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La revolución española vista por una republicana
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Libro electrónico361 páginas4 horas

La revolución española vista por una republicana

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Clara Campoamor era, y lo fue durante todos los años del exilio y hasta fecha muy reciente, en que se la ha reivindicado un poco a hurto por su labor parlamentaria, una de esas personas que lo perdieron todo en la guerra, hasta el prestigio de los perdedores, sólo porque era una política liberal y porque su visión de las cosas no se avino a las versiones oficiales de unos y otros. El libro del que nos ocupamos no es [...] un libro estrictamente literario, pero no por ello es menos sorprendente y valioso. Al contrario, la inteligencia de su autora y su escritura, sencilla e implacable, lo hace mucho más valioso que la mayoría de los que se publicaron entonces, ¡y después!, quizá porque abandonando la retórica dejaba de ser propagandístico.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 feb 2017
ISBN9788418153365
La revolución española vista por una republicana

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La revolución española vista por una republicana - Clara Campoamor

1.pngretrato_campoamor

Clara Campoamor

LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA

VISTA POR UNA REPUBLICANA

Edición y traducción de Luis Español Bouché

© Herederos de Clara Campoamor

© Edición y traducción: Luis Español Bouché

© 2018. Ediciones Espuela de Plata

www.editorialrenacimiento.com

polígono nave expo, 17 • 41907 valencina de la concepción (sevilla)

tel.: (+34) 955998232 • editorial@editorialrenacimiento.com

librería renacimiento s.l.

Diseño de cubierta: Equipo Renacimiento,

sobre una una ilustración de José Luis Rey Vila «Sim»,

incluida en su álbum Estampas de la Revolución Española, 1936

isbn: 978-84-18153-36-5

INTRODUCCIÓN

semblanza de Clara Campoamor

¹

La muerte sepulta las mayores grandezas en el abismo del olvido y de algunos reyes de la India sólo sabemos que existieron porque subsiste alguna moneda de su reinado. Sin embargo, mientras haya un alma noble, un espíritu valiente, el nombre de Clara Campoamor no morirá. Nadie podía imaginar que un apellido tan lírico como Campoamor estaría algún día asociado a la campeona de los derechos de la mujer, la hábil comadrona del sufra gio femenino, la inteligente política que no dudó en utilizar todos los resortes que tuvo en mano para conseguir su objetivo: obtener para la mujer los mismos derechos legales y políticos que el hombre, ¡ahí es nada! Hay nombres que inspiran desdén­ o aborrecimiento y, la inmensa mayoría, indiferencia. El de Clara Campoamor infunde a la vez respeto y admiración. No era la señorita Campoamor una «chica bien» con tiempo y recursos para cultivarse, una sufragista de salón, sino una currante, que no habiendo podido concluir sus estudios de bachillerato, tuvo que ponerse a trabajar a los doce años para vivir: de modistilla, primero, de dependienta en un comercio, de auxiliar de telégrafos, de profesora de mecanografía para adultas, de secretaria en un periódico… Añádase a esto su actividad como escritora, traductora, autora de crónicas periodísticas, jurista, historiadora y, sobre todo, como legisladora y directora general. Trabajó toda su vida y jamás gozó de las comodidades y de la libertad que proporciona la fortuna.

Nació Clara Campoamor Rodríguez en Madrid, el 12 de febrero de 1888 en el barrio de Maravillas –conocido ahora como Malasaña– en la calle del Rubio, hoy llamada del Marqués de Santa Ana. Su padre, Manuel Campoamor Martínez, era empleado en un periódico, La Correspondencia de España, y su madre, Pilar Rodríguez Martínez, costurera. Fue inscrita en el Registro Civil como Clara y tres semanas después bautizada como Carmen Eulalia. Tenía una hermana dos años mayor llamada también Clara, que falleció cuando nuestra protagonista tenía un año. Podemos suponer que a partir de entonces a la niña Carmen la llamaron Clara o quizá nos equivoquemos, y siguieron llamándola Carmen. Hablamos más adelante de ese asunto, en el capítulo «Indagando en la intimidad de Clara Campoamor».

