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Del Foro al Parlamento: Artículos periodísticos (1925-1934)
Del Foro al Parlamento: Artículos periodísticos (1925-1934)
Del Foro al Parlamento: Artículos periodísticos (1925-1934)
Libro electrónico437 páginas6 horas

Del Foro al Parlamento: Artículos periodísticos (1925-1934)

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Este volumen completa el titulado La forja de una feminista (2019), donde se recogían los artículos periodísticos escritos por Clara Campoamor entre los años 1920 y 1921. Ahora se añaden los aparecidos desde 1925 hasta 1934, con los que se cierra la compilación de los textos publicados por la sufragista en la prensa española antes de su exilio en 1936. Esta nueva serie de artículos, reunidos íntegramente por primera vez, abarca nueve años de su vida, los más trascendentales en el orden personal y profesional de la autora, en un momento histórico y político clave para la España del siglo XX. En ellos se advierte la evolución de Clara Campoamor, su madurez como jurista y como política, así como la complejidad de su pensamiento y su espíritu irreductible, su feminismo en acción. Sorprende el interés, la actualidad y la variedad de los temas que aborda, siempre con profundo conocimiento y rigor.
IdiomaEspañol
EditorialRenacimiento
Fecha de lanzamiento11 jun 2021
ISBN9788418818042
Del Foro al Parlamento: Artículos periodísticos (1925-1934)

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    Del Foro al Parlamento - Clara Campoamor

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    Clara Campoamor

    del foro al parlamento

    ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS 1925-1934

    Edición e introducción de 

    Isabel Lizarraga Vizcarra y Juan Aguilera Sastre

    © Herederos de Clara Campoamor

    © Edición: Isabel Lizarraga Vizcarra y Juan Aguilera Sastre

    © 2021. Editorial Renacimientowww.editorialrenacimiento.com

    polígono nave expo, 17 • 41907 valencina de la concepción (sevilla)

    tel.: (+34) 955998232 • editorial@editorialrenacimiento.com

    Diseño de cubierta: Equipo Renacimiento

    Fotografía de Clara Campoamor coloreada por Zeldave (Gisele Nash)

    isbn: 978-84-18818-04-2

    INTRODUCCIÓN

    Este volumen completa el titulado La forja de una feminista , donde recogíamos 63 artículos periodísticos de Clara Campoamor escritos durante los años 1920 y 1921 (Campoamor, 2019). Ahora añadimos otros 70, aparecidos entre 1925 y 1934, con los que concluimos la recopilación de los textos publicados por la gran sufragista en la prensa española antes de su exilio en 1936.

    Desde su último artículo en El Socialista, el 28 de julio de 1921, su voz periodística se mantuvo, al parecer, callada durante un tiempo. También su activismo social se interrumpió de manera un tanto abrupta y Clara Campoamor abandonó casi por completo la esfera pública al cabo de tres actuaciones importantes: su participación en la discusión de la Memoria de Victoriano Lillo sobre feminismo en el Ateneo de Madrid, cuyas conclusiones se hicieron públicas en abril de 1922; su conferencia sobre «La mujer y el nuevo ambiente» en la Universidad Central de Madrid, el 1 de abril de ese mismo año; y su dimisión de la junta directiva de la Sociedad Española de Abolicionismo en marzo de 1923 (Lizarraga y Aguilera, 2019: 332-344).

