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En el trabajo: La historia no contada de los centros de trabajadores y la nueva lucha por salarios, dignidad y salud
En el trabajo: La historia no contada de los centros de trabajadores y la nueva lucha por salarios, dignidad y salud
En el trabajo: La historia no contada de los centros de trabajadores y la nueva lucha por salarios, dignidad y salud
Libro electrónico347 páginas4 horas

En el trabajo: La historia no contada de los centros de trabajadores y la nueva lucha por salarios, dignidad y salud

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La inspiradora historia de los centros de trabajadores que están surgiendo en todo el país y que están transformando el movimiento laboral Para más de 60 millones de personas, el trabajo en los Estados Unidos ha sido una historia de salarios en declive, inseguridad y condiciones inseguras, especialmente en medio de la pandemia del coronavirus. Esta nueva y preocupante realidad ha galvanizado a los medios de comunicación y a los formuladores de políticas; pero al mismo tiempo, una historia diferente y poco conocida de resurgimiento y lucha se ha filtrado justo debajo de la superficie.

En el trabajo es el primer relato de un nuevo tipo de movimiento laboral, uno que se está dando a nivel local, en silencio y entre los trabajadores más vulnerables, pero esenciales, del país. La renombrada experta en salud pública Celeste Monforton y la periodista galardonada Jane M. Von Bergen recorrieron el país, hablando con trabajadores de todas las trayectorias y revelando las historias de cientos de nuevas organizaciones lideradas por trabajadores (a menudo llamadas simplemente centros de trabajadores) que han logrado salarios más altos, condiciones laborales más seguras y dignidad en el lugar de trabajo para sus miembros.

En el trabajo describe cómo la gente común encuentra su voz y desafía el poder: desde trabajadoras de limpieza en Chicago y Houston; hasta trabajadores de la industria avícola en St. Cloud, Minnesota, y Springdale, Arkansas; y trabajadores de la construcción en todo el estado de Texas. Un libro inspirador para estos tiempos, En el trabajo revela que el activismo laboral está vivo y en crecimiento—y posee la clave para un futuro diferente para todas las personas trabajadoras.

IdiomaEspañol
EditorialThe New Press
Fecha de lanzamiento10 nov 2021
ISBN9781620977187
En el trabajo: La historia no contada de los centros de trabajadores y la nueva lucha por salarios, dignidad y salud
Autor

Celeste Monforton

Celeste Monforton is director of the Beyond OSHA Project and lecturer at Texas State University. A sought-after national media commentator, she is the co-author (with Jane M. Von Bergen) of On the Job (The New Press) and lives in San Marcos, Texas.

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    En el trabajo - Celeste Monforton

    INTRODUCCIÓN:

    DESPERTANDO EL PODER

    La protesta del Día Internacional de los Trabajadores de 2020 frente a una planta de manufactura de suministros médicos en la zona norte de Chicago no fue exactamente un momento hecho para la televisión. A pesar de que los equipos de noticias se presentaron a la hora señalada, no se encontraron con una imagen de trabajadores con brazos unidos, manos entrelazadas y pancartas en alto.

    En vez de eso, cada trabajador que protestaba estaba parado a seis pies de distancia, como íconos aislados de determinación, en el estacionamiento casi vacío al lado de una carretera sin tráfico.

    El 1º de mayo de 2020, mientras los Estados Unidos y países alrededor del mundo se tambaleaban bajo la presión de la pandemia del coronavirus, las protestas de los trabajadores tomaron una apariencia distinta: mascarillas y separación para desacelerar el contagio. Hasta ese día, unas 250.000 personas ya habían muerto debido al virus del COVID-19 en todo el mundo, 3.7 millones de casos habían sido reportados y la cantidad de muertes en los EE. UU. había excedido los 60.000.

    Cuando la pandemia golpeó los Estados Unidos súbita y ferozmentemente a mediados de marzo, muchos trabajadores con salarios bajos se vieron forzados a elegir una de dos situaciones precarias: o habían perdido sus trabajos y enfrentaban un desastre financiero casi inmediato o, de lo contrario, todavía mantenían sus trabajos — con frecuencia trabajando en situaciones inseguras— con la perspectiva de enfermedad o muerte.

