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La forja de una feminista: Artículos periodísticos (1920-1921)
La forja de una feminista: Artículos periodísticos (1920-1921)
La forja de una feminista: Artículos periodísticos (1920-1921)
Libro electrónico427 páginas5 horas

La forja de una feminista: Artículos periodísticos (1920-1921)

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Este volumen recoge 63 artículos periodísticos de Clara Campoamor, prácticamente desconocidos hasta hoy. Se publicaron entre 1920 y 1921, cuando la autora contaba 32 años, todavía no había concluido el Bachillerato y trabajaba como profesora de la Escuela de Adultas de Madrid. Estos textos de la futura sufragista muestran su primera vocación literaria y son fundamentales para perfilar su espíritu combativo y moderno. Nos adentran en el mundo de expectativas de una mujer autodidacta y ansiosa por conocer la sociedad que la rodea. Campoamor se interesa sobre todo por la vida de las mujeres, por las heroínas anónimas que se desmarcan del tradicional papel femenino y persiguen su futuro en un medio social que limita sus posibilidades (estudiantes, trabajadoras, feministas, opositoras, artistas…), pero también aborda el contexto social de los más humildes y marginados, que precisan de auxilio material o de la más elemental instrucción. Siempre, ante una y otra realidad, la periodista Clara Campoamor toma partido, como seguiría haciéndolo durante toda su vida.
IdiomaEspañol
EditorialRenacimiento
Fecha de lanzamiento11 jun 2021
ISBN9788418818059
La forja de una feminista: Artículos periodísticos (1920-1921)

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    La forja de una feminista - Clara Campoamor

    1.pngclara-campoamor

    Clara Campoamor

    la forja de una feminista

    Artículos periodísticos 1920-1921

    Edición y estudio de

    Isabel Lizarraga Vizcarra y Juan Aguilera Sastre

    © Herederos de Clara Campoamor

    © Edición: Isabel Lizarraga Vizcarra y Juan Aguilera Sastre

    © 2019. Editorial Renacimiento

    www.editorialrenacimiento.com

    polígono nave expo, 17 • 41907 valencina de la concepción (sevilla)

    tel.: (+34) 955998232 • editorial@editorialrenacimiento.com

    Diseño de cubierta: Equipo Renacimiento

    Fotografía de Clara Campoamor coloreada por Zeldave (Gisele Nash)

    isbn: 978-84-18818-05-9

    PRESENTACIÓN

    La tr ascendencia histórica de Clara Campoamor es incuestionable. Su trayectoria vital y su lucha incesante por la emancipación de la mujer, por la libertad y por la justicia, por los derechos irrenunciables del ser humano, continúan siendo un referente ineludible en nuestros días. De ahí su permanente actualidad y el creciente interés por su figura, palpable en ámbitos muy dispares que rebasan lo puramente académico. No cesa de acrecentarse la bibliografía que directa o indirectamente aborda los hitos más relevantes de su vida, en especial su defensa apasionada del voto femenino en las Cortes Constituyentes de 1931, su pionera e intensa carrera como jurista, sus trabajos como activista feminista y pacifista, su militancia política y su labor parlamentaria, sus múltiples actividades durante la Segunda República, su exilio sin retorno, en fin. En este contexto, aparte de los numerosos trabajos de investigación que sigue suscitando (véase Samblancat, 2018), habría que destacar las contribuciones que se vienen haciendo para rescatar su legado, con reediciones de sus libros más relevantes (sus conferencias reunidas en el volumen El derecho de la mujer [1991, 2007], El voto femenino y yo: mi pecado mortal [1981, 2001, 2018], La revolución española vista por una republicana [2001, 2002, 2009], El pensamiento vivo de Concepción Arenal [2013], Sor Juana Inés de la Cruz [1984] ) y recopilaciones de textos dispersos como «La condición de la mujer en la sociedad contemporánea» (2006) o de algunos de sus artículos periodísticos publicados en el exilio, como los recogidos por Concha Fagoaga (2017) o Beatriz Ledesma (2018, 2019).

