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Noe, la camarera del bar de la esquina y otros relatos
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Noe, la camarera del bar de la esquina y otros relatos
Libro electrónico194 páginas2 horas

Noe, la camarera del bar de la esquina y otros relatos

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IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento15 may 2018
ISBN9788417335298
Noe, la camarera del bar de la esquina y otros relatos
Autor

José Estévez López

José Estévez López, natural de Lugo (Galicia), es licenciado en Derecho y diplomado en EGB, secretario de ayuntamiento y funcionario del cuerpo superior de la Xunta de Galicia. Coordinó los libros colectivos, Roteiro das Artes de Monterroso, Teo, Padrón, A Coruña, Sarria, Taboada y Chantada, las antologías de poetas Galicia-Mozambique, Galicia-Ucrania, Galicia- Perú, Galicia-Nicaragua, Angola-Galicia y Cabo Verde-Galicia y el libro de homenaje a Manuel María. Tiene publicado un poemario, Poesía Reunida-Poesía Completa, y entre otras la novela Fugaz coincidencia.

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    Noe, la camarera del bar de la esquina y otros relatos - José Estévez López

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    Noe, la camarera del bar de la esquina y otros relatos

    Primera edición: mayo 2018

    ISBN: 9788417335564

    ISBN eBook: 9788417335298

    © del texto:

    José Estévez López

    © de esta edición:

    , 2018

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Índice

    Noe, la camarera del bar de la esquina 11

    Puntos de vista diferentes, machismo coincidente 39

    El precio de la rutina 43

    Desgracia que devora. Familia 47

    Programa de Gobierno 51

    Declaración 55

    Suyo el testigo, señor fiscal 57

    Ilustrísima 61

    Tú ya me entiendes 65

    ¿Puede saberse de qué hablan esos dos? 71

    Diario de una hija prostituta 75

    Noe, a camareira do bar da esquina e outros relatos 97

    Noe, a camareira do bar da esquina 99

    Puntos de vista diferentes, machismo coincidente 127

    O prezo da rutina 131

    Desgraza que devora. Familia 135

    Programa de goberno 139

    Declaración 145

    Súa é a testemuña, señor fiscal 147

    Ilustrísima 149

    Ti xa me entendes 155

    Pode saberse de que

    falan eses dous? 161

    Diario dunha filla prostituta 165

    Noe, la camarera del bar de la esquina

    (La biología nos avisa de que descendemos de seres

    de carne y hueso, conociendo muy poco del mundo)

    ...asesinada con saña. Más de treinta puñaladas. El agresor envolvió el cuerpo en un plástico con la intención, según ha confesado a la policía, de tirarlo al río Miño dentro de un saco con piedras para que no flotase...

    Tu recurrente —recurrente y dispersa—, tu insalubre y macabra obsesión; tú añades con más cara de pena que de gloria, con cara de burro cansado, mi insolente pesadilla que anuncia el ocaso de no sé qué dentro de mí: «todas las mañanas, cuando me dispongo a abrir la puerta de casa para salir a la calle, por mi cabeza, un día sí y otro también, y desde el hecho luctuoso, ronda la misma idea: ¿y si Noe está sentada, arrimada a la puerta, y al abrirla se me viene encima de las piernas? Muerta, por supuesto».

    Y comentas que, desde hace un tiempo, desde la fecha del crimen, casi todas las noches sueñas con que te chamuscan tendencias sadomasoquistas, insatisfacciones sexuales, decepciones... Que nunca sueñas con historias con finales bonitos y felices. Que todos los sueños te dejan un sabor de boca horrible, a caldo ácido y algún día a podredumbre, como si estuvieras masticando durante toda la noche cachos de una pata de un perro muerto de varios días, con gusanos horripilantes.

    El tiempo atmosférico, el día de su entierro, era espléndido. En el cementerio has vivido un momento muy intenso, las emociones descontroladas. La madre de Noe desmayada, alguna amiga que no se da contenido y que chilla todo cuanto se lo permite la garganta: «¡Que le peguen un tiro ya, que le quemen las uñas, que le arranquen los huevos, que lo corten a trozos y que los tiren a los leones!». Tú allí, escuchando y viendo todo en directo, allí medio agachado entre las lápidas, temblor y mucho temor en el cuerpo, la mente ofuscada.

    Imitando a Flaubert ¿Noe c´est moi? Así como Flaubert no era Madame Bovary, pero sí Madame Bovary era Flaubert, tú no eres Noe, pero esta Noe, esa Noe que ahora tanto te obsesiona, esa sí eres tú.