    No hay, que sepamos, justificación convincente para aquel silencio y este apartamiento de la primera línea de acción, salvo su firme determinación de continuar su formación académica y lograr un título universitario que encauzara definitivamente su vocación futura. Compaginar el estudio con sus trabajos como profesora de la Escuela de Adultas de Madrid, amén de otros más o menos esporádicos, debió de absorber todo su tiempo y la obligó a declinar esas otras tareas periodísticas o de acción social, máxime si se tiene en cuenta la rapidez con que fue obteniendo sus títulos. En abril de 1922, al poco tiempo de interrumpir su labor periodística, se matriculó en el instituto Cardenal Cisneros de Madrid para finalizar el bachillerato, objetivo que logró en septiembre de ese mismo año en el Instituto General Técnico de Cuenca, donde se le expidió el título el 21 de marzo de 1923. Por entonces ya había iniciado en la Universidad de Oviedo la carrera de Derecho, que prosiguió en la de Murcia y culminó en la Central de Madrid el 19 de diciembre de 1924, si bien en 1925 se matriculó en cuatro asignaturas más, tal vez para obtener el doctorado (Español, 2018: 15-18). Poco antes, el 31 de octubre de 1924, había ingresado en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y el 2 de febrero de 1925 se dio de alta en el Colegio de Abogados de Madrid con el firme propósito de ejercer la profesión. El 30 de abril de ese año 1925 se enfrentó a su primer caso en el Juzgado municipal del distrito de la Universidad en un acto de conciliación por un delito contra la honestidad. La prensa saludó con interés el «debut» casi simultáneo de dos abogadas a las que se auguraba un brillante porvenir, Victoria Kent y Clara Campoamor, de la que se decía: «Uniose a la competencia profesional de la abogada actuante aquella serena dignidad y elevación de sentimientos que solo la mujer puede poner en defensa de la mujer burlada y la infancia indefensa, aspectos que nos indicaban claramente el camino reservado a las que como Clara Campoamor dedícanse con entusiasmo y positivos méritos al estudio del Derecho y al ejercicio de una carrera en la que le aguardan muchos triunfos»¹. Se la describía como «mujer incansable en el trabajo» y se destacaba que tenía «fervor idolátrico por la carrera que ha abrazado, por su amor a la justicia y el deseo de sembrar el bien entre las mujeres indefensas»². Y resumía Cristóbal de Castro en la presentación de una entrevista con la interesada que las crónicas de tribunales habían destacado «el tono vivaz, fluido, vehemente de su oratoria» y que «el método profesional apareció ante magistrados y público revestido de un quid humanum leal, veraz, vibrante»; y sentenciaba: «Era sencillamente la mujer española, ascendiendo, desde su secular testigo o reo, a la dignidad de los letrados»³. En una entrevista de 1928, Clara Campoamor decía sentirse «más que contenta, satisfechísima del ejercicio de esta profesión, que creo la más adecuada a mi vocación y temperamento»⁴.

    No iba a ser su actuación como abogada el único centro de su interés en este regreso a la esfera pública. A partir de ese año 1925 reanudó con fuerzas renovadas su intensa actividad en múltiples frentes, abriendo así una etapa de activismo constante que iba a ser su línea permanente de actuación hasta que tuvo que emprender el camino del exilio en septiembre de 1936.

    El primero, estrechamente ligado a su formación jurídica, se centró en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, donde en el mes de marzo ya había participado, junto a Vicente Roig Ibáñez, en una discusión organizada por la sección de Derecho Internacional sobre «El problema de Marruecos», en la que «habló brevemente de Marruecos desde el punto de vista administrativo, refiriendo algunas deficiencias de la Administración»⁵. El 15 de abril ofreció su primera, y resonante, conferencia en la misma sede, titulada «La nueva mujer ante el Derecho», presentada por Félix Gil Mariscal, quien destacó su perfil de «mujer culta, de carácter, espíritu combatiente, que en el Ateneo, en el libro y en la prensa lucha bravamente por los derechos de la mujer»⁶. Tras participar en otras discusiones de la Academia, el 2 de diciembre presentaba una Memoria para el debate sobre «Investigación de la paternidad», a la que siguió de inmediato otra sobre «Nacionalidad de la mujer casada con extranjero», cuyas discusiones se extendieron hasta marzo de 1926.