    Resulta llamativo, sin embargo, que no se haya prestado atención, más que muy tangencialmente en algunos trabajos como los de Fagoaga y Saavedra (2006) y Martínez (2008), o como fuente documental en otros (Fagoaga, 1985; Aguilera y Lizarraga, 2010), a sus textos periodísticos previos al exilio, prácticamente desconocidos. Es esta una faceta que suele despacharse en los estudios sobre Clara Campoamor con una referencia que ella misma ofrecía en su libro El voto femenino y yo y que, como veremos, ni siquiera resulta exacta. Así resumía su trayectoria, que casi siempre desarrolló de manera individualista y con pocos apoyos, una cita repetida sin cesar en los sucesivos trabajos dedicados a su vida y obra:

    En el orden personal me he formado en lucha abierta, sola, privada de ayudas y sin buscar apoyo de ningún clan, lo que acaso sea el manantial directo de mis penalidades. He trabajado primero manualmente, después en la Administración del Estado, ingresando más tarde, por oposición, en el profesorado, y simultaneando esos trabajos con los particulares o periodísticos, laboré en La Tribuna, Nuevo Heraldo, El Sol, y El Tiempo y colaboré en otros. En esa etapa hice mis estudios de Derecho y en 1925 comencé a ejercer la profesión de abogado. (Campoamor, 2018: 241)

    En este volumen ofrecemos una primera entrega con que llenar ese vacío bibliográfico y, de paso, ponemos a disposición del lector nuevos datos y aspectos inéditos que contribuirán a perfilar con mayor precisión el espíritu combativo y moderno de Clara Campoamor. Estos primeros textos periodísticos de la futura sufragista nos adentran en el mundo de expectativas de una mujer que a sus 32 años aún no había concluido el Bachillerato ni comenzado sus estudios de Leyes, autodidacta y ansiosa por conocer el mundo que la rodeaba, ante cuya curiosidad sin límites se abrían variados y sugestivos caminos. En una sociedad obligada a entender la nueva proyección que la mujer moderna comenzaba a demandar con urgencia, Clara Campoamor bucea en los retos que afrontan las mujeres de su entorno, a la vez que nos permite rastrear sus propias inclinaciones, su visión de los diferentes aspectos en que va cristalizando el inevitable protagonismo de las mujeres en la sociedad contemporánea. Porque en casi todos sus artículos la mujer es la protagonista, y todos ellos reflejan el esfuerzo de unas heroínas, anónimas casi siempre, que contradecían y superaban la imagen tópica de la mujer tradicional: mujeres luchadoras que persiguen su futuro en un medio social que limita sus posibilidades (estudiantes, trabajadoras, convencidas feministas, opositoras, artistas…), pero también la realidad de los más humildes y marginados, que precisan del auxilio material (enfermos, niños en situaciones precarias, abandonados o necesitados de higiene) o de la más elemental instrucción. Y, siempre, ante una y otra realidad, la periodista Clara Campoamor tomará partido, como seguiría haciéndolo toda su vida.

    Los artículos periodísticos que aquí recuperamos son una primera muestra de su viva inteligencia, de su determinación, de su espíritu constante de superación y de su pasión por saber y aprender, por más que las circunstancias la obligaran a interrumpir sus estudios muy joven. Y resultan determinantes, como veremos, para su formación personal y para entender su actitud ante la vida. Su análisis permite una visión más coherente y fidedigna de la Clara Campoamor activista y defensora de los derechos de la mujer, que alcanzará fama y prestigio más tarde por su labor como jurista y como parlamentaria.

    Isabel Lizarraga Vizcarra

    Juan Aguilera Sastre

    Logroño, abril, 2019

    ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS

    HOY (NUEVO HERALDO)

    Concepción Arenal

    Hoy, 30 de enero de 1920, p. 5¹

    «¿Todos los hombres tienen aptitud para toda clase de profesiones? Suponemos que no habrá nadie que responda afirmativamente. ¿Algunas mujeres tienen aptitud para algunas profesiones? La respuesta no puede ser negativa sino negándose a la evidencia de los hechos.

