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La edad del tiempo
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La edad del tiempo

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¿Habré encontrado la fórmula matemática que explique el concepto de tiempo? Ven. Adéntrate. Descúbrelo.

En cada momento, en cada lugar, resuena este reclamo: «tiempo, necesito tiempo, denme un poco más». El tiempo es la sombra que a todos nos acecha. En cuanto a esto, yo trabajaba en el Instituto genealógico de investigación de la parroquia... Allí, leíamos libros de siglos pasados, registros de los nacimientos, de las muertes, de la vida... Historiales literarios que teníamos que exportar al sistema digital.

Nuestro jefe, un profesor de matemáticas, discutía mucho en cuanto a los registros del tiempo... Yo anoté los argumentos más interesantes que escuchaba: eran la clave de algo... Las junté, las ordené en una carpeta y les di un nombre, el nombre de tiempo, la edad del tiempo.

La idea inicial no era escribir un libro, nunca lo he deseado, no soy escritor. No obstante, al percatarme de que estaba gestando un libro, me empeñé en alimentar este embrión literario mediante autores latinos, griegos, clásicos, modernos... No me quedé ahí, lo nutrí con medicina científica, astronomía, arqueología y la misma Biblia, entre otros documentos. De este modo, pasaron cerca de veinte años. El fruto de ese arduo trabajo fue una obra, un ensayo literario independiente de toda ciencia, que trata tópicos controvertidos y persiste en brindar una solución al concepto que ha atormentado a la humanidad desde su génesis: el tiempo.

Hay muchas teorías científicas que debemos aceptar tal como se nos plantean, sin cuestionarnos absolutamente nada, al fin y al cabo las han explicado los expertos. Sin embargo, es probable que existan también otros métodos que den respuesta a los hechos reales... Sírvanos como ejemplo esto: la mitología, originalmente, no era mitología. De este modo, en los milagros pervive una dualidad, el derecho divino y la explicación física y la química.

¿Cómo medirían el tiempo los mayas, los aztecas y los incas? ¿Qué edad tendrán realmente las pirámides de Egipto? ¿Y las de México? ¿Qué decir del mismo Stonehenge, de las estatuas de la Isla de Pascua y el Tihuanaco de Bolivia? ¿Quiénes fueron sus autores? ¿Conocía el hombre primitivo la rueda? ¿La gravitación atraerá en sentido oblicuo? ¿Se habrá hundido la Atlántida en el mar?

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento1 ago 2017
ISBN9788491129349
La edad del tiempo
Autor

Joaquín Copa R. Sandima

Joaquín Copa Ramos, hombre Kolla, nació en Sandina, terreno de su labranza del cantón Tomave, provincia Quijarro de Uyuni (Bolivia), el 13 de septiembre de 1937. Pasó su infancia en la tierra rural de Rinconales, junto a sus llamas, ovinos, jumentos y sementeras. A los diez años aprendió a leer y escribir y a hablar castellano. Cursó sus estudios de Secundaria en el colegio nocturno de Pichincha Potosí, hasta cuarto año de Bachillerato y costeó sus estudios trabajando de carabinero. En 1972 contrajo matrimonio con la misionera de ojos azules sueca; dos años más tarde inmigró a Europa, donde su primer empleo fue limpiar talleres de mecánica. Aprendió la profesión de soldador, fue obrero en los talleres de Saab Scania de la ciudad de Gotemburgo y llegó a ser miembro de la asociación de inventores GUF de Suecia. Y, finalmente, completó sus estudios de Bachillerato.

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    La edad del tiempo - Joaquín Copa R. Sandima

    Prefacio

    El concepto tiempo ha sugestionado y a la vez confundido a muchos. Al no saber cómo definirlo, lo han aceptado sin más, y nadie se ha preocupado de su significado; tan solo vemos que el Solsale y se va por poniente, y que vuelve al día siguiente. Es un ciclo sin fin; transcurren días, semanas, meses, años, décadas, centenas y milenios. Nadie protesta. Ni nadie pregunta por qué, o qué es el tiempo. El libro Chascañawi (ojos de estrella), de Carlos Medinacile, dice: «Sentir el paso del tiempo con la vida vacía, sin sentido, sin finalidad, [... ] no tiene sentido»; y Julio Lucas Jaimes escribió en su libro Villa imperial de Potosí: «la ciencia mata el sentimiento y seca el corazón [... ] deja fría el alma, mudo el corazón, sentimiento dormido y ausente del entusiasmo». Entonces este mundo es un mundo de malhumorados, hombres que siempre están cansados y aburridos por el tiempo.

