Si en los últimos años la idea de jornada laboral venía sufriendo cambios y resignificaciones, la pandemia, actuando como catalizador, terminó de acelerar lo que ya estaba sucediendo: por un lado, un desdoblamiento de la jornada laboral típica en la que horas de trabajo y tiempo personal se intercalan y combinan según necesidades y donde ya no existe una división tan nítida; por otro, la posibilidad de instalar –de una vez por todas– la modalidad remota y flexible, obligados por el confinamiento. En este contexto, que si bien hizo que muchos sintieran burnout al comienzo de la pandemia debido al incremento de la carga de trabajo, en parte por un desacostumbramiento inicial a la nueva modalidad pero también por la dificultad al equilibrar facetas personales y laborales, las empresas retoman la discusión sobre jornadas reducidas. En el corazón del dilema, la pregunta es: ¿se puede trabajar menos y mejor?
Quizás antes haya que preguntar qué quedó de aquella modalidad o de la jornada laboral tradicional que, con el advenimiento de la tecnología, los nuevos hábitos en torno al trabajo y las necesidades de la vida en la ciudad, pareció ir perdiendo lustre. “De alguna manera, la idea de la jornada laboral y lo que implica en términos de horario de trabajo es un poco ya obsoleta o anticuada, porque.