    ***

    Y si a tal hombre apto no se le prohíbe el ejercicio de una profesión porque hay algunos ineptos, ¿por qué no se ha de hacer lo mismo con la mujer?».

    Concepción Arenal

    , La educación de la mujer.

    Realiza la ilustre mujer cuyo nombre pronunciará hoy con amor España entera, en el libro a que nos referimos, la augusta labor del sembrador.

    Combate reciamente los arraigados prejuicios que circundaban la vida intelectual y activa de la mujer fuera del círculo del hogar. Defiende luminosamente derechos naturales, lógicos, irrebatibles. Llega en el campo de acción a que estima llamada a la mujer a audacias sublimes, en apariencia incompatibles con su respeto a la Iglesia, cuando en nombre de su más pura naturaleza reclama para la mujer el ejercicio del sacerdocio.

    Pero con todo ello gustamos de imaginar que Concepción Arenal realizaba expresamente con su Mujer del porvenir la labor de sugerir anhelos, de encerrar en el espíritu de todas sus lectoras el germen de un ideal: el derecho al trabajo.

    Este libro, que casi carece de doctrina teórica, es como una razonada exposición de derechos anteriormente cimentados.

    Verdaderamente, cuanto en teoría pudiera aportarse, con sólida trabazón quedaba expuesto en su obra La educación de la mujer. Y después de ella poco ha podido decirse que la igualara y casi nada que pudiera sobrepujarla.

    ¿Qué concepto puede ganar en solidez al argumento que extractamos al principio de estas líneas?

    Con la señora Arenal se ha dicho ya cuanto en teoría puede favorecer a la mujer. Después de ella la única labor que puede interesarle es la de una prudente práctica, concienzuda y firmemente encaminada.

    Y este «mandato» es lo que principalmente extraemos del libro que quisiéramos glosar.

    Con su exquisito tacto, a la vez que con su delicada ternura, rebasa para la mujer la intervención en las luchas políticas, cuyo estrecho y mísero criterio considera nocivo para su espíritu.

    Pero a la sutil pensadora no podía ocultársele que solo tienen solidez aquellos derechos que las disposiciones legales consolidan, y que La mujer del porvenir que su justiciero espíritu forjara no será una amplia y total realidad en tanto que la influencia femenina no pueda legalmente ejercitarse en el campo de la política y de la legislación.

    Por esto creemos que el claro talento de aquella mujer, que honró nuestro siglo XIX, dejó deliberadamente este aspecto de la evolución femenina, muy difícil de insinuar en aquella época; pero a la vez proponíase, y acertó a llevar a su libro, el latido de todas las esperanzas que puede abrigar la voluntad femenil en elevados empeños y, acaso sin saberlo, a la vez que sienta su negativa rotunda a una intervención en el terreno de la política, la sugestión que más claramente fija su libro en la mujer moderna es la de conquistar esa competencia legal que le permita intervenir en la política para obtener, por una modificación legislativa que nunca se conseguirá sin su concurso, la capacitación que la excelsa escritora razonaba.

    El congreso internacional femenino.

    Un camino a seguir

    Hoy, 20 de febrero de 1920, p. 4

    En la junta celebrada ayer por el Comité Español de la Alianza Internacional para el Sufragio Femenino, encargado de preparar en España la celebración del octavo Congreso Internacional, se han manifestado claramente los inconvenientes que para la obra de capacitación femenina en nuestro país pueden derivarse de la ostentación de un pueril individualismo o cuando menos de una actividad erróneamente encauzada.

    La secretaria general del Comité, doña María Martínez Sierra, al dar cuenta de las gestiones realizadas hasta el día, transcribió una carta recibida de la secretaria de la asociación inglesa, organizadora del Congreso Internacional, en la cual se notificaba la entrevista celebrada en Londres con la presidenta de una de las asociaciones femeninas de España –que recientemente dio una conferencia en un importante centro legislativo– y de las dificultades por ellas expuestas para llegar a la realización del anunciado Congreso en la capital de nuestra patria.

