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¿Para qué servimos los cooperantes?
¿Para qué servimos los cooperantes?
¿Para qué servimos los cooperantes?
Libro electrónico282 páginas4 horas

¿Para qué servimos los cooperantes?

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Ser cooperante es mucho más que el ejercicio de un trabajo, de un oficio, de una profesión. Requiere de una bondad, altruismo, generosidad y compromiso, incluso de una fortaleza en una buena parte de las ocasiones, que el resto de los humanos no solemos tener; también de una especie de cinismo humanitario que les permite sobrevivir en circunstancias muy adversas. Y de mucho optimismo: jamás situaciones tan dramáticas se han tenido que atender con tantas dificultades y, en muchos casos, con tan pocos recursos. Y mucho respeto hacia las personas y colectivos hacia quienes van dirigidas sus intervenciones. Habitualmente, requiere mucha dedicación: hay pocos colectivos cuyo horario de trabajo sea prácticamente el día entero”.
Esta obra es el producto de la experiencia laboral de sus autores, de numerosas reflexiones, conversaciones y charlas con colegas de profesión. De manera muy personal, casi biográfica, se aproxima a la cooperación internacional al desarrollo. Y lo hace de forma didáctica y divulgativa gracias a dos interlocutores: Martín, con quien se analiza el mundo de la cooperación internacional desde una perspectiva crítica, y Lucía, que cuenta de una manera personal lo que podría haber sido la vida de un cooperante cualquiera.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 jun 2020
ISBN9788490979976
¿Para qué servimos los cooperantes?
Autor

Julián Egea

Pedagogo de profesión y cooperante desde 1986, año en que se incorporó como experto del Ministerio de Trabajo español en la cooperación española en Nicaragua. Su trayectoria profesional le ha llevado desde entonces a trabajar como cooperante en la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en Bolivia, en Costa Rica con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), como experto en educación en el Programa de Reconstrucción Regional para América Central (PRRAC) de la Unión Europea para la reconstrucción centroamericana tras el huracán Mitch, y como delegado para Centroamérica en el Instituto de Cooperación Sindical para el Desarrollo (ISCOD) de la UGT. Desde el año 2008 se ha desempeñado como responsable de Programas de la AECID en las oficinas técnicas de Argentina, Panamá y en el Centro Cultural de España en Paraguay. En la actualidad es además presidente de la Asociación Profesional de Cooperantes de España (APC).

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    ¿Para qué servimos los cooperantes? - Julián Egea

    autoría.

    Prólogo

    Espero que estas palabras contribuyan a la introducción a la lectura de esta obra, para lo cual debo decir en primer lugar que, al contrario que los autores, yo no he sido cooperante, aunque siempre he tenido mucha cercanía —no solo académica— con el mundo de la cooperación para el desarrollo y quienes trabajan en ella desde entidades muy diversas, públicas y privadas.

    Aunque, como veremos, es una actividad que también está regulada por diversas normas, ser cooperante es mucho más que el ejercicio de un trabajo, de un oficio, de una profesión. Requiere de una bondad, altruismo, generosidad y compromiso, incluso de una fortaleza en una buena parte de las ocasiones, que el resto de los humanos no solemos tener; también de una especie de ci­­nismo humanitario que les permite sobrevivir en circunstancias muy adversas. Y de mucho optimismo: jamás situaciones tan dramáticas se han tenido que atender con tantas dificultades y, en mu­­chos casos, con tan pocos recursos. Y mucho respeto hacia las per­­sonas y colectivos hacia quienes van dirigidas sus intervenciones. Habitualmente, requiere mucha dedicación: hay pocos colectivos cuyo horario de trabajo sea prácticamente el día entero.

    Lo que hacen es una tarea muy digna, ya que asumen una gran responsabilidad: en primer lugar, con las personas a las que va dirigida su tarea, y también hacia la entidad con la que trabajan y, en buena medida, hacia la ciudadanía de su país de origen.

    Son personas que demuestran altas dosis de altruismo, generosidad, empatía…, que combinan con una gran profesionalidad.

