Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Memorias de un Porreta: Mis Luchas, #1
Memorias de un Porreta: Mis Luchas, #1
Memorias de un Porreta: Mis Luchas, #1
Libro electrónico327 páginas5 horas

Memorias de un Porreta: Mis Luchas, #1

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Un libro políticamente incorrecto que espero que nunca lean mis hijos.

 

Sinopsis

Tras releer mi diario, 20 años después, hay dos preguntas que me hago al momento: ¿Cómo es que aún sigo vivo? ¿Cómo es que nunca me arrestaron? El libro acompaña mi vida cotidiana durante mi etapa de estudiante universitario, donde además de beber cerveza y fumar hachís con regularidad, también peleé, robé, tuve relaciones sexuales con desconocidas, llevé droga desde Holanda, dañé espacios públicos, me enamoré y lloré. Un libro políticamente incorrecto que espero que nunca lean mis hijos.

 

Un libro crudo que enseña el alma humana como en realidad es

 

◆ Al escribir este libro me sumí en un océano de emociones. Eché de menos las locuras de mi juventud y las personas que conocí y que perdí el contacto. Sin embargo, hubo momentos en los que me perturbé, me pregunté el porqué de ciertas acciones. Cabe decir que esto no es una novela, sino una purga interna.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 may 2021
ISBN9798201958688
Memorias de un Porreta: Mis Luchas, #1
Autor

Gonçalo JN Dias

Gonçalo J. N. Dias nasceu em Lisboa no ano de 1977, licenciou-se em Engenharia do Ambiente e Recursos Naturais no Politécnico de Castelo Branco. Vive atualmente no País Basco, Espanha. É um autor independente, os seus livros têm sido traduzidos a vários idiomas.

Relacionado con Memorias de un Porreta

Títulos en esta serie (2)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Relaciones para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Memorias de un Porreta

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Memorias de un Porreta - Gonçalo JN Dias

    Los viejos desconfían de la juventud porque ya han sido jóvenes.

    William Shakespeare

    DE IZQUIERDA A DERECHA: Bora Bora; Boni; Eloi (Gusano); Zé Nights & Gonga el Loco. En el baño del Cubil, año 2000.

    A los elementos del Cubil,

    ese movimiento subversivo de resistencia a los poderes establecidos.

    Índice

    Foto del Cubil

    Cumplí 23 años – jueves, 1 de junio de 2000

    Suspendí Física y Portugal perdió contra Francia – Sábado, 1 de julio de 2000

    Mis vacaciones de verano en Cacém (K100). Miércoles, 30 de agosto de 2000

    Entierro del Novato – domingo, 26 de noviembre de 2000

    Fin de semana en Mira-Sintra – lunes, 11 de diciembre de 2000

    Nochevieja 2000/2001 – domingo, 7 de enero de 2001

    Regreso a K100 – martes, 20 de marzo de 2001

    Fin de semana con Luisa – Jueves, 10 de mayo de 2001

    Semana Académica en Castelo Branco – viernes, 22 de junio de 2001.

    Me despedí de Blockbuster – 21 de agosto de 2001, martes

    Vacaciones en Ámsterdam – jueves, 27 de septiembre de 2001

    Fin del Cubil – domingo, 25 de noviembre de 2001

    La muerte de mi Abuela – jueves, 17 de enero de 2002

    Viaje a Salamanca – sábado, 16 de febrero de 2002

    Cumplí 23 años – jueves, 1 de junio de 2000

    Ayer cumplí 23 años y fue, sin lugar a dudas, el más bestial de todos mis cumpleaños. Como todos los años, mantuve la tradición e hice sólo lo que me gusta hacer en este día, por lo tanto, no fui a clases.

    Me desperté a las nueve de la mañana y decidí ir a correr un poco para mantenerme en forma. Fui con el perro de mis tíos, que se llama Pingüino. El día estaba estupendo, ya se acerca el verano, el cielo estaba despejado y sin ninguna nube. Corrí casi una hora, alrededor de la Escuela Agraria; llegué a casa, hice abdominales y flexiones y me di una ducha.

