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Sello de Sangre: Ángeles Guardianes III
Sello de Sangre: Ángeles Guardianes III
Sello de Sangre: Ángeles Guardianes III
Libro electrónico483 páginas7 horas

Sello de Sangre: Ángeles Guardianes III

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Información de este libro electrónico

Después de las más sangrientas batallas, el clan más joven de ángeles guardianes, ha perdido a sus seres queridos viéndose consumidos por la maldad de Piora. Natle cansada de las mentiras de su raza, decide por fin escapar de su tormentoso pasado y vivir un futuro incierto con Joe. Pero cuando despierta él ya no está a su lado. Se ha marchado dejándola atrás sin dar ninguna explicación.
Max, por un momento pensó, que al dejar ir a Natle junto a Joe su vida sería diferente, pero cuando recibe la noticia de que Natle está al borde del colapso y sola, decide regresar a su lado, dispuesto a no dejarla jamás.
Acompaña a los personajes de Nathan Burkhard en el desenlace de esta apasionada trilogía de Ángeles Guardianes.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 jun 2021
ISBN9788418616402
Sello de Sangre: Ángeles Guardianes III

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    Sello de Sangre - Nathan Burkhard

    Pschillizer.

    CAPÍTULO 1:

    METAMORFOSIS PARADÓJICA.

    Quizás la hora era la inadecuada, verla siempre a la sombra de su hermano mayor era lo peor, maldecía el momento en que ella fuese parte de su mundo, de su raza y de esa cultura sin un objetivo o meta clara. Aquellos ojos azules, lo habían cautivado de manera poderosa, pero aun así, ella jamás le pertenecería, por más que ambos se amaran, por más que ellos deseasen estar juntos.

    Pero él no lo pensó dos veces aquella noche, era la única manera en la que nadie se la arrebataría, era la única manera de ganarle a su hermano.

    Linus.  Heredero al trono, futuro rey y guardián del poder de Dios.

    Escabulléndose por el palacio, tomó sus vestimentas y salió del palacio, montó a su caballo y fue rumbo a la casa de la bella dama que le había robado el corazón como todo sentido común y cordura, cuando logró ver la pequeña casa, escondió el caballo en uno de los tantos caminos, desplazándose por las calles como una sombra tenebrosa, logró adentrarse a la pequeña y cómoda casa que el Rey había dispuesto para ella.

    Recorrió los pasillos hasta encontrar la habitación de esa muchacha, abrió la puerta y encontró a una Triored muy joven, era tan solo una adolescente, bella y ya una mujercita lista para desposarse, lista para ser reina y madre, aunque ella jamás supo que el príncipe solo la había visto a causa de su hermano menor. Nunca supo que Linus se fijó en ella con la intención de arrebatarle lo único que le quedaba a él, su cariño y amor.

    Sonrió al verla, recostada, dulce y tranquila, la observó por horas al pie de la cama, hasta que supo que era el momento, no faltaba mucho para que la noche terminara y diera paso a los primeros rayos del sol, se acercó a ella, tomando delicadamente sus manos las llevó encima de su cabeza, despertándola con un beso en los labios —Hola —murmuró.

    Ella quiso gritar, pero al ver de quien se trataba, pudo respirar tranquila —¿Qué haces aquí? —le preguntó somnolienta y asustada de que la guardia lo viera allí, ya que tenía prohibido recibir visitas sin escolta o carabina. Y estaba prohibido recibir la visita del príncipe Leudaroj.

    —Solo quería verte —dijo acongojado —Necesitaba verte.

    —No nos hagas esto, por favor. Debes irte, te mataran si te ven aquí —exclamó ella angustiada.

    —¡Quiero morir! —exclamó él sin miedo —No puedo aguantar el hecho que tú seas para él y no mía. Él es el primogénito, tiene el reino, tiene el poder. Por qué ha de tener a la chica también y justo tú... Él sabe que te amo y por eso lo hace.

    —Son las leyes de nuestro mundo. Las leyes de tu padre, no puedo hacer nada al ser la elegida y prefería del Rey.

    —¡Entonces vámonos! Vámonos de aquí, bajemos a la tierra y vivamos como humanos.

    Tiored abrió los ojos como platos, viendo miedo y terror en aquella mirada, con las fosas nasales extendiéndose —No podremos sobrevivir ¡Nos perseguirán!

    —¡Te amo! ¡Te amo y no quiero dejarte! No con él, todo menos él —se inclinó sobre ella y antes de que pudiera besarla, una luz roja se expandió separándolo de manera brusca de la joven, Leudaroj fue lanzado hacia la pared de la pequeña habitación, no había tenido oportunidad de poder responder al ataque, cayó y cerró los ojos lentamente al ver una borrosa figura masculina acercarse a la joven, tomarla entre sus brazos y sacándola del lugar —¡Triored! —murmuró cerrando los ojos.