    Estas dificultades eran: la no aceptación previa del español como idioma oficial y la posibilidad de que no pudieran afiliarse a la Alianza Internacional más de una agrupación femenina, siendo varias en España las disidentes (sic).

    Al comunicar estos extremos se acompaña copia del escrito en que se contesta a la pseudorrepresentante de las organizaciones femeninas españolas, y la síntesis de esta respuesta es:

    Primero. Que la Junta Directiva de la Alianza no tiene facultades para afiliar sociedades ni decidir qué idiomas oficiales serán los del Congreso.

    Segundo. Que estas son cuestiones previas que resuelva el Congreso en su primera reunión; y

    Tercero. Que el Congreso afilia en esta primera sesión a todas las sociedades que lo solicitan, y que el idioma del país donde el Congreso se celebra se considera invariablemente como idioma oficial en las reuniones de propaganda.

    Cae aquí por su base cuanto hasta ahora ha pretendido realizarse al amparo de un falso sentimentalismo, basado en la exclusión del idioma español en el próximo Congreso, puesto que matemáticamente queda demostrado que nuestro idioma será necesariamente reconocido como oficial en el importante acto que se prepara.

    Hecha esta breve exposición de hechos y renunciando a desentrañar ciertas actuaciones individuales que fácilmente podrían poner en peligro la celebración de la asamblea internacional en Madrid, cuestión vital para un rápido avance de la reivindicaciones femeninas, vamos a tratar este asunto en tono un tanto más elevado, como corresponde al tema propuesto.

    Y en este plano, confesamos no comprender las razones fundamentales que separan entre sí a algunas organizaciones españolas, motivando el hecho insólito de presentar sus discrepancias ante la Alianza extranjera, que fácilmente puede alarmarse con la sospecha de nuestra ligereza.

    No hay razón ninguna que justificar pueda esta actitud, francamente suicida. Ni discrepancias de sólidos principios, ni vanidades personales, ni aun absurdas realidades prácticas, son admisibles ni tolerables. Solo una gran puerilidad, una enorme inconsciencia puede mantener lo que es un gran equívoco.

    No se trata de afirmar principios doctrinarios, ni opuestas tendencias, ni diversas normas sociales. Se trata llana y únicamente de alcanzar una capacitación femenina, simbolizada en la obtención del sufragio. Y la primera realidad práctica para su consecución es la celebración del Congreso Internacional de Madrid, acto con que se honra y se beneficia elevadamente a la mujer española y al que es indispensable que ella coopere con un alto concepto de disciplina social.

    Y ante esta realidad no hay sino tres caminos: adherirse a ella, combatirla de frente o la absoluta indiferencia. Y nada más. Todo eso de hallarse conforme con los principios proclamados y discrepar en minucias que a la larga obstruyen pesadamente es hostil a la lógica.

    Nada importa el matiz de unas u otras agrupaciones, y todas deben conservarle cuidadosamente. La finalidad en cuyo camino deben hallarse todas es proveerse de medios de lucha para prestar mañana la suma de esfuerzos a los respectivos ideales. En esta posición espiritual ha de situarse toda mujer española y bien sencillo le será descubrir en la más opuesta tendencia la colaboración que necesita para alcanzar la fuerza social con que combatir esa misma tendencia noblemente en el porvenir.

    Por ello estimamos que la conducta a seguir por las asociaciones de mujeres españolas es la formación de una conjunción feminista circunstancial, sin otra misión que la de preparar la labor que llevará España al Congreso Internacional y la de cooperar con todo su esfuerzo al logro del ideal común.

    Primero, realidades, y luego, lucha, toda la lucha que se quiera, que con ella colaboramos al progreso humano y a la perfección femenina; pero puerilidades, no, que «en estas disputas...» se está jugando la inmediata realización del progreso femenino español y el concepto que de nuestra sociedad social tengan las asociaciones extranjeras que pensaron en la austera castellana (sic) al organizar un Congreso honrado con la presencia de tantas mujeres que durante la guerra laboraron por su ideal, encarnando las más nobles y laboriosas actividades.