    En mis cumples, me gusta hacer un repaso de mis anteriores aniversarios, y me quedé a gusto por haber ido ayer a correr a un bosque de alcornoques y encinas y no estar atascado en el tráfico para salir de Cacém, cruzar la IC19 para ir a trabajar a São Marcos como vigilante en una fábrica, como me había ocurrido en años anteriores.

    Comí con mi tía y con mi prima, las cuales no se acordaron de mi cumple. Comimos bacalao, que estaba riquísimo, y estuvimos viendo las noticias en la tele. Después de la comida, me fui a echar una siesta, que creo que merecía.

    Me levanté de buen humor y decidí ir al Cubil a fumar un porro, ya era hora de romper hostilidades. Salí sin ningún plan, iría a ver quién estaba en aquel nefasto antro del Cubil y tal vez a beber un café a la Asociación. Me vestí como siempre, pantalones de montaña, con bolsillos laterales para meter el hachís, el mechero, la cartera, papel de fumar, etc. Me puse una camiseta verde y salí a la calle. Cuando estaba llegando al Cubil, justo en la curva, me topé con Ricardo y Mike en un coche, quienes pararon a saludarme.

    - Oye, parad, porfa, hoy es mi cumple, vámonos a fumar un porro.

    No cabe duda de que enseguida se mostraron dispuestos, son de esos tíos que siempre están listos para fumar un canuto. Subimos al Cubil y sólo se encontraba Eloy, pegado al ordenador, como de costumbre. Los demás estarían en clase. Eloy se mostró sorprendido e incluso, diría que no muy contento al ver entrar en su casa a aquella pandilla de drogatas.

    - Eloy, hoy es mi cumple, les invité a venir a fumar un peta.

    - ¡Ah!, vale, felicidades, tío.

    Pasé el hachís a Ricardo que lio el porro. Fuimos hasta la cocina y nos quedamos de pie alrededor de la mesa.

    - ¿Y los demás, Eloy? – pregunté.

    - En clase. ¿Tú no has ido?

    - No, ¿y tú?

    - Sólo a botánica.

    Después, Ricardo empezó a hablar sobre el centro de recuperación de aves que hay en la Escuela Agraria y comentó cómo ellos habían salvado a un buitre negro y a un búho. Eloy se mostró muy interesado en el tema y pidió ir a visitar el centro en breve. No fumé mucho del petardo, porque esperaba que el día fuese largo y no quería echarme a perder al inicio de la tarde.

    Pasado un rato, Ricardo y Mike se fueron y yo me quedé solo con Eloy, hablando sobre asuntos, que ahora ya ni me acuerdo, porque ya estábamos colocados.

    Alrededor de las cuatro de la tarde aparecieron los demás elementos del Cubil: Boni, Zé Nights y Bora Bora. Zé me miró con reproche, como diciendo: ¿Qué hace este tío aquí?

    - ¿Qué? ¿Haciendo novillos, sinvergüenza? – preguntó Boni.

    - Eso parece.

    Por detrás de mí, Eloy hacía señales indicando que era hoy mi cumple. Todos me saludaron.

    - A ver peña, como es mi cumple, he venido aquí para fumarme un peta con vosotros.

    - ¿Tan pronto? – dijo Zé, con cierta censura en su rostro.

    - Nunca es pronto para fumar un peta, Zé – contesté.

    Tanto Boni como Bora nunca dicen que no, así que volví a la cocina para liar otro. Eloy y Zé no querían.

    Después, los tres fuimos al bar de la Asociación. Al salir del Cubil, sentí que ya estaba demasiado puesto, si seguía así no podría ir a cenar a casa. Pedí un café solo, pero a decir verdad, tenía ganas de empezar ya a beber cerveza. En la Asociación estaba Teodoro, ese gran personaje del barrio, siempre amable, habló muy rápido sobre un asunto que no entendí, pero me partí de la risa con su gesticulación. Después del café, empezamos a pedir las birras. Leí un poco el periódico y las noticias me afectaron notablemente, las primeras páginas hablaban sólo de crímenes sangrientos y yo, como ya estaba requetepuesto, pensé que sería un blanco fácil para los asesinos. Dejé de leerlo y observé el ambiente en el bar. Todo parecía normal. Teodoro hablaba con algún cliente en la barra, algunas viejas tomaban café y un borracho tenía la mirada puesta en la tele que retransmitía el resumen de un partido.