    En medio de la sala, los grilletes de titanio que lo ataban al suelo no lo dejaban moverse en medio de aquel círculo que había visto por años, aquella marca que reconoció desde el primer momento en que abrió los ojos, el círculo del juicio. Estaba en medio del círculo de Triessag hecho cielo, el joven príncipe trató de erguirse pero el dolor acudió a él, entonces sonrió con cinismo, era típico de su hermano, del recto, el poderoso, el elegido, no era tan bueno como muchos creían.

    Levantó la mirada y vio que no estaba solo, estaba en el salón del juicio, aquel salón en donde Hades y Milausky fueron enjuiciados, y quien más podría llevarlo hasta allí, nada más y menos que su adorado y gentil hermano mayor, el muy cínico estaba de pie delante de él mientras que su padre Adrex, el rey y soberano del mundo de los ángeles no decía absolutamente nada, nada por protegerlo del castigo que le sería impuesto.

    —Veo que despertaste —la voz plana y sin sentimientos era típica de Adrex.

    —Gracias por el pequeño descanso forzado padre —las palabras escaparon de su boca, sin medir las consecuencias, sintiendo el golpe de manera inmediata.

    No retrocedió ante la dura mirada que cruzó el rostro de su padre, quien volvió a levantar la mano con la palma aun ardiendo, dispuesto a darle otro golpe y luego otro, pero Leudaroj, le sujetó la muñeca con una mano, mientras la marca rojiza se extendía sobre sus dos mejillas en un contraste con la palidez de su rostro masculino.

    Sus cabellos negros como el ébano, sus ojos verdes jade, la mandíbula apretada, puños apretados a sus costados, había cometido una falta grave a su corta edad —¿Cómo pudiste atreverte? —dijo tensamente Adrex, mientras sus manos avejentadas aun temblaban por la ira contenida.

    —¿¡Atreverme!? ¿Atreverme? Ella era mía, yo le amo. Yo le amo y tú sabías eso, pero aun así decidiste que era para Linus —le recriminó a su padre —Que su vida perteneciera a Linus.

    —Esas son las reglas —espetó —La protegida del Rey, la elegida por el pueblo debe desposarse con el primogénito, pudiste escoger a otra mujer, pero eres obcecado y terco.

    —¡Son tus reglas! Tú lo decidiste, tú elegiste a mi hermano mayor sobre mí. Él tiene el trono, la herencia y el poder, porque ha de tenerla a ella también. Pero ahora tienes las consecuencias, un hijo que no solo ha perdido tu respeto, sino que te odia hasta lo más profundo de sus entrañas —sonrió con cinismo, para luego sentir nuevamente otra bofetada pero aún más fuerte que las dos primeras.

    Sacó la lengua tomando los hilos de sangre que sobresalían de la comisura de sus labios, solo para escupirlos a los pies de su padre —Tú hiciste tu elección esta noche. Solo apresuré más las cosas, desde un inicio fui el hijo repudiado —quiso hacer frente, mostrarse duro, pero el dolor era evidente en su voz.

    —Eres solo el hijo maligno que me dio el señor —recriminó amargamente el Rey.

    —No hables de Dios, como si él no supiera bien como son las cosas en este mundo, acaso crees que no sé cómo es la tierra, acaso no saben todos aquí que pisas la tierra una vez al año por que estás enamorado de una mujer humana.

    —¡CALLA! —le advirtió rojo de ira, mientras que sus ojos negros se iluminaron.

    —¡NO! Esa es la verdad —apretó los dientes sin borrar la sonrisa de su rostro —Por qué ocultarla. Cuando no eres tan perfecto como los demás creen.

    Un joven Linus quiso acercarse solo para romperle los dientes a ese ángel condenado, pero Miaka lo detuvo —No te metas, debes dejar que tu hermano escarmiente.

    —Pero como puedes estar así de tranquilo, cuando mi propio hermano ha roto sus propias reglas, es un delito que no puede permitirse en nuestra casa, eso es típico de los demonios y sus pecados, pero nosotros no podemos ser corrompidos con ese tipo de acciones —espetó el joven, asqueado de lo que escuchaba de ese ser que no era de su especie.

    —Sabes bien que ella es mía. Y tú no podrás evitarlo —soltó una risa bisoña y ronca, pero aun así disfrutaba del momento —Yo nací para gobernar —sus ojos verdes brillaron con malicia mientras el brillo de su mirada y su poder resplandeció —Pero aun así decidí apartarme, mientras la tuviera a ella, nada importaba.

    —¡CALLA! —su padre elevó nuevamente la mano.

    —Podrás golpearme nuevamente, una y otra vez pero Triored será mía y ni tú ni nadie podrá detenerme. En ésta o en otra vida, ella será siempre mía.

    Linus desobedeciendo a su guardián, se acercó a su hermano deteniéndose frente a él, y antes de que pudiera reaccionar lo tomó del cuello, cortándole la respiración —La ira del gran Linus ¡Sucesor del trono! ¡Sucesor de una mierda! —despotricó.

