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La máquina que aprendió a soñar
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La máquina que aprendió a soñar
Libro electrónico292 páginas4 horas

La máquina que aprendió a soñar

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Información de este libro electrónico

Un traductor imaginario en Italia se encuentra fortuitamente con la copia de un misterioso manuscrito llegado de la Argentina. De su autor no se tienen más noticias … Este libro nos lleva de la mano en una aventura que podría encuadrarse dentro del llamado “realismo mágico” donde coexisten al menos dos niveles de lectura. Uno exterior e inmediato, relativo a la épica donde las vivencias de los personajes se alternan en diferentes lugares y tiempos; el otro, más profundo, donde en el reflejo de esas aventuras, podemos encontrar claves de interpretación psicológica del propio Yo interior.
La continua sucesión de relatos encastrados uno dentro del otro, despliega una metáfora de la naturaleza humana, de la aventura de su existencia sobre la Tierra; de su evolución y, sobre todo, de su futuro como especie viviente. Así por ejemplo, ese viejo que vaga con su carreta por el interior de la Argentina llevando su “ciencia” para atraer la lluvia puede representar la metáfora de un conflicto interior: la profunda batalla en la que nuestra parte mejor, lucha para contrarrestar la desertificación del ánima humana.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 jun 2021
ISBN9791220816632
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    Vista previa del libro

    La máquina que aprendió a soñar - José Cavalieri

    José Cavalieri

    LA MÁQUINA QUE APRENDIÓ A SOÑAR

    Título original en italiano:

    La Macchina che imparò a sognare

    Primera edición junio de 2020

    Edizioni EBS Print

    © 2020 - José Luis Cavalieri

    La Máquina que aprendió a soñar

    Traducción del autor

    Primera edición junio de 2021

    Edizioni EBS Print

    © 2021 - José Luis Cavalieri - Todos los derechos reservados.

    Portada: Marcello Toma - Nel vortice del tempo (En el vórtice del tiempo) elaboración gráfica de una de sus pinturas www.marcellotoma.it

    Gráficos de portada e ilustración: Carolina Galeazzi http://www.carolinagaleazzi.com.ar/

    UUID: 2fd1186f-f06f-4cbf-8e8d-b46b1e263ba5

    Este libro se ha creado con StreetLib Write

    http://write.streetlib.com

    Tabla de contenidos

    Aclaración

    Roma, Italia, año 2020

    Premisa del traductor

    NOSOTROS

    DANIEL ANSELMI

    PEDRO RAMÍREZ

    DOMINGO LUNA

    DESOLACIÓN

    ISIDORO MORALES

    USTEDES

    PERALTA

    LOS SUEÑOS DE LA MÁQUINA

    EPÍLOGO

    Agradecimientos

    El autor contribuye con sus libros al apoyo de las actividades de la Asociación argentina La Máquina de los Sueños, que desde 1998 trabaja en la educación de los niños con dificultades y la promoción social en una zona marginal de la periferia de la ciudad de La Plata, en la provincia de Buenos Aires.

    Aclaración

    Los nombres de los protagonistas de esta novela son fruto de la fantasía y no hacen referencia a personas que existieron o existen realmente.

    El autor

    Roma, Italia, año 2020

    Casi veinticinco años después de haber escrito y publicado en Italia mi novela La Macchina dei Sogni (La Máquina de los Sueños) y gracias a la ayuda de Mariateresa, mi compañera de vida, retomé el texto en mis manos y empecé a trabajar en una reescritura con el fin de incorporar algunas partes y mejorar el texto en italiano.

    Terminado ese trabajo, en julio de 2020, lo publiqué en Italia con su nuevo título: La Macchina che imparò a sognare (La Máquina que aprendió a soñar). Pienso que quizás pueda ser de interés para quienes todavía no habían nacido en aquel entonces o eran muy chicos para entretenerse en la lectura de un libro de este tipo.