    Su labor de conferenciante se extendió a otros ámbitos, como la socialista Casa del Pueblo, cuya tribuna iba a ocupar en diferentes ocasiones a lo largo de esos años previos a la República; en la primera, el 4 de abril de 1925, disertó sobre «El derecho, el deber y el voto femenino­», en una sesión organizada por el Grupo Femenino Socialista. Su estrecha vinculación con las actividades de este Grupo Femenino la llevó también a prologar ese mismo año el volumen Feminismo socialista, de la valenciana María Cambrils, a quien no conocía personalmente. La unía a ella, sin embargo, «un sentido e íntimo movimiento de aquiescencia y aplauso» a su labor feminista, con la que se identificaba plenamente, pues el libro de Cambrils «llama a nuestro espíritu con voz fraterna y evocadora, la de una mujer que lucha, y sufre, y cree…» (en Solbes, Aguado y Almela, 2015: 110-112). Su cercanía a posiciones socialistas ya se había manifestado en los artículos publicados en El Socialista en 1920-1921 (Campoamor, 2019: 143-187), y se evidenció ese mismo año 1925 en el funeral de Pablo Iglesias, al que asistió, y se la cita expresamente, junto con Victoria Kent, Margarita Nelken «y otras muchas» que tuvieron que ser retiradas del local en que estaba instalada la capilla ardiente «pues hubo un momento en que la pena y la congoja que invadía a las citadas damas hizo temer que llegasen a ser víctimas de un ataque nervioso»⁷.

    También en 1925 retomó su colaboración con la Sociedad Española de Abolicionismo, y participó como «abogado» en el primer mitin abolicionista del curso, celebrado en el teatro Eslava de Madrid el 15 de noviembre. La acompañaron en el acto, dedicado al tema «Igualdad del hombre y la mujer ante la ley», Esther San José (en representación de la prensa de Montevideo), la primera actriz del teatro Infanta Isabel, Amparo Martí, el doctor Negre-Basciano, de Río de Janeiro, Mr. Frost y el actor Carlos M. Baena, bajo la presidencia del doctor César Juarros. Clara Campoamor dedicó su discurso a reivindicar «la igualdad de derechos para la mujer y el hombre», reclamó la protección a la maternidad, criticó con dureza el artículo 438 del Código Penal, solicitó la implantación del divorcio, «con procedimientos rápidos y condiciones de igualdad», y la investigación de la paternidad, y abogó por «la instrucción de la mujer, para que se incorpore al concierto de la vida»⁸.

    Finalmente, 1925 iba a ser el año de su regreso al periodismo⁹, objeto de este volumen, en el que recogemos un total de 70 artículos publicados en la prensa española entre marzo de 1925 y enero de 1934, cuando parece cerrarse, que sepamos, su labor periodística en España. Como ocurre con los 63 de La forja de una feminista, estos textos, reunidos ahora por primera vez, permiten trazar con mayor nitidez el universo de expectativas de Clara Campoamor y perfilar con precisión el espíritu combativo que la animó constantemente, siempre dispuesta a la lucha por su ideal de justicia y por la dignificación de la mujer hasta alcanzar los mismos derechos y deberes del varón. Esta segunda etapa periodística de Clara Campoamor revela una producción mucho más discontinua que la primera, si se exceptúan, como veremos, los dos años largos en que ejerció como «cronista de tribunales» para Diario Universal, pero no por ello resulta menos interesante ni trascendente para comprender en toda su complejidad su pensamiento y su espíritu irreductible, su feminismo en acción. Si los 63 artículos de la primera etapa aparecieron en un lapso de tiempo de apenas año y medio, estos 70 de la segunda abarcan casi nueve años de su vida, los más trascendentales en el orden personal, pero también en el histórico y político de nuestro país en la primera mitad del siglo XX. En estos artículos se advierte la evolución de Clara Campoamor y su madurez profesional en el campo jurídico. Muy pronto se muestra interesada por aspectos diversos de todas las ramas del Derecho, desde el civil al penal, sin olvidar los inicios del derecho laboral o las novedades de las legislaciones extranjeras. Hay que destacar el interés, la actualidad y la variedad de los temas que aborda, siempre con profundo conocimiento y rigor.