    Yo no soy el único que agita este controvertido tema sino que hay otros que se han desvelado noches enteras para tratar de definirlo, y a mí no me queda otra cosa sino aceptar sin contradecirles; sin embargo, también tengo libertad de pensamiento y de expresión, y por ello, con la idea que tengo, haré como el joven Elehú, que estaba sentado al frente de cuatro personas mayores que debatían en un teatro al aire libre; tres de ellos eran médicos, habían venido para visitar al gravemente enfermo Job, consolaban y trataban de aplicar medicinas a la vez que escuchaban sus clamores: «Entonces Job abrió la boca». Elifaz, Bildad y Zofar le reprochaban y decían que era culpable de algún delito, por eso Dios le estaba castigando. Elihú escuchaba cada argumento y lo analizaba, pero aun así, pensaba: «ellos eran hombres de mayor edad; [... ] y saben [... ] más que él».

    Ahora bien, yo me encuentro en la misma situación de Elihú, al frente de los venerados doctos y autores cultos en materia de tiempo. Y veo que «no había respuesta en la boca de los tres hombres, se irritó hasta que no pudo contenerse». El empeño de tantas décadas y siglos de investigación y teorías elaboradas, no ha servido puesto que todavía no hay una definición concreta acerca del tiempo, digo: «No son los que simplemente abundan en días los que resultan ser sabios, ni los que simplemente son de mayor edad, los que entienden el juicio, [... ]. El oído distingue las palabras, igual que el paladar reconoce los sabores», Job 12:11, 34:3.

    Lo que voy exponer en este libro es un ensayo literario de ciencia popular cuyos capítulos presentan temas controvertidos de la historia. Trataré de explicar no con un estilo tradicional de literatos y académicos, sino a pulso, sin mecanismos elaborados científicamente, puesto que no soy ingeniero de ideas ni arquitecto de palabras; por eso lo que voy a decir no será para tanto. Todo interesado en materia de tiempo siempre se ha explicado según la tradición de su cultura, su historia, sus costumbres y los sentimientos psíquicos de su pueblo.

    El espíritu de las ideas está en la palabra, y cuando sale no vuelve más, se va de prisa, navega por las cabezas calvas a todo dar. Leer libros de ciencias sociales e historia, sin las barreras del tiempo ni el espacio; las ideas nacen en el pensamiento con la fuerza que palpita en mi sangre y me lleva por los cielos como el cóndor que pasa sobre las montañas jorobadas y encorvadas de remate. Las sombras de la duda están sobre las nubes oscuras y cuando la gloria del Sol brilla, barre con todo ese opulento ejército de las dudas.

    Son muchos los que escarbaron este tema directa o indirectamente: Copérnico, Galileo, Kepler, Newton, Tycho Brahe, Einsten, etc. Gracias a estos preclaros científicos, ahora sabemos la correcta definición de las leyes del sistema solar. Los científicos, arqueólogos e historiadores calculan la edad del tiempo con cifras hiperbólicas; por mi parte me basaré en el calendario hebreo-gregoriano.

    Ocuparme de este asunto ha sido como asistir a un debate público y escuchar las acaloradas discusiones de los insignes científicos, cada uno con su tema y teoría. Pero ninguno coincide ni cede en sus deliberaciones y, finalmente, abandonaron la tribuna blandiendo las manos detrás de los telones. Quien ha asistido a este debate sin decir una palabra analizó en la balanza del concepto universal, y eso voy a atreverme escribir.

    No obstante, no soy nadie para decir lo que no merezco, pero no se pierde nada, aunque con el tiempo todos pierden. El propósito no era escribir un libro, sino que en mis pláticas frecuentes concebí buenos argumentos después de cada discusión las he anotado y las he organizado, corregido y, finalmente, le he puesto el título La edad del Tiempo. Pues ahí está, véanlo, léanlo y júzguenlo.

    El autor.

