Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El Encanto de la Oscuridad
El Encanto de la Oscuridad
El Encanto de la Oscuridad
Libro electrónico272 páginas3 horas

El Encanto de la Oscuridad

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Un mercadillo medieval de brujas atrae no solo a los curiosos habitantes del tranquilo suburbio de Roseline, sino también a la inocente Sinita que, en realidad no tiene nada que ver con la magia.

Pociones, libros de hechizos, amuletos y predicciones: todo esto le ofrecen esas extrañas personas que encuentra en el mercadillo. Una oscura silueta que aparece detrás de los árboles, atrayente e inquientante al mismo tiempo, hará que Sinita quede cautivada con su mirada.

Los insultos, maldiciones e improperios acaban por expulsar a Sinita de este extraño mercado, pero una cosa se le queda grabada en la mente; las inquientantes palabras que pronunció una de las brujas. Una profecía sobre la vida de Sinita que pone los pelos de punta...

IdiomaEspañol
EditorialJessica Raven
Fecha de lanzamiento17 jun 2021
ISBN9781667404141
El Encanto de la Oscuridad

Lee más de Jessica Raven

Autores relacionados

Relacionado con El Encanto de la Oscuridad

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para El Encanto de la Oscuridad

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El Encanto de la Oscuridad - Jessica Raven

    Índice

    Resumen

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    Capítulo 22

    Capítulo 23

    Capítulo 24

    Capítulo 25

    Capítulo 26

    Capítulo 27

    Capítulo 28

    Capítulo 29

    Capítulo 30

    Capítulo 31

    La autora

    Resumen

    ––––––––

    Un mercadillo medieval de brujas atrae no solo a los curiosos habitantes del tranquilo suburbio de Roseline, sino también a la inocente Sinita que, en realidad no tiene nada que ver con la magia.

    Pociones, libros de hechizos, amuletos y predicciones: todo esto le ofrecen esas extrañas personas que encuentra en el mercadillo. Una oscura silueta que aparece detrás de los árboles, atrayente e inquientante al mismo tiempo, hará que Sinita quede cautivada con su mirada.

    Los insultos, maldiciones e improperios acaban por expulsar a Sinita de este extraño mercado, pero una cosa se le queda grabada en la mente; las inquientantes palabras que pronunció una de las brujas. Una profecía sobre la vida de Sinita que pone los pelos de punta...

    Capítulo 1

    Sinita

    ––––––––

    Mi jornada laboral se resume básicamente en ordenar, recoger, subirme en las escaleras para colocar los objetos en las estanterías. Justamente así, nueve horas al día, seis días a la semana. En realidad, me siento realizada.

    Sarcasmo aparte.

    Bueno, si le hubiera hecho caso a mis padres estoy segura de que habría llegado a ser algo más que una reponedora de supermercado, pero así soy yo: Sinita Riley. Mi madre dice que he heredado esta terquedad de mi padre, él, por su parte, dice justo lo contrario.

    Pues éste es mi día a día. Lo mejor de mi trabajo es que estoy con mi mejor amiga. ¡Sedy es estupenda y la quiero! Vale, suena un poco raro, pero es que me encanta estar con ella. Nos lo pasamos tan bien juntas. Sedy me hace reir incluso cuando tengo ganas de llorar. Ella siempre ha estado así y hasta la considero parte de mi familia. Tiene veintitres años, por lo que solo tiene tres años más que yo. Para mí es como si fuera mi hermana mayor, algo que, como hija única nunca he tenido.

    ―¡Vamos a hacer una pausa dentro de quince minutos! ―dice Sedy, avisándome―. Yo levanto el pulgar, para señalarle que la he oído, pero ella no me ve porque ya ha escondido la cabeza dentro de un palé carcomido. ―Necesito esa pausa. ―murmuro―. No puedo pasar más de tres horas sin tomarme un café. Es obvio que soy adicta, puesto que acostumbro a tener siempre una taza lista en mi mesa dentro de la sala de descanso. Parezco un zombie si no me tomo mi dosis de cafeína por las mañanas, y si no que le pregunten al cartero por el susto que se llevó la vez que me vio así. Necesito el café para sobrevivir, al igual que los libros. He llenado mi pequeño apartamento de esos pequeños tesoros que rebosan las estanterías. No puedo deshacereme de ningún libro, ni aunque Sedy se queje de vez en cuando y sugiera que regale alguno. Incluso los que no me han gustado, son míos y punto.