    Tener que escoger entre esas situaciones adversas no es nada nuevo para los sesenta millones de estadounidenses a quienes les pagan muy poco por su trabajo, y sin embargo son el combustible que mueve una gran parte de la economía. Ellos proveen el tipo de bienes y servicios que permiten que el resto de nosotros nos dediquemos a nuestras carreras y familias. Las crisis financieras y de salud creadas por el COVID-19 solo exacerbaron las desigualdades que ellos ya experimentan.

    Así es como lo sintieron los trabajadores que hicieron la manifestación afuera de la fábrica de equipos médicos LSL Healthcare en Chicago. Pero no tuvieron que actuar solos. Los apoyaba Arise Chicago, uno de los 225 centros de trabajadores del país. La organización laboral comunitaria ayudó a los trabajadores a escribir una carta con sus exigencias al presidente de la compañía y a presentarla mientras las cámaras de los noticieros filmaban el evento. Los trabajadores que firmaron la carta, treinta y cinco en total, eran ahora parte del amplio movimiento de centros de trabajadores de la nación.

    Durante las últimas dos décadas, los centros de trabajadores habían cultivado suficiente confianza en la comunidad para que los trabajadores supieran a dónde ir a buscar apoyo cuando el virus atacó. Los centros podían ayudarlos a tener acceso a comida o asistencia para pagar el alquiler, resolver situaciones inseguras en los lugares de trabajo, y —más importante aún— a organizarse para lograr protecciones más amplias, como las vacaciones pagadas.

    Apelar ante un empleador pidiendo trabajos más seguros y un pago justo es una propuesta riesgosa bajo cualquier circunstancia. Pero Arise Chicago y otros centros de trabajadores alrededor de Estados Unidos han estado ayudando a los trabajadores a experimentar el poder de la acción colectiva. Ellos crean un espacio seguro para que los trabajadores evalúen los riesgos y creen estrategias sobre las mejores maneras de exigir mejorías en el trabajo. Estas organizaciones laborales comunitarias proveen un ambiente en donde los miembros de la comunidad pueden aprender y desarrollar sus habilidades de liderazgo y trabajo organizativo.

    Los centros de trabajadores han echado raíces en pueblos pequeños, como en Morganton, Carolina del Norte, en Bryan, Texas y Graton, California. En algunas de las ciudades más grandes en EE. UU., puede haber cinco o diez centros de trabajadores, cada uno con su propia personalidad, misión e historia. Los centros de trabajadores reúnen a trabajadores marginados: debido al idioma, al estatus migratorio, a que sus empleos como trabajadores de hogar los aíslan o porque su estatus laboral es turbio, como trabajadores de agencias temporales o de la economía gig.

    Algunos centros de trabajadores tienen miembros que trabajan en una sola industria, tal como en la producción avícola o la fabricación de prendas de vestir. Algunos centros se enfocan exclusivamente en problemas en el empleo; otros amplían su alcance para asistir con asuntos de inmigración, encontrando que esos son parte integral de los problemas en el trabajo.

    Lo que los centros de trabajadores tienen en común es un sentido de comunidad construido a través de las experiencias compartidas en el trabajo, las experiencias compartidas en los trayectos de la vida, o quizás, experiencias compartidas al ajustarse a una nueva tierra. Lo que ellos también tienen en común es un sentido de lucha por sueldos más altos (o cualquier sueldo), un lugar de trabajo más seguro y una mejor vida.

    En el trabajo: la historia no contada de los centros de trabajadores y la nueva lucha por salarios, dignidad y salud se enfoca en esta parte poco conocida del movimiento laboral de hoy en día. Se trata de los trabajadores forzados a organizarse por las cosas más básicas y fundamentales del trabajo: los sueldos por los cuales han trabajado, descansos cortos del trabajo y la simple capacidad de usar el baño cuando el organismo lo requiere.