    Capítulo 1

    No tengo tiempo

    Desde finales del siglo l a. C., el hombre tuvo la curiosidad de fijarse en el tiempo. Contemplaba la sombra que la luz del Sol proyectaba sobre las montañas, las piedras, los árboles, y cómo transcurrían las mañanas y las tardes; entonces se le ocurrió medir el avance de la sombra. En este intento es inevitable pasar por alto la opinión del más antiguo libro, las sagradas escrituras, tarde o temprano tengo que apelar a sus páginas, aunque sea de reojo. El Génesis diseña y narra el eje del tiempo, el día primero de los siete días de la creación, y es muy probable que los antiguos habitantes de Mesopotamia, babilonios, los egipcios y los griegos ya conocieran el concepto del tiempo, la cronología.

    Los primeros datos específicos de la cuenta del tiempo se registran en Egipto en el siglo xvi (1513) a. C., cuando Moisés libertaba a los hebreos de la esclavitud egipcia; su Dios Jehová, le dijo: «Este mes será para ustedes el comienzo de los meses […] el primero de los meses del año». Exod. 12:2. Poco después dijo: «En el primer mes, el día catorce del mes, entre las dos tardes, es la Pascua de Jehová». Lev. 23:5, el catorce de Nisán era entre marzo-abril, el tiempo de los hebreos.

    Por su parte, los pueblos adyacentes también llevaban la cuenta del tiempo de manera parecida; los persas, asirios, babilonios, egipcios y los pueblos antiguos anotaron el cómputo del tiempo según su tradición y creencia. La expresión cuando la monarquía fue bajada del cielo aludía a la dinastía de reyes antiguos que había gobernado durante miles de años en Babilonia, ese era el concepto del tiempo, cómo lo contaban.

    El cómputo oficial del tiempo según las estadísticas se atribuye a la de los hebreos y este no siempre coincide con la de los científicos. De hecho, en el primer siglo de la era cristiana, Cristo decía: «hay doce horas de luz del día», y esta era la manera en que acostumbraban a contar el tiempo: de sol a sol. Las noches estaban repartidas en cuatro períodos de vigilias, de ahí es que se habla de el primer canto del gallo, que era aproximadamente entre la una y dos de la mañana. Estas afirmaciones establecen el concepto del tiempo en días, semanas, meses y años.

    El hombre primitivo, desde sus inicios, estaba atento a los ciclos del tiempo: el día, la semana de siete días, las cuatro semanas un mes, los doce meses de un año, las cuatro estaciones del año; sabían del tiempo de la siembra y las cosechas. Por consiguiente, como es lógico, fijó el día presente como: hoy día; el día de mañana era el futuro, y sabía del día de ayer que era el tiempo pasado. Este concepto estaba en su mente, entonces se ingenió plantar una columna de piedra o un palo para controlar el movimiento de la sombra, y a esta la dividieron en tres escalas, la salida del sol, el medio día y la puesta del sol. Era un reloj que solo funcionaba durante el día, por las noches no servía. Con el tiempo inventaron otros sistemas más prácticos como el reloj de arena, de agua y otros sistemas parecidos, y finalmente una máquina mecánica de engranajes.

    Desde que se ha inventado el reloj, el hombre se ha dado cuenta de que no puede competir con el paso del tiempo. Aunque los hombres de negocio del siglo xx, dicen que se puede ganar tiempo, ¿cómo se hace? Claro está, mediante la organización y planificación minuciosa; hacer que cada espacio de tiempo se destine a hacer algo determinado. Por otro lado se dice que se puede ahorrar el tiempo; la idea se refiere a realizar trabajos extras fuera de horario establecido.

    También está el que roba el tiempo, pero ¿de qué manera? Las ocho horas son para producir, así que hacer pausas prolongadas, fumar y charlar entre el tiempo de trabajo, es robar la producción. El tiempo es valioso para beneficiar el bien común o para sabotear el propósito. La gente suele decir: «Si tuviera más tiempo haría muchas cosas para mi familia, pero no me alcanza».