    Después de un rato apareció Zé Nights, se mostró arrepentido de no haber fumado el porro y le pidió una cerveza Super Bock directamente a Teodoro.

    - Eh, tigre, vienes con sed – le dijo Boni.

    - Llevan unos ojitos de drogados... – afirmó Zé.

    - Es sólo su percepción, estimado amigo – habló Bora Bora.

    Me quedé callado, no sabía hasta qué punto Zé estaba de acuerdo con fumar hachís un miércoles a media tarde. Además, yo incluso quería preguntarles si querían hacer una gran cena en el Cubil. En caso que no aceptasen, yo no podía presentarme así en casa de mis tíos, llevaba un colocón considerable.

    - ¿Qué, Gonga? ¿Fumamos un canuto?

    Zé me hizo la pregunta y entonces entendí que él sí que tenía ganas de marcha.

    - Por supuesto, venga.

    Volvimos a la cocina del Cubil, pero antes nos topamos con la casera. La señora Gabriela es una mujer muy anciana, le gusta mucho Bora Bora, y empezó a hablar del tiempo y después pasó a comentar sobre el ruido que se hacía en el piso que está arriba de su casa, o sea, en el Cubil. Bora Bora fue muy cortés e incluso perspicaz en el trato con ella, me quedé sorprendido porque pensaba que él estaría ya colocado con el porro y las cervezas.

    Al inhalar el humo de mi tercer petardo, hasta el fondo de mis pulmones, sentí que ya estaba toloco. Me percaté de que tenía que frenar, de lo contrario la noche iba a ser corta.

    - A ver gente, ¿podré cenar con vosotros? Ya estoy un poco jodido y en este estado no puedo presentarme en casa.

    - Sin problema, Gonga – dijo Boni.

    - Sí, yo preparo el manjar – habló Bora. – El tradicional arroz con salchicha.

    - Guay, voy a buscar unas botellas de vino y unas birras – dije.

    Zé se quedó un poco ido, tirado en el sofá, mirando a algo fijamente. Consideré que tal vez no le gustase la idea de que yo me quedara a cenar. Eloy estaba encerrado en su habitación.

    Volví a la Asociación para comprar vino y cerveza. Tenía cuatro mil escudos en la cartera y calculé si sería suficiente para pagar las bebidas o tendría que ir al centro a sacar más dinero. ¿Y cuántas botellas iba a comprar? Fue muy difícil mantener un pensamiento sobrio y constante. Justo al entrar en el bar me sonó el móvil. Eran mis padres.

    - ¡Hola, feliz cumpleaños!

    - Gracias, mamá – intenté que la voz me saliera lo más seria posible.

    - ¿Qué tal tu día?

    - Bien, bien... sin más.

    - Llamé a casa de tu tía, pero no ha cogido nadie. ¿Estás en clase?

    - No, los miércoles no tengo clase por la tarde.

    La conversación siguió un rato más y se me empezó a secar la boca. Intenté concentrarme con ahínco en el diálogo con mi madre, pero mi mente volaba a toda leche. Lo mismo miraba a un coche que pasaba, lo mismo a una paloma que se posaba y parecía mirarme. Mientras alguna persona que pasaba y yo desconfiaba de que fuera un secreta...

    Antes de que estuviera más cocido, decidí llamar a mi tía e informarle de que no iba a cenar en casa. Es un procedimiento habitual por mi parte, ella no hizo preguntas.

    Entré en la Asociación y esperé a que Teodoro parase de hablar con un cliente y me atendiera. Cuando lo hizo, me quedé en blanco. ¿Qué hacía yo allí? Ah, claro, iba a comprar vino y cerveza. Vacilé, no sabía qué decir.

    - A ver, ¿qué quieres, chaval? – insistió Teodoro.

    - Sí... dame unas botellas de Vino Pelicano y unas cervezas – la voz me salió afónica, necesitaba beber una cerveza con urgencia.