    Los centros de trabajadores son parte de una lucha de varios siglos por ganar, como dice la vieja canción del trabajo, tanto el pan como las rosas; sustento y satisfacción. En su forma más simple, el movimiento laboral pueden ser dos o tres empleados quejándose acerca de su jefe o de sus condiciones laborales y luego, juntos, tomando alguna acción para mejorar su situación. Del otro lado, hay huelgas masivas y protestas, como la protesta sobre las pensiones en diciembre de 2019 que hizo detener los trenes subterráneos de París. Y entre ambas cosas está lo que la mayoría de las personas consideran como el movimiento obrero: los sindicatos tradicionales con los acuerdos de negociación colectiva, dirigentes sindicales, presupuestos y sedes.

    A medio camino entre las dos o tres personas que se enfrentan a sus jefes y el sindicato tradicional, están los centros de trabajadores. Los centros de trabajadores buscan inspiración en las expresiones comunitarias de organizaciones de personas trabajadoras que existían antes de los sindicatos tales como las sociedades de ayuda mutua o, en Chicago, las casas de asentamiento, explica Adam Kader, director del Centro de Trabajadores Arise Chicago. Y ahora, curiosamente, los sindicatos de trabajadores están comenzando a inspirarse en nuestra organización.

    Para ilustrarlo, Kader se refiere a la campaña Fight for $15 (por un salario mínimo de al menos $15 por hora) para apoyar a los trabajadores de la industria de comida rápida que fue organizada a principios de 2012 por el Sindicato Internacional de Empleados de Servicio (Service Employees International Union). Todo lo que ellos estaban haciendo era sacado del manual de los centros de trabajadores. Puedes tener a tres de veinte trabajadores en un McDonald’s quienes se organizarían para abandonar el puesto de trabajo. Estas son movilizaciones en el trabajo, con apoyo de la comunidad, con un componente público, con aliados y políticos y la prensa. Los sindicatos ahora están prestando atención a las tácticas de los centros de trabajadores para su renovación y generar nuevas estrategias de trabajo organizativo, dice Kader.

    Nosotros entendemos el movimiento laboral como algo que abarca a los trabajadores organizados en sindicatos y a los trabajadores no sindicalizados, continúa. Escuchará a algunos jóvenes de los centros de trabajadores decir cosas como, ‘los sindicatos son el viejo paradigma y nosotros somos la nueva ola’. Nosotros estamos en total desacuerdo con eso. Creemos que los centros de trabajadores son una evolución reciente del movimiento laboral, pero el futuro de este los incluye a ambos.

    La pandemia de COVID-19, con la vida y la muerte colgando de un hilo, se convirtió en una prueba tanto para los centros de trabajadores como para sus miembros. Nunca antes habían sido más desafiados, y nunca habían sido más urgentes estos desafíos. Algunos miembros de centros de trabajadores son niñeras y trabajadoras de limpieza que residen en los hogares de sus empleadores y fueron despedidas, perdiendo su vivienda y trabajo en un solo día.

    Otros son trabajadores temporales de almacenes que fueron considerados esenciales, pero no lo suficiente para proveerles mascarillas de protección. Algunos son cuidadores íntimos en hogares de ancianos o casas privadas, enfrentando la posibilidad muy real de contraer el virus y llevarlo a casa a sus propias familias. Otros trabajan en plantas cárnicas y avícolas, parados a pocos pies de distancia, en peligro de contagio.

    Los trabajadores esenciales elogiados como héroes se encontraron muy pronto llamados de vuelta al trabajo a pesar de que estarían expuestos a compañeros de trabajo que estaban enfermos por COVID-19. No había mascarillas disponibles. Los desinfectantes de manos y el jabón eran escasos. En Arise Chicago, la situación de COVID-19 cambiaba, cada día, algunas veces de una hora a otra, cuenta la directora de comunicaciones del centro de trabajadores, Shelly Ruzicka. Al principio eran las personas perdiendo sus trabajos, quienes estaban desesperados financieramente. Pero ahora comenzamos a escuchar más y más de las personas que todavía siguen trabajando. Muchos de ellos son trabajadores esenciales, pero sin importar si son esenciales o no, muchos de ellos están trabajando en condiciones inseguras. La gente tiene miedo.