    La serie se inicia con tres artículos aparecidos en el Boletín del Colegio de Abogados de Madrid, cuya suspensión temporal a finales de 1926 cortó de manera brusca sus colaboraciones. El primero, «Un saludo y un programa» (enero-marzo 1925), es una farragosa salutación a sus compañeros de profesión tras la buena acogida recibida por ella y por Victoria Kent¹⁰, que supone toda una declaración de principios. Con un estilo alambicado, mezcla de la emoción y del deseo de mostrar su evidente valía, la flamante abogada se congratula de poder ejercer «la más bella de las profesiones»; y aunque ­modestamente llega al Colegio «a aprender mucho» de sus maestros y compañeros, desde el principio reivindica un papel más ­trascendente, el de aportar algo nuevo a la lucha por el Derecho: «­nuestro concepto peculiar de justicia, nuestros anhelos renovadores del Derecho […], esperando fundamentalmente que el matiz diverso de nuestra psicología y sentimiento femeninos lleven, al campo de la lucha por el ideal, el elemento humano que en este aspecto faltaba a la actividad masculina». De ahí que proclame que «haremos oír nuestra voz, reflejo de otras muchas» y concluya definiendo su «misión y programa: luchar entre vosotros por el común Derecho, por el Derecho humano en todos sus tipos, con todo el alcance de mis fuerzas […] y por la incorporación total de la mujer a la vida social». Los otros dos artículos tienen un carácter mucho más técnico, como el dedicado a la investigación de la paternidad (octubre-diciembre 1925), un tema recurrente en sus textos y en su actividad como jurista, o el que aborda el funcionamiento de los tribunales alemanes (julio-octubre 1926). En este último, en una coletilla final donde comentaba el eco de su artículo anterior, se reafirmaba de nuevo en sus principios irrenunciables como jurista, siempre dispuesta «a quemarse, no las alas […], sino cerebro y corazón en la llama de este como de todo ideal de justicia, que es el sagrado derecho de quien alimenta ideales».

    El grueso de los textos que aquí presentamos, un total de 43 (44 si añadimos el que sobre el resultado de las elecciones generales de 1933 reprodujo el 29 de noviembre, que antes había publicado Heraldo de Madrid), aparecieron en el periódico La Libertad, donde ya había colaborado con dos artículos en 1921 (Campoamor, 2019: 189-199) y reanudaba su labor el 9 de mayo de 1925. También este diario de clara orientación liberal, abierto a la izquierda democrática y republicana (Seoane y Saiz, 1996: 260-263), acogió en sus páginas, cerrando el círculo, el último de los artículos que hemos recopilado, el 18 de enero de 1934. La gran mayoría trata sobre temas jurídicos que afectan a las mujeres y plantean situaciones o realidades legales de la España del momento y, por contraste, de otros países con legislaciones más avanzadas en derechos y deberes femeninos. En la mayoría de ellos late la crítica y el lamento por la triste situación de la mujer en España, a la vez que la esperanza de que los logros de las mujeres en otros países fueran, poco a poco, haciéndose realidad en el nuestro. Unas veces como denuncia de situaciones injustas e inaceptables, otras como ejemplo a seguir, Clara Campoamor siempre enjuicia, valora y propone soluciones posibles.

    Una nota de La Nación nos puso sobre la pista de otra serie muy importante de artículos de Clara Campoamor, los aparecidos en Diario Universal, el periódico que impulsara el Conde de Romanones en 1903 y que en esos años de la dictadura de Primo de Rivera trataba de mantener posiciones liberales, si bien paulatinamente iba perdiendo predicamento y tan solo «se sobrevivió a sí mismo» (Seoane y Saiz, 1996: 93-94). En ella se anunciaba una ocupación desconocida de la nueva abogada:

    Se ha encargado de la sección de Tribunales del Diario Universal la señorita Clara Campoamor.

    Al dar con todo cariño la más cordial bienvenida al querido compañero y distinguido letrado, la (sic) deseamos en este orden de la actividad jurídica triunfos iguales a los ya alcanzados en el ejercicio de la profesión¹¹.

    Este nuevo trabajo periodístico comenzó el 19 de febrero de 1926 con una breve crónica firmada simplemente por «Campoamor» (más tarde firmaría también como «C. Campoamor» o simplemente con sus iniciales, «C. C».), en una sección que habitualmente se titulaba «Tribunales», en alguna ocasión «Información de Tribunales» o «Crónica de Tribunales». Hasta el 24 de noviembre de 1928 en que aparece la última gacetilla firmada por ella, hemos contabilizado 192 crónicas, a las que seguramente habría que añadir alguna más que aparece sin firma durante ese período. Dado su elevado número y su especificidad temática, las hemos dejado fuera de este volumen, en el que tan solo recogemos los 6 artículos de opinión (7 si se incluye «Matadores de mujeres», publicado antes en La Libertad) que, al margen de la información de «Tribunales», insertó en Diario Universal sobre temas de actualidad o comentarios de libros que suscitaron su interés.