    Ninguna madre regalaría a sus propios hijos, ¿o sí?

    ―¿Sigues aquí o estás soñando? Con esas palabras Sedy consigue de mi ritual diario de ordenar estantes. Resoplo ruidosamente y coloco una mano en la cadera de forma dramática. ―Me siento como un zombie, el café me llama, al igual que el libro que empecé anoche, al que puedo oír llorando desde mi mesita de noche. Me echa de menos tanto como yo a él. ¿Pensará la gente que soy una friki loca? Sinceramente, no creo que tenga que responder a esa pregunta.

    ―Ven aquí, loca ―dice Sedy agarrándome del brazo―. Tira de mí con energía para llevarme donde se encuentra nuestra sala de descanso. ―Ahora voy a prepararte una gran taza de café con leche y verás que las dos horas que nos quedan pasan más rápido. Sedy se acerca a la cafetera y saca mi taza del armario, seguidamente aprieta el botón con el que la cafetera empieza a emitir ese sonido celestial que tanto me gusta.

    ―¿Otra vez estás con la cabeza en las nubes? Dice mientras me planta delante de la nariz una taza de café caliente que despendre un aroma delicioso.

    ―No sé. Pongo un codo en la mesa y apoyo mi cabeza sobre el dorso de la mano. ―Creo que estaba fantaseando con ese tipo, Dario. ―Lo cual no es mentira, porque desde que empecé el libro no he podido parar de leerlo―. ―¿Cómo se llama ese libro?

    ―«Moonlight Love». Se trata de... ―empiezo, pero Sedy me interrumpe rápidamente: ―¡Shh! ¡Ni una palabra! Como empieces a hablar de ese libro, te retuerzo el cuello―. Sedy no comparte mi pasión por la lectura. ―Sé que te encanta y que te has enamorado de ese chico, pero... ¿Me oyes?―. Exclama agitando su mano frente a mi cara. ―No es real, ¿Lo has entendido, Sinita? R.E.A.L. repite la palabra que acabo de deletrear―. Pongo los ojos en blanco, pero repito obendientemente. ―¿Lo ves? No es difícil. Tan solo tenemos que asegurarnos de consigas un novio de verdad―. Ahora resoplo con rabia: ―¡Bah! Paso de chicos, no me toman en serio porque soy diferente―. Una friki, por ejemplo, añado mentalmente.

    ―No eres diferente en el sentido de loca, desquiciada o demente. Simplemente eres...―. Sedy se calla, buscando la palabra adecuada, que parece no encontrar. ―Friki ―añado finalmente.

    ―No es verdad, a mí me gusta como eres. Los hombres siempre fueron el problema, simplemente no tuviste suerte―. Podría decirse que es así. He estado con algunos que después de un tiempo me han dejado por ser demasiado aburrida. También hubo uno que me engañó por no mostrarme abierta a sus extraños juegos sexuales. Y por desgracia, uno que se aprovechó de mí hasta el final. Sedy siempre estuvo conmigo después de cada ruptura. Ella me daba un hombre sobre el que llorar y helado para que me recuperara lo antes posible. Desde entonces me he vuelto mucho más cautelosa con los hombres y cerrada a las relaciones.

    ―No necesito ningún hombre real, con los de los libros tengo suficiente.

    ―Otra vez no, por favor. No vuelvas a repetirlo. Nos quedamos calladas durante varios minutos. Se trata de un tema con el que nunca estamos de acuerdo. Durante esos minutos de silencio, disfruto de mi café y Sedy aprovecha para navegar por Internet. Eso es lo suyo. Puede pasar horas así.

    ―¡Sinita, mira lo que acabo de leer! ―Olvidamos rápidamente el pequeño enfrentamiento que tuvimos hace varios minutos. Sedy se me acerca ruidosamente con su silla y me pone el móvil delante de la cara. ―Lee esto. Creo que esto sería justo lo que necesitamos. De todos modos, no tenemos planes para el fin de semana. Así podremos empaparnos de cultura y disfrutar del aire fresco―. Ojeo las líneas, sonriendo cada vez más. Aunque no soy una persona que crea en la magia ni nada por el estilo, me interesa ir a un antiguo mercado de las brujas aquí en Roseline. ―El mercado abre el sábado. Ese día solo tenemos que trabajar hasta el mediodía, así que podemos ir justo después, comer comida rica allí y dar una vuelta por los puestos. Seguro que lo pasamos genial―. La emoción y la alegría de Sedy saltan a la vista y me transmite sus nervios a mí también. ―Bien, de acuerdo. Vayamos a tomar un poco de aire mágico.