    Aires de fuera. La delegada oficial

    del Uruguay a su paso por España

    Hoy, 20 de mayo de 1920, p. 2²

    La Alianza internacional del sufragio femenino, al organizar para los primeros días de junio el Congreso internacional, que se reunirá en Ginebra y debió celebrarse en España, invitó oficialmente a los Gobiernos de todos los Estados.

    Tan solo cuatro han respondido al llamamiento, enviando una delegada oficial: Inglaterra, Estados Unidos, Noruega y el Uruguay, que envía a la doctora Paulina Luisi.

    Durante su estancia en Madrid, hemos conversado con esta interesante mujer, que será la única representante oficial de los países de raza latina en el Congreso donde se debate una de las cuestiones que, pese al desdén oficial de tantos países, más interesan al progreso y al futuro desenvolvimiento social: la intervención de la mujer en la actividad política.

    Una luchadora

    La doctora Paulina Luisi es la autocinceladora de un tipo de noble mujer moderna, ponderada, de gran actividad y entusiasmos fecundos.

    La primera doctora graduada en la Universidad de Montevideo ha combatido cara a cara los primeros prejuicios desatados contra la actividad espiritual femenina, y ha conocido personalmente cuanta energía y resistencia debieran animar a las mujeres que abrieron brecha en el férreo bloque de la rutina oposicionista, conquistando, en tiempos infinitamente difíciles para esta clase de combates, el puesto preeminente a que era acreedora.

    Las disciplinas científicas de la doctora Luisi, que antes de consagrarse a la Medicina laboró en le terrero pedagógico, pusieron en la propaganda de los derechos feministas, a que con celo se consagró después, el sello de un alto sentido práctico, de un valor de realidad, que ha hecho de su organización feminista un continuado éxito.

    Nos habla una mujer que moldeó su vida de acuerdo con su espíritu, y sacando de la lucha nuevas fuerzas, las consagró al porvenir de sus compatriotas, grabando en las realidades obtenidas las bellas esperanzas de mañana.

    El feminismo en Uruguay

    En 1916 se fundó en el Uruguay el Consejo Nacional de Mujeres, que preside desde entonces, por reiterada designación, la doctora Luisi, y que bajo su firme orientación hizo una amplia obra.

    La asociación, que estudia y labora por toda clase de temas que afectan al mejoramiento de la mujer y de la sociedad en pleno, en unas acertadas campañas, logró grandes resultados prácticos, en la lucha contra la reglamentación de la prostitución, el alcoholismo y la defensa de los intereses de la mujer.

    Frente a estas campañas, en las que se trató por la asociación feminista temas de ordinario tan rehuidos con una gran firmeza y sin hacer concesión ninguna a la puerilidad, especialmente en la campaña contra la reglamentación de la prostitución en Montevideo y Buenos Aires, fue la prohibición del establecimiento de prostíbulos, conservándose, sin embargo, la inscripción obligatoria; la aprobación de una ley contra el proxenetismo, que después ha sido mejorada y también una ley de represión y expulsión contra los explotadores de mujeres.

    Asimismo, y merced al esfuerzo de las feministas, se ha obtenido de la Dirección de Enseñanza el establecimiento, en las escuelas primarias, a partir del quinto grado, de la enseñanza sexual, y la celebración de conferencias sobre profilaxis venérea en las escuelas de adultos. También funciona el Comité contra la trata de blancas.

    Las victorias alcanzadas nos dan ligero [sic: sin sentido por error de imprenta] uruguayas, cuya actividad iniciada en fecha reciente ha sido tan lisonjera en aquellos aspectos más interesantes a la raza y salud social.

    Entre otras concesiones interesantes para la mujer, el Consejo ha logrado las siguientes: establecimiento de la enseñanza oficial de linotipistas mujeres, a cuyo aprendizaje particular se oponían los obreros; prohibición de acceso al cinematógrafo a las menores, para quienes se celebran sesiones infantiles; importantes medidas restrictivas contra el alcoholismo; protección a las dependientas de comercio; acceso de la mujer a todos los empleos, trabajos y profesiones, con la excepción de la de escribano, sobre cuya limitación se debate ahora un caso práctico, etc. etc.