De los hermanos Campoamor Rodríguez conocemos los nombres de al menos cinco: la primera Clara, malograda; la segunda Clara, que es nuestro personaje y bautizaron como Carmen; Ignacio Eduardo, al que ella llamó siempre por su segundo nombre; Juan Manuel y Felisa². Al cabo de los años sólo sobrevivieron dos, nuestra Clara y Eduardo.

El padre era un republicano a machamartillo, vinculado a los republicanos federales, que desempeñó algún cargo local en su partido. En 1894 fue integrante del Comité Municipal Federal de Madrid, y en alguna otra ocasión fue el bibliotecario de su sección.

En 1898, el año del Desastre, Clara sufrió otro más íntimo y demoledor: perdió a su padre. Sólo tenía diez años aquella tarde del 12 de julio de 1898, en que enterraron a Manuel, víctima, a los cuarenta años, de la fiebre tifoidea, enfermedad muy común en aquella era pre-antibiótica y que con frecuencia adquiría carácter epidémico, aniquilando familias enteras.

La situación de la familia, sin ser halagüeña, no debía de ser excesivamente mala, puesto que Clara pudo estudiar dos años más como interna en un colegio de monjas cercano a la calle de Atocha. Quizá fue en ese colegio dónde aprendió bien la lengua francesa, que tan útil le resultó a lo largo de toda su vida adulta.

Cumplidos los doce años, Clara aparca los estudios primarios a la espera de tiempos mejores y empieza a trabajar en distintos oficios; de modistilla primero y luego de dependienta de un comercio. No sabemos gran cosa de esa época de su vida, ni de sus lecturas, aparte de lo que ella misma reveló en una entrevista que reproducimos en este volumen.

Mientras tanto, la sociedad evolucionaba y la idea del sufragio femenino se iba abriendo paso. Clara tenía ya veinte años cuando en Londres la Cámara de los Comunes aprobó, con restricciones, el sufragio femenino. Seis días después, el 9 de marzo de 1908, Emilio Alcalá-Galiano, conde de Casa Valencia, pidió el voto femenino con un argumento difícilmente rebatible: «Las mujeres en España pueden ser reinas pero no electoras». Ocho días más tarde se celebraba en el Congreso de los Diputados el primer debate sobre el voto de la mujer. Se proponía que pudiesen votar en las elecciones municipales las mujeres mayores de edad, emancipadas y cabezas de familia. Defendió el sufragio femenino el Sr. Pi y Arsuaga, sin éxito. Podemos intuir el interés con que seguiría la joven Campoamor estos acontecimientos…

Durante todos esos años oscuros de su biografía, Clara Campoamor va franqueando pequeños escalones sociales y educativos. Convocada una oposición a auxiliar de telégrafos en 1909, Clara se presenta –300 mujeres para 30 puestos, que luego serían 60– y aprueba con el n.º 23 de las 60 finalmente aprobadas. En diciembre empieza sus prácticas. El 4 de julio de 1910 ingresa oficialmente en Telégrafos como auxiliar de segunda clase, con un sueldo de 1250 pesetas anuales. Destinada en Zaragoza, en septiembre de 1911 es trasladada a San Sebastián.

Esa época no es sólo la de la emancipación de Clara. El año 1910, fue una fecha crucial para las mujeres españolas. Dos gobiernos de Canalejas aprobarán –siendo respectivamente ministros de Instrucción Pública el conde de Romanones y Julio Burell– la R. O. de 8 de marzo de 1910 y la R. O. de 2 de septiembre del mismo año. La primera suprime la autorización previa para que las mujeres accedan a toda clase de estudios y la segunda les permite ejercitar libremente su profesión. Aprovechando la nueva legislación, Benita Asas Manterola, feminista pionera que más tarde sería amiga y compañera de bregas feministas, se matricula, con 37 años cumplidos, en la facultad de Filosofía y Letras.