    - ¿Y cuántas quieres?

    - ¿Botellas de vino?

    - Sí.

    No pude dejar de notar que a Teodoro le faltaban algunos dientes frontales y los demás los tenía amarillos.

    - Dame cuatro – dije.

    - Vale, ¿y cervezas?

    Oh, ¡qué de preguntas!

    - Pues, unas diez o quince.

    - ¿Litronas? ¿Sagres o Super Bock?

    Joder, este tío parece de la KGB, tanta pregunta. Me bloqueé. Él siguió:

    - ¿Pero hay alguna fiesta? Es que no me han invitado – y soltó una carcajada, mientras miraba a los demás clientes.

    - Ya, hoy es mi cumple – le dije bajito.

    - ¿Y no dices nada? Felicidades, colega – y me saludó efusivamente. – mejor que lleves quince cervezas que sois unos animales peligrosos.

    Y volvió a reírse para los pocos clientes presentes, mientras yo me sentía nervioso y avergonzado.

    - Teodoro, ¿me podrías abrir una cerveza para beber aquí?

    - Por supuesto y a esta invita la casa. ¿Has traído bolsas?

    - ¿Bolsas?

    - Para llevar las bebidas.

    - Ah, no, me he olvidado.

    - Pues, ya te encuentro unas por aquí.

    Cuando me pasó las bebidas en las bolsas de plástico, le pregunté cuanto era todo y pensé que el dinero que tenía no me iba a llegar y ya me veía pidiendo disculpas porque tenía que ir al cajero.

    Hizo las cuentas en un papel, yo intenté seguir sus garabatos, pero mi mente estaba espesa. Di un trago a la cerveza que él me había abierto y encendí un cigarro.

    - 1580 escudos.

    Bien, tenía dinero suficiente: dos billetes de dos mil escudos. Le di uno. Me dio el cambio y me invitó a volver después de la cena.

    Terminé el cigarro, cogí las bolsas y me largué. Mientras hacía el trayecto entre la Asociación y el Cubil, pensé que las bolsas eran débiles y las botellas se iban a estrellar en el suelo. Paré. Eran tres bolsas y yo sólo tengo dos manos, aquello no iba a terminar bien. Pensé en llamar a alguno de los elementos del Cubil, pero no tenía saldo en el móvil. Me arriesgué, fui despacio, con las bolsas casi a ras de suelo. Tuve el recelo de que algún conocido apareciera y me viera con tanta bebida. Al subir las escaleras del Cubil, nuevamente sentí miedo de que la señora Gabriela apareciera y me acribillase a preguntas. No pasó nada, subí las escaleras, recorrí el pasillo exterior de la casa y entré por la cocina, que tenía la puerta de madera abierta de par en par.

    Boni estaba solo, en la cocina, merendando.

    - ¡Joder, has tardado! ¡Hostia, qué de cerveza!

    - Ya, pues... si sobra alguna, ya se beberá otro día.

    Apenas había dejado la cerveza en el frigorífico, aparecieron Celia y Paula.

    - Feliz cumple, tío – dijo Celia y me dio dos besos, después fue el turno de Paula.

    Echaron los bolsos en el sofá, se quitaron los abrigos y se sentaron a la mesa.

    - ¿Cómo sabíais que era mi cumple?

    - Hemos visto a Ricardo.

    - ¿Queréis merendar? – preguntó Boni.

    Le dijeron que no y yo les ofrecí cerveza. Aceptaron. Boni también quería una y yo saqué otra para mí. Calculé que quizá eran pocas cervezas.

    - A ver, ¿fumamos un porro? – Celia está siempre lista para ello, seguro que ya había fumado con Ricardo o con Paula.

    - Hazlo tú, soy un desastre liando porros - y le di el hachís.

    Ellas se rieron y yo pensé que se estaban riendo de mí, por lo patoso que era.

    Los demás residentes de la casa salieron de sus cuevas al sentir el olor del peta, y se dirigieron a la cocina, como buitres al sentir el olor de la carne putrefacta. En poco tiempo ya estaba todo lleno de humo y la mesa llena de cervezas. Tenía razón, no había cerveza suficiente.