    En los círculos de políticos, los ejecutivos de la administración, el congreso, parlamentario con una agenda apretada, protocolos y proyectos, los conservadores presentan sus proposiciones, y creen que estas son los más aplicables para el pueblo; y a su vez los progresistas hacen lo mismo; el objetivo está en que se apruebe uno de estos proyectos, y aunque los oradores pasan toda la noche deliberando sobre estas gestiones, apenas se aprueban unos cuantos, el resto de los proyectos se postergan por falta de tiempo.

    Sin embargo, al tiempo no le afecta a que se aprueben o no las resoluciones del parlamento, este se lo come con las teorías y los pensamientos. Mientras tanto, los congresistas siguen discutiendo en la oscuridad; palabras van y palabras vienen de la oratoria, y como resultado no llegan a un acuerdo, no pueden ver las consecuencias; con el tiempo que pasa todo cambia y ahí está la necesidad de introducir nuevas reformas y conceptos para el beneficio del pueblo.

    Si alguien preguntara: «¿Cuántos años tiene usted?», y su interlocutor contestara: «No tengo tiempo para responder a esa pregunta, lo que soy, eso es lo que soy», estaría pronunciando una frase muy similar al monólogo del príncipe Hamlet de William Shakespeare, quien acuñó la célebre frase: «ser o no ser». El dicho parece abarcar la profundidad del tiempo presente; se refiere a la persona que está viva o no existe. No se trata del precio de valores de un objeto como si dijera «que ha de ser caro»; tampoco alude el modo adverbial meteorológico como si dijera: «por si acaso llévate este abrigo, puede ser que haga frio», es la alusión al tiempo presente, no en el plano del tiempo pasado ni del futuro.

    Moisés estaba allá en los campos de Madian, (hoy norte occidental de Arabia); su Dios le investía poderes para ser embajador y libertador y comparecer delante del magnate rey faraón de Egipto. Moisés dijo: «¿Cuál es su nombre? ¿Qué le diré?». Ante esto, Dios dijo a Moisés: «Yo resultare ser lo que resultaré ser». Y añadió: «Esto es lo que has de decir a los hijos de Israel: Yo resultaré ser, me ha enviado a ustedes». En este contexto sin duda la palabra ser se refiere a «yo soy Dios» en el tiempo presente, «aquí estoy», etc. Es la sustancia de la expresión.

    Una señora alemana conversaba con su hija:

    —Quiero recortar todas estas plantas porque ya no me sirven.

    —¿Y cuál es el problema, por qué no lo haces?

    —¡El tiempo!

    —¿A qué te refieres con esta expresión?

    —Al tiempo que no tengo.

    —Sí, mamá; tienes que especificar a qué te refieres porque según tu pensamiento no hay diferencia de conceptos del tiempo circunstancial y tiempo meteorológico.

    —Ah, sí, claro, me refiero al tiempo circunstancial, ya que tengo muchas cosas que hacer y no me alcanza el tiempo.

    Es en el tiempo presente cuando el hombre dice «que le falta tiempo», o «que no tiene tiempo», mas el eje del tiempo abarca la profundidad, la anchura y la longitud, y en consecuencia, siempre habrá tiempo donde haya orden y disciplina, en una empresa industrial o en la familia, incluso para momentos de ocio y diversión. Decir «no tengo tiempo», es simplemente una excusa. No obstante, hay personas que viven sin darse cuenta de que existe el tiempo; arrojados en un mundo sin sentido y ante la falta de propósito eligen su propio camino y si ocurre algo inesperado echan la culpa al misterio de la suerte y dicen que era su hora.

    Los círculos políticos, como decíamos anteriormente, y la administración pública muchas veces están plagados de algunos vicios de la burocracia, cuando suelen decir: «el jefe ha dicho que vuelva en otro momento», o «mejor vuelva mañana», al día siguiente la secretaria le dice: «el jefe todavía no ha llegado, espere un momento, tome asiento». De esta manera el problema se dilata por largo tiempo, las energías y la economía se agotan. Al parecer no hay organización personal, ni disciplina intelectual, ni orden en sus pensamientos, es su costumbre no estar dispuestos a escuchar las propuestas o demandas por el momento.