    Cuatro artículos hemos localizado en el diario Informaciones, publicados entre mayo de 1930 y febrero de 1931, que en cierto modo siguen la tónica de los de La Libertad. De carácter más conservador, este periódico había acogido favorablemente el régimen de Primo de Rivera, pero giraba en torno al núcleo de influencia del ministro de Estado Santiago Alba, como La Libertad (Seoane y Saiz, 1996: 277-279).

    En la misma línea de publicación de sesgo conservador, no deja de sorprender la firma de Clara Campoamor, junto con las de Margarita Nelken y Victoria Kent, en la corporativa Revista de Política Social, creada desde el Ministerio de Trabajo por Eduardo Aunós y dirigida por Francisco Rivera Pastor (Guillén y Almoguera, 2009). Su andadura fue breve, de enero de 1928 a marzo de 1929, y en ella aparecieron dos artículos reivindicativos de Clara Campoamor, uno dedicado al seguro de maternidad (febrero de 1928) y un elogio de la gran abolicionista Josephine Butler con motivo del centenario de su nacimiento (abril de 1928).

    Curioso también es el caso de la revista gráfica Estampa, que en enero de 1929 publicaba una página con las fotografías de sus colaboradoras, entre las que figuraban Magda Donato, Concha Peña, Irene Falcón, Matilde Muñoz, Concha Espina, Sara Insúa, María de Lluria… y Clara Campoamor, a quien se calificaba como «eminente abogado, que de cuando en cuando roba un poco de su tiempo a las tareas de su actual profesión y lo da a Estampa, en forma de crónicas e interviús»¹². No fue mucho el tiempo que dedicó a esta publicación, pues su firma solo aparece en tres ocasiones. La primera, una entrevista con un famoso «psicoterapeuta» alemán, el profesor Schultz, sobre los avances del psicoanálisis aplicados a la investigación penal, en la que le pregunta incluso su opinión sobre las teorías de Freud, un indicio más de su curiosidad sin límites (24-IV-1928). Los otros dos se centran en tres congresos femeninos en los que participó con especial protagonismo. El primero está íntegramente dedicado al XII Congreso de Federación Internacional de Mujeres Universitarias que se celebró en Madrid y Sevilla en septiembre de 1928 bajo los auspicios de la Asociación Universitaria Femenina Española, que ella presidía (11-IX-1928); y en el segundo daba cuenta de otros dos congresos: el de las Mujeres Universitarias celebrado al año siguiente en Ginebra y el de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer, que tuvo lugar en Berlín en junio de 1929, fecha en que se conmemoraba el XXV aniversario de su fundación (22-X-1929). Clara Campoamor ­asistió a este último como delegada del Consejo Supremo Feminista de España, cuya organización más representativa era la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), a la que estaba afiliada. Al parecer se había comprometido a enviar alguna crónica de este congreso de la Alianza Internacional a la revista La Esfera, pero no llegó a hacerlo¹³.

    Sí dedicó a su participación en el congreso de Berlín el único artículo que hemos rescatado de Mundo Femenino, órgano de expresión de la ANME (octubre 1929), que es continuación de otro anterior que, a causa de que la colección se halla muy incompleta tanto en la Biblioteca Nacional como en la Hemeroteca Municipal de Madrid, no hemos podido localizar. Campoamor estuvo afiliada a la ANME desde su integración en la Juventud Universitaria Femenina en 1921 y es casi seguro que colaborara con más artículos en Mundo Femenino.