Clara permanece en San Sebastián algo más de dos años, hasta enero de 1914. Y es que, convocadas en 1913 unas plazas de profesorado de Mecanografía y Taquigrafía en las Escuelas de Adultos, Clara se ha presentado, y obtenido el número 3. En enero de 1914 pide como destino Madrid y toma posesión el 3 de marzo. Obtiene de Telégrafos la consideración de supernumeraria y una licencia ilimitada³. Hasta 1936 seguirá viviendo en su ciudad natal.

En la capital y desde 1916, Clara empieza a frecuentar el Ateneo de Madrid. No sabemos exactamente cuándo se vinculó Clara con esa institución, tratamos del tema más adelante, pero ya a finales de 1916 es un personaje conocido en dicha asociación cultural puesto que subsiste alguna noticia asociándola al Ateneo durante ese periodo.

En 1917 para aumentar sus ingresos, hace las veces de secretaria en el diario La Tribuna. Sus conocimientos de taquigrafía y mecanografía le abrirán las puertas de distintos trabajos y el acceso a grupos y asociaciones dónde encajará, en un principio, como secretaria. También, a lo largo de su trayectoria como representante de España ante la Sociedad de Naciones o en el seno de grupos feministas internacionales, resultaron ser de utilidad su buen conocimiento del francés, escrito y hablado, así como su capacidad para tomar notas y pasarlas a limpio.

En una entrevista que le hizo Roger Vailland en 1932, Clara recordaba haber perdido su trabajo –suponemos que el de profesora de adultos– en 1919, por culpa de una huelga, y haber compuesto una publicación con sus compañeras. Nos perdemos en conjeturas. Reproducimos dicha entrevista –plagada de datos inexactos– en este volumen.

En 1920 ya es conocida en el mundo feminista. El 14 de mayo de ese año la marquesa de Ter, condesa de Morella, que preside la Unión de Mujeres Españolas, incluye a Clara Campoamor en una recepción en honor de Paulina Luisi, delegada de Argentina, Uruguay y Paraguay en el Congreso Feminista Internacional de Ginebra. Empieza su amistad con Paulina, que quedaría truncada por la Guerra Civil y a raíz de la publicación de este libro⁴. Aquel mismo año de 1920, el profesor y director de la revista La Enseñanza, Godofredo Escribano, que usaba en prensa el seudónimo Barrenillo, alaba la «acreditada y fácil pluma» de Clara, y pondera un artículo de nuestra sufragista en el diario «Hoy». Distinguido feminista, Escribano publicará más tarde una Guía de carreras y profesiones para la mujer en España.

Poco después, Clara toma la decisión más importante de su vida: decide estudiar. Para entrar en la Universidad primero tiene que sacarse el bachillerato. En 1922 se aplicaba el plan de estudios (Bugallal), que estuvo vigente entre los cursos 1910-11 y el 1925-26. En dicho plan el bachillerato constaba de 6 cursos, sumando 30 asignaturas⁵. El 20 de abril de 1922 Clara se matriculó de 20 asignaturas⁶ en el Instituto Cisneros de Madrid, aprobando 19 en la convocatoria de junio. Trasladó su expediente en agosto al Instituto de Cuenca –hoy Instituto Alfonso VIII– y allí, en la convocatoria extraordinaria de septiembre, superará las once asignaturas⁷ que le faltaban completar el bachillerato⁸, así que el 20 de septiembre de ese mismo año ya es bachiller⁹. De este modo, entre abril y septiembre de 1922, ­Clara Campoamor obtiene los seis cursos del Bachillerato. No sabemos por qué eligió Cuenca para acabar sus estudios de bachillerato. Sin duda contaba allí con la presencia de algún amigo. El título oficial de bachillerato­¹⁰ se expidió el 21 de marzo de 1923 en que Clara ya estaba matriculada en Oviedo, en la facultad de Derecho.

