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La hermosura y la desdicha
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La hermosura y la desdicha. Francisco de Rojas Zorrilla
Fragmento de la obra
Jornada primera
(Salen don Juan y Fabio.)
Don Juan: Dejadnos solos.
Fabio: Señor,
¿qué suspensión te divierte,
que te ha robado el color?
Don Juan: No sé, Fabio.
Fabio: No es de muerte
ninguna herida de amor;
habla, declara tu mal,
que no hay cirujano tal
como el bien acuchillado;
también soy de amor soldado.
Don Juan: Fabio, mi mal es mortal:
Vi una mujer de amor ciego
que el sentido me robó;
pero más atizo el fuego
si a pintar las gracias llego
con que el alma me abrasó.
Que tantos los rayos son
de sus divinos despojos,
que ha más su opinión
el amor a sus dos ojos
que al veneno de su arpón.
Fabio: ¿Hiriote Laura divina,
luz del Sol, tan peregrina,
que en todo el templo no había
más beldad?
Don Juan: Ya desconfía
mi vida.
Fabio: ¡Qué no adivina
la curiosidad, Señor,
de un criado! Llega a hablarla,
y empieza a entablar tu amor.
Don Juan: Quiero, pues, Fabio esperarla
aunque muera en su rigor.
¡Qué beldad, y qué hermosura!
¿Hay más divina criatura?
No pudo naturaleza
recopilar más belleza;
merece la fe más pura.
Fabio: Es tan perfecta, Señor,
que me atreveré a decir,
y perdóneme tu amor,
que si no sabe pedir
es del mundo la mejor.
Pues si hablo en su calidad,
no la hay en esta ciudad
mayor que la que ella tiene;
de tu sangre real viene.
Fragmento de la obra
Jornada primera
(Salen don Juan y Fabio.)
Don Juan: Dejadnos solos.
Fabio: Señor,
¿qué suspensión te divierte,
que te ha robado el color?
Don Juan: No sé, Fabio.
Fabio: No es de muerte
ninguna herida de amor;
habla, declara tu mal,
que no hay cirujano tal
como el bien acuchillado;
también soy de amor soldado.
Don Juan: Fabio, mi mal es mortal:
Vi una mujer de amor ciego
que el sentido me robó;
pero más atizo el fuego
si a pintar las gracias llego
con que el alma me abrasó.
Que tantos los rayos son
de sus divinos despojos,
que ha más su opinión
el amor a sus dos ojos
que al veneno de su arpón.
Fabio: ¿Hiriote Laura divina,
luz del Sol, tan peregrina,
que en todo el templo no había
más beldad?
Don Juan: Ya desconfía
mi vida.
Fabio: ¡Qué no adivina
la curiosidad, Señor,
de un criado! Llega a hablarla,
y empieza a entablar tu amor.
Don Juan: Quiero, pues, Fabio esperarla
aunque muera en su rigor.
¡Qué beldad, y qué hermosura!
¿Hay más divina criatura?
No pudo naturaleza
recopilar más belleza;
merece la fe más pura.
Fabio: Es tan perfecta, Señor,
que me atreveré a decir,
y perdóneme tu amor,
que si no sabe pedir
es del mundo la mejor.
Pues si hablo en su calidad,
no la hay en esta ciudad
mayor que la que ella tiene;
de tu sangre real viene.
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La hermosura y la desdicha - Francisco de Rojas Zorrilla
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Francisco de Rojas Zorrilla
La hermosura
y la desdicha
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Créditos
Título original: La hermosura y la desdicha.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: info@linkgua.com
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9953-620-0.
ISBN rústica: 978-84-9816-225-7.
ISBN ebook: 978-84-9897-770-7.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
Sumario
Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 45
Jornada tercera 79
Libros a la carta 121
Brevísima presentación
La vida
Francisco de Rojas Zorrilla (Toledo, 1607-Madrid, 1648). España.
Hijo de un militar toledano de origen judío, nació el 4 de octubre de 1607. Estudió en Salamanca y luego se trasladó a Madrid, donde vivió el resto de su vida. Fue uno de los poetas preferidos de la corte de Felipe IV. En 1645 obtuvo, por intervención del rey, el hábito de Santiago.