    El Consejo tiene numerosísimas asociadas individuales y gran cantidad de afiliaciones gremiales; una de estas es la de telefonistas, que cuenta con 250 agrupadas.

    A favor de estas modestas y sufridas obreras, acaba de obtener la doctora Luisi el triunfo más resonante. ¡Ahí es nada!: conseguir de la compañía extrajera que explota el servicio un aumento en el sueldo de las telegrafistas que, de 20 duros, han pasado a 30 mensuales, y esto, sin exponer a las agrupadas a represalia ninguna, ya que las negociaciones fueron llevadas exclusivamente por la Directiva del Consejo.

    En igual forma se lograron mejoras para diversas agrupaciones gremiales.

    Feminismo político

    En este aspecto la realidad se inicia también a través de expresivas esperanzas.

    Las mujeres uruguayas han realizado diversos actos públicos, aparte de sus campañas de propaganda, en demanda de la obtención de derechos políticos.

    Manteniéndose dentro de la mayor corrección y prudencia, han exteriorizado sus deseos en todo momento.

    El primero de estos actos fue la manifestación de duelo celebrada con ocasión del fallecimiento de una alta autoridad uruguaya, autor del primer proyecto de ley presentado a la Cámara en demanda de concesión del sufragio a la mujer; al acto, según manifestación del actual presidente del Uruguay, y entonces ministro de Asuntos Extranjeros, y entusiasta feminista, asistieron en mayor número las mujeres, entre las que se hallaban representadas todas las clases sociales.

    Actualmente existen dos proyectos de sufragio femenino depositados en la Cámara uruguaya que sesteaban profundamente, en espera del dictamen de la comisión correspondiente; una continuada serie de esfuerzos, demandas y reclamaciones femeninas ha triunfado de la apatía parlamentaria, y uno de los proyectos ha salido bien informado de la comisión. ¡Con cuánta fe no prepararán su bien templado ánimo las mujeres uruguayas adiestradas en el combate para triunfar en esta última trinchera, la más difícil de salvar por la especial constitución de las Cámaras, pero de cuyo obstáculo triunfarán innegablemente las meritísimas luchadoras!...

    La revelación de Portugal

    La doctora Luisi lleva al Congreso Internacional, además de la delegación oficial de su país –con la que una mujer de habla y raza española ostenta la investidura que sanciona a las delegadas de países como Inglaterra, Estados Unidos y Noruega, faros de luz del progreso mundial– la representación de cinco asociaciones de la Argentina, y ya en Madrid, le fue confiada telegráficamente la de las asociaciones del Paraguay.

    A su paso por Portugal, la Asociación Feminista de Lisboa le ha conferido igual representación.

    —¿Existe una intensa organización feminista en Portugal?

    —Sorprendente; en este aspecto, como en el orden social, Portugal ha sido para mí una verdadera revelación –nos dice con sincero entusiasmo la doctora Luisi–, y creo que se carece de noticias fidedignas acerca de la importante transformación política realizada al oeste de Iberia; mi ánimo, preparado a no sé qué contemplaciones dolientes y empobrecidas, según las ideas que esparcen los pesimistas que cruzan las fronteras, se ha sorprendido gratísimamente ante un pueblo vibrante, lleno del más puro liberalismo, defensor de sus más caros ideales y triunfador de toda conjura como de las más graves dificultades creadas en su torno. Créame: Portugal es una risueña esperanza, y en el recóndito corazón de ese país que se pretende ignorar hay un tesoro de libertades y enseñanzas.

    En cuanto al estado social de la mujer en orden a sus futuras conquistas, es igualmente sorprendente. Nunca he hallado en un grupo de mujeres afinidad ideológica tan perfecta como la observada en esta Asociación Femenina portuguesa, cuya presidenta, la doctora Cabete, es una singular organizadora, ayudada por la secretaria, Clara Correa Álvares, mujer de extraordinarios méritos, que mereció a Teófilo Braga este juicio:

    Yo le aseguro que no hay una mujer que supere en talento a esta señora.