    En la versión original, los hechos resultan ser reescritos durante la traducción del castellano al italiano realizada por Joe Salici Riva, un personaje, también él, imaginario. La narración abarca episodios que tienen lugar en un lapso de tiempo muy amplio: desde los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, drama que generó un nuevo orden mundial, hasta los años 90 del siglo pasado, durante los cuales una nueva tecnología inició a difundirse en el mundo, abriendo nuevas e inimaginables fronteras en la comunicación y en la vida de todos nosotros.

    La lectura de acontecimientos, escenas y personajes fantásticos, tienen también un valor simbólico que nos habla de algo más : encontramos ñandúes amaestrados en Gran Bretaña; valiosos libros hechos desaparecer en las tumbas de un cementerio y, sobre todo, un Proyecto para construir una extraña Máquina, cuya ideación comienza en América del Norte y su realización continúa en la profundidad de una caverna subterránea en la Patagonia argentina.

    Verán que varios de los personajes que se mueven dentro de este libro, entre ciudades y caminos ‘reales’ y localidades y sitios imaginarios llegan a tomar contacto y a 'leerse' en algunas de las páginas del manuscrito, en el relato de lo que ellos mismos ‘están viviendo’.

    Ellos se encuentran como en un holograma... son como dos espejos uno frente al otro y los eventos narrados en el libro (que también se encuentra incluido en el relato con un rol protagonista) se cruzan con las vivencias de los personajes, fundiéndose con ellos en una ‘causalidad’ de tiempo y lugar.

    El narrador se deja llevar por el fluir de la historia, siendo él mismo un personaje más, presente tanto en el manuscrito como en la trama de la novela.

    A veces, no es necesario escribir muchos libros - me dijo una vez Ernesto Sabato, a quien tuve la suerte de encontrar fortuitamente hace muchos años - un solo libro o dos pueden ser suficientes para un escritor, si en ellos logramos dar lo mejor de nosotros.

    Espero que puedas descifrar las muchas facetas de este texto e imaginar esta aventura como si los personajes también vivieran en tu mundo interior.

    Deseo que disfruten de su lectura.

    José Cavalieri

    Premisa del traductor

    Roma, Italia... 1994

    No es la primera vez que traduzco una obra de este autor: con el paso de los años me he convertido en el único capaz de descifrar su caótica forma de escribir y el único capaz de interpretar su estilo descriptivo único y poco ortodoxo.

    Mi traducción de su primera novela, un trabajo largo y problemático, se remonta al año 1986.

    El manuscrito de ese texto en español me fue entregado en Buenos Aires justo el día antes de mi vuelo de regreso a Italia. Un caluroso domingo del mes de diciembre de 1985.

    Esa mañana, mi amigo se despidió dejándome sobre la mesa de la cocina de su casa, un paquete repleto de papeles de todo tipo. Tenía que ir a visitar a una persona al Delta del Tigre, un encuentro que no podía postergar, así me dijo. Me dejaba la casa a disposición con todas las indicaciones sobre cómo cerrarla al momento de irme al aeropuerto la mañana siguiente y adónde dejar escondidas las llaves.

    Por pura curiosidad y para entretenerme durante ese caluroso domingo, abrí el paquete y comencé a leer. La caligrafía desprolija y casi ilegible había encontrado desahogo en el primer espacio disponible, cualquiera que sea: hojas arrancadas de anotadores y cuadernos; servilletas de papel; el reverso de viejos recibos de la luz y cualquier otra superficie que hubiera caído bajo su pluma durante los momentos de inspiración.

    La única indicación, para moverme en esa caótica montaña de papeles eran los números escritos con marcador rojo que los ordenaban en secuencia. Así que, sobre la mesa, fui armando ese rompecabezas … La lectura capturó tanto mi atención, que casi no levanté los ojos de los papeles durante todo el día y parte de esa última noche en Buenos Aires, hasta llegar al final del libro.

    El autor, como ya les he anticipado, es un tipo muy excéntrico, imprevisible y posee poquísimo sentido práctico. Tal es así, que solamente después de haberme dejado el paquete me dijo que estuviese muy atento porque ahí me estaba entregando un texto original del cual no había hecho fotocopias.