    Mas si tuviéramos una fábrica de tiempo podríamos vender grandes cantidades de este elemento por todo el mundo; sería como el pan caliente del día, y nos haríamos millonarios en poco tiempo. No obstante, el tiempo no hace falta ni sobra, sino que está siempre disponible para todos por igual. Las personas de tercera edad alaban el tiempo pasado porque dicen que era mejor que el actual, la gente tenía tiempo para todo y nadie se quejaba de sus días, la vida que llevamos hoy sea para bien o para mal estamos en una época cuando nadie tiene tiempo para sí, menos para leer un libro, pensar, meditar y reflexionar en cosas más esenciales. No tengo tiempo es la respuesta.

    La retórica del tiempo es un lenguaje melífero y se asoma por las orillas del mar, donde el fuego del amor se confunde y se perpetra las obras sin nombre, la pasión se quema en el placer, y reman sobre las olas del mar a rienda suelta en esos espacios nebulosos en que se dan al devaneo y nadie sabe si es hembra o macho, porque da lo mismo. De la directa influencia del tiempo nadie se escapa por esta razón: es mejor someterse a su autoridad y desterrar de la mente la idea de que no tenemos tiempo. Porque con el tiempo que pasa nada permanece igual.

    Todo cambio, ideológico o práctico, en el ambiente representa desafío y responsabilidad de aceptar o rechazar lo que uno cree eso es lo que se practica, sin embargo, esa posición podría ser peligrosa por ser de convicción personal y limitada frente al pensamiento universal; los humanos nos necesitamos unos a otros para sobrevivir, a pesar de que una gran mayoría estamos habituados a vivir con costumbres y tradiciones viejas y cuesta mucho deshacerse de ese modo de vivir. Cuando oímos nuevas ideas y proposiciones es posible que reaccionemos violentamente.

    Hablar del tiempo, no es perder tiempo, aunque para algunos es una decepción, sin embargo, incumbe a todos porque hay un tiempo oportuno para todo asunto. Pero hay personas que solo viven para el tiempo presente vegetativo, no les preocupa el pasado ni mucho menos el futuro; si les digo una gran mentira o les declaro una gran verdad no reaccionan ni para el uno ni para el otro, y lo que es más: les importa vivir solo para comer y no comer para vivir; la realidad del tiempo y del espacio es que tiene que ver mucho con el movimiento de los planetas del universo.

    Capítulo 2

    En cuanto al tiempo

    L a idea de tiempo impele a buscar el sol mágico de la mañana para hallar un segundo argumento; no para doblar el pensamiento, no, sino para pintar un cuadro completo con palabras del galante príncipe. Una mirada completa levanta la cabeza nostálgica y lejana, el asomo del alba tornará el nuevo pensamiento de la pradera verde a la hora crecida, llena de promesas y loas, un regimiento de cándidas palabras para darle forma a las ideas perdidas. Voy a presentar un discurso inédito, espero que no sea profano, al abordar este tema delante de ilustres hombres intelectuales.

    En la rutina del día no vemos cómo sucede el tiempo, sino solo el reloj, que es el único instrumento que nos indica su paso; el sol de la mañana, el medio y la tarde, este fenómeno se repite eternamente. Sin embargo, el tiempo y el espacio deberían anunciar al hombre el sentido de la vida, y hasta quizás las riquezas más sensibles del corazón. Muchos son que por seguir la corriente del tiempo se hicieron tiranos, ricos a costa de los pobres, el egoísmo en todas sus formas, les llevó al precipicio y a desaparecer.

    El amor y el odio siempre han vivido lado a lado en constante refriega y competencia por la paz o la guerra; no obstante, han sobrevivido juntos generación tras generación en el tiempo presente. Stefan Hawkin citaba a un autor que él mismo admira del siglo xvii, Charles Lamb, que escribió esta sentencia: Nada me deja tan perplejo como el tiempo y el espacio. Y, sin embargo, nada hay que me preocupe más que el que haya un poco de tiempo y espacio. Es decir que se requiere más tiempo para que nos ocupemos de nuestros problemas.

    El tiempo es indispensable para todo asunto y se busca con tanto empeño o más que el oro, y ¿dónde está? Nadie sabe de este elemento que causa inquietud porque cuando se proyecta un plan, nunca se puede completar por falta del tiempo. Cada persona quiere hacer más y vivir más en el tiempo presente. No obstante, no pueden coronar sus ideales en la recta del tiempo. Cada segundo que pasa, es la despedida del tiempo presente y en ese límite está la lozana vida, entre el pasado y el futuro. La existencia es tan efímera que la llamamos hoy, dice una expresión popular sueca.