    Responden estas novísimas mujeres portuguesas a todos los valores que nutren a los elementos de lucha de su país. Hijos todos ellos de la revolución, espíritus templados en el fragor depurador de las luchas modernas, sus iniciativas, surgidas al calor de altos ideales, se realizan en las normas de las libertades redentoras.

    Tengo fe en España

    A continuación la doctora Luisi nos habla largamente de España. Sus palabras, de hondo cariño, en las que no asoma el más leve tópico de la sensiblería al uso, al tratar de los lazos hispanoamericanos, nos van mostrando claramente un hermoso aspecto del corazón de América, que nos conoce, nos estudia y nos sigue atenta la mirada, que se nubla con nuestros tropiezos y se ilumina ante las esperanzas que se dibujan en nuestro horizonte.

    La España que ama la doctora Luisi, la que soñamos, próspera, serena, liberalísima, va señalándose en la lejanía, y su sincera evocación nos gana con emoción de gratísima esperanza…

    La reforma del matrimonio inglés.

    A nuevos tiempos nuevas leyes

    Hoy, 31 de mayo de 1920, p. 2

    A Inglaterra, heraldo de las innovaciones liberales que más hondamente conmovieron la vida social de los pueblos, correspondía la iniciativa en la ardua tarea de remover los arcaicos cimientos del contrato matrimonial, asentándolo sobre bases más en armonía con la ya esbozada igualdad social de los sexos.

    Lo curioso, en este caso, es que la reforma matrimonial es iniciada no por las leyes civiles –por otra parte bastante amplias a favor de la mujer consorte–, sino por la Iglesia, punto de partida que presta su máxima fuerza moral a la modificación, ya que las pragmáticas religiosas consérvanse inmutables y estáticas al correr de los siglos en todo credo, aun en el de la iglesia reformada, que ya es sabido rescata con una depurada austeridad las audacias pretéritas.

    Pero fiel al espíritu de los tiempos y con un oportunismo que demuestra su comprensión, apresúrase a modificar en la letra lo que ya cambió de aspecto en la realidad.

    Poco o nada aporta a la condición social y jurídica de la esposa la nueva epístola. El matrimonio, pese a sus moldes arcaicos, fue y será siempre problema de convivencia y afinidad entre dos espíritus y dos caracteres, y sospechamos que los más furibundos explotadores de la obediencia femenina se habrán hallado en ocasiones tan indefensos como los dejaba la epístola ante un carácter indomable, de esos que –según fama y mala fama– abundan tanto en nuestro sexo; pero la modificación, mejor dicho, la supresión de esta absurda norma enriquece el bagaje espiritual de las reivindicaciones femeninas y, sobre todo, honra a la mujer inglesa y a la alta autoridad, que, consciente del momento, ha modificado lo que no tenía sanción posible en la práctica.

    En efecto, se hacía difícil conciliar la plena autonomía espiritual que otorgan a la mujer inglesa recientes leyes, entre las que se cuenta el derecho electoral, como electora y como elegible, en las sancionadas ya en la realidad con la dogmática obediencia del uno al otro de los contrayentes, dependencia espiritual sin límites previstos, ya que no se trata en la disposición comentada de establecer una sabia política del hogar, una acertada profilaxis en los posibles conflictos paternales o de convivencia íntima, sino que, arrasadora y absoluta, la ley eclesiástica, como la civil, prescribe una especie de omnímoda tutela, cuya capacidad tampoco se estudiaba en cada caso.

    La ley matrimonial en Inglaterra no ofrecerá en adelante excepción ninguna. Deberes y derechos serán iguales para ambos contrayentes, y cuantas nebulosas pudieran conservarse en el aspecto social desaparecen ante el golpe mágico de la amplia evolución de la iglesia, cuya rémora en este aspecto contenía no pocas innovaciones favorables a la mujer.

    Al poner la religión reformada su grano de arena a favor de la igualdad de los sexos, presta a la mujer un apoyo moral que le será de inmenso valor en el camino, ya muy despejado, de sus luchas.