    Fue así que, con el ansia y el miedo de perderlo, mientras cerraba mi valija, me pareció que ahí iba a estar más seguro que en mi bolso de mano. Siguiendo ese razonamiento, metí el paquete en la maleta junto a mi ropa y a los alfajores que me llevaba para saborear en Italia.

    La valija tenía también una cerradura con combinación… no podía existir lugar más seguro…

    Bueno, como ya estarán imaginando, mi equipaje se extravió. ¡Perdido irremediablemente!, incluyendo el paquete con el manuscrito dentro.

    Después de varias semanas, el Seguro me reembolsó la pérdida del equipaje, pero de hecho, en Italia me encontré frente al compromiso de traducir un texto original sin poder contar nada más que con el recuerdo del texto original… ¿No sé si me entienden …?.

    Esa traducción que hice en 1986, en realidad fue una segunda escritura, algo así como la traducción de mi Memoria.

    Quizás fueron precisamente estas increíbles dificultades las que me unieron aún más a su autor, que esperaba confiado el resultado de mi trabajo, creyendo profundamente en nuestra vieja amistad y estimulando mi vena creativa. Sentí entonces que ya no se trataba de una reescritura, sino más bien de una aventura que estábamos compartiendo. Eso hizo que me identificara tanto con la historia narrada en esas páginas como para sentirme, por momentos, como el verdadero y único autor protagonista.

    Años más tarde, aquel libro se llenó de misterio cuando, a trabajo terminado, después de una última y breve comunicación telefónica, el autor me dijo que juntos habíamos transformado en lenguaje cotidiano esa energía que ya no puede ser borrada, porque ocupa un lugar en el espacio... después de lo cual desapareció literalmente de la circulación…

    En 1992 perdí todo contacto con él.

    Toda mi búsqueda para dar con su paradero fue en vano y ese segundo viaje a Buenos Aires no sólo resultó inútil, sino que extendió aún más el misterio sobre su ya misteriosa existencia.

    En el barrio de Buenos Aires, esa vieja casa de estilo colonial donde mi amigo me había hospedado años atrás, ya no existía: en su lugar habían levantado un horrible edificio de siete pisos todo acero y vidrio.

    Según los vecinos, hacía por lo menos diez años que esa casa había sido demolida … No podía ser. Yo había estado allí, hospedado quince días, apenas seis años antes …

    Así fue que tuve que regresar a Italia, angustiado y aún más confundido que antes. Tan confundido estaba que incluso empecé a dudar de haber hecho realmente mi primer viaje a la Argentina en 1986 y a dudar también de haberlo encontrado en ese barrio de Buenos Aires. Mis recuerdos se hundieron en una densa niebla.

    Después de tantos años no encontraba ni el ticket de embarque de aquel vuelo, ni todo el carteo con la Compañía Aérea para recuperar la valija y luego con el Seguro para el reembolso por la definitiva pérdida del equipaje…

    Todo me parecía irreal y la única cosa tangible era la terrible sensación de haber perdido a mi amigo para siempre... o de no haberlo encontrado nunca.

    Dos años después, en mayo de 1994, un sobre reforzado llegó a mi dirección en Roma. Venía de la Argentina. ¡Era él! ¡Mi amigo estaba vivo!

    Dentro de ese sobre me enviaba otro texto original, esta vez estaba escrito a máquina, desordenado, sí, pero al menos me ahorraba el trabajo de descifrar su caligrafía.

    Al enviarle una carta de respuesta, desoyendo su imperativa petición de no buscarlo ni escribirle, descubrí que no sólo la dirección del remitente, sino también la ciudad de Trigales (desde donde decía escribirme) ¡no existía ni en Argentina, ni en ningún otro país de Sudamérica!

    Desde entonces me he acostumbrado a sus largos silencios, contentándome con sus brevísimos llamados telefónicos, feliz de saberlo vivo y libre, viajando por esos caminos desconocidos que, gracias al trabajo de traducción, yo también he vuelto a recorrer idealmente con ustedes, lectores y destinatarios finales de cada recuerdo, cada frase y cada descripción contenida en este libro.