    —¡Cállate! —bramó con seguridad.

    —Tú no eres mi Rey —espetó Leudaroj.

    —En eso tienes razón. Yo no seré tu rey —Adrex no pudo detener a su hijo, ya que antes de que pudiera hacerlo, Linus formó un campo de protección rodeándoles para que nadie interfiriera en lo trataba de hacer —Pero tampoco serás un príncipe.

    Golpeándolo nuevamente, Leudaroj cayó de rodillas, antes de atacarle extendió las alas para poder luchar, pero su hermano se apoderó de ellas arrancándoselas sin compasión, el ángel condenado gritó ante la sensación de ardor, de dolor mientras que éstas eran arrancadas lentamente de su espalda.

    Sin que nada pudiera detenerlo, el balance de su mundo se había visto amenazado, la tierra que ese ser nuevo sin alas pisaba comenzó a caer a pedazos mostrando el fuego del infierno —No llegaras a ser nada. Solo un esclavo condenado por querer tener algo que jamás será tuyo —dijo el mayor de los hermanos con fría autoridad.

    Pero esa alma condenada no se amilanó, tomó el pie de su verdugo asegurándole algo —Tú te arrodillaras ante mí, te quitaré lo que más ames en la vida. Nos veremos en otra vida ¡Hermano! —y se soltó cayendo a las profundidades de un mundo que nunca le perteneció.

    La caída fue dura, la sensación de ardor, de frío, hizo que su cuerpo no solo cambiara, sino que le hizo aún más débil de lo que solía ser, lo habían arrojado de su tierra, de aquella tierra que le pertenecía por derecho, le habían arrebatado lo que él consideraba suyo. Cansado por el agotador viaje, quedó en el suelo por horas, solo para despertar siendo diferente y ver que pertenecía a un mundo oscuro, un mundo al que siempre vio como un mundo destruido por un Dios que nunca supo comprender.

    CAPÍTULO 2:

    SILENCIO PODEROSO

    Cerró con fuerza los ojos ante el vago recuerdo de su condena, la sensación de ardor, de dolor, de cómo su cuerpo caía por un abismo amargo, en cómo fue convertido en ese ser perverso y despreciable, el recuerdo aún permanecía fresco tanto en su mente como en su cuerpo, su vida era una copia barata de la historia de Hades y Uran, pero no comenzó con una simple disputa de poder y obtener terreno, comenzó por el amor de una mujer, esa mujer que fue su perdición, esa mujer a la que amo y no tuvo agallas de matar con su propia mano.

    Sin más se llevó los dedos hacia los labios, apretó la mandíbula, pero aun así no pudo evitar recordar y quitar el sabor amargo de su boca —Siempre desee que fueses mía —un extraño sentimiento recorrió su espina dorsal, permaneció inmóvil, irritado consigo mismo por permitirse sentirse de esa manera.

    Supo que el amor que le tenía a Triored podía ser solo más que una vana obsesión que lo lanzó a la inevitable catástrofe, pero no era así, la amó en su momento, pero le fue arrebatada por Linus, sí, Linus era su hermano mayor, el joven prodigio, el sabelotodo, el que tendría mayores beneficios por ser primogénito. Él no deseaba revancha, no deseaba poder ni congratulaciones después de una batalla o menos ganar una guerra, solo quería una familia y su error fue comentarle a su padre que deseaba la mano de aquella dama, le había hablado en varias ocasiones a su padre que amaba a Triored, pero como siempre, el favoritismo de Adrex era conocido, haciendo lo posible para alejarlo de lo único que él deseaba en la vida, condenándolo a no pisar terreno de Ángeles, condenándolo a hacer esclavo de los demonios, pero se equivocaron, logró trepar día a día un lugar en el reino demoniaco con la única oportunidad de poder ver a Triored una última vez, poder tenerla, pero fue tarde, demasiado tarde.

    Para cuando lo hizo, aquel amor no era ni la sombra de aquella joven alegre y apasionada, Linus la había destruido, lográndola ver en su antiguo reino, ella estaba en medio de la oscuridad sentada en los jardines con una muy pequeña Alox en brazos, las guerras habían terminado por esos años, los Guardianes Oscuros tenían permitido pisar tierras enemigas con el único objetivo de dar inicio a sus reuniones anuales, donde debían guardar y respetar la tierra y promover la paz y deshacerse de sus verdaderos enemigos, los Axiul`s, y ese era el momento adecuado para él cruzar ese umbral, verla, decirle que aún la amaba y que no importaba nada.

    Al tenerla tan cerca quiso acercarse pero entonces vio a su hija, aquel fruto que Linus anhelo no solo por amor sino por posición, por tener un lugar seguro en el trono, por tener asegurado un reino y el poder. Sonrió al verla, negó con la cabeza y retrocedió, entonces supo que Sagira era la mejor opción, la única opción para poder tener un aliado dentro, un rostro y una mujer que le conseguiría todo por odio y amor.

