido de ti,
hoy bajo del cielo al suelo,
Flora, para todos cielo,
Flora, infierno para mí.
Y no porque desto arguya
mi sujeción, libertad,
si no es ir con libertad
irse por hacer la tuya.
Mándasme que no te vea,
dura sentencia mortal
con que ha hecho que mi mal
igual al infierno sea,
que más que su fuego siente
quïen va al infierno, ¿sabes?,
a ver la pena de no poder
ver a Dios eternamente.
Yo condenado en revista
a tu ausencia, Flora, siento
más que todo mi tormento,
el carecer de tu vista.
Pluguiera2 a Dios que tus bríos,
tus desdenes, tus enojos,
como yo viera tus ojos,
martirizaran los míos.
Viérate yo, Flora hermosa,
y hicieras en mí mil suertes,
que yo sufriera esas muertes,
por vida tan venturosa.
Pero pues no puede ser
comencemos a partir,
que más quiero no vivir
que dejar de obedecer.
FLORA
¿Has dicho falsa sirena,
voz dulce y traidor estilo?
¿Has dicho ya cocodrilo?
ANDRONIO
Ya he llorado, griega Elena,
pero no para engañarte
que fuera cosa muy nueva,
que cuando nada se lleva
en nada engaña el que parte.
FLORA
¿Yo te he mandado partir?
ANDRONIO
Tú, pues.
FLORA
Mira bien, que es sueño.
ANDRONIO
Tú, como al criado el dueño
que no quiere despedir.
No me dicen vocalmente
que me vaya tus enojos,
mas verá un ciego en tus ojos
que deseas verme ausente.
Al alma un vestido has hecho
de cristal por donde entró
el sol de mi amor y vio
el tuyo en ella deshecho.
Mas mira que te prevengo
que no puedo, aunque me incitas,
no verte si no me quitas
la imaginación que tengo.
Ya está el alma imaginando
que te puedo ver en ella
tan perfeta, hermosa y bella
como aquí te estoy mirando.
Mas verte3 o no después,
tú has de ser obedecida
aunque me cueste la vida
y cueste, que tuya es.
FLORA
¡Detente!, que esas razones
suelen ser de amor la salsa
con que en vuestra mesa falsa
os dais a comer traiciones.
¡Detente!
ANDRONIO
Dirás en esto,
Flora, de mi mal burlando
que es el detenerme hablando
para no partir tan presto.
Pues aguarda, que me importa
ver cómo el alma se carga
para jornada tan larga,
para partida tan corta.
Mucho, dulce ingrata, siento
que con mis prendas te alejas.
FLORA
Dirás que el alma me dejas.
ANDRONIO
Dejo aquí mi entendimiento.
Si voy sin él voy sin mí,
mas justamente se queda
por no tener en qué pueda
encender, que estoy sin ti.
La voluntad que era mía
quédese a ver lo que pasa,
aunque ya, Flora, en tu casa
es alhaja muy baldía.
Ya que es fe sin obras muerta
mi amor quisiera sacar,
mas habrele de dejar
por no derribar la puerta.
Partamos, pues, que es afrenta
pedir lo que ya le dio,
que más siento, Flora, yo,
saber que quedas contenta.
Mil años goces, amén,
de quien tanto mal me ha hecho,
que aunque me echa de tu pecho
no le he visto ni sé quién.
Pero pues ya te reservas
de mi amorosa fatiga,
dime de qué tierra amiga
te envïaron esas yerbas.
Que puesto que es verdadero
mas que tuyo el mal en mí,
también habrá para mí
algún remedio estranjero.
Dime esas yerbas divinas,
pero sospecho que hay pechos
que no toman bien a pechos
estranjeras medicinas.
Pues mi remedio te fío
cuando de mi mal te arguyo
qué desdén se iguala al tuyo
ni qué amor se iguala al mío.
Pero dure tu desdén,
adiós, Flora celestial,
que el penar por ti es un mal
más rico que el mayor bien.
FLORA
¡Oye, necio!
ANDRONIO
¡Tú lo eres
en detener mis estremos!
FLORA
Como esos bravos tenemos
de un cabello las mujeres.
ANDRONIO
Piensa que del monte al llano
detienes deshecho el yelo,
piensa que a un rayo del cielo
pones cayendo la mano
o que a las nubes que llueven
balas de granizo espera
o que detiene la esfera
con que las otras se mueven.
O que puedes hacer hoy
que el Sol deje de correr,
que eso mismo es detener
la furia con que me voy.
(Vase.)
FLORA
Gran deseo de olvidarme,
mas que tus celos, Andronio,
me dejas por testimonio
de que lo ha sido el dejarme.
De Ariodante tienes celos,
puesto que no le conoces
y mejor así me goces;
guarden tu vida los cielos.
Que dejando que pretende
mi padre con él casarme
ellos saben que mirarme
me mata, agravia y me ofende,
eras mi primero amor,
soy en África otra Dido,
o tú has de ser mi marido
o he de matarme en rigor,
que no a menos me provoca
ese Ariodante, ese hombre.
(Sale ARIODANTE.)
ARIODANTE
Gracias a Dios que mi nombre
oigo, señora, en tu boca.
Que oír el nombre presente
de la hermosa prenda amada
cuando ella está asegurada
que tiene su dueño ausente
es la gloria de más gusto
que se puede imaginar.