    Sin entender el porqué de tanta prudencia, de tanto misterio y de tantas vueltas, me resigné a obedecer religiosamente sus instrucciones: saqué fotocopias del texto para quedarme con ellas y traducirlas al italiano y volví a mandar esa única versión original en otro sobre a la Argentina a la casilla de correos en Buenos Aires que me había indicado, donde alguien, siempre por voluntad expresa del autor, se encargaría de retirarlo.

    Meses más tarde recibí una llamada telefónica de mi amigo. Se escuchaba muy mal, como si me estuviese llamando desde una cabina pública. Llamaba para agradecerme y para pedirme que continuara con la traducción del libro e hiciese lo posible para publicarlo en Italia. Ante mi insistencia por saber qué estaba sucediendo, me contó que el texto original en castellano había sido entregado para su lectura a Domingo Luna, un anciano escritor que estaba en contacto con la sede en Buenos Aires de una casa editorial española, con la que había publicado un par de libros en los ’70.

    Mi amigo no sólo no había tenido noticias del resultado de esa lectura. Tampoco se tenían más noticias del viejo escritor y del destino del texto.

    Parece ser, me dijo, que después de una serie de complicadas vicisitudes, ese alguien (que parecía ser la única persona en la que mi amigo confiaba), había recuperado el manuscrito y se había dirigido al sur del país, a una zona de la Patagonia totalmente desierta y árida. Armado de pala y pico, había excavado un agujero entre las rocas depositando en su interior aquellas hojas escritas a máquina que ya habían cruzado el Atlántico dos veces y que habían dado más vueltas que una calesita. El lugar había sido cuidadosamente cubierto y camuflado con la geografía circundante, de modo que era casi imposible identificarlo.

    Nadie conocía la ubicación exacta. Creo que ni siquiera mi amigo, que como autor hubiese tenido derecho, sabía exactamente dónde se encontraban escondidas las hojas de su libro.

    Unos meses más tarde, cuando la traducción al italiano de este segundo libro estaba casi terminada, a las tres de la mañana (hora de Roma), recibí esa última y brevísima llamada de mi amigo escritor. Lo bombardeé a preguntas, sobre todo porque quería saber si era cierto que el manuscrito había sido enterrado en medio del desierto.

    No respondió a ninguno de mis interrogantes. Pero a esta última pregunta respondió con tono muy irritado: ¡¡¿Enterrado?!! - dijo - ¡Mi libro ha sido plantado! ¡Plantado, Joe!! ¡¡Los libros se plantan, como las semillas!!.

    Colgó el teléfono y desde entonces no he tenido más contacto con él.

    El traductor: Joe Salici Riva

    A veces... no hay nada mejor que perderse, cuando realmente se quiere encontrar algo importante ... .

    Dr. ISIDORO MORALES

    NOSOTROS

    Desierto de Arizona, EE.UU., 1955...

    Desde el Centro de Investigación Secreta, construido en una zona semi desierta, rodeado por un escuálido y desplumado bosquecillo de álamos, Karl Hesselmann levantó la corneta del teléfono y llamó, a través de la operadora, a su único contacto con la dirigencia del Programa Científico para el que trabajaba. Una conversación breve, hecha de palabras y frases en código, y de una cordialidad totalmente artificial. Hesselmann colgó satisfecho.

    Al día siguiente, en uno de los pabellones del Centro, destinado a laboratorio de anatomía, el Dr. Hesselmann preparaba su explicación en el pizarrón tratando de simplificarla lo más posible. Conocía bien a su interlocutor y sabía que Smith no era un erudito en la materia: era un experto en otras cosas, espionaje, armas, ocultamiento.

    Fue Smith quien lo había salvado del juicio de Nüremberg en nombre de los aliados (al menos eso es lo que le había dicho) y quien desde entonces se había encargado de cuidarlo. Pero Smith era sólo un intermediario, alguien que a su vez debía dar cuenta de los resultados de los experimentos a personas mucho más en alto...