    Su tarea podría llevar a una gran frustración, ya que trabajan para lograr un mayor y mejor desarrollo, pero una buena parte de la población mundial sigue viviendo en condiciones de pobreza, desigualdad e injusticia; su esfuerzo está dedicado a las tareas asignadas, pero también pretenden transformar las condiciones de un modelo económico que genera esas situaciones, pero ese modelo parece estar inmunizado contra los cambios. ¿Utopía? Quizá la respuesta la encontremos en Eduardo Galeano: La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

    Tienen también otra tarea fundamental: ser transmisores de la voz de quienes tienen pocas ocasiones de hacerla llegar a nuestro mundo; dar a conocer a aquellos que no son noticia en los medios de comunicación; revelar situaciones terribles para muchas personas, pero también la labor que se hace para mejorar el nivel de vida.

    Estar con las personas, defender sus derechos, une a todos los cooperantes, con independencia de la entidad de la que formen parte.

    Puede ser cierto también que en ocasiones se idealiza el trabajo de los cooperantes, convirtiéndolos en héroes o salvadores del mundo; en muchas ocasiones, quienes se arrogaban esa misión, aterrizaban enseguida al encontrarse que su trabajo conlleva mucha tarea burocrática, dadas las exigencias de seguimiento y rendición de cuentas que se exige a las organizaciones de la sociedad civil y ONGD.

    Para definir su perfil he acudido a cooperantes como Almudena, Eva, David y Daniel —a quienes quiero agradecer sus valiosos comentarios—, cuyas opiniones son bastante coincidentes y que reflejo a continuación como me las han planteado:

    Una de las tareas con las que se identifica el trabajo del cooperante es la de gestionar la solidaridad.

    Su actividad sirve para alertar sobre situaciones de desigualdad e inequidad, denunciar al poderoso y defender políticas públicas que consigan sociedades mejores.

    Lo más valioso de ser cooperante es acompañar a las personas y los procesos de desarrollo. Aprender de cada persona, mil maneras de vivir. Apoyar para construir proyectos que promuevan una mejora de la calidad de vida de las personas, mejorar la situación de sus derechos o del medio en el que viven. Me quedo con la palabra aprender, porque en esta profesión tienes que ser como una esponja para adaptarte a cada entorno, y no parar de absorber nuevos conocimientos a cada instante.

    El cooperante es la última pieza de engranaje en el sistema de cooperación internacional para el desarrollo. Son pieza clave del intercambio cooperativo de experiencias entre el Norte y el Sur global, entre las ONGD del Norte y las contrapartes locales, unión del Norte y Sur global para un objetivo concreto (como los Objetivos de Desarrollo Sostenible y los derechos humanos, que deben ser atendidos, y necesidades básicas a las que hay que prestar atención urgentemente), un ejemplo para aplicar a escalas mayores. Es un trabajo profesional, especializado, vocacional y en muchos casos invisibilizado, que requiere de paciencia y perseverancia, y dedicación exclusiva en ocasiones extremas, como en la ayuda humanitaria.

    Con relación a lo más negativo, es que no deberíamos existir por muchísimas razones. Los lugares en los que trabajamos no son una mera casualidad escogida al azar, sabes que estás en esa región porque probablemente tu país de origen tiene intereses —económicos, políticos, etcétera— con ese país. El negocio de la cooperación, pedir proyectos y proyectos sin tener personal suficiente para ejecutarlos adecuadamente. En ocasiones, por querer hacer mucho no se cuenta con las personas. Los cambios requieren su proceso y sus tiempos, pese a que estén sujetos a cronogramas, informes y números. A veces se piensa como en nuestro país de origen y se trabaja en un mundo paralelo, donde tus reglas no existen ni las puedes imponer.

    La última reflexión tiene que ver con uno de los males del trabajo en cooperación: llevar nuestro mundo, muchas veces basado en la sociedad de consumo, a otros lugares y, en paralelo, convertir nuestro desarrollo en una creencia occidental, como afirma Gilbert Rist.

    Debe de ser muy difícil mentalmente compartir dos mundos: el de la comodidad material del país en el que vives y el de las necesidades acuciantes a las que se enfrentan cada día las personas donde trabajan. Sin duda, las recompensas inmateriales del contacto con la población local suplen con creces las dificultades del día a día.