    El día del entierro el pánico invadió de tal manera tu cerebro que ni sabías qué decir ni a quién —ni tenías a quién—, ni qué hacer; y allí estuviste, sí, sin moverte del sitio, no sabes ni cuántos minutos o incluso cuántas horas.

    Ya Aristóteles distinguía entre sensación y percepción, eso sí, estaba convencido de que todo nacía en el corazón y no en el cerebro: sensaciones, pasiones, inteligencia...

    La neurociencia, por lo visto, avanza que es una barbaridad, tiene proyectos ambiciosos, como el de que determinadas técnicas nos ofrezcan las respuestas sin conocer las preguntas, pero hoy por hoy solo son proyectos y a ti no te van a resolver tu actual problema, no te van a proporcionar las fórmulas para poder salir indemne de esta.

    La vida es un misterio.

    El nerviosismo que asalta tu aliento, desaliento y talento, la dramatización que haces en tu cerebro del hecho monstruoso no te deja en paz, ya, pero, pero... pero o te quitas la venda de los ojos o pones los pies en el suelo, en la medida de tus posibilidades individuales, o vas a padecer un mal fuera de lo normal. Y no ignoras que en esta travesía no cuentas con el apoyo de tu mujer, con la que últimamente las relaciones andan algo frías. Al tiempo. No estamos ante una tormenta en un vaso de agua.

    Y a pesar de esto, perdona que no me yerga o me ponga de rodillas delante de tus tribulaciones; no creo que merezcas mi compasión y mi apoyo.

    «Nunca me ha pasado lo que me pasa ahora. Antes yo era un hombre tranquilo que, por ejemplo, nunca sacaba del bolsillo el llavero de las llaves de casa antes de estar delante de la puerta del domicilio. Pues resulta que desde hace semanas ya lo hago estando aún en la calle y un día terminaron en una alcantarilla. Menos mal que la red era de esas que recogen el agua de la lluvia, que la tapa estaba suelta, una reja revestida con pintura negra, y que pude recuperar el llavero. Otro día el llavero cayó por el hueco del ascensor y no me quedó otra que la de avisar al administrador para que los de mantenimiento recuperaran el objeto perdido. Y en casa expliqué, pero estos días ya no me es fácil mantener la paz doméstica. Mi vida en estos momentos es una vida de mierda: sorbo la sopa, pongo la camisa hecha un cristo cuando como pulpo o ensaladas, antes nunca orinaba fuera de la taza del váter y ahora, cuando me doy cuenta, estoy meando todo y en los bares da igual, ya que siempre están cochinos, pero en casa, en casa ya me veis, limpiando lo mejor que puedo para que no me descubran, para intentar mantener esa paz doméstica que está a punto de esfumarse. A lo mejor tengo que sentarme, aquietarme, pero no sé si me acostumbraré en este rifirrafe. Esta historia me agarró bien agarrado con sus zarpas».

    En esta situación no deberías olvidar, en mi opinión, que no se debe mirar el mundo a través de un teleobjetivo de ideas preconcebidas, precocinadas y que no hay pomadas antisépticas para este tipo de picaduras. Entiendo, sí, que te resulte difícil. En todo caso, te aconsejo que no te cruces de brazos esperando a que escampe.

    A pesar de tu experiencia de vida —éxitos y fracasos—, en esta situación, por tu nivel de inseguridad e indefensión, pareces un bebé de meses perdido en los ruidos de una selva tropical. Sorprendente... o no tanto.

    La fusión del jurista —en algunos pleitos y como defensor eres un genio, no tan genio como acusador—, la del abogado experimentado con sus flaquezas privadas, la de los logros de tu mente de profesional con los misterios de tus pulsiones sexuales, muestra un amplio catálogo de aventuras que pululan por tu historia.

    «No estoy en mi sano juicio, no veo el horizonte con optimismo, algo dentro de mí amenaza con desbaratarlo todo. Incluso mi adúltera conducta está tocada, muy tocada. La lascivia se ha ido a tomar por el culo. Mis admirablemente divertidas y atrevidas prácticas sexuales; ese impecable inconformista y desinhibido con mucha sangre en el pene saltando de cama en cama... Llevo un tiempo tan descentrado que en casi todo funciono como un inepto celestial».

    Creo que deberías viajar sin resignación y con buen humor al centro de tu mente para repensar todo con calma. La ansiedad, por lo visto, es la peor ladrona de cerebros, a pesar de ser como es una hija del propio cerebro.