    - ¡Me cago en la puta! ¿Habéis robado las macetas de mi edificio? – vociferó Celia.

    Según logré entender, una noche, Zé y Eloy fueron a llevar a Celia a su casa, porque ella estaba muy mamada, apenas podía andar, y la llevaron literalmente hasta su domicilio. Al bajar por las escaleras del edificio, robaron dos macetas con plantas que ahora estaban en la cocina.

    - ¡Hostia, puta!, y yo diciendo que era mentira, que mis amigos no habían robado nada y ¡sois unos putos rateros de mierda!

    Celia tiene un acento del norte muy marcado y me encanta oírle decir tacos.

    Zé no podía ni contestarle, se reía a casquillo quitado. Eloy, sin esconder el orgullo de haber birlado dos macetas, se defendía diciendo que las plantas estaban marchitas y necesitaban de cariño. Me pidió ayuda. Me di un aire de experto en el tema.

    - Estimada Celia, nuestro amigo Eloy, también conocido como Gusano, y Zé Nights hicieron una acción digna de elogio. Mire usted como lucen estas dos plantas, y a esta cocina les sientan como un guante, dan un aspecto nihilista a la habitación.

    Poco después me llamó mi hermana. Me felicitó y por supuesto oyó todo el jaleo que había por ahí.

    - ¿Estás en una fiesta?

    - Sí, algo así, invité a unos amigos.

    Después de la llamada, me quedé un rato fuera de la cocina, en el pasillo exterior, a contestar a los amigos que me enviaban sms. Debí haber tardado un poco porque cuando volví, Celia y Paula ya se habían marchado, se fueron a casa a hacer algo y Bora Bora ya estaba preparando la cena.

    Bora es seguramente el que mejor se apaña en la cocina. Mientras cocinaba, yo le apoyaba, abriéndole una cerveza más o dando alguna idea innecesaria para la confección del manjar.

    - Gonga, ¿has oído lo que ha dicho Paula? – me preguntó alguien.

    - ¿Qué es lo que ha dicho?

    - Que tiene unas semillas de marihuana y nos va a dar.

    - ¡Sí!, ¿de verdad? ¡Guay!

    Según se cuenta, circulan rumores de que por el underground, Paula tiene un amigo de su pueblo que es camello y esconde marihuana, hachís y pastillas en su casa. Por esa razón, ella siempre tiene provisiones y ahora incluso tiene semillas. Se había acordado de que íbamos a germinar las semillas y después unas plantas se quedarían en el Cubil y yo llevaría unas pocas a mi casa.

    La cena se sirvió, ya no había cerveza, y las dos botellas de vino ya se habían finiquitado. Bora Bora tenía un garrafón de vino tinto de su pueblo que puso a nuestra disposición. Celia y Paula ya habían vuelto y esta última había dejado las semillas al lado de la tele. Ya no fumábamos porros, ahora sólo hincábamos el codo.

    Boni, que es el tío más experto en música, fue a buscar un casete y puso Portishead. Aunque me guste la música, me pareció un poco aburrida. Este año he escuchado a un rapero nuevo: Eminem, que sacó un magnífico álbum - The Slim Shady LP. Sin embargo aquí en Castelo Branco, a casi nadie le gusta el hip-hop. Creo que eso se debe al ambiente poco suburbano que hay en la región. Todavía hay mucha gente que escucha heavy metal de los años ochenta. Siguiendo con la música, parece que Guns n’ Roses han terminado, es una lástima. No obstante, ahora parece que a nadie le gustan y se ha convertido incluso en algo corriente y cutre.

    Después de Portishead, y a petición de casi todos, Boni puso Moby, un músico nuevo que sacó Play, un álbum maravilloso para tener música de ambiente, para estar entre amigos.

    A mitad de la cena apareció mi primo Tóxico. Golpeó con fuerza la puerta de la cocina y gritó: policía, abrid inmediatamente. Al principio pensábamos que era la señora Gabriela quejándose del bullicio.

