HORROR EN PARACUELLOS
“El 8 de noviembre de 1936 y en virtud de que no había quien evitara las sacas, se pronunció mi nombre como único hombre capaz de parar aquellas matanzas y me llevaron al Palacio de Justicia. Allí acepté el comprometidísimo encargo y el día 9 tomé posesión como inspector general de Prisiones. Aquel mismo día, sin el nombramiento oficial aún, evité una saca en la Modelo de más de 400 presos que habían de ser sacados para… no volver. Esto y otras cosas hice por espacio de los días 9 al 14, día este por la noche en que, después de tres horas de violenta discusión con el ministro de Justicia, dimití del cargo. Volvieron las sacas el 16 o 18 hasta el 4 de diciembre, en el que me nombraron delegado especial de Prisiones con atribuciones de director general”. Estas palabras fueron escritas de su puño y letra por Melchor Rodríguez como defensa el día de la pantomima de juicio que lo condenó a muerte en 1939. Así había salvado la vida a los miles de presos que quedaron a su cargo, sus enemigos políticos. Si debían ser condenados, ya lo decidirían los tribunales de justicia.
Este anarquista, conocido como “el Decano” en las prisiones de Madrid (por las veces que había estado preso), había cortado de raíz los maquiavélicos y terroríficos
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