    ¿Sonaría extraño si dijera que el tiempo transcurre hoy aún más despacio que de costumbre? Porque esa es justo la impresión que tengo hoy. Sedy está superemocionada, le encanta todo lo que tenga que ver con las vidas pasadas y la magia. Nunca me ha llamado la atención especialmente y, sin embargo, yo también estoy muy emocionada y nerviosa.

    Me disponía a colocar el último cartón de yogur en la nevera cuando sentí que una brisa fría me atravesaba el cuello. Durante ese segundo, el tiempo se detuvo. No podía mover las manos y sentí que el mundo se detuvo durante unos instantes. Tras ese segundo, se me erizaron los pelos de la nuca, un escalofrío me recorrió la columna vertebral. Juraría que había algo o alguien detrás.

    Dejo caer el cartón de yogur y miro a mi alrededor con los ojos muy abiertos. Se me acelera el corazón y el sudor cae de mi frente. ―¿Qué ha sido eso?―, murmuro en voz baja, porque en cierto modo temo que alguien responda a mi pregunta. ¿Pero quién? ¿Un fantasma? Vale, creo que estoy volviéndome loca. Cierro los ojos con fuerza, sacudo un poco la cabeza e intento calmarme para olvidar la imagen de película de terror que se me acaba de pasar por la cabeza.

    ―Creo que me estoy volviendo loca...―. Por desgracia, el hecho de que hable sola tampoco ayuda. ―¿Has dicho algo? ―Sedy aparece de repente por mi lado y grito como una desquiciada. Mi pulso se acelera. Siento que el corazón se me va a salir, así que me aprieto en el pecho con una mano y gruño: ―¿Estás loca, asustándome de esa manera?―.

    ―Ya estaba aquí cuando empezaste a hablar sola―, responde poniéndose a la defensiva. ―¿Te encuentras bien? Estás un poco pálida―. Asiento con la cabeza, aunque en realidad piense lo contrario. ―Estoy bien. Yo solo...―. Bueno, ¿cómo se supone que voy a decirle eso? Tuve la sensación de que alguien pasaba por detrás de mí... Sin embargo, cuando miré a mi alrededor no había nadie. Se podría pensar que me perturba un poco la idea de ir al mercado de las brujas, pero yo no soy una cobarde. ―El viento―, digo por fin, aclarando mi garganta. ―Solo ha sido el viento―. Sedy desvía la mirada hacia una ventana y observo que frunce el ceño, porque fuera hace un tiempo realmente espléndido. Después de todo, estamos verano aquí en Roseline.

    Capítulo 2

    Sinita

    ––––––––

    No estaba de muy buen humor después de haberme pasado la última media hora limpiado los restos del yogur. No le he dicho nada a Sedy, pero me siento más tranquila mientras paseamos por el mercado. No obstante, no consigo sacar de mi cabeza a esa extraña brisa. La única explicación lógica que le encuentro es que, como estaba junto al sistema de refrigeración, habría algo de corriente en las tuberías, que hizo que la ventilación funcionara más fuerte de lo habitual durante esos instantes. Sí, eso es justo lo que debe haber pasado. ―Oye, mira ahí delante ―. Miro hacia donde está señalando Sedy y observo también la cola que se había formado frente a uno de los puestos. ―Tienen que estar regalando algo, porque si no no se habría formado tanta cola.

    ―Probablemente tengas razón. De todos modos, mejor para nosotras, así podremos mirar los otros puestos tranquilamente.

    ―¿Tú también tienes hambre? ―, me pregunta Sedy. Para ser sincera, he perdido todo el apetito, pero como aún no he comido nada en todo el día y no me apetece morir de inanición, asiento. Sedy me agarra la mano y me lleva a un pequeño puesto de comida que está más apartado del bullicio. Pedimos un perrito caliente y un refresco. Mientras sostengo el perrito caliente en mis manos, tengo que admitir que se me hace la boca agua. Devoramos la comida en silencio y disfrutamos del refresco a la sombra de un árbol. Mientras tanto, observo con curiosidad a la gente que pasa a nuestro alrededor. Algunas parecen brujas de verdad. Seguramente trabajen en este mercado, pero también puede ser que algunos visitantes se hayan disfrazado. Lo cierto es que no me sorprendería que algunas de ellas sean brujas en la vida real. De nuevo, un escalofrío me sacude todo el cuerpo.