    Las cosas están tomando un cariz alarmante. Creo. Y no veo que tomes conciencia de la gravedad real del asunto. Tú verás lo que decides hacer y lo que realmente puedes y vas a hacer. A veces, hay que dar marcha atrás para poder seguir adelante, llenar los pulmones de aire para que las ideas circulen con claridad. Duro, largo y empinado camino el que te espera; la complejidad de esta historia. Un alud de interrogantes machaca tu capacidad analítica e ignoras cuál puede ser la mejor carretera para encontrar la luz en este misterio.

    Tu vida exterior está muy tocada y esto es así, a pesar de lo mucho que te esfuerzas en aparentar una vida normal, de que intentas disimular que nada ocurrió, que todo sigue igual que siempre. Paseas tal aspecto funerario que a más de un amigo tuyo ya se le ha pasado por la cabeza que «este tiene que andar metido a tope en un lío en el que está perdiendo totalmente los papeles».

    Y de tu vida interior mejor casi ni hablar, un caos, ansiedad depredadora —«la sangre es recurrente en mis sueños»—, un laboratorio de terror, espantoso, una monstruosidad en todas sus manifestaciones y dimensiones, en permanente conflicto, un coro de infortunios y tú que te ves sin capacidad para enderezar la situación. Bocados de realidad amarga y amargura.

    «No veo con nitidez lo que a lo mejor debería ver. No acabo de creer que todo lo que ha pasado pasó y que no ha sido una novela, pura ficción. Pero, por Dios, ¿qué cosas hice tan mal yo para que todo haya acabado como ha acabado? Ando tan desorientado que por no saber ni sé dónde tengo la mano izquierda».

    Acertar con la respuesta, ese es tu auténtico combate, y tú, en el fondo, no desconoces que no te puedes esconder y hacer el avión, que no puedes aparcar en un parking recóndito y esperar a que el cielo se ponga azul, que no te queda otra que la de afrontar el tema sin subterfugios, a pecho descubierto, sin andar con rodeos, a cara de perro.

    Si te escondes, exhibes tu derrota. Y ya sabes lo que eso trae consigo. Sería como dar un salto en la oscuridad sin paracaídas y ahí, sí, ahí anidan todas las incógnitas. Aspiras a vivir el día a día como si nada hubiere ocurrido y eso te hace doler hasta los mismos huesos. Y abre bien los ojos, ya que así se comporta con nosotros muchas veces la diosa fortuna y no nos queda otra que la de apandar y trabajar desde la mañana hasta la noche para saldar las deudas.

    Creo que te conviene caminar derecho, sin perjuicios. Si desafinas, perderás credibilidad. El enemigo ancló muy dentro de ti y no va a dar el brazo a torcer así como así. A tal nivel estás inmerso en esta historia que incluso tu sostenido y mítico ritmo de trabajo —ciego, fanático— se ha ido al tacho y, si bien es cierto que todo es provisional, tus íntimos amigos y amigas —y solo saben de la misa a medias— consideran que estás sufriendo un serio ataque en tu estabilidad, provocado, intuyen, por un fuerte sentimiento de impotencia y también de mala conciencia que te puede conducir a un punto de no retorno.

    Y tú mismo piensas que en este momento ni la fuerza auxiliadora del espíritu santo te ayudaría a sacar la cabeza fuera del pozo, tú, por otro lado, un proscrito de la fe, un agnóstico confeso. Y eso que ya sabes de qué va la vida. No te criaron precisamente entre algodones.

    «La verdad es que siempre es ahora, siempre, que nunca es antes, que nunca es de aquella... ¡Lo que yo podría hacer si estuviera en mi mejor momento!». Entonces, ¿en qué quedamos, en la burra o en los cuatro reales?, ¿importan o no importan los hechos?, ¿qué dices? «P. Roth sostiene que los hechos existen para que la imaginación los destripe». Ya. Pero no todo el mundo va a aceptar sin rechistar esa tesis, y menos aún tu conciencia, excepto, tal vez, ahora porque en estas horas estás viviendo ofuscado mentalmente, casi en la inopia total. Tu transcurrir diario, de manera especial el profesional, siempre ha rechazado esa teoría. En la vida hay más colores que el blanco y el negro, aunque a veces nosotros no los veamos.

    Por lo visto, Platón defendía que los seres humanos se transforman según avanzan en estupidez o en inteligencia. Un hombre acaso pueda convertirse en una planta por holgazanería. Dante, a estas causas de mutación de las que nos habla Platón, ha agregado nada más y nada menos que la del amor. Y en

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