    Existen muchas constancias de lo que hacen, como bien demuestra este libro. Testimonios como el de Iñaki Alegría, médico que desempeñó su labor contra la desnutrición infantil en Etiopía, en su obra El último cooperante (Llegué con una mentalidad de blanco salvador del mundo, con una mochila de estereotipos y prejuicios; y a través de la convivencia y un baño de humildad viví un proceso de transformación que culminó con el fin del paternalismo y la apuesta por el final de la cooperación. Etiopía no tiene que imitar a nadie, ni tenemos que decidir qué es el de­­sarrollo).

    O desde la literatura, como los relatos que se incluyen en el libro Contando el Sur. Relatos de cooperación, historias relacionadas con la cooperación internacional para el desarrollo en las que antiguos o actuales cooperantes trasladan sus visiones acerca de su propio trabajo, o sobre situaciones, reales o ficcionadas, de los países del Sur. Miradas comprometidas realizadas a través del filtro fantástico, sorprendente, a veces trasgresor e irónico.

    El arco de valoraciones es inmenso, y así se puede comprobar en obras como las de Miguel Ángel Villena (Españoles en los Bal­­canes. Misiones civiles y militares en la antigua Yugoslavia, donde reconoce que el papel de las ONG, cuya labor absolutamente honesta y solidaria replantea lo que significa la cooperación en un país europeo y cercano a España). En otro polo encontramos el libro de Gustau Nerín, cuyo provocador título hace innecesarios los comentarios: Blanco bueno busca negro pobre. Una crítica a los organismos de cooperación y las ONG. El turbio trasfondo de la ayuda humanitaria.

    Otro terreno peliagudo es la delimitación entre el voluntarismo y la profesionalidad. Aunque en ocasiones pueda confundirse, hay que diferenciar al voluntario del cooperante, partiendo por supuesto del elemento común de solidaridad y altruismo, que sin duda comparten. El voluntario ayuda temporalmente, el cooperante ejerce una labor profesional y, por tanto, sus conocimientos, capacidades, habilidades y responsabilidad son mucho mayores.

    Para empezar, cada uno de esos colectivos tiene su día: el 5 de diciembre es el día internacional de los voluntarios, mientras que los cooperantes tienen su día internacional el 8 de septiembre. Desde la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) se reconoce la labor de más de 2.800 españoles y españolas que trabajan fuera de nuestras fronteras para construir un mundo más justo, siendo el perfil más habitual el de mujer y mayor de 35 años. Al indagar un poco más en los perfiles, destaca que un número elevado —el 42%— de los españoles que se dedican a la cooperación para el desarrollo en los países receptores de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) lo constituye personal religioso. El segundo grupo mayoritario (32%) trabaja bajo la coordinación de organizaciones no gubernamentales de desarrollo (ONGD), mientras que un 17% trabaja para organismos internacionales dedicados a la cooperación. El 6% del perso­nal español destacado en terreno se encuentra trabajando para la AECID.

    Para la AECID, un cooperante es un profesional que trabaja en un país en desarrollo, tanto en el ámbito del desarrollo como de la ayuda humanitaria, al servicio de una entidad promotora de la cooperación internacional. Por su parte, una entidad promotora de la cooperación o de la ayuda humanitaria es toda aquella persona, física o jurídica, pública o privada, que organice, impulse, desarrolle o ejecute acciones de cooperación para el desarrollo o humanitarias en países que el Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE define como tales, así como cualquier otro país donde se declare una situación de emergencia humanitaria, con independencia de la financiación, pública o privada, de esos proyectos.

    Así los define la Dirección General de Cooperación del Gobierno de las islas Baleares: Un cooperante es la persona que trabaja por una entidad o institución en un país de desarrollo, en el ámbito del desarrollo o el de la ayuda humanitaria. Los cooperantes no son ni voluntarios ni becarios, sino trabajadores con contrato laboral o empleados públicos con una relación de tipo laboral o estatutario con la entidad o institución promotora del trabajo.

    Oficialmente, su trabajo está regulado por el Estatuto del Cooperante (Real Decreto 519/2006, de 28 de abril): A los efectos de este estatuto, son cooperantes aquellas personas físicas que participen en la ejecución, sobre el terreno, de un determinado instrumento de cooperación internacional para el desarrollo o de ayuda humanitaria en cualquiera de sus fases, a realizar en un país o territorio beneficiario de la política de ayuda al desarrollo, parte de la acción exterior del Estado de acuerdo con el artículo 3 de la Ley 23/1998, de 7 de julio, y que tengan una relación jurídica con una persona o entidad promotora de la cooperación para el desarrollo o la acción humanitaria, en los términos que se señalan en el artículo 3 de este real decreto.

