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Animas de Comala: Diario de Ramiro
Animas de Comala: Diario de Ramiro
Animas de Comala: Diario de Ramiro
Libro electrónico194 páginas2 horas

Animas de Comala: Diario de Ramiro

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Información de este libro electrónico

Cuando mis padres me dijeron que teníamos que ir a vivir a la provincia, me quedé frío. Había creado un círculo de amigos a los que casi veía como hermanos. Pero no podía exigir que me dejaran viviendo solo en la gran urbe metropolitana de la Ciudad de México. Estaba por terminar el ciclo escolar y ya me había imaginado ingresando a una preparat

IdiomaEspañol
Editorialibukku, LLC
Fecha de lanzamiento3 jun 2020
ISBN9781640865440
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    Vista previa del libro

    Animas de Comala - Samuel Fuentes

    Portada_ebook_Diario_de_Ramiro_baja.jpg

    ÁNIMAS DE COMALA

    Diario de Ramiro

    Lo que no sabías de Comala

    SAMUEL FUENTES

    Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

    El contenido de esta obra es responsabilidad del autor y no refleja necesariamente las opiniones de la casa editora.

    Este libro es un trabajo de ficción y verdad que ha ocurrido en Comala y fuera de Comala. Algunos pasajes son imaginación del autor. Cualquier nombre o personaje puesto en esta obra y que coincida con la realidad es mera coincidencia.

    Publicado por Ibukku

    www.ibukku.com

    Diseño y maquetación: Índigo Estudio Gráfico

    Portada por el Maestro: Manuel Bautista Fuentes.

    Prólogo por Lic. Ma Patricia Fuentes Ramírez

    Edición: Guadalupe Velasco Fuentes

    Copyright © 2020 Samuel Fuentes

    Samuelfuentes1958@gmail.com

    ISBN eBook: 978-1-64086-544-0

    ÍNDICE

    Dedicatoria

    Prólogo

    Diario

    La Lámpara

    Una Noche de Terror

    La Mona de Porcelana

    La Güija

    La perra de mi padre

    La Historia de Aurelio

    Perdidos - Sierra Manatlán - Senderist

    El re encuentro

    Dedicatoria

    Esta obra le dedico a los muertos. A los muertos de las familias de todo el pueblo, a aquellos que murieron para vivir en la eternidad y en los corazones.

    A mi madre, padre, y hermanos. A aquellos que fueron parte importante de este