Estoy poderosamente fascinado por las imágenes del campo profundo del telescopio Hubble, y tengo varias de ellas como salvapantallas en los dos monitores de mi ordenador. Las miro y siempre me maravilla que lo que podría ser tomado por unas simples estrellas en el cielo sean, en realidad, galaxias, cada una de las cuales contiene miles de millones de estrellas. La Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) calcula que «la cantidad de estrellas que hay en el universo está entre 1022 y 1024», es decir, uno seguido de veintidós a veinticuatro ceros. No tengo ni idea de cómo se nombraría ese número, pero es inmenso. Los astrónomos de la ESA señalan que «este es solo un número aproximado, porque, obviamente, no todas las galaxias son iguales». Y, por supuesto, muchas de esas estrellas tienen un sistema planetario. Estrellas más planetas nos ofrecen un número demasiado grande para conceptualizarlo. Podríamos preguntarnos también cuántos granos de arena componen las dunas del Sahara. Y fuera cual fuese el número que dijéramos, probablemente sería menor que el verdadero.
Imaginemos ahora que la inmensidad astronómica de ese espacio está sostenida por la conciencia. ¿Puede ser esto posible? La visión fisicalista del mundo dice que no, pues la conciencia surge de la fisiología. Sin embargo, miles de experimentos bien realizados y numerosos estudios de casos prácticos insisten en que hay un aspecto de la conciencia que no está fundamentado fisiológicamente, y que no está limitado por el espacio-tiempo. Más que eso, se nos propone que la conciencia misma es el fundamento de todo lo que es. Publicaciones procedentes de campos tan dispares como la física, la biología y la medicina publican trabajos sobre esta investigación. Hay tantos, que cada disciplina tiene su literatura propia.
En PubMed, el índice de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU, la búsqueda del término «meditación» dará 3.257 resultados, y la de «biología cuántica», 3.367. Esta no es, sin embargo, la visión dominante en la ciencia, pero esa es la dirección de la tendencia. Cada vez más, el aspecto no fisiológico de la conciencia está siendo denominado