    Como país que utiliza el poder blando para mostrar su presencia en el mundo, qué duda cabe que los cooperantes contribuyen decisivamente a fortalecerla, como reconoce el Estatuto de los Cooperantes: No puede olvidarse que la labor de los cooperantes contribuye a difundir en el exterior uno de los aspectos más positivos de la proyección internacional de la sociedad civil, las órdenes religiosas y las instituciones públicas españolas: la solidaridad internacional.

    Como en otros oficios, es fundamental la preparación, la capacitación, la formación especializada, en la que se ha avanzado mucho en los últimos años. Más allá de la actividad que en este terreno tenga cada organización, se han generalizado cursos, seminarios y talleres para esta tarea. Resaltando que es una labor eminentemente práctica, requiere también del conocimiento de la finalidad que se persigue: el desarrollo, que solo puede ser comprendido en su amplia diversidad desde una opción multidimensional, como la que plantea la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

    En esa formación especializada se requieren competencias como la siguiente: Que los estudiantes sean capaces de integrar conocimientos y enfrentarse a la complejidad de formular juicios a partir de una información que, siendo incompleta o limitada, incluya reflexiones sobre las responsabilidades sociales y éticas vinculadas a la aplicación de sus conocimientos y juicios. Casi nada.

    El desmantelamiento de la política pública de cooperación para el desarrollo se llevó por delante actividades, entre otras, el Programa Jóvenes Cooperantes —que incluía un curso básico de cooperación internacional al desarrollo, el enfoque del marco lógico en la gestión de proyectos o los derechos humanos, la ciudadanía global o los feminismos y las desigualdades—, aunque comunidades autónomas y entes locales mantienen (o mantuvieron) programas de formación especializada, como la Escuela de Cooperantes de la Junta de Extremadura.

    Es importante recordar que la Unión Europea cuenta con un Cuerpo Europeo de Solidaridad, una buena oportunidad para quienes quieran comenzar colaborando en proyectos, siempre que estén entre los 18 y los 30 años.

    Un escenario importante de su tarea es el de la seguridad. Siendo personas respetadas en todos los lugares del mundo, han pasado a convertirse en objeto de violencia o secuestros para obtener dinero o para demostrar el poder de algunos grupos. Los datos revelan el creciente número de víctimas entre quienes trabajan como cooperantes: entre 2007 y 2017, al menos 1.155 cooperantes han sido asesinados en todo el mundo, según se desprende de la base de datos de Humanitarian Outcomes, un equipo de investigadores especializados en ayuda humanitaria, con información y análisis que se lleva a cabo desde The Aid Worker Security Database (AWSD). De sus informes destaca la violencia al que se enfrentan quienes se dedican a la labor humanitaria en todo el mundo o que la mayoría de las víctimas de los ataques son empleados nacionales del país en el que trabajaban. Afganistán es uno de los países más peligrosos para estos trabajadores, junto a Sudán del Sur, Siria, República Centroafricana y Somalia.

    Las hemerotecas recogen que, en noviembre de 2019, el Ministerio español de Asuntos Exteriores alertó de un posible atentado en Tinduf (Sahara Occidental) en avanzado estado de preparación, por lo que se recomendaba la repatriación, y que, siempre manteniendo estrictas medidas de seguridad, muchos cooperantes decidieron quedarse en terreno.

    Lo anterior demuestra un completo y complejo proceso de aprendizaje que es muy útil para quienes quieran trabajar como cooperantes. Algo que comparten es, como se decía al inicio, mucha crítica y mucha autocrítica, lo que resulta muy sano para conocer y reconocer errores, pero también demuestra la capacidad constante para mejor. Por tanto, es muy importante aprovechar para una labor pedagógica sus experiencias acumuladas, para redefinir proyectos e intervenciones en cooperación para el desarrollo. ¡Quién mejor para hacerlo!