Empezó a escribir en 1632, junto a Pérez Montalbán y Calderón de la Barca, la tragedia El monstruo de la fortuna. Más tarde colaboró también con Vélez de Guevara, Mira de Amescua y otros autores.
Felipe IV protegió a Rojas y pronto las comedias de éste fueron a palacio; su sátira contra sus colegas fue tan dura al parecer que alguno de los ofendidos o algún matón a sueldo le dio varias cuchilladas que casi lo matan. En 1640, y para el estreno de un nuevo teatro construido con todo lujo, compuso por encargo la comedia Los bandos de Verona. El monarca, satisfecho con el dramaturgo, se empeñó en concederle el hábito de Santiago: las primeras informaciones no probaron ni su hidalguía ni su limpieza de sangre, antes bien, la empañaron; pero una segunda investigación que tuvo por escribano a Quevedo, mereció el placer y fue confirmado en el hábito (1643). En 1644, desolado el monarca por la muerte de su esposa Isabel de Borbón y poco más tarde por la de su hijo, ordenó clausurar los tablados, que no se abrirán ya en vida de Rojas Zorrilla, muerto en Madrid el 23 de enero de 1648.
Personajes
Don Juan de Moncada
Fabio, criado
Don Pedro de Cardona
Monzón, criado
Laura, dama
Inés, criada
Laín, escudero vejete
Lucindo, viejo
El Rey de Nápoles
La Infanta, su hermana
Danteo, villano
Sergasto, villano
Cazadores del Rey
Acompañamiento
Jornada primera
(Salen don Juan y Fabio.)
Don Juan Dejadnos solos.
Fabio Señor,
¿qué suspensión te divierte,
que te ha robado el color?
Don Juan No sé, Fabio.
Fabio No es de muerte
ninguna herida de amor;
habla, declara tu mal,
que no hay cirujano tal
como el bien acuchillado;
también soy de amor soldado.
Don Juan Fabio, mi mal es mortal:
Vi una mujer de amor ciego
que el sentido me robó;
pero más atizo el fuego
si a pintar las gracias llego
con que el alma me abrasó.
Que tantos los rayos son
de sus divinos despojos,
que ha más su opinión
el amor a sus dos ojos
que al veneno de su arpón.
Fabio ¿Hiriote Laura divina,
luz del Sol, tan peregrina,
que en todo el templo no había
más beldad?
Don Juan Ya desconfía
mi vida.
Fabio ¡Qué no adivina
la curiosidad, Señor,
de un criado! Llega a hablarla,
y empieza a entablar tu amor.
Don Juan Quiero, pues, Fabio esperarla
aunque muera en su rigor.
¡Qué beldad, y qué hermosura!
¿Hay más divina criatura?
No pudo naturaleza
recopilar más belleza;
merece la fe más pura.
Fabio Es tan perfecta, Señor,
que me atreveré a decir,
y perdóneme tu amor,
que si no sabe pedir
es del mundo la mejor.
Pues si hablo en su calidad,
no la hay en esta ciudad
mayor que la que ella tiene;
de tu sangre real viene.
Don Juan Háblame, Fabio, verdad,
que tan rendido a sus ojos
mi corazón se mostró
rindiendo humildes despojos,
que el alma que la miró
ostentó glorias y enojos.
Glorias, en verse empleada,
si incierta de ser amada,
en tan divino sujeto:
Enojos, porque en efecto
duda el bien de ser pagada.
y tan rendido me veo
a su gracia y perfección,
que me dice ya el deseo
que hará bien dichoso empleo
mi abrasado corazón.
(Salen Laura, Inés y Laín.)
Laura Gran fiesta, por vida mía,
hemos tenido este día;
Inés, ¡qué aseo y grandeza,
qué lucida gentileza
en toda la iglesia había!
Inés Gloriosa puedes estar,
aunque tanta gala juntes,
y esto sin lisonjear
de que has podido matar...
Laura ¿A quién?
Inés No me lo preguntes.
Laura Ya yo sé por quién lo dices;
pero aunque más lo autorices
no espere don Juan favor,
porque se rindió mi amor
a favores más felices.
Laín Y tanto lució tu talle,
con haber tantos allí,
que del asiento a la calle,
ninguno, Señora, vi
que dejase de alaballe.
Fabio Advierte, Señor, que vienen
los luceros que te tienen
absorto de Laura
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