Las bizarrías de Belisa
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Belisa es una bella y joven dama que, sabedora de su atractivo, coquetea con sus muchos galanes, pero sin entregar a ninguno su corazón. Las circunstancias cambian cuando conoce a Don Juan de Cardona, a su vez enamorado de Lucinda. Don Juan so
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Las bizarrías de Belisa - Félix Lope de Vega
Las Bizarrías de Belisa
Lope de Vega
PERSONAJES
- BELISA,
- FINEA,
- CELIA,
- LUCINDA,
- FABIA,
- DON JUAN DE CARDONA.
- TELLO,
- OCTAVIO,
- JULIO.
- CONDE ENRIQUE.
- FERNANDO,
- [Criados.]
- [Músicos.]
- [Dos hombres.]
[La escena es en Madrid y extramuros.]
Acto I
[Sala en casa de BELISA.]
[Escena I]
Sale BELISA con vestido entero de luto galán, flores negras en el cabello, guantes de seda negra, y valona y FINEA.
FINEA
¿Así rasgas el papel?
BELISA
Cánsame el Conde, Finea.
FINEA
¡Qué ingratitud!
BELISA
Que lo sea
me manda amor.
FINEA
Fuego en él,
que pienso que no es tan vario
en sus mudanzas el viento.
BELISA
Navega mi pensamiento
por otro rumbo contrario:
castigó mi voluntad
el cielo.
FINEA
No sé si diga,
que justamente castiga,
señora, tu libertad.
Tanto despreciar amantes,
tanto desechar maridos,
tanto hacer de los oídos
arracadas de diamantes,
claro está, que habían de dar
[esa] ocasión al amor,
para vengar tu rigor.
BELISA
Bien se ha sabido vengar.
FINEA
¡Oh qué bien los has vengado
con querer agora bien
a quien, ni aun sabes a quién,
ni él tampoco tu cuidado!
Tus desdenes con razón
agora diciendo están:
«¿qué se hizo el Rey Don Juan?
los Infantes de Aragón
¿qué se hicieron?»
BELISA
No presumas
que desta mudanza estoy
arrepentida, aunque doy
agua al mar, al viento plumas;
porque tengo la memoria
deste necio amor tan llena,
que juzgo poca la pena
para tan inmensa gloria.
¿Llaman?
FINEA
Sí.
BELISA
Pues quiero hablarte
con más espacio después;
mira quién es.
FINEA
Celia es,
que ha venido a visitarte.
[Vase.]
[Escena II]
[CELIA, BELISA.]
CELIA
Prospere tu vida el cielo.
BELISA
No sé, Celia, si querrá
tener ese gusto ya.
CELIA
Ya la novedad recelo:
dijéronme que te habían
visto con luto en la calle
Mayor, aunque gala y talle
la causa contradecían:
y hallo que todo es verdad;
pero tanta bizarría
no es tristeza.
BELISA
Celia mía,
murió.
CELIA
¿Quién?
BELISA
Mi libertad.
CELIA
Es imposible que en ti
haya faltado el desdén.
BELISA
¿No es faltarme querer bien?
CELIA
¿Tú quieres bien?
BELISA
Yo.
CELIA
¿Tú?
BELISA
Sí,
ya cesaron mis rigores.
CELIA
Veré primero sembrado
de estrellas del cielo el prado,
y el cielo de hierba y flores,
y trocando el natural
efeto veré también
a la envidia decir bien,
y a la virtud hablar mal;
veré la ciencia premiada
y a la ignorancia abatida,
que es la verdad bien oída,
y que la lisonja enfada,
y el imposible mayor
dar honra al que está sin ella,
que crea, Belisa bella,
que puedes tener amor.
BELISA
Una tarde (cuando el sol
dicen que en el mar se esconde,
y se le ponen delante
las cabezas de los montes,
cuando por aquella raya,
que con varios tornasoles
divide el cielo y la tierra,
y los días y las noches,
nubes de púrpura y oro
van usurpando colores
a las plumas de los aires,
y a las ramas de los bosques)
iba sola con Finea,
amiga Celia, en mi coche,
tan sol de mi libertad,
cuanto luego fui Faetonte,
que nunca verás tan altas
las soberbias presunciones,
que no las fulminen rayos
como a las soberbias torres.
Era en la parte del Prado,
que igualmente corresponde
a esa Fuente, Castellana
por la claridad del nombre,
que también hay fuentes cultas,
que, aunque obscuras, al fin corren
como versos y abanillos,
quiera el cielo que se logren.
Iba Finea cantando
en gracia de mis blasones
finezas del Conde Enrique
(que ya conoces al Conde,
y a sus papeles escritos,
para que, cuando me toque,
como papel de alfileres,
tenga papeles de amores)
y a mis locas bizarrías,
desprecios y disfavores,
como si hubiera nacido
de las entrañas de un roble,
cuando veo un caballero
con el semblante conforme
al suceso que esperaba.
Volvió la cara, y paróse
a escuchar quién le seguía
pero con pocas razones
desnudando las espadas
los ferreruelos descogen.
El que digo, el pie delante,
con el contrario afirmóse,
gala y valor, que en mi vida
vi hombre tan gentilhombre.
No era el otro menos diestro.
No te parezca desorden,
que siendo mujer te cuente
lo que es bien que ellas ignoren
que aunque aguja y almohadilla
son nuestras mallas y estoques,
mujeres celebra el mundo,
que han gobernado escuadrones:
Semíramis y Cleopatra,
poetas e historiadores
celebran, y fue Tomiris
famosa por todo el orbe.
¿No has visto cuando dos juegan,
que sin conocerse escoge
uno de los dos quien mira,
sin que el provecho le importe,
y quiere que el otro pierda,
sin saber que esto se obre
por conformidad de estrellas,
que infunden inclinaciones?
Pues desa suerte mi alma
súbitamente se pone
al lado del que juzgaba
por más galán y más noble.
Alzó el contrario de tajo,
a quien mi ahijado embebióle
una punta, con que dio
en tierra, mas levantóse
presto, porque después supe
que traía un peto doble
de Milán, labrado a prueba
del plomo, que muros rompe.
Acudieron a este punto,
tirándole varios golpes,
tres hombres a mi galán,
cosa indigna de españoles.
Pero dicen entre amigos,
que el enemigo perdone,
que sólo es vil el que huye,
y valiente el que socorre.
Con razón, o sin razón,
salto de mi coche entonces,
quito la espada al cochero,
que arrimado a los frisones
miraba a pie la pendencia,