    ―¿Quieres seguir mirando?―, le pregunto mientras arrojo mi lata de refresco a la papelera. ―Sí, vamos antes de que haga más calor―. Aunque las dos llevamos pantalones cortos, camisetas de tirantes y el cabello recogido, el sudor nos empapa todo el cuerpo.

    ―Deberíamos haber salido por la noche―, afirmo, refunfuñando.

    ―Vaya, ¿no te lo he dicho todavía? Esta noche vendremos otra vez―. Desconcertada por su afirmación, me detengo bruscamente y la miro con mis amplios ojos verdes. ―¿Perdona? Pensé que solo veníamos a dar una vuelta y nos iríamos.

    ―Claro, eso también, pero seguro que por la noche es aún más espectacular y además, he leído que habrá espectáculo o algo así.

    ―Si hacen un sacrificio y te ofreceré como voluntaria ―. Ante mi seria sugerencia, Sedy se limitó a reírse. ―No puedes encerrarte en tu habitación todos los fines de semana y quedarte leyendo en la cama. Tienes que vivir la vida, querida―. Trato de mirar a Sedy de la forma más intensa que puedo, pero por más que lo intente, creo que no me va a entender. ―Bien, Dario puede esperar, pero solo esta noche―. De nuevo, empieza a reírse de mí.

    Paseamos juntas por el mercado, asfixiadas por un calor sofocante. Me derrito como una vela al sol, estoy a punto de deshidratarme y marchitarme como una flor sin agua. Pero Sedy no parece darse cuenta, o quizás es porque ya ni me mira, debo de tener unas pintas horribles. Lamentablemente no me sirve de excusa para irme a casa. Cómo me gustaría darme una ducha bien fría ahora mismo.

    ―¡Anda, mira! Allí hay una gran variedad de bebidas. Tendremos que probarlas―. Mi mirada se desvía hacia una mesa donde hay un montón de recipientes diferentes. Cada recipiente de cristal está lleno de liquídos de distintos colores. Desde amarillo fosforito hasta una especie de mezcla de color verde radioactivo. No han discriminado ningún matiz de color, pienso, y miro los recipientes con escepticismo. Ninguno indica lo que contiene, otra razón por la que no quiero probarlos, aunque siento que mis riñones ya se están contrayendo por la deshidratación. ―Pues no sé...―, empiezo a decir, frunciendo el ceño y lanzando a Sedy una mirada de «por favor, vámonos de aquí antes de que nos envenenen», que por desgracia no sirve de nada, ya que una de esas brujas se nos acercó rápidamente por un lateral. ―Hola, chicas. Parece que os han llamado la atención mis pociones. Como puedo percibir a través de vuestras auras, hay algo muy intenso en el aire―. Sí, me estoy muriendo de sed, eso debe ser lo que percibes, vieja bruja, pronuncio en mi mente. La anciana gira la cabeza en mi dirección, la inclina de forma extraña, como si pudiera leer mi mente, y al instante entrecierra los ojos. ―Mmm. Tú, mi querida niña, desprendes una gran cantidad de oscuridad. ¿Desconfías del poder la magia blanca o es que tienes un lado oscuro?

    ―Hmm―, murmuro y miro a Sedy en busca de ayuda. ¿Qué se supone que debo responder a una pregunta tan extraña? No sé nada de magia y menos aún sobre tener un lado oscuro. ―Estoy a punto de morirme de sed―, digo finalmente, ya que es lo primero que se me ocurre. ―No, hay algo más. Dame la mano―, me pide. Inmediatamente, aprieto mis manos con fuerza hasta arañarme. Tengo muy claro que no voy a darle la mano. ¿Qué es lo que quiere de mí? ¿Abrirme en canal y usar mi sangre para sus pociones? ¿Echarme una maldición, o incluso asesinarme? Se me pasan por la cabeza las cosas más descabelladas, pero lo único que afirma Sedy ante dicha petición es: ―Oh, vamos. No seas tan aburrida―. Muchas gracias, traidora y próximamente cómplice de asesinato, le grito en mi mente. ―Tu amigo le tiene miedo a lo desconocido―, interfiere ahora la bruja. Resoplo y me doy la vuelta, tratando de escaparme. ―De acuerdo, lo dejamos entonces, pero me gustaría regalaros una poción.

