MUJERES DE ARMAS TOMAR
Bailaoras, cantaoras, guitarristas, a menudo gitanas y casi siempre flamencas: así son las figuras femeninas que suele evocar al instante el nombre de Julio Romero de Torres. Esas bellezas cordobesas, de grandes ojos negros, que nos miran desde el marco de sus cuadros, ¿son realmente adornos folclóricos, meros homenajes a la España de clavel y pandereta?
Para empezar, solo unas pocas eran de Córdoba. Para Romero de Torres posaron mujeres de su ciudad natal, sí, pero también catalanas, madrileñas, argentinas o mexicanas, además de andaluzas de otras por tres pesetas la sesión y jamás pudo librarse de las habladurías, pese a que ella tenía apenas catorce años y el pintor peinaba canas. Las hubo de fama universal, como La Bella Otero, estrella del cabaré Folies Bergère, cortejada por reyes. Y también intelectuales, como las feministas Mar garita Nelken, escritora y futura diputada socialista en la Segunda República, o la periodista Carmen de Burgos, alias Colombine. Su estrecha amistad con estas últimas no parece casar bien con la imagen de tradicionalista que todavía hoy arrastra Romero de Torres.
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