    Pero la ira era tan contagiosa como el virus. Alrededor del país, mientras los centros de trabajadores luchaban para ayudar a sus miembros a lidiar con las emergencias financieras y de salud, los líderes de los centros comenzaron a ver y a apoyar las señales frescas de los trabajadores exigiendo cambios. Tenemos la esperanza de que más y más trabajadores sientan su poder para organizar. Es trágico que esté saliendo de la necesidad extrema de salvar sus propias vidas. Pero ya que esa es nuestra realidad actual, tenemos la esperanza de que más trabajadores lo hagan, dijo Ruzicka.

    En todo el país, los centros de trabajadores respondieron de diferentes maneras a la crisis.

    El Gig Workers Collective, un centro de trabajadores virtual que representa a los compradores de alimentos y entrega de Instacart, unieron fuerzas con grupos representando a los trabajadores de almacenes de Amazon y con personas afiliadas con Shipt, un servicio de envío conectado a Target, para realizar una acción el Día del Trabajo en 2020. Miles de ellos no fueron a trabajar, explica la cofundadora Vanessa Bain, basando su estimado en la lista de diecisiete mil miembros activistas. Muchos manifestantes se presentaron en Staten Island, Los Ángeles, Houston, y Richmond, California, para una movilización. En Nueva York, algunos posaron junto a bolsas para cadáveres afuera de la oficina del gobernador Andrew Cuomo, haciendo un llamado a que hiciera más para proteger a los trabajadores de Amazon.

    La demanda de servicios de envío de alimentos aumentó debido a la pandemia y a las órdenes de quedarse en casa. En respuesta, Instacart dijo que quería emplear a miles de contratistas independientes más como compradores para cumplir con la alta cantidad de pedidos.

    Alyssa Longobardi, una antigua compradora de Instacart quien ahora es voluntaria manejando las comunicaciones de redes sociales para el Gig Workers Collective, describió el sistema que estaba vigente en ese momento: Instacart ofrecía los trabajos de compra mediante subastas, y el trabajador que presentaba la oferta más baja recibía el pedido. El sistema, dijo ella, forzaba a los compradores a que bajaran el precio y el potencial de ganancia de cada uno para poder tener trabajo.

    Especialmente ahora, con el COVID-19, las personas están desesperadas por cualquier fuente de ingreso, señala Longobardi. Ahora todo el mundo tiene salarios bajos. Longobardi, quien vive en las afueras de Filadelfia, era nueva en el activismo, describiéndose a sí misma como una niña buena que no se metía en problemas. Nunca había ido a una protesta. Nunca había agarrado una pancarta. Nunca fui impertinente con mis maestros.

    La lucha de quienes tienen trabajos ocasionales fue un despertar. Que los trabajadores se levantaran es extremadamente inspirador, dice. Esto hace que sientas que puedes cambiar algo. Para mí es reclamar esta voz que no sabía que tenía.

    En Los Ángeles, el Centro de Trabajadores Filipinos respondió alquilando dos casas para los trabajadores que necesitarán estar en cuarentena. El costo de la vivienda es tan alto en Los Ángeles que no es raro que entre doce y quince trabajadores filipinos con bajos salarios —trabajadores de limpieza, niñeras y cuidadores— vivan juntos en un apartamento de tres habitaciones, con dos literas por habitación y otras más en la sala. Con el COVID-19, las condiciones de vivienda de los trabajadores significaban que podría ser igual de peligroso estar en casa que en el trabajo si algún compañero de vivienda había estado expuesto.

    Ellos tienen que autoaislarse, y por supuesto, están todos con miedo, dice Lolita Lledo, subdirectora del centro. Si se enferman, ¿a dónde irían?, porque están viviendo en una habitación en donde otros tres cuidadores se están quedando. Un miembro, narra, se enfermó. Sus compañeros de habitación le rogaron que no volviera a la casa. Primero, él vivió en su carro. Después puso una tienda de campaña afuera del edificio de apartamentos. Cuando el Centro de Trabajadores Filipino adquirió una vivienda, él fue uno de los primeros en recibir una habitación.