    ―Suena genial, ¿verdad, Sinita?

    ―¿Sinita? Es un nombre precioso y muy raro―. Me doy la vuelta y asiento con la mayor amabilidad que puedo en ese momento. ―Para ti, Sinita, tengo una poción que te dará valor―. Se gira, coge una poción con un líquido rojo y vierte un poco en una pequeña taza de arcilla. Después me da la taza, que acepto de mala gana. Ya no puedo tirarlo o rechazarlo por cortesía. Así es como me criaron, por desgracia. ―Y para ti...

    ―Sedy―, responde mi amiga al darse cuenta de que la señora no sabía su nombre. ―Sedy, también es un nombre muy bonito. A ti te derá una poción para la felicidad―. La bebida de Sedy es de color verde oscuro y parecía baba. Menos mal que no me ha tocado beber eso. ¡Uf!

    Se produce una pausa y nos quedamos las tres en silencio. Espero y miro a Sedy a los ojos fijamente. Me encantaría hipnotizarla y ordenarle que tire su taza y luego la mía. Lamentablemente, mis torpes intentos de manipulación no funcionan. ―Qué demonios. ¡Salud, Sinita!―. Sedy levanta su taza y se la bebe. Por mi parte, lanzo una oración al cielo antes de dar un trago. Al principio, tengo la tentación de vomitar, pero tengo que admitir que la poción sabe realmente bien. Incluso me relamo los labios hasta saborear la última gota. Luego miro hacia un lado, justo donde se encuentran unos árboles muy grandes que proyectan una gran sombra en el suelo. Observo que en esa sombra se encuentra una figura negra y oscura. Me estremecí en cuanto lo vi. De lejos parecía un hombre, aunque es difícil de distinguir. Lleva una capa negra larga con una capucha que le cuelga. Sus penetrantes ojos azules que me miran fijamente hacen que mi corazón se detenga. Mi respiración se detiene. Durante unos segundos nos miramos fijamente a los ojos. No puedo apartar la mirada, aunque quiera. No puedo. Me atrae como nada lo ha hecho antes. Me olvido de parpadear y siento que mis ojos se humedecen. Solo un momento después, cierro los ojos con fuerza y, cuando los abro de nuevo, ya no está. ―¿Qué?―, murmuro y miro a mi alrededor. Me giro, buscando a un hombre con una capa negra. Pero no puedo encontrar ninguno. ¿Se fue? No puede haberse ido tan rápido. O tal vez se quitó la capa. Tiene sentido con este calor que hace, pero tampoco veo a ningún hombre entre la multitud. Tan solo hay mujeres. Qué extraño, ¿no? ¿Me lo he imaginado? ¿Era un espejismo debido a este desagradable calor? ―¿Buscas algo?―, me pregunta Sedy, interrumpiendo mis pensamientos. ―Acabo de ver a un hombre, vestido con ropa oscura―. Sedy se da la vuelta también, buscando en el mercado, pero sacudiendo la cabeza. Me dice que no ve a nadie que coincida con mi descripción. La bruja también mira entre la gente, pero lo que pude ver en sus ojos hizo que me congelara por un instante. ―¿Lo has visto?―, pregunto con voz chillona. ―Yo no tengo nada que ver con ese engendro del diablo. Con los ojos muy abiertos, Sedy me mira con miedo. ―Deberíamos marcharnos―, dice dócilmente, agarrándome de la mano y alejándome con rapidez de la bruja.

    ―¿Qué demonios acaba de pasar?―, me pregunta Sedy con voz chillona. No puedo responder de inmediato porque se me ha formado un nudo en la garganta. Mi corazón se acelera y empiezo a marearme. Tengo que parar en seco para no desmayarme. Sedy también se detiene y me mira con preocupación. ―¿Sinita? ¿Te encuentras bien?

    ―Dame unos segundos para recuperar el aliento―, le respondo. Me mojo los labios con la punta de la lengua, cierro los ojos y empiezo a contar hacia atrás. Con cada número que digo en mi mente, respiro profundamente. Cuando llego a cero abro los ojos y miro a Sedy. También se ve un poco más pálida, aunque podría ser por el aire húmedo de aquí. O ha sido por lo que ha pasado, dice mi cabeza, pero al mismo tiempo pienso que seguramente fue un montaje de las brujas, para asustar un poco a los visitantes del mercado. ¡Claro que sí! Tiene

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1