    - Uy, vaya gentuza que tenemos por aquí – entró muy contento, como pez en el agua. – Feliz cumple, Gonga, ¡ya estás muy cocido!

    Me quedé un poco cohibido, debía de tener cara de volado.

    En cuanto se sentó en el sofá, empezó a liar un petardo, alguien le dio un vaso de vino.

    Después de la cena, la cocina parecía una granja de cerdos, ya no había alcohol y yo había prometido a Teodoro ir a tomarme otra cerveza a la Asociación. No fue fácil conseguir poner a aquellos drogados en marcha hasta el bar.

    Al salir a la calle, la temperatura era agradable, parecía una noche de verano, sin ninguna brisa. Llegamos a la Asociación montando mucho escándalo. Nos quedamos en la terraza, dentro hacía calor y había demasiada luz. Teodoro se puso muy contento de vernos y se sentó junto a nosotros. Fue un ir y venir de cervezas. Yo estaba muy feliz con el ambiente, era el mejor cumpleaños de mi vida, pero todavía la noche era joven.

    Bora Bora decidió ir al Cubil a buscar su guitarra. Dicen que ahora es catequista en la parroquia de su pueblo. Empezó tocando música del grupo Pólo Norte y todos cantamos, ya muy cocidos la canción: Aprender a ser feliz. Teodoro estaba animado y no paraba de traer bebidas.

    - A esta invita la casa – decía.

    - ¿Más? Eres un asesino, Teodoro.

    - A este paso ya no podremos ir a la Alternativa – dijo Zé.

    - ¡Pero si tú querías cerrar la discoteca Alternativa!

    Todos se rieron excepto Teodoro que quiso saber la razón por la que el gran Zé Nights quería cerrar aquel antro. Entonces, Zé le contó que una noche que estaba bastante borracho montó semejante lio que los gorilas de seguridad le echaron a patadas. En la puerta de la disco, Zé juró alto y claro que en aquel momento iba a ir a la policía y que cerrarían aquel cuchitril. Sin embargo, cuando llegó a la policía para presentar la queja, a altas horas de la noche y llevando una buena cogorza encima, el agente que le recibió, le aconsejó ir a dormir y le dijo: si sus padres supiesen que usted anda por aquí a estas horas y en este estado, se quedarían muy tristes. Por esa razón, sigue abierta la discoteca Alternativa.

    Ya pasaba la medianoche cuando Teodoro nos dijo que al día siguiente tenía que abrir a las siete de la mañana y nos pidió continuar la fiesta en otro lugar. Estábamos demasiado eufóricos para volver a casa y demasiado borrachos para ir a los bares de siempre. Alguien tuvo la idea de que fuéramos al Monte da Señora de Mércoles, donde podíamos seguir con la fiesta, sin problema de ruidos. Llevamos una caja de cerveza del bar. No sé quién pagó, si es que alguien pagó. Hoy se lo tendré que preguntar a Teodoro.

    Mi primo quería ir a casa a buscar otra caja, como si fuera poca cerveza.

    - ¿Poca? ¡Estás loco!

    - Bueno, ya veremos, es mejor ir a por la caja, Gonga.

    Este Tóxico es un burro.

    Debería haberme dado cuenta de que Bora Bora no estaba bien para conducir, porque cuando cogió su coche y, al dar marcha atrás, embistió el vehículo contra el coche de la señora Gabriela. Fue sólo un ligero golpe, pero lo suficiente como para que la pandilla se destornillase de risa.

    Fui en el coche de mi primo, un Ford Fiesta viejo, de sólo dos plazas. El coche todavía no tiene lector de cds, así que Tóxico puso un casete de Acid house de un DJ del que nadie había oído hablar.

    - Tío, hoy no puedo quedarme hasta tarde, mañana tengo que ir a currar temprano.

    - Va, quédate hasta las dos – le dije.

    Los tres coches fueron hasta la zona alta del Monte da Señora de Mércoles, donde todavía estaban las mesas de la última fiesta, la que anualmente se celebra en el monte. Paula, que tiene un Ford Focus nuevo, abrió el maletero y puso la música a tope. Fue la puta locura, venga cerveza, venga más porros. ¡Una pasada! Cuando todavía tenía un peta en mis manos, del otro lado alguien me quería pasar otro.