Campoamor será estudiante tardía, como Iñigo de Loyola, y seguirá los pasos de su amiga y en tantas ocasiones hermana de lucha sufragista, Benita Asas, la gran pionera del feminismo español. Ya hemos referido que Asas, habiendo estudiado Magisterio para ejercer su profesión de maestra, iniciará en 1910, con 37 años, la carrera de Filosofía y Letras.

Son años laboriosos, también: Clara suma a sus demás trabajos el de auxiliar-mecanógrafa en el Servicio de Construcciones Civiles, que depende del Ministerio de Instrucción Pública.

Durante ese periodo estrecha su vinculación con el feminismo incipiente, ya que en mayo de 1922 participa en la fundación de la Sociedad Española de Abolicionismo –los abolicionistas pretendían acabar con la prostitución– y pronuncia discursos en actos públicos junto a Elisa Soriano y María Lejárraga de Martínez Sierra, que ya son feministas consagradas.

A esa frenética actividad se añade el hecho de que la casa Calpe le encarga que traduzca del francés «Le roman de la momie» de Théophile Gautier. En diciembre de 1922 entrega su trabajo. En sus años de exilio, vivirá en parte de sus traducciones.

Todavía no ha terminado su licenciatura cuando pronuncia en la Universidad Central –hoy Complutense– una extensa, detallada y muy significativa conferencia sobre feminismo: «La mujer y su nuevo ambiente» que Fagoaga y Saavedra reproducen íntegramente en su clásico¹¹.

Clara se licencia en Derecho en muy poco tiempo. Se matricula primero en Oviedo, luego en Murcia y finalmente en la Universidad Central de Madrid –la que ahora llamamos Complutense– donde el 19 de diciembre de 1924 obtiene la Licenciatura¹².

Como en el caso del Instituto de Cuenca, suponemos que examinarse en Oviedo y Murcia se debía a la existencia, allí, de alguna facilidad para sacar adelante sus asignaturas¹³.

Ya conseguida la licenciatura, se matriculó en 1925 en cuatro asignaturas más¹⁴, no sabemos si en el marco de una especialidad de posgrado o como paso previo al doctorado¹⁵. En febrero de 1925, el Colegio de Abogados de Madrid la admite en su seno. Es la segunda mujer en colegiarse en Madrid, justo después de Victoria Kent. Clara abre su primer despacho profesional, en el número once, piso principal, de la plaza del Infante Alfonso –hoy plaza de Santa Ana– donde ya tenía su domicilio. El 30 de abril de 1925 se estrenan en el foro Victoria Kent y Clara Campoamor, algo que no pasa desapercibido para los medios de la época, que expresan su simpatía por ambas letradas. Durante todo el año 1925, Clara despliega una intensa actividad en el seno de la Academia de Jurisprudencia. El 15 de abril pronuncia la conferencia «La nueva mujer ante el Derecho». El 1.º de diciembre imparte la conferencia «La investigación de la paternidad».

Precoz civilista, la investigación de la paternidad fue el origen de muchos y ruidosos asuntos que Campoamor tuvo que llevar ante los tribunales. Ella misma en El voto femenino, recordaba uno de sus primeros casos, que le enfrentó a Niceto Alcalá Zamora, sobre el reconocimiento de la paternidad de un niño.

La prensa recoge sus intervenciones en el foro, como la del 18 de enero de 1926, en un caso impactante: Clara defiende a una joven sirvienta a la que el señorito ha dejado embarazada. Lo que lleva el caso a los últimos límites de sordidez y maldad, es que la joven quiere tener a su niño, pero su repulsivo amante, médico para más señas, le provoca un aborto. Clara ejerce la acusación particular¹⁶.

En un tiempo en el que no existían medios forenses para determinar la filiación, como ahora, lo más frecuente era que los hijos naturales se quedaran sin padre. La madre soltera debía afrontar los martillazos de la vida sola y sin ayuda. Así que años después, ya diputada, Clara Campoamor, se interesó por una posible ley de investigación de la paternidad¹⁷.