    Una casa de cuatro habitaciones, señala ella, puede albergar a cuatro trabajadores a los que les hayan recomendado autoaislarse, mientras esperan por los resultados de las pruebas. La otra casa es para los cuidadores que han dado positivo. Es una puerta giratoria, explica.

    Esta pandemia se enfoca en la importancia de los centros de trabajadores que tienen apoyo de las bases, porque son uno de los grupos de confianza en la comunidad, dice Lledo.

    Es la misma confianza y apoyo que Arise Chicago proporcionó a los trabajadores manifestantes frente a LSL Healthcare, una compañía que empaca kits de suministros para salas de operaciones y otros equipos médicos. Estamos viendo cómo los trabajadores se organizan por primera vez debido al COVID-19, dice Ruzicka. Uno de los trabajadores de LSL Healthcare murió de COVID-19. La compañía no les informó a sus empleados; los compañeros de trabajo lo supieron por su esposa, quien trabaja en la planta.

    En el Día del Trabajo 2020, los trabajadores se pararon a seis pies de distancia de las puertas frontales de LSL Healthcare. Hablando en español, uno leyó su carta de exigencias dirigida a sus patrones, sus jefes. El almacén, dijeron, no había sido desinfectado apropiadamente, no se mantenía una distancia apropiada, el desinfectante de manos no era suficiente y el comedor solo tiene espacio para que tres personas coman. Querían que la planta cerrara para una limpieza profunda y querían que les pagaran mientras estaban en cuarentena durante catorce días. Lamentablemente, escribieron, ustedes nos están forzando a trabajar bajo condiciones no saludables y posiblemente peligrosas debido a la crisis de COVID-19. Por lo tanto, hemos decidido abandonar el puesto de trabajo hoy para protegernos a nosotros mismos, a nuestras familias y a nuestros compañeros. Nuestra salud es más valiosa que sus ganancias.

    Mientras la pandemia de COVID-19 trajo enfermedad y muerte a millones de personas, y debilitó casi cada aspecto de la economía estadounidense, los centros de trabajadores estaban más determinados que nunca a persistir y organizarse. Serían ágiles y creativos con sus tácticas. Su trabajo continuaría porque el virus no absolvió a los empleadores de su deber de proporcionar lugares de trabajo seguros ni disminuyó las necesidades de los trabajadores de luchar por sus derechos.

    Cuando las personas están muriendo, o tienen hambre, o no están recibiendo un sueldo o son tratadas de manera irrespetuosa, el poder de los trabajadores no es su prioridad principal. Nadie viene a los centros de trabajadores porque quiere cambiar el sistema, apunta Martha Ojeda, organizadora en jefe a nivel nacional para Interfaith Worker Justice (IWJ), una organización que ha proporcionado asesoría para muchos centros de trabajadores por todo el país.

    Ellos vienen porque tienen una necesidad, afirma ella. Nuestro desafío es cómo transformarlo en una oportunidad para abordar la necesidad y cambiar el sistema.

    Para los centros de trabajadores, la percepción de Ojeda nunca había sido más acertada que durante la pandemia de COVID-19. Y los centros de trabajadores estuvieron —y siguen estando— a la altura del desafío. Ellos están abordando las necesidades y trabajando para cambiar el sistema. En la lucha por la dignidad y la salud, están despertando el poder de las personas trabajadoras de hoy en día.

    Arturo Nieto, miembro de la Unión Latina de Chicago. I. George Bilyk

    Jorge Estrada, miembro de MassCOSH, Boston. I. George Bilyk

    Parte I

    Cuerpos rotos, corazones rotos

    En 2020, la pandemia de COVID-19 puso el foco en la relación entre la seguridad y el poder de los trabajadores. A lo largo y ancho del país, los trabajadores peor pagados se encontraron en una situación en la que las cifras de muertes en accidentes laborales no cesaban de crecer. La seguridad y los salarios se convirtieron en cuestiones gemelas, que ya no estaban separadas en compartimentos de dinero y salud. Ambas cuestiones han estado desde hace mucho tiempo en el corazón de las luchas de los centros de trabajadores, siendo la seguridad en el trabajo uno de los ejes fundamentales del trabajo organizativo en las campañas de Texas, California, Massachusetts e Illinois.