    Quizás Natle solo fue parte de un daño colateral, las circunstancias no ayudaron a que el conocido demonio, Piora, lo hiciese una venganza personal, solo deseaba el lugar que su hermano le arrebato por ser el favorito de su padre, aquel padre que lo desprecio y lo dejó caer en lo más bajo por darle a su hermano mayor a la mujer que el más amó.

    La venganza que tenía en manos no era solo porque Natle era hija de su hermano, nada tenía que ver con ello ya, todo eso era parte de un pasado y el destino se había encargado de poner a la hija de la mujer que amó en su camino, un camino que seguiría solo para conseguir demostrar a todos que Dios no era tan poderoso, todo era y simplemente una jugarreta del propio destino. Cerró los ojos nuevamente, apartando cada amargo recuerdo, cada sensación de derrota y se dio cuenta que mandarme a lado de Natle solo había causado más problemas de los necesarios, él jamás pensó que el destino haría que ambos hermanos se enfrentaran en una guerra por poder y dominio. Supo entonces que aún seguía siendo débil, el amor que le profesaba a Triored aún muerta le impedía arrancarle el corazón a su hija y esperaba que el último sucesor varón al trono de los guardianes lo hiciera como era debido, despertando odio, celos y sobre todo duda, algo a lo que nosotros los hombres nos carcome aún más que a las mujeres.

    Para ello me envió dando justo en el clavo, Joe era aún más celoso de lo que yo pensaba, ni yo lo era tanto, éramos rivales, sin saber que un secreto más nos acompañaba a ambos, un lazo oculto que solo una sola persona guardaba por el bien de todos. Si bien los planes de Piora era que Natle cayera en un colapso emocional, con Joe en el camino solo lograba que ella se aferrara a la vida y que diera su alma misma por su salvación, pero si él la dejaba, ella no lucharía por nada que fuese ella misma, volviéndose egoísta, volviéndose lo que él siempre esperó.

    Levantando su copa en un silencioso brindis, la oscuridad no le permitió ver más allá de su soledad, su vida había sido convertida en un laberinto, dio una sonrisa ante tantos recuerdos, sin saber que su victoria estaba más lejos de lo que él mismo creía, no tenía la remota idea de que ambos jóvenes habían unido sus vidas, sus almas y sus corazones, ni yo mismo lo supe hasta que fue demasiado tarde, ya que hubiese hecho todo lo posible para que esa unión no se diera, aunque mi vida se extinguiera en el proceso, pero creo que es algo que nos sorprendió a todos al final.

    Eternos amantes, sobrevivientes a una guerra sin fin, obteniendo almas y dejándolas marcadas en el proceso, teníamos ya el inicio a nuestra libertad, lo que nuestros padres y antepasados no pudieron conseguir en años de lucha y guerra.

    Con la tonta y absurda idea de que Natle regresaría a sus dominios, esperó sentado en su trono con una copa llena en mano, esperando algún movimiento, pero las horas corrían, carcomiéndole por dentro, esperaba ansioso su llegada, perdiendo el poco autocontrol que le quedaba. Entonces sintió una leve caricia en los hombros haciéndolo estremecer, volvió el rostro solo para ver a su prometida, aquella mujer que poseyó con hambre por el simple hecho de olvidar a la verdadera mujer que deseó a su lado, ella intentó darle algo de diversión, a lo que él se negó.

    —¡Ahora no! No estoy de ánimos para tus juegos y mimos —espetó con rudeza, quitando bruscamente la mano de su hombro.

    Su amante misteriosa al ver su rostro pétreo, no podía dejar pasar ese momento tan vulnerable de Piora —¡Querido, tranquilízate! Toma todo con paciencia para tu bien y el mío.

    —¡Tan solo vete! No me des prerrogativas que ni yo mismo puedo ahora aguantar, necesito respuesta ante cualquier cosa que sucede en esta casi mañana —no deseaba que la hermana de su antiguo amor le diera mimos, besos, simplemente se negaba a tocarla ese día, simplemente quería olvidar que ella existía y tenerla cerca no ayudaba en esos momentos.

    —¿Aún la recuerdas verdad? —indagó ella, frunciendo la boca en un gesto despreciativo.

    —Por qué no me dejas en paz, Sagira ¿Obtuviste lo que deseabas no? Tuviste también tu venganza —le advirtió el hosco.

    —Pero qué gano con ello. Cuando su recuerdo aún me atormenta y tú no puedes olvidar a una mujer que solo te despreciaba.

    —¡Cállate Sagira! —le dirigió una mirada centellante, ignorando el gesto de cólera en los labios de ella.

    —Sí, duele verdad. Ella siempre me dijo que recordaba a ese muchacho desesperado por competir con su hermano, aquel repugnante muchacho —se acercó a él, enjaulándole en su propio trono con sus manos.