En 1926 Clara ya es una figura destacada del feminismo español. Primo de Rivera, cansado de la oposición que encontraba en los socios del Ateneo decide nombrar, él mismo, en junio de ese año, una Junta Directiva mostrenca, sin precisar los cargos. Incluye en esa Junta apócrifa el nombre de Clara Campoamor. Ella renuncia a dicho nombramiento lo que tuvo como indirecta consecuencia que tuviera que pedir la excedencia en Instrucción Pública, perdiendo cien puestos en el escalafón¹⁸.

Clara no colabora con la Dictadura y se decanta contra la monarquía. Así, cuando en 1927 le concede un premio la Academia de Jurisprudencia, Clara rechaza la Gran Cruz de Alfonso XIII que lleva aneja el galardón. En abril de 1924 el Dictador había concedido el voto a la mujer, con alguna salvedad: no podrían votar las prostitutas ni las mujeres casadas (!). Cuando tres años más tarde Primo inaugura su dócil Asamblea Nacional, caricatura del ­Congreso de los Diputados, designa a trece mujeres. Clara no está en la lista; ha dejado claro –nunca mejor dicho– que no va a colaborar con el régimen. Años más tarde la Campoamor comentará en el Congreso, acerca de estas concesiones de Primo a la mujer que «la igualdad que la Dictadura quiso traer era la igualdad en la nada». Sigue desbordante de actividad.

El 29 de abril de 1927 participó con los feministas socialistas, en un mitin contra el artículo 438 del Código Penal. La noticia, dada ese mismo día por El Sol especificaba que «El Grupo Femenino Socialista, de acuerdo con las señoritas Campoamor y Huici, ha organizado un gran mitin contra el art. 438 del Código Penal que se celebrará hoy viernes a la siete de la tarde en el salón-teatro de la Casa del Pueblo, Gravina 15. En él tomarán parte la señorita Luz García por el Grupo Femenino Socialista, las señoritas Clara Campoamor y Matilde Huici, abogados, y los Sres. Dorado, Serrano Batanero, Polo de Bernabé y Pedro Rico, abogados». Dicho artículo 438 decía así:

«El marido que, sorprendiendo en adulterio a su mujer, matare en el acto a ésta o al adultero o les causare alguna de las lesiones graves, será castigado con la pena de destierro. Si les causare lesiones de otra clase, quedará exento de pena. Estas reglas son aplicables en iguales circunstancias a los padres respecto de sus hijas menores de veintitrés años y sus corruptores, mientras aquéllas vivieren en la casa paterna.

»El beneficio de este artículo no aprovecha a los que hubieren promovido o facilitado la prostitución de sus mujeres o hijas».

Añadamos que la Dictadura acabó suprimiendo el referido artículo en su Código Penal, abrogado más tarde por la II República. Clara defendió, ya diputada, la supresión del delito de adulterio.

En 1928 participa en el XI Congreso Internacional de Protección de la Infancia (Madrid); el 30 de marzo de ese mismo año es elegida académica-profesor de la Academia de Jurisprudencia y el 15 de abril la recibe en su seno la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País. Ese mismo año confunda en Madrid con otras cuatro abogadas europeas la Federación Internacional de Mujeres de Carreras Jurídicas.

En 1929 Clara se integra en la Agrupación Acción Republicana, que más tarde se convertiría en partido. Es su primer paso en política.

El 13 de marzo, resulta elegida Secretaria 3.ª del Ateneo. En junio de 1930 será ponente en el I Congreso de la Sección Española de la Unión Internacional de Abogados. Cae la dictadura de Primo, llega la dictablanda de Berenguer. Terminando el año 1929, el 12 de diciembre, Clara, que ya preside la Federación Española de Mujeres­ ­Universitarias, es nombrada para servir en uno de los comités del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. Dicho comité, compuesto por Clara, por José Puig de Asprer y Eduardo Guillén, estudió la cuestión del derecho de propiedad intelectual en España.

