CAMBIANDO EL MUNDO
Son las siete de la tarde en Madrid, las nueve de la mañana en Estados Unidos, cuando empiezo a hablar con Melinda Gates (Texas, 1964) por teléfono. Se encuentra en su casa, en Seattle, junto a su familia, y ahora mismo está mirando hacia el jardín por la ventana. Ingeniera informática, empresaria, madre de tres hijos y feminista apasionada, es una de las mujeres más influyentes del planeta, una persona sorprendentemente cercana y espontánea, muy entusiasta y que se vuelca al cien por cien en aquello en lo que cree. Desde hace alrededor de 20 años, dirige con su marido (Bill Gates) la fundación que lleva el nombre de ambos, la entidad solidaria más grande, poderosa y generosa en materia de salud global y educación a escala internacional. Una organización que, pocos días atrás, decidió destinar 250 millones de dólares a plantarle cara a la Covid-19 y a encontrar una vacuna contra el coronavirus. Con una única condición: que el resultado sea accesible para todos, no sólo para los países ricos. Porque Melinda va en serio: quiere cambiar el mundo de verdad y está convencida de que la clave reside en recordar que
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