    Volvió el rostro, lanzándole una mirada asesina ante aquellas palabras, la empujó con brusquedad haciéndola caer de bruces hacia atrás por sus impertinentes palabras —¡Te advertí que callaras! —con una explosión de movimiento se puso de pie viendo como el color de Sagira se iba de sus mejillas —¡Te dije que callaras!

    —A qué le temes —siguió ella con firmeza —Temes que se entere el reino de los demonios que eres un caído, un ángel condenado a ser lo que eres, que eres hermano de Linus —sin poder evitarlo sus labios rojos se curvaron en una sonrisa sardónica —O que Moth, Ferryen y Sarah se enteren que no eres su padre —gritó ella, sin miedo a las represalias.

    —Crees que me importa —frunció el ceño mientras que sus labios se formaron en una línea apretada —Tú tampoco te salvarías. Eres un ángel camuflado en las tierras más bajas del mundo —hizo una pausa, acercándose a ella lentamente, mientras que ella tan solo retrocedió, arrastrándose —Eres una más, una escoria más en este mundo, un ser ruin, no te des aires de grandeza que no eres absolutamente nada ¡ABSOLUTAMENTE NADA! —le recalcó.

    —No olvides que tuviste una hija con esta escoria —le recordó, mientras que sus ojos brillaban con un ligero tono de satisfacción.

    En ese momento Sarah cubrió su boca amortiguando sus gritos ante ese descubrimiento, intentó recuperar su atención, su juicio, intentó asimilar lo que escuchaba detrás de la puerta, mordió su mano amortiguando sus sollozos, siguiendo de pie, escuchando la conversación de esos dos seres que desconocía en ese momento, mientras que sus lágrimas cayeron silenciosamente sobre sus mejillas.

    —No olvides que yo te di una hija, la única hija que pudiste tener, aunque dudo mucho que lo lograras —sin medir sus palabras, Piora se acercó a ella tomándola del cuello y levantándola sin miedo alguno de dañarla.

    —Y tú no olvides que aun te mantengo con vida por ella, agradece que pudiste concebir un hijo.

    —Si no me sueltas —trató de respirar y sacarse de encima a Piora —Les diré a esas chicas que tú solo eres el malnacido, el malnacido que mató a sus padres solo para obtener poder.

    —Di algo y saldrás igual de dañada que yo. Recuerda que tú eres reemplazable, yo no —apretó más su cuello —Siempre le tuviste envidia de su belleza, a su generosidad, ella es única ¡Ella era única! Pero la odiaste más cuando Linus se fijó en ella y no en ti.

    —¡Sí! Por eso tuve el privilegio de matarla cuando pude.

    Sarah había ido al despacho solo para contarle a su padre que amante intentó matar a Natle en su ausencia, pero se encontró escuchando como una discusión de aliado y cómplice rompía secretos ocultos, mostrando la verdad de la situación. Escondida entre la oscuridad del palacio, no pudo enfrentarse a ese nuevo problema que se presentaba en su vida, quiso regresar a sus aposentos, olvidar lo escuchado, pero solo se obligó a cerrar los ojos y tratar de salir de allí sin ser vista, hasta que de la nada una mano pesada cayó sobre su hombro.

    Sarah quiso gritar, pero se mordió la lengua evitando hacer algún sonido que los pusiera en advertencia sobre su presencia, quedándose quieta, sintió una respiración cerca de su oído y luego la voz conocida que le susurró —Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas.

    Tratando de tomar aire al saber quién era, lo vio de soslayo, era el hijo de Olimpus, aquel muchachito de cabellos largos y con rastas sujetadas en una coleta alta —Para ser una princesa estás muy mal educada —susurró con una sonrisa en sus labios.

    Llevándose una mano al pecho trató de explicarle lo que estaba sucediendo a Olid, a su mejor amigo, su aliado —¡Diablos! ¿Qué te pasa? Casi me matas del susto.

    —Tu padre seria quien te mate por escuchar conversaciones ajenas —susurró dándole un beso en los labios.

    —Lo dudo. Él piensa deshacerse de mí antes de tiempo.

    —Deja de decir tonterías ¿Cómo puedes decir eso de tu padre?

    —¡Baja la voz! —le ordenó —Como si se detendría por ello. Es por eso que lo digo, él acaba de confirmármelo sin enterarse de ello.

    —Creo que estas paranoica y escuchando cosas que no son —y antes de que terminara de decirle algo más, una tercera voz se sumó a esa conversación, llamando la atención de los dos jóvenes.

    Olid sin poder evitarlo sujetó a Sarah de la cintura pegándola a su cuerpo y tapándole la boca para que no dijese nada —Shhhh —le señaló con el dedo índice indicándole que guardara silencio, ambos vieron por la ranura de la gran puerta a alguien que jamás, jamás pensaron ver pisar el infierno.

    —¡OH DIOS MÍO! —dijeron ambos al unísono al ver de quién se trataba.