El 12 de diciembre de 1930 se produce la intentona republicana de Jaca. En toda España se sucederán durante una semana, del 13 al 20, violentos incidentes. El día 15 un grupo de revolucionarios socialistas y republicanos trata de tomar por la fuerza el Gobierno­ Civil de Guipúzcoa, asesinando al guardia Modesto López, que muere en el acto, y al sargento Emilio Montero que fallece horas después, a consecuencia de sus heridas. A las pocas horas los cabecillas estaban todos detenidos, entre otros el director de La Prensa, Manuel Andrés Casaus –Andrés es el primer apellido– el presidente de los republicanos guipuzcoanos, Fernando Sasiaín, el doctor José Bago y el hermano de Clara, Eduardo Campoamor, redactor de La Prensa y Secretario de la Unión Republicana donostiarra. Clara Campoamor se hace cargo de su defensa junto con José María Amilibia, mientras Francisco Bergamín es defensor de Andrés. Clara intenta que se celebre el juicio en Madrid. Se colegia en San Sebastián. El 26 de marzo el fiscal pide la pena de muerte para Bago y Andrés, y una pena de veinte a doce años de prisión para Eduardo Campoamor. El 6 de abril Clara participa en San Sebastián en un mitin pro-amnistía, junto a Unamuno. Ocho días más tarde, nace la II República y los procesados son liberados de inmediato¹⁹. Es el 14 de abril de 1931.

La proclamación del nuevo régimen supone su gran oportunidad. En mayo se convocan elecciones a Cortes Constituyentes. Una reforma de la Ley Electoral permite a las mujeres ser elegidas pero no electoras y el Gobierno Provisional proclama el sufragio universal para los varones mayores de edad (23 años). En Acción ­Republicana no quieren que Campoamor encabece ninguna lista. Temiendo no resultar elegida, Clara se arriesga y da una pirueta política: abandona Acción Republicana y se integra en el Partido Radical de Lerroux. El Emperador del Paralelo y otros muchos radicales eran masones, así que Clara ingresa también en la masonería. El 28 de junio siguiente se celebran elecciones por sufragio universal masculino, y Clara Campoamor es elegida diputada por Madrid. El 28 de julio las nuevas Cortes Constituyentes incluyen a Clara en la Comisión Constitucional. El 1.º de septiembre toma la palabra la diputada Campoamor en las Cortes. No se trata sólo de su primer discurso en las Cortes; también es la primera vez que una mujer toma la palabra en el Congreso de los Diputados. Al día siguiente sale para Ginebra como delegada suplente ante la Asamblea de la Sociedad de Naciones. Será, también, la primera española en hablar ante dicha organización. Clara permanecerá en Suiza dando conferencias y entrevistas y participando en las sesiones de la Sociedad de Naciones, regresando a Madrid la víspera del 29 de octubre.

Durante su ausencia, en las Cortes algunos diputados habían atacado el principio del sufragio femenino basándose –dicen ellos– en las «limitaciones impuestas a su albedrío por la naturaleza». Se pronuncia la frase «la mujer es eso: histerismo». En parte de las izquierdas y en el Partido Radical, el de Clara, existe miedo al sufragio femenino: muchos piensan que las mujeres son criaturas de la derecha controladas por sus confesores. Los radicales y parte de los socialistas se opondrán al sufragio femenino. Se acerca la hora de votación del proyecto. Clara regresa de Suiza el día 28 de septiembre. Al día siguiente de su regreso a Madrid, Clara ­experimenta su primer encontronazo dialéctico con Victoria Kent, acerca de la redacción de un artículo. Pasa otro día y el 30 de septiembre se pronuncian sendos discursos contra la igualdad de la mujer a la hora de votar. Clara interviene. El radical Guerra del Río se opone al sufragio femenino con el pretexto de que la mujer votará a las derechas. Pide que ese derecho se recoja en una Ley electoral, modificable según la coyuntura, y no en la Constitución. Sigue a este discurso una réplica contundente de Clara Campoamor.