    Es más visceral, porque se trata de mi cuerpo. No se trata solo de mi salud económica, sino de mi salud física. Es mucho más profundo.

    —Adam Kader, Arise Chicago

    Solo necesitamos dejar de tener miedo.

    —Mirella Nava, Centro de Trabajadores Fe y Justicia

    1

    PELIGRO Y DESPRECIO

    Cuando Mirella Nava entró a trabajar en una fábrica de aislantes industriales en Houston, su intención no era convertirse en defensora de la seguridad de los trabajadores. En aquel momento, no tenía mucha idea sobre los derechos en materia de seguridad, ni tampoco sobre la Administración de Salud y Seguridad Ocupacional (OSHA, por sus siglas en inglés) del Departamento de Trabajo de Estados Unidos.

    Lo que Nava presenció en el almacén, donde los trabajadores cortaban y preparaban los aislantes para ajustarlos a los pedidos de los clientes, no le pareció bien. Productos químicos peligrosos, pero ni rastro de lavaojos. Calor aplastante. Surtidores de agua rotos. Máquinas de corte sin ningún tipo de protección. Polvo por todas partes. Ver aquello me partió el corazón explica¹.

    En el almacén hacía un calor infernal, explica Nava, especialmente durante los sofocantes veranos de Houston. Y los surtidores de agua del almacén no funcionaban. Los trabajadores a menudo tenían que traer su propia agua y si se paraban a beber fuera del descanso oficial, les gritaban.

    Rock Wool Manufacturing, en Houston, empleaba a muchos trabajadores temporales; de hecho, Nava consiguió su trabajo de oficina a través de una agencia de trabajo temporal. La agencia de empleo los enviaba y los lanzaba directamente a la línea de producción, relata Nava. Nunca presenció que nadie recibiera capacitación en materia de seguridad. La letanía de peligros era larga. En más de una ocasión, el disolvente químico utilizado para limpiar el pegamento industrial entró en los ojos de los trabajadores. No había una fuente de lavaojos. Nava recuerda la vez que llevó a un trabajador al baño y lo ayudó a lavarse los ojos en el lavabo.

    En otra ocasión, mientras un trabajador revisaba una máquina para averiguar por qué habían dejado de moverse las cuchillas, la puerta de la máquina le cayó en la cabeza porque ni los pestillos ni las cerraduras eran adecuadas, cuenta Nava. No le permitieron salir del trabajo hasta que consiguió que la máquina volviera a funcionar. Cuando salió, explica, acudió a un médico para que le diera puntos de sutura para sellar el corte. Nava no podía quedarse de brazos cruzados. Habló con el director en múltiples ocasiones sobre los problemas de seguridad. Me decía que no tenía dinero [para mejorar la seguridad del almacén] y que mucha gente estaría encantada de hacer este trabajo.

    Su defensa de los trabajadores del almacén generó mucha tensión entre Nava y su jefe. ¿Debía arriesgarse a saltar sobre su autoridad?

    Eso hizo. Durante una visita a Houston de unos representantes de la sede central de la empresa en Alabama, Nava aprovechó la oportunidad para señalar algunas de las situaciones peligrosas existentes. Mientras hablaban, un montacargas provocó el derrumbe de una pila de cajas que estaban elevadas en un palé.

    Poco después, Nava fue despedida. Su jefe dijo que pasaba demasiado tiempo acudiendo a citas médicas. Las citas eran necesarias. Nava se había lesionado la mano tras caerse en el almacén.

    Cuando se fue, Nava no podía dejar de pensar en los trabajadores de Rock Wool que había dejado atrás. Llamó a la estación local de Univisión para pedir consejo. Le dieron el número de teléfono del Centro de Trabajadores Fe y Justicia (FJWC, por sus siglas en inglés). La oficina del FJWC se encontraba entonces en el segundo piso de la Iglesia Episcopal de San Esteban.