    Piora la soltó al sentir la presencia de alguien más en ese lugar, volvió el rostro, entonces lo vio a la distancia, sonriendo ante aquella visita inesperada, giró sobre sus talones, sentándose en su trono, inhibiéndose de ir y tocarle para salir de dudas y ver que era real, su rostro oculto entre las sombras —No esperaba ciertamente tu visita. Jamás pensé que tú vendrías, en mi larga vida no pensé verte aquí, en mi territorio —soltó una carcajada —Siempre supe que tú serías quién diera el primer paso y me elegiría.

    La visita de esa noche asintió con la cabeza al malévolo, sin decir palabra en esos momentos, no deseaba hablar más y empeorar las cosas más de lo que estaban.

    —Veo que nos entenderemos desde ahora ¡Recapacitaste! ¿Quién lo diría?

    Sarah en un comienzo no podía descifrar quien era, la oscuridad no les permitía ver bien, pero al escuchar su voz, ambos muchachos se paralizaron —¡No! No puede ser él —dijo Sarah perpleja.

    —Se supone que él no debería pisar estas tierras —Olid se encogió de hombros, tratando de cerrar la boca —Él se supone que es el bueno ¿No?

    —Quizás me decidí a hacerte una visita. Y saber que necesito para salvarle —respondió la voz masculina y a la vez mostrándole su rostro, tan solo sus ojos azules se distinguieron entre las sombras —Estoy dispuesto a servirte —apretó la mandíbula —Pero a cambio de salvarle.

    La luz de las velas se expandió, iluminando tenuemente el rostro de Joe, él había asistido a una reunión ilícita rompiendo sus promesas, sus votos, los votos que una vez le hizo a su padre, a Natle y a él mismo, tragó saliva y se enderezó formando puños a sus costados, había traicionado a su pueblo, su raza, pero lo peor, era que estaba dispuesto a romperle el corazón todo para mantenerla a salvo y fuera de las garras de Piora.

    —¡Querido niño! Tienes mi apoyo, salvarle y arrancarla de la muerte es mi objetivo, siempre lo fue.

    —Ella no pisará los infiernos —le advirtió.

    —Ella no pisará los infiernos —repitió el malévolo —Pero sabes que todo tiene un precio.

    —Sé que tu precio será elevado, pero vale la pena intentarlo.

    —¿Dispuesto a arriesgar todo?  —le preguntó

    —Todo —Joe inspiró profundamente, su pecho se infló tan fuerte que sus costillas mismas dolieron —Arriesgar todo es poco comparado con mi amor por ella.

    —Si quieres salvarla, deberás alejarte de ella. Es así de simple, debes irte, continuar con tu vida, con tus planes, debes dejarla sola.

    —Cómo me aseguraré que tú no entraras a su vida después de ello.

    Piora se encogió de hombros restándole importancia a las palabras de Joe —Deberás de confiar en mi palabra —volvió el rostro para ver a Sagira, quién lentamente se ponía de pie, extendió la mano y ordenó —Tráeme la daga.

    Joe por un momento él no la reconoció, pero sabía que ese rostro le era familiar, la vio caminar hacia la mesa de piedra que resguardaba esa daga, al tenerla entre sus manos retrocedió viéndole fijamente, mientras que Piora no daba crédito a lo que sus ojos veían, jamás pensó que las cosas dieran un giro tan conveniente e inesperado.

    —He aquí a un conquistador, un demoledor de almas perturbadas y un ser despreciable para nosotros, aunque su corazón es solo de una persona, marcado hasta el cuello de amor. Un joven enamorado que desea salvar a su gente y ser el vencedor, un joven que daría su vida a cambio de aquel amor que creció en cautiverio, creció ocultándose, creció sin saber que es un arma mortal, un arma destructiva que desde su inicio fue construida para ello —cuestionó al visitante, acercándose a él rodeándole como una presa, escrutándole con la mirada.

    Los masculinos pómulos de Joe se tiñeron de rojo al verse bajo ese enervante escrutinio, tomó tanto aire como sus pulmones se lo permitieron para tratar de controlar sus emociones en ese momento.

    Sarah al sentir los pasos en su dirección quiso adentrarse a la oscuridad de la habitación, pero Olid no se lo permitió —¡No, Sarah! Vámonos de aquí, es peligrosos y aun ahora que sabemos tantas cosas —antes de que ella pudiera objetar, él la tomó de la muñeca y desaparecieron del lugar, ellos ahora eran un peligro inminente, algo que ni Piora mismo podía ya controlar.

    Sagira se acercó a él y le entregó el frío metal a las manos, él no se amilanó ante la presencia de la mujer, pero sí se percató de su marca y lo familiar que le resultó ser, él no era el único que había traicionado a su raza, no era el único en estar bajo el servicio de Piora. Por un instante sintió el poder que esa daga emanaba y pudo sentir que era la misma fuerza que sintió en Roma cuando Natle se descontroló —Yo quiero evitar que muera —respondió observando la daga con desprecio y desdén —No quiero adelantar su muerte con esta daga ¿Para qué me le entregas si no quieres que muera por mis manos?