El 1.º de octubre se llega a un momento crucial: la radical-socialista Victoria Kent, sacrificando sus propias convicciones a la disciplina de su partido, pide el aplazamiento del derecho al voto de la mujer. También Margarita Nelken, socialista, se ha manifestado en público contraria al voto de la mujer, aunque todavía no es diputada. Campoamor replica a Kent. Por 161 votos contra 121 la mujer adquiere el derecho al voto. No votan 188 diputados de los 470 de los que se compone la cámara lo que supone una abstención del 40% exacto. La gran mayoría del Partido Radical, el partido de Clara, vota contra el sufragio femenino. Las derechas y la mayoría de socialistas han votado a favor, salvo el grupo de Indalecio Prieto, quien abandona la Cámara afirmando que «era una puñalada trapera para la República».

El 15 de octubre la diputada Campoamor se pronunciará a favor del derecho al divorcio.

El 1.º de diciembre, aprovechando la circunstancia de que las derechas –apoyo fundamental del sufragio femenino– han abandonado la Cámara, se presenta una enmienda del partido de Azaña, Acción Republicana, para que la mujer sólo pueda votar en las elecciones municipales. La enmienda se rechaza por muy estrecho margen: 131 votos en contra y 127 a favor. La abstención supera el 45% (212 diputados sobre 470). Campoamor ha votado en contra, Kent a favor y Nelken se ha ausentado…

Es la victoria de Clara Campoamor, la victoria, también, de medio país, de todas las mujeres españolas.

Suspendamos un instante este relato y consideremos la extraordinaria aventura vital de Clara Campoamor. Si a principios de los años veinte es reconocida como escritora y feminista, durante la segunda mitad de la década se convierte en una célebre jurista; la defensa que hizo del sufragio femenino en el Congreso de los Diputados la elevó a la categoría de figura política nacional, y con cierto predicamento internacional. No disminuirá nuestro asombro si consideramos que a los treinta y cuatro años empezó el bachillerato y a los treinta y siete ejercía de abogado…

Le brindaron homenajes y la fama le ayudó en su profesión. Como abogado llevó dos divorcios sonados: el de Concha Espina y Ramón de la Serna así como el de Ramón del Valle-Inclán, Presidente del Ateneo, y Josefina Blanco.

Destaquemos que Clara, para concienciar a las españolas de sus posibilidades legales recién adquiridas, funda la Unión Republicana Femenina que organizará numerosas actividades. Una rama de la URF será la Cuna y el Madrinazgo del Niño, que organizará la donación de cunas a las madres menos afortunadas.

De su actividad parlamentaria, subrayemos también que un año más tarde se pronunció a favor de la supresión del delito de ­adulterio, alentó la investigación de la paternidad y los derechos de todos los hijos, independientemente de su filiación, empezando por su inscripción en el Registro Civil, y se opuso a la existencia de la prostitución reglamentada, algo totalmente coherente dentro de la óptica abolicionista.

Al discutirse el Estatuto de Cataluña, Clara, junto a otros diputados, hasta un total de 112, votó en contra del artículo segundo que pretendía imponer el catalán como lengua cooficial en Cataluña. Por otro lado, con otros diputados del partido radical firmó un voto particular que decía así:

«Es obligatoria la enseñanza en castellano en todas las escuelas primarias de España. En el caso de que las regiones autónomas organicen enseñanzas en las lenguas respectivas, el Estado ­mantendrá, en aquellos Centros de instrucción de todos los ramos, la lengua oficial de la República»..

En el Diario de Sesiones se puede seguir el intenso trabajo de Clara en el Congreso²⁰. Además de toda su actividad pública, no olvidó a las españolas célebres que la precedieron. Así, en

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