    Todo ser humano quisiera vivir más y hacer las cosas que desea, pero no puede porque el tiempo no se lo permite, y esforzarse más de lo necesario solo acarreará alguna enfermedad. «Mejor es un puñado de descanso que un puñado doble de duro trabajo». Ecles. 4:6. Porque para tener éxito hay que trabajar más y hacer las mismas cosas repetidas veces, entonces se cosecharía los dividendos, se recomienda la buena organización y disciplina en todos los términos de la empresa.

    Cada punto en el espacio se vincula con el tiempo del suceso histórico de las curvas coyunturales de subida y bajada; un proyectil disparado sale sin demora a un punto, y si no halla el objetivo cae dibujando una curvatura; un accidente del tráfico cae como si fuera vertical; un rayo en el horizonte electrocuta a unos individuos; chaparrones de la lluvia que cae sin reparos discriminados para regar los sembradíos, y el demente del viento que va a velocidades huracanadas. ¿Y a dónde va? Nadie sabe, pero desaparece en ondulas redondas en el horizonte. Así pasa el tiempo.

    La Ley del tiempo en función es movimiento físico en el universo de los cuerpos celestes. Los científicos sostienen que las leyes físicas del universo son perfectas hasta en lo mínimo. Y los geólogos calculan la edad de la Tierra en más de 14. 500 millones de años y los astrónomos asignan la edad del universo hasta 15. 000 millones de años; a ciencia cierta, nadie sabe exactamente la edad de la Tierra y hasta la fecha no se ha desgastado como un zapato nuevo ni se ha oxidado como cualquier metal, ni se ha deformado perdiendo su originalidad, solo los terremotos han transformado la corteza terrestre.

    En los años sesenta del siglo pasado, en la ciudad de Uyuni, Bolivia, yo frecuentaba la casa de la familia de don Antonio Ramírez. Este señor tenía dos simpáticas hijas y un hermoso coche estacionado ante la casa, y decían que lo sacaban de vez en cuando, pero la mayor parte del tiempo estaba guardado en el garaje. Una vez trataron sacarlo para dar una vuelta por el pueblo, trataron de hacer funcionar el motor de manivela, insistieron vez tras vez y nada; desilusionados, dejaron de porfiar. Para peor de las cosas no había un buen mecánico en el pueblo, por lo tanto, no se preocuparon más por el coche, tampoco había necesidad de sacarlo, por consiguiente, lo dejaron en el pequeño garaje.

    Pasó un buen tiempo y una vez más intentaron hacer funcionar el carro, decían que no está bien tenerlo todo el tiempo parado. Empujaron afuera para ver si arrancaba, y cuando destaparon la capota del motor descubrieron que el vehículo estaba tiznado de polvo y telarañas, el óxido lo había atacado. No había más esperanzas para hacer funcionar el coche, así que lo devolvieron al garaje. Desde entonces han pasado más de cuarenta años y yo pensaba en ese coche, deseaba saber qué le habrá pasado, así que le telefonee a doña Delma, la hija menor, y ella me contestó: «No sé, Joaquín, qué le habrá pasado a ese coche; parece que mis padres o mis hermanos lo regalaron no sé a quién».

    Pensando en este relato, yo me pregunto, y puesto que el sistema solar del universo sin duda ha estado funcionando por billones de años, ¿Por qué no se han desgastado los cuerpos celestes del sistema planetario, incluso nuestra Tierra, oxidándose hasta hacerse inservibles como el coche del garaje? Sencilla es la respuesta: el sistema solar ha estado en movimiento constante por la ley de la inercia y la gravitación, no ha estado estacionado en reposo absoluto.

    He aquí otro pensamiento: Una colonia de hormigas estaba junto a la comunidad de los elefantes y nunca los habían visto, por eso no lo creían que los elefantes existieran; sin embargo, los elefantes pastaban por las cercanías de las colmenas, eran sus vecinos, incluso a menudo les pisaban; pero las hormigas creían que se trataba de un eclipse solar y no sabían a qué se debía. Se dice que la vida de las hormigas trabajadoras es de cerca de seis años y la de la reina de hasta quince, mientras que los elefantes pueden vivir hasta los setenta años. Para los animales y los insectos, el tiempo no existe, ni siquiera saben que sí son elefantes u hormigas.