    —Tan solo te muestro qué y quién le quitara la vida, no es una espada, no es accidente, o una enfermedad, es esa daga y quien la posee es quien le arrebatará la vida. Es algo que no se podrá evitar en su momento, pero —hizo una pausa significativa —Se puede evitar ese final si tú haces algo por mí.

    —¿Cómo sé que no es un truco? —preguntó él sin apartar la vista del demonio.

    —Por la misma razón que esa tarea te lleva a salvar su vida, su alma y cuerpo.

    —Sabes que yo llegaré hasta el fin de los mundos con la única tarea de salvarle de la muerte, por eso soy su guardián, para ello me crearon, me entrenaron, para protegerle, para guiarle —elevó la barbilla, mostrando su valentía, pero aun así su cuerpo temblaba precipitadamente ante el miedo.

    —Veo que recordaste tu pasado —no se limitó en decir la verdad —Tus enseñanzas. Eso, eso es querido Ïlarian. Te crearon para matarla, para poder obtener su vida, para darle a Dios el poder de destruir este mundo corrupto, pero veo que las cartas se han invertido al sentirte enamorado de la joven arma de poder, al sentirte enamorado de tu protegida ¿Dime? No es curioso el amor. Es una ciencia difícil de entender —negó con la cabeza, como podía burlarse cuando él mismo había sufrido de la misma enfermedad —No hay nada que hacer ¡El amor! ¡El dulce amor! —sus palabras eran tan frenéticas, como disparatadas, había cierta burla en ellas, pero su odio reprimía todo, en cada palabra dicha apretaba los dientes con fuerza.

    —Solo ve al grano y dime ¿Qué debo hacer? —le interrumpió, lanzándole nuevamente la daga en sus manos.

    —¿Estás dispuesto a hacer todo con tal que ella viva?

    —Estoy dispuesto a morir si es necesario y creo que ya quedó claro.

    —Ante lo que te pediré a cambio debes pensarlo bien, no es una decisión que se pueda tomar a la ligera ante el precio que pagaras. Para todo hay un precio y un sacrificio.

    —No era de suponerse. Contigo hay un precio para todo Piora —espetó Joe, mordaz —No importa si pago con sangre este pecado, esta traición que cometeré. Tan solo la vida de ella es la que me interesa. Tan solo su vida y no la de los demás —su expresión no cambio en nada pero sus ojos se endurecieron aún más de que costumbre

    —¡Niño! El precio es mucho más alto que tu vida misma. Tu vida es un grano de arena comparada con la de ella. El precio que deberás pagar será tu amor por ella al igual que su olvido... Su olvido ETERNO.

    A tales palabras su rostro se volvió lívido como la cera y sus ojos azules carentes de vida, titubeó, trató de decir algo, de negarse, obligarse a retroceder, pero sus pies estaban clavados al suelo, pero tan solo una palabra salió de sus labios sin control alguno —¡Esta bien! —hizo una pausa significativa, intentó tragar el duro nudo que se formó en su garganta, pero sintió la boca más seca de lo que él mismo creía —Lo haré, es una tarea. Puedo hacerlo, lograré hacerlo.

    —¿¡Fácil!? No lo creas así muchacho —disfrutaba, le causaba placer ver como los demás sufrían, era un dulce juego de niños para él —Creo que no me has entendido, Ïlarian.

    —Me dices que me aleje de ella, que trate de olvidarla.

    —No es tan simple. Si quieres que ella conserve su vida y luche por ella, romperle el corazón es la clave, su corazón es la clave de todo este juego sin reglas. Con tu olvido, ella podrá iniciar, podrá vivir, elegirá seguir —hizo a un lado su camiseta para poder ver su hombro sin mancha, pero con un leve rasguño en su piel, la marca se hizo presente, sin dolor, sin tener idea que apareció —Ambos no eligieron esa vida, no tuvieron opción. Aunque sus padres los concibieron sabiendo que ustedes serían tan solo cenizas después de la guerra que estaba predestinada para este mundo.

    —Dime que es ese símbolo que acabas de conjuran en mí —replicó Joe, no era tonto, sabía que Piora tenía cosas muy ocultas, sabía que tenía muchas maneras de jugar sucio.

    —Solo trató de darte un pequeño empujoncito, acabo de cerrar mi mejor trato y sé que con el tiempo comenzarías a recordar tu vida pasada y con ello la misión para la que fuiste entrenado tomaría el control de tu vida, pero después de esta noche no podrás recordar.

    —Me obligaras a olvidarla.

    —Olvidar un amor de esa magnitud no es fácil, llevará tiempo pero me aseguraré de que tú cumplas tu parte del trato.

    —Cómo saber que tú cumplirás tu parte.