    Más compleja fue la colaboración de Clara Campoamor en otra revista femenina, La Voz de la Mujer, dirigida por Consuelo González Ramos, Celsia Regis, que, como hemos visto, desde sus inicios en la abogacía le dedicó especial atención y reconocimiento. Hay que aclarar que ninguno de los 17 artículos de su firma, publicados entre 1927 y 1931, fue escrito expresamente para la revista, sino que ésta los recogía de otras publicaciones, como fue el caso de La Libertad, de donde La Voz de la Mujer tomó nada menos que 14 artículos, en especial buena parte de la serie dedicada a «Mujeres de hoy», como hacemos constar en las notas de cada uno. Interesante es el caso del titulado «Rigores de las leyes. Matadores de mujeres», que apareció primero en La Libertad (22-X-1927), al poco tiempo en La Voz de la Mujer (3-XI-1927) y casi un año después en Diario Universal (9-VIII-1928); un recorrido similar realizó el dedicado a «Policía femenina», que de La Libertad (6-VII-1928), pasó a Diario Universal (14-VIII-1928) y, finalmente, a La Voz de la Mujer (24-X-1928), algo nada extraño en la prensa de la época. También dos de los artículos de Informaciones vieron la luz en La Voz de la Mujer, y así lo consignamos en el lugar oportuno.

    Finalmente, hay una serie de publicaciones en que la firma de Clara Campoamor, aunque importante, tanto por los temas que trata como por el momento en que aparece, puede tildarse de ocasional. Así sucede con El Defensor de Albacete, como veremos, o con la revista Nosotros, que se definía como «semanario político de izquierdas»; en un texto muy interesante, titulado «Las mujeres. Con muchísimo respeto…», animaba a las fuerzas políticas liberales a incorporar a la mujer en los «anhelos de liberación política y espiritual que sacuden a nuestra España» (15-V-1930). También Luz y Nuevo Mundo nos ofrecen, respectivamente, una única colaboración. En los dos casos, con títulos muy similares pero contenidos diferentes, abordaba, con ocasión del primer aniversario del nuevo régimen político, una cuestión capital: el papel que debía desempeñar la mujer en la República, convencida de que «la vida nacional no será ya tan solo cosa de hombres: el sentido de la responsabilidad mutua dignificará sus relaciones y elevará el tono moral de la sociedad» (Nuevo Mundo, 15-IV-1932)¹⁴. Se congratulaba de los logros conseguidos «en el corto espacio de un año republicano», y aseguraba que la participación de la mujer en la vida pública era, sin duda, «lo más renovador y revolucionario del régimen»; por eso animaba a las mujeres a prepararse para que su incorporación a la vida política fuera fructífera: «¡Ánimo y adelante en el deber de laborar por la República, a la que debéis toda vuestra personalidad! Sin vacilaciones ni desmayos…» (Luz, 14-IV-1932).

    La misma cuestión, pero con un enfoque más profundo, reaparece al poco tiempo en el artículo que escribió para la Revista Política y Parlamentaria de España y del Extranjero (julio 1932), en el que acusa a los hombres de «conformismo» frente a la «agitación y rebelión en la mujer», a la vez que sentencia de manera taxativa que con la República «ha muerto el feminismo del derecho y ha nacido el feminismo del deber». Consideraba Clara Campoamor que había llegado «el momento de llamar a la rebeldía de la mujer» para que ejerciera un papel activo en la sociedad española, pues su presencia en la vida pública y el empuje de su actividad representaban, «a nuestro juicio, lo más revolucionario, acaso lo único revolucionario que el cambio de régimen realizó».