    Smith había descendido del pequeño biplano cuando la nube de polvo que lo envolvía todavía no se había disipado. Hesselmann lo estaba esperando al borde de la pista. Había llegado a toda prisa en cuanto oyó el aparato sobrevolar la zona. Cuando detrás de una de las ventanillas del avión, vio aparecer la brillante cabeza calva de Smith, eternamente enmascarada detrás de los verdes lentes de sol ‘Ray-Ban’, a la falta de aliento causada por la carrera se sumó esa sensación de opresión en el pecho y la taquicardia que lo invadía cada vez que tenía que encontrarse con ese tipo...

    En 1944, casi un año antes del fin de la guerra, Smith ya se había infiltrado en territorio enemigo con órdenes precisas: reclutar científicos útiles antes de que cayeran en manos de los soviéticos.

    En abril del ’45, días antes del inicio de la ‘Batalla de Berlín’, Smith había detectado a uno de los más jóvenes: el Dr. Karl Hesselmann, que se escondía en las afueras de la parte oeste de la ciudad, en lo que quedaba del sótano de un edificio derrumbado por los bombardeos. No le fue difícil persuadir al alemán para que se rindiera y se entregara a él mientras los combates del otro lado de la ciudad se intensificaban anunciando la entrada de las tropas soviéticas de ahí a pocas horas. Ni siquiera fue muy difícil para Smith encontrar vagando por la ciudad a un pobre tipo que se parecía vagamente a Hesselmann, estrangularlo con sus manos y suicidarlo con los documentos de Hesselmann puestos en un bolsillo y algunas pertenencias personales del científico desparramadas a su alrededor. Unos diez días después, a principios de mayo, las tropas soviéticas encontraron ese cuerpo colgando de uno de los fierros retorcidos de lo que había sido el piso de la planta baja y nada los hizo dudar sobre la identidad del cadáver.

    No había sido nada fácil llegar a la retaguardia de las tropas aliadas pero, una vez que tomaron contacto con el Comando Americano, ambos fueron trasladados a Francia y luego enviados a Inglaterra. Desde allí Smith se las arregló para llevarse clandestinamente a Estados Unidos al verdadero científico nazi.

    Usted nos puede servir y espere que así sea - le dijo Smith y agregó - " Por su propio bien, usted tiene que desear que su ayuda nos sea útil por mucho tiempo".

    Con un viejo pasaporte y un nuevo nombre, ambos falsos, (Pierre Saguenay, nacido en Montreal, Canadá, en el año mil novecientos dos, profesión: arqueólogo), Smith se lo había llevado desde Londres, primero hacia Sudamérica y, después de unos meses, ambos habían llegado finalmente a esa zona desierta en Arizona. Desde aquel momento hacía ya diez años que el alemán estaba trabajando para el Programa Secreto.

    Hesselmann había comprendido perfectamente el mensaje: sólo si se mostraba a la altura de satisfacer las expectativas del Programa Secreto ganaría el derecho a vivir libre en Norteamérica, la nueva potencia mundial que había contribuido de manera fundamental a la derrota del Tercer Reich y que, a partir de entonces, exportaría su modelo de sociedad democrática y consumista para imponerlo, por las buenas o las malas, al resto del mundo.

    Había sorprendido a todos con sus descubrimientos de esos años. Y ahora, estaba seguro, este último Informe, fruto de sus investigaciones en el laboratorio, le harían obtener el renombre que merecía y, gracias a eso, iba a conquistar finalmente una libertad de movimiento en el país que hasta ese momento le había sido negada.

    Científicos como Von Braun no sólo habían sido perdonados sino que estaban trabajando a la luz del día, con todos los reconocimientos...

    Su descubrimiento era de tal importancia que seguramente iba a llegar a los oídos del mismísimo Presidente ... O eso era, al menos, lo que Smith le había prometido si hubiese logrado ...

    ¡Cómo va?, Hesselmann! - lo saludó el hombre calvo y regordete extendiendo su mano sudada.

    Mister Smith, habíamos dicho que no íbamos a usar más mi verdadero nombre ....