    —Porque ella estará con vida —su fría mirada perforó el rostro de Joe —Haz tomado la mejor decisión, ya que ella sin mi intervención moriría, morir y salvar a la gente que le rodea, morir por tus propias manos, tus manos y su sangre son el arma para la salvación del mundo, sacrificarla en su nombre y darles libertad a pueblos oprimidos, pero también destruyendo al mal, toda una misión sin sentido y todo porque eres el último varón de la generación, lamentablemente hubiese sido distinto si ella no hubiese sido una adorable mujercita —rodeaba al muchacho con la mirada, además de con sus pasos, tocando su espalda —¿Por qué dar la vida por seres miserables? Por seres que ni siquiera lo merecen, acaso no ves la crueldad de este mundo, y créeme cuando te digo que yo no estoy involucrado... —gesticuló con ambas manos —Como padres matan a sus hijos, hijos matan a sus padres, como niños matan a sus mascotas, como el hombre ultraja a las mujeres, como el hombre mata al hombre ¡Reacciona! Ve a tu alrededor, acaso no ves televisión. Tengo la certeza que sí viste todo en el hospital cuando llevaban a Max a que le quiten la bala de su hombro —levantó su mentón observándole con firmeza —El caso más reciente de crueldad es Michel, como su propia madre le rechaza después de años. Su padre te pidió que te la llevaras. Muchacho no seas ingenuo, ve la crueldad del mundo, estamos hoy en una era muy cruel y nefasta donde los principios y la moral quedaron atrás, tan solo queda el pecado y el libertinaje, es la única manera de divertir hoy a los nuevos jóvenes, con drogas y... —hizo una pausa dejando de hablar por solo unos segundos —Sabes bien a que me refiero... Creo que ya eres mayorcito como para saber de qué ese evento está fuera de nuestro control ¿Acaso eso es bueno? ¿Acaso eso merece vivir en el mundo? Querido Ïlarian, has hecho lo correcto al venir a mí.

    —Ella no deberá sacrificarse por nadie, eso no lo permitiré.

    —Entonces está hecho —extendió las manos —Seré misericordioso y conservarás no solo su vida, sino la de tus seres más queridos —regresó a tu trono y soltó un suspiro —¡Vete ya!

    —Antes de que me vaya y me aleje de ti, quiero saber la verdad.

    —Tienes una lengua viperina —lanzó una carcajada menos ronca y estridente de lo normal —Me gusta tu manera de ver las cosas... Crudas, sin maquillaje, sin tintes y vacilaciones —dijo con fingida indiferencia —¿Quieres saber si hubieses podido tener un futuro con ella?

    —La verdad, solo quiero saber la verdad ¿Tuve alguna oportunidad?

    —¿Quieres que sea sincero? —por un momento Joe vio en Piora un atisbo de debilidad y compasión.

    —Claro que sí. Aunque creería que jamás lo has hecho en tu vida.

    —Antes de ti. Antes de todo, antes de ser lo que soy, tuve un corazón al cual desecharon e hicieron que se pudriera en lo profundo de su miseria —le explicó —Así que digamos que hoy es tu día de suerte —arrugó la nariz —Me siento compasivo y es algo muy raro ¡Créeme! Y mereces la verdad después de todo —hizo una pausa significativa, tomando aire y continuando —No tienes futuro con ella. Jamás sucederá, aunque si prefieres que te mienta, podría decirte que podrás irte con ella, huir, vivir una nueva vida y tener la familia que sueñas, que Natle sea tu esposa, la madre de tus dos adorables hijos, que por cierto son encantadores y muy fuertes. Aunque tu hijo mayor será un poco duro como su abuelo Linus…Bueno —se encogió de hombros —Siempre el crimen se lleva en la sangre ¡No lo crees así, Joe! Pero alejarte de ella, para que conserve su vida es alejarte de todo lo que ella fue una vez, alejarte de sus besos, de sus caricias.

    Trató de tragar sus lágrimas, mostrarse débil y dolido solo magullaba su ego ya herido, con los ojos aun brillantes se dio cuenta de que Piora por una vez en largo tiempo mostraba pena, aunque sabía que solo era fingida, además de su charla de moral y ética, sugestionando todas las palabras, habló de lo justo e injusto, de lo bueno y malo, de lo caótico y determinado que era la vida.

    —En verdad no logro entenderte, no entiendo qué tratas de hacer Piora ¿Qué es lo que deseas lograr?

    —Una pregunta justa. Un punto justo creo yo —declaró aferrándose a sus palabras —Yo solo quiero lo que es mío. Lo que me arrebataron hace décadas y sin miedo alguno me condenaron a un mundo oscuro. Acaso no estás cansado de ser un segundo plano —volvió el rostro hacia la daga, aquella daga que como él tenía una larga historia.

    —¡No! ¡No creo! —respondió cortante Joe.

    —Es de suponerse ¿Ni con Max?

    —No entiendo. ¿Qué tendría que tener él? ¿Quién

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