    Corazones rotos, cuerpos rotos, cuestiones que forman parte del día a día de los centros de trabajadores como Fe y Justicia. En la mayoría de los centros, también en este, los problemas de salud y seguridad rara vez son los que impulsan a los trabajadores a buscar su ayuda. Casi siempre, acuden porque no les han pagado. A menudo, sin embargo, la empresa que no paga a sus trabajadores también les genera otros tipos de perjuicios. Los temas de salud y seguridad se convierten en un impulso, entre muchos otros, que adquiere mayor importancia a medida que los trabajadores se dan cuenta de la gravedad de la inseguridad en el trabajo.

    Es más visceral, porque se trata de mi cuerpo. No se trata solo de mi salud económica, sino de mi salud física, dice Adam Kader, director del Centro de Trabajadores Arise Chicago. Es mucho más profundo.

    Para los líderes de los centros de trabajadores, los problemas de salud y seguridad cumplen una serie de funciones. A veces ayudan a proporcionar financiación, a través de la OSHA o de becas académicas para formación. A veces sirven para atraer nuevos miembros; como en Chicago, donde tanto la Unión Latina como Arise Chicago ofrecían talleres sobre limpieza ecológica y sobre cómo evitar los productos químicos agresivos para mejorar el ambiente de los hogares, tanto para las trabajadoras de hogar como para sus clientes. Esas capacitaciones pueden ayudar a los trabajadores a exigir salarios más altos, de acuerdo con sus conocimientos.

    Pero, lo que es más importante, es que los asuntos de salud y seguridad generan liderazgo entre los trabajadores, el tipo de liderazgo que logra la mejora de las normas de seguridad para ayudar a los trabajadores más allá de sus propios lugares de trabajo, ciudades o estados. Enfrentar estos asuntos proporciona, a quienes lideran, las herramientas que necesitan para llevar a cabo el cambio: análisis, estrategias, documentación y comunicación. Motivan a trabajadoras como Mirella Nava, quien lo arriesgó todo para tratar de mejorar la seguridad de los puestos de trabajo de sus compañeros.

    Nava animó a algunos de los trabajadores a que asistieran también a los talleres de derecho laboral que se imparten los lunes por la noche en el centro. Fue una gran revelación para todos, dijo.

    Juntos, trazaron un mapa del interior del almacén sobre papel de rotafolio con marcadores de colores brillantes. El ejercicio de mapeo de riesgos es una técnica que se utiliza mucho en los centros de trabajadores para diseccionar los problemas de salud y seguridad. Alejandro Zúñiga, capacitador de seguridad del FJWC, ayudó a Nava y otros trabajadores de Rock Wool a ubicar muchos de los peligros a través del dibujo. Había máquinas de corte sin protección de seguridad, riesgos eléctricos y problemas con el montacargas. El aire de la planta estaba cargado de polvo de fibra mineral procedente del propio material aislante.

    Nos señalaron todos estos peligros que antes nos parecían cosas normales, cotidianas, explica Nava.

    Zúñiga comenzó a ser voluntario en el FJWC en 2010 y desde 2011 forma parte de la pequeña planta de personal. Originario de San Luis Potosí, México, posee un talante amable, sonrisa generosa y enorme entusiasmo para empoderar a los trabajadores en su lucha por la justicia. El ejercicio de mapeo de riesgos ayudó a los trabajadores de Rock Wool a reconocer algo que Zúñiga y Martha Ojeda, entonces directora del FJWC, ven todo el tiempo: el poder del saber colectivo de los trabajadores. La labor de Zúñiga y Ojeda consistió en orientar a los trabajadores de Rock Wool para que decidieran cómo querían abordar el problema. No hizo falta mucho tiempo —tan solo unas cuantas reuniones más en el centro de trabajadores— para que se pusieran de acuerdo sobre un plan.

    Con la ayuda del FJWC, casi una docena de trabajadores de Rock Wool presentaron un reclamo oficial a la OSHA. El centro de trabajadores, a través de sus conexiones, se aseguró de que la OSHA enviara un

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