    Un año más tarde, poco antes de las elecciones, retomaba el discurso desde las páginas de un periódico madrileño, Radical, que no hemos logrado localizar, aunque hemos hallado un interesantísimo artículo tomado de él en El Radical de Zaragoza y de Cáceres. Con el título «La mujer en la política», Campoamor insiste en los logros alcanzados, pues la República había encauzado, «a los pocos meses de su advenimiento», casi todos los ideales por los que tanto habían luchado las mujeres hasta entonces: los derechos y deberes políticos, la igualdad civil, el divorcio, el reconocimiento de los hijos naturales, la lucha contra la prostitución… Tras más de dos años de experiencia republicana, Clara Campoamor consideraba que «ahora los ­problemas son otros», porque «nada podrá hacerse ya en la vida española, no ya contra la mujer, sino sin ella». Y si quienes combatieron los ideales femeninos se aprestaban a requerir a sus mujeres para que participasen políticamente, para todas las mujeres hondamente republicanas era de vital importancia «la cuestión de la política femenina», que planteaba estudiar en dos facetas: «una política general de la mujer republicana y una política de matiz radical». Dicho estudio, que prometía para «sucesivos artículos» que al parecer no llegó a escribir¹⁵, comenzaba con un análisis de dos modelos a su entender negativos: el de la Alemania nazi y el de la Unión Soviética comunista. Y concluía que el logro de las verdaderas libertades y de la auténtica emancipación de la mujer sólo podía esperarse «de una política liberal demócrata y republicana» (El Radical, 21-VIII-1933).

    En Heraldo de Madrid, dos artículos vienen a completar los dedicados a la cuestión del voto femenino en La Libertad, donde había defendido sus conocidos argumentos sobre su ineludible aprobación en la Constitución republicana (8-X-1931), que ratificaba aun después de la derrota en las elecciones de noviembre de 1933 (18-I-1934). Los dos artículos del Heraldo tratan sobre los ­resultados de esta contienda electoral, por la insistencia del diario en que la principal impulsora del voto femenino en España explicase la derrota de los partidos republicanos y de izquierdas y, si era posible, contrarrestase la ola de opinión que en muchos medios atribuía al voto femenino la entera responsabilidad del desastre¹⁶. El 20 de noviembre, al día siguiente de las elecciones, el periódico inquiría, en una brevísima entrevista con Campoamor, si consideraba «que esa orientación derechista que, según se dice, ha resultado de la contienda electoral de ayer puede achacarse al voto femenino». La respuesta de la diputada fue prudente y moderada: «No puedo decirle nada porque aún no conozco los datos exactos del resultado. No sé siquiera si soy diputado o no. Hasta tanto no sepamos con certeza lo ocurrido no me parece político ni discreto emitir ningún juicio. Si mañana nos llega por completo la verdad, tendré el gusto de ofrecer al Heraldo mis primeras impresiones y juicios acerca del panorama político español»¹⁷. Su análisis, ­meditado y ­documentado con datos precisos de muchas circunscripciones electorales, se publicaba a los pocos días y reafirmaba su fe en la mujer española y en los principios democráticos que la habían impulsado al defender el voto femenino. Concluía así: «Y nada más, por hoy: felicitarme del sentido ciudadano con que la mujer ha ejercitado su derecho, esperar que este ejercicio la vaya capacitando más y más, y recordar con satisfacción que cuando hice falta estuve en mi sitio. No se me han agotado los ideales: igualdad jurídica para la mujer, protección al niño, pacifismo. Siento dentro de mí que cuando haga falta estaré de nuevo en mi lugar» (25-XI-1933). Estos artículos sobre el resultado de las elecciones de 1933 en Heraldo de Madrid y en La Libertad cierran, que sepamos, el ciclo periodístico de Clara Campoamor en la prensa española. La explicación y defensa de su lucha vendría poco más tarde en forma de libro, con la publicación de El voto femenino y yo. Mi pecado mortal, que empezó a escribir en 1935, tras su abandono del Partido Radical, y dio a la imprenta en mayo de 1936 (Campoamor, 2018), cuando las elecciones que habían dado la victoria al Frente Popular desmintieron todas las falacias lanzadas en 1933 contra el voto femenino y contra su principal valedora.