    Esta obra cumple perfectamente esa misión divulgativa y pedagógica, mostrando el camino para quienes quieran comenzar una tarea tan apasionante como absolutamente necesaria; y lo hace con un recorrido muy completo, que abarca desde una descripción de los problemas globales a los que nos enfrentamos —lo que en plena pandemia de Covid-19 pone una vez más en evidencia—, qué es y cómo funciona la cooperación, junto a la revisión de la actual agenda de cooperación. Recorrido que se completa con la visión personal relatada a través del personaje de Lucía. Como toda profesión que se precie de serlo, debe tener su propio lenguaje, en este caso el cooperanto.

    Seguro que con su lectura muchas y muchos se verán reconocidos y seguro también que es un aliciente para meter el gusanillo de la cooperación en quienes tienen ya en su mente que para que este mundo vaya a mejor es indispensable la solidaridad y la cooperación.

    José Ángel Sotillo

    Universidad Complutense de Madrid

    Mensaje de los autores

    Este libro que tienes en tus manos es producto de nuestra experiencia laboral de muchos años, pero también de muchas reflexiones, conversaciones y charlas compartidas con nuestros colegas cooperantes, con los que nos vamos encontrando y reencontrando en diferentes situaciones y lugares del mundo en esta vida nómada nuestra. Agradecemos la invitación y el reto propuesto por Los Libros de la Catarata, sin cuya iniciativa seguramente no habríamos abordado la ardua tarea de estructurar y poner en orden todo lo que esta profesión nos ha significado.

    Este libro refleja de manera muy personal nuestra aproximación a la cooperación internacional al desarrollo como cooperantes a lo largo de más de 25 años de trayectoria profesional. Es imposible hablar de nuestra profesión sin describir lo que es —o intenta ser— la cooperación internacional al desarrollo, así como contextualizar su papel en este mundo. Sin embargo, este libro no intenta para nada ser un manual sobre cooperación al desarrollo o un texto de teoría del desarrollo; para eso existen otras fuentes mucho más rigurosas a las que acudir. Por tanto, no intenta este ser un texto académico, y ambos autores somos conscientes de no contar con un sólido marco teórico que sostenga todas nuestras afirmaciones. Hemos intentado, no obstante, aderezar el texto con la referencia a numerosas fuentes de información reconocidas y comúnmente usadas en nuestro trabajo diario, para que lectoras y lectores interesados puedan ahondar en sus conocimientos si así lo desean.

    La cooperación internacional al desarrollo opera en muy diferentes lugares y contextos del mundo, por lo que las realidades y las experiencias para unos y otros cooperantes son sin duda muy diferentes. Seguramente, también nuestra experiencia personal, tan centrada en Latinoamérica y en la cooperación al desarrollo, hace que el libro tenga un marcado sesgo hacia la realidad latinoamericana en cooperación y no sea tan exhaustivo con otras áreas geográficas del mundo en desarrollo o con la parte de la profesión dedicada a la ayuda humanitaria. Por otro lado, también queremos poner de relieve que el esfuerzo que hemos realizado para la simplificación de contextos, realidades y fenómenos, que de por sí son muy complejos, puede implicar que también existan algunos vacíos y omisiones importantes.

    Queremos igualmente reconocer el sesgo eurocentrista y la mochila de prejuicios que cargamos los autores por ser descendientes de nuestra cultura y civilización, así como rehenes de nuestros orígenes… Somos conscientes de ello. Todo esto también ha formado parte de nosotros en nuestro desempeño profesional y ha determinado la transición que hemos ido haciendo como seres humanos, en paralelo a nuestra vida laboral.

    A lo largo del libro presentamos historias personales de hombres y mujeres con los que nos hemos ido encontrando en este camino. Todas las historias están basadas en hechos reales, con el nombre de sus protagonistas modificado para salvaguardar su intimidad; hemos intentado aproximarnos con el mayor de los respetos y reconocimiento a sus protagonistas, que también han formado parte de nuestras vidas.

    Elaborar un libro a cuatro manos y veinte dedos plantea al­­gunos problemas adicionales para dar coherencia en un único texto a las anécdotas y experiencias personales de dos vidas diferentes. Por eso este libro cuenta con dos protagonistas: Martín, con quien analizaremos todo el mundo de la cooperación internacional al desarrollo desde una perspectiva crítica y constructiva en los primeros tres capítulos; y Lucía, quien en el cuarto capítulo nos ilustrará lo que podría haber sido la vida de una cooperante

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