    Pero a la vez hace otro tanto a favor de los usos y leyes, y robustece poderosamente su autoridad espiritual.

    Ley que no evoluciona al unísono de las costumbres es letra muerta.

    Así existen en muchos códigos civiles sagrados fetiches prehistóricos, desterrados en la práctica, que nadie se cuidó de adaptar a los tiempos.

    Esas moles gigantescas que amenazan siempre y a quienes falta agilidad, aun para desplomarse sobre los burladores, solo sirven para familiarizar al ciudadano con el desdén hacia la ley escrita.

    Admiremos la agilidad social de pueblos como el británico, en el que hasta los severos moldes religiosos tienen la fina percepción del progreso y la sabiduría de conservar vivas y jugosas sus leyes, acordándolas con las conquistas sociales.

    La actividad femenina.

    La mujer española en la Universidad

    Hoy, 4 de junio de 1920, p. 2³

    Las alumnas no oficiales

    Primeros días del ardiente junio. Las galerías de la Universidad madrileña rebosan de juventud, de ambición y esperanza.

    Vibra el aire con las voces impacientes que encubren el afán del momento anhelado. Entre los grupos de estudiantes se destacan algunas siluetas femeninas: son las alumnas no oficiales que acuden al examen de fin de curso.

    Los tablones de edictos contienen la sentencia que embarga tanta atención juvenil: «Los exámenes darán principio a las diez».

    Hemos querido ver el esfuerzo femenino en todo su pujante esfuerzo: en el examen como alumnos (sic) libres, desprovistos de la defensora cota de malla que la aplicación demostrada en el curso tiende sobre los alumnos oficiales.

    Así, ignorados por el catedrático que ha de bucear profundamente en el bagaje espiritual de los examinandos, se aquilatará el valor mental de la juventud femenina, que, libre de prejuicios y ansiosa de ciencia, penetra en el santuario del saber, donde florecen las más bellas flores de la vida.

    Casi todas las alumnas que cursan sus estudios libremente lo hacen animadas por el deseo de intensificar el esfuerzo, sometiendo su cerebro en tensión fructífera, sin perder momento, estudiando ávidas y comprensivas, para abreviar el largo interregno que las separa del pleno desarrollo intelectual.

    Todas ellas se examinan de dos cursos, o preparan nuevas asignaturas para los exámenes de septiembre.

    Coeducación y convivencia

    —¿Es que les asusta la vida del aula compartida con los estudiantes?

    —¡Oh, nada de eso! En general, optamos por la coeducación. Las pequeñas molestias surgidas al principio, cuando la presencia femenina en la Universidad pudo parecer exótica, se hallan muy lejos.

    Nosotros hemos asistido a muchas clases oficiales y hemos observado que entre alumnas y alumnos reina un perfecto respeto y una respetuosa consideración.

    Estudiantes de uno y otro sexo tienen una plena autonomía espiritual, y las aristas y vagos temores de la convivencia en las aulas han quedado reducidos a manifestaciones personalísimas, en las que cada alumno procede con criterio individual y propio.

    Asoma Cupido y se venga Himeneo

    —Dada la idiosincrasia del carácter masculino y la leyenda española, algunas familias alejan a sus hijas de las aulas por evitarles un presunto asedio amoroso, que distraería su espíritu del estudio. ¿Tienen razón en sus temores?

    —Ya le digo que todos esos temores han decrecido mucho en la realidad. Los alumnos y alumnas que estudian en la Universidad son, en su casi totalidad, espíritus serios, caracteres firmemente encaminados a conquistar un puesto en la vida. La leyenda del estudiante bullanguero y vago es un fetiche muerto, y las alumnas, todas ellas acuciadas por el afán de labrarse un porvenir y conquistar el respeto y consideración debidos a la mujer, se mantienen dentro de la mayor severidad.

    —¿Y no asoma Cupido por estas amplias galerías?

    —Sí, hemos visto zumbar su flecha una vez; pero le ha vengado Himeneo –me dice burlona y riente una

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