    Si la cuestión capital del voto femenino supone el punto final de la labor periodística que aquí recopilamos, resultaba casi inevitable que su nueva profesión de abogada marcara el inicio, como hemos visto con su primer artículo en el Boletín del Colegio de Abogados de Madrid. El segundo en orden cronológico de esta etapa como periodista incide en el mismo hecho, su acceso al Foro, y constituye uno de los pocos artículos de carácter personal que escribió en este periodo: «La mujer ante el Derecho» (La Libertad, 9-V-1925), que recuerda el título de la conferencia que a los pocos días ofrecería en la Academia de Jurisprudencia, pero con un tono y un contenido muy diferente­s. En realidad, era una respuesta cordial y agradecida al «efusivo saludo» del «maestro y compañero don Ángel Ossorio y Gallardo», a quien dedicaba el artículo, con motivo del inicio de su labor como abogada. No hemos podido hallar el texto de Ossorio y Gallardo al que alude Campoamor, que hacía extensiva su gratitud «a cuantos con tan cordialísima fraternidad nos acogen desde todos los diarios madrileños» y reconocía que no eran ella y Victoria Kent «las primeras mujeres que intentan llevar al Derecho su peculiar femenina actuación», pues tres años antes lo había hecho en Valencia Ascensión Chirivella. Aceptaba el peso de la responsabilidad que adquiría en ese momento histórico, cuyas consecuencias iban más allá del «interés personal» y se inscribían en «el ideal que hacia el triunfo de la verdadera justicia me impulsa, tanto por propio convencimiento cuanto porque […] robustecerá siempre nuestro ánimo el pensamiento puesto en la mujer patria, que pudo no vencer […], pero supo siempre morir por el ideal». Y concluía con toda una declaración de intenciones: «que siempre, siempre, la injusticia nos enardezca, el dolor conmueva nuestras fibras, el desamparo halle el camino de nuestra emotividad, el deber nos ligue con fuerza a sus mandatos y el ideal sea nuestro norte, y, sobre todo ello, lata siempre nuestra alma de mujer, complemento necesario, imprescindible de una labor de comunidad, que común ha de ser si al verdadero Derecho y al interés de la Humanidad toda va férvidamente encaminada».

    También imprescindible para conocer su personalidad y las razones de su pasión por el Derecho es el artículo «Cuitas de himeneo­. Fantasía, personalidad y matrimonio» (La Libertad, 17-XII-1925), donde expone su teoría sobre el amor y el matrimonio: el varón, en las circunstancias de aquella España, no buscaba la igualdad de intereses e inquietudes, sino la obediencia y la sumisión de la mujer; una situación poco favorable para que ella ejercitase todas sus capacidades. La mujer, su situación legal, sus aspiraciones ineludibles y los avances que va consiguiendo en otros países son cuestiones que aparecen recurrentes en la mayoría de los artículos de Clara Campoamor. Le interesan especialmente las novedades que suponen un progreso para la humanidad, pero sobre todo para las mujeres, y así lo refrendan muchos de los antetítulos de sus artículos, especialmente de los publicados en La Libertad: «códigos modernos», «orientaciones», «nuevas rutas», «aspectos nuevos»… Aunque no se centran en cuestiones específicamente femeninas, son curiosos los tres artículos dedicados a «la nueva Alemania» surgida tras la Gran Guerra, una Alemania «demócrata y republicana» que parecía caminar en esos momentos hacia la modernidad y el progreso, dejando atrás los errores del pasado (La Libertad, 15-IX-1926, 30-IX-1926 y 9-X-1926).

    Los diversos temas que aborda van surgiendo al hilo de sus propias preocupaciones como mujer comprometida, de sus lecturas, o de su experiencia profesional como abogada, como es el caso del que tal vez sea el más sobrecogedor de sus artículos, «Matadores de mujeres» (La Libertad, 22-X-1927), en el que denuncia la «ley vigente, imprevisora y fría», que había condenado a una muerte segura a una mujer abandonada por su marido, «espoliada, vejada, amenazada» y, finalmente, asesinada porque la justicia que hubiera debido protegerla no le concedió a tiempo el permiso necesario para alejarse de su verdugo. En otros, sus reflexiones nacen de su activismo social en foros como el Ateneo, la Academia de Jurisprudencia, la Casa del Pueblo o las asociaciones feministas con que se siente comprometida, como la Juventud Universitaria Femenina, la ANME, la Sociedad Española de Abolicionismo o el Lyceum Club. Ejemplo de ello son los dos textos contra el artículo 438 del Código Penal y la inadmisible criminalización del adulterio femenino frente al masculino. La supresión de ese artículo «indigno de toda ley humana ponderada y justa» era un objetivo esencial para todas las feministas españolas y, en su alegato desde La

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