    ¡Claro, claro!... Pero a veces es bueno recordar ‘quiénes’ somos realmente. ¿No cree? ...espero que haya una razón muy importante para hacerme venir hasta aquí.. Me ha hecho atravesar medio país ....

    Puede estar seguro, Mr. Smith - dijo el alemán al estrechar esa fría y pegajosa mano - He logrado confirmar su hipótesis, pero lo que he descubierto ahora va mucho más allá - añadió, invitándolo a seguirlo al laboratorio.

    Smith escuchó impasible la disertación de Hesselmann. Su cabeza inmóvil, su mirada como siempre oculta tras el verde oscuro de sus gafas de sol.

    "...y este enorme potencial del cerebro humano está presente en esa parte de la masa cerebral cuyas funciones hasta ahora habían sido un misterio. Una mina de oro en nuestro encéfalo, que los seres humanos no podemos aprovechar porque no se nos ha transmitido una memoria consciente que nos permita utilizarla en nuestra realidad actual…

    Es como un cofre con un tesoro que un lejano antepasado ha escondido en la buhardilla de nuestro cerebro y del que ninguno conoce la existencia. Se lo puede descubrir sólo por casualidad. Pero aún descubriéndolo, no está dicho que nuestra conciencia logre encontrar el modo de abrirlo. No es un simple enlace químico entre neuronas. Es algo vital. Es la Isla del Tesoro en medio de un vasto océano...

    Mucho tiempo atrás, hace miles de años, probablemente existía un puente que conectaba esa ‘Isla del Tesoro’ con el continente de nuestro cerebro... es decir: este potencial, en un remoto pasado, quizás podía ser utilizado por el cerebro a través de la intuición o de estados de conciencia alterados. Luego evidentemente hubo una regresión en la Humanidad ...

    Pero en estos individuos en los que ustedes me han hecho experimentar… en ellos se ha producido un fenómeno espontáneo e inconsciente que ha reactivado la conexión con nuestra ‘isla’.

    Estas personas, y quién sabe cuántas otras, anónimas y desperdigadas por el mundo, por algún motivo poseen de modo congénito estas posibilidades. En ellos hay una memoria residual, un pequeño rastro en el ADN...

    Gracias a ellos, se nos ha abierto una puerta para ampliar las posibilidades del ‘Proyecto’… ¡Y qué puerta!

    ¡Ahora debemos asegurarnos de que esa posibilidad que se nos ha abierto no se pierda para siempre! La Humanidad, a través de esta puerta, va a poder acceder a nuevas e inimaginables posibilidades de crecimiento. ¡La Humanidad podría aprender a construir una vida mejor! Ahora sería posible ...".

    ¡Un carajo! - interrumpió Smith sin descomponerse o cambiar de posición. Hesselmann se puso nervioso.

    ¿Un carajo? ¡¿Qué significa ‘un carajo’ ?!".

    Significa que usted ha trabajado bien hasta ahora. Ha logrado descubrir lo que ya intuíamos. Felicitaciones ... Ahora ... ahora usted se está yendo en la dirección equivocada.

    ¡¿Cómo ‘equivocada’ ?!.

    Falsch. Lieber Herr Hesselmann. ¡Falsch! ¡Equivocada! ¡Quiere decir que no ha entendido nada! Ahora usted tiene que continuar con su trabajo para perfeccionar nuestra ‘Máquina’, pero además nos tiene que fabricar la llave para cerrar esa ‘puerta’ de mierda para siempre, ¡¿entiende?! NOSOTROS queremos que usted cierre esa puerta, que le ponga un candado, que ponga alambre de púas alrededor, que construya un muro delante. Nadie más tiene que poder acceder a estas posibilidades ... La ‘Isla del Tesoro’, el ‘manantial’, el ‘cofre en la buhardilla’, ¡o como mierda lo quiera llamar!....

    Pero … Habría perspectivas revolucionarias de ....

    "¡Exactamente! Pero usted ahora trabaja a las órdenes del 'Programa'. ¡Por eso está vivo, Hesselmann! Es el ‘Programa’ el que decide qué hacer con

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