    En cambio, no sucede así con un ser humano: si tú le preguntas a un labriego del campo, un analfabeto, si es un hombre, este se reirá. Este hombre sí sabe cuáles son los días de la semana, del mes y del año, del día de ayer, del año pasado, del día de mañana, de la semana que viene, etc. ; tiene el concepto del tiempo, quizás no con la misma precisión verbal de la nomenclatura escrita. Lo sublime conmueve, lo bello encanta [... ] un largo período es sublime. Si se trata del tiempo pasado es noble, si se provee para un futuro, incalculable. El rey Salomón se deleitaba reflexionando en el concepto del tiempo y escribió su inspiración al respecto en este sacro poema. Eclesiastés 3: 1-11.

    Para todo hay tiempo señalado,

    aún tiempo para todo asunto debajo de los cielos:

    tiempo de nacer y tiempo de morir,

    tiempo de sembrar y tiempo de cosechar,

    tiempo de matar y tiempo de curar,

    tiempo de derribar y tiempo de edificar,

    tiempo de llorar y tiempo de reír,

    tiempo de lamentarse y tiempo de alegrarse,

    tiempo de votar piedras y tiempo de recogerlas,

    tiempo de abrazar y tiempo de separarse,

    tiempo de ganar y tiempo de perder,

    tiempo de guardar y tiempo de desechar,

    tiempo de rasgar y tiempo coser,

    tiempo de callar y tiempo de hablar,

    tiempo de amar y tiempo de odiar,

    tiempo de guerra y tiempo de paz.

    ¿Qué ventaja tiene el que se afana tanto en aquello en que está trabajando mucho? He visto la ocupación que Dios ha dado a los hijos de la humanidad en qué ocuparse. Todo lo ha hecho bello a su tiempo. Aún el tiempo indefinido ha puesto en el corazón de ellos". Según estos términos, el poema de Salomón indica la idea del tiempo; todo ser humano tenemos que realizar en ese espacio cualquier actividad porque no hay otro igual, somos esclavos del tiempo. El tiempo no pasa, sino que está siempre presente, el hombre es el que viaja en el tiempo solo por un corto espacio, y llega a su fin.

    Los átomos, los electrones y los planetas del universo están en movimiento de viaje físico por el tiempo indefinido, por eso cada minuto que pasa es valioso; debemos ser amigos del tiempo, este nos alentará, no hay un espacio largo y vacío como para decir tómalo con calma y considerar que todo está oscuro y negativo, todo se transforma, nada permanece estático, todos somos pasajeros en el eje del tiempo, por eso cualquier problema que hubiera en el presente, pasará, porque el tiempo es mayor e infalible, el hombre no puede superar al tiempo, por eso muere.

    El escritor argentino Jorge L. Borges decía: negados el espíritu y la materia, que son continuidades, negado también el espacio, no sé qué derecho tenemos a esa continuidad que es el tiempo. El dilema del poeta parece que no capta el propósito del tiempo en su profundidad porque el tiempo es omnímoda, está presente esta nuestras manos tanto si es materia o espíritu, es decir si estamos vivos la luz viaja en el tiempo, pero el tiempo es más veloz que la luz.

    Capítulo 3

    El punto mas alto

    Las horas las marca el reloj de la pared o el de pulsera, mas no sabemos lo que son; el tiempo está siempre con nosotros, es inmanente lo mismo para el rico como para el pobre, para el que esta triste como para el que está feliz, es lo mismo para el que gana o para el que pierde, para el desgraciado y para el afortunado. No interviene en estos tratos, el tiempo es abstracto, solo percibimos por medio de los cinco sentidos, ;los ojos jamás se cansan de observar la belleza de otra persona o de un hermoso jardín de los prados. ¿Acaso el oído mismo no prueba las palabras como el paladar gusta el alimento? Job 12. 11, 34:3. El tacto determina si es frío o caliente, es duro o suave; el olfato percibe el aroma de las flores por un minuto o más, y el mal olor de los que no se duchan con frecuencia. Si el tiempo no existe tampoco hay

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