    Bora Bora quería marcharse. Durante todo el puto día su móvil sonaba y vibraba y él no paraba de dar llamadas perdidas a una amiga que había conocido en un chat de internet. Sin embargo, para poder ir a hablar con ella tendría que ir a la Escuela Agraria, pues es el único lugar con internet disponible a esas horas.

    - Olvídalo, Bora. Mañana ya hablarás con ella – le dije.

    - No, tengo que ir, de verdad. Le prometí que iría, voy un rato y vuelvo enseguida.

    - Pero a ver, el vigilante de la escuela no te va a dejar entrar a estas horas. Además, con lo cocido que estás...

    - ¡Qué dices! Tiene que dejarme entrar, somos estudiantes de la escuela.

    - Vale, tú mismo.

    Empezó a tocar Skunk Anansie: Charlie Big Potato. Los primeros acordes son mortíferos y la gente se volvió loca, hasta el punto de que Eloy se subió a una mesa y se quitó toda la ropa. Ahí estaba él, desnudo, bailando. ¡Hostia!, me reí tanto que no conseguí mantenerme en pie y me dejé caer. En el suelo, me entró un ataque de tos muy jodido y no conseguía levantarme. Miré a los demás y todos se reían a carcajadas.

    Poco después, apareció Bora Bora. Yo pensé que el vigilante de la escuela no le había dejado entrar. Y nos quedamos contentos de verlo.

    - Peña, he metido el coche en un agujero, venid a ayudarme, porfa – dijo Bora.

    Imaginé que habría metido el coche en la cuneta de la carretera, sin mayor incidente. Le seguí, junto con Celia, llevaba una cerveza en la mano y en la otra un cigarro. Iba relajado, riéndome de cualquier tontería, cuando noté que andábamos en círculos y que Bora no sabía dónde había dejado el coche. Entramos en una zona del monte donde hay un pequeño convento y donde según parece, viven algunos frailes.

    - ¿Pero tú sabes dónde has dejado el coche?

    - A ver, creo que esta por allá.

    Después de infinitas vueltas, finalmente vimos unas luces al fondo, nos fuimos acercando y confirmamos que era el vehículo de Bora. El coche estaba inclinado en una ladera empinada de unos dos metros. ¿Cómo es posible que aquel tío colocase ahí el coche?

    El vehículo era un Seat Ibiza y estaba en una posición perpendicular a la ladera. La parte delantera había chocado con el asfalto de la carretera y la parte trasera estaba despeñada cuesta abajo. Al llegar, vimos que el motor seguía en marcha, la puerta del conductor estaba abierta y las luces encendidas.

    Hubo todo tipo de reacciones, Celia y Eloy se rieron a carcajadas. Tóxico se puso muy dramático y con las manos en la cabeza sólo decía:

    - ¡Oh, Bora! ¿Qué has hecho? ¡Oh, Bora!

    Yo pensé que la responsabilidad era mía, porque era mi cumple, yo había comprado tanta bebida y fumado tanto hachís que al final, me consideré responsable de aquel accidente.

    - Pero a ver, Bora, ¿cómo has podido dejar el coche así? ¿Te has despistado? – pregunté.

    - No, ahí encima había una carreta. He visto una carretera.

    - ¡Pero aquí sólo hay matorral! ¿Dónde has visto una carretera?

    - Pues... no lo sé.

    Según me pareció, mientras hablábamos, él debía haber salido de la carretera y, sin darse cuenta, se metió en medio de aquel matorral y paró en aquella ladera con el capó contra la carretera.

    Celia, riéndose todavía, fumaba un porro y se lo ofreció a Bora. Él aceptó. Ese fue el momento en el que entendí que mi amigo Bora estaba en otra dimensión, en una galaxia muy lejana de aquella donde yo vivía. Porque si me hubiera pasado lo mismo, yo querría recuperar rápidamente mi sobriedad. No obstante, Bora estaba en otra onda y se apoyó en la parte trasera de su coche, fumando el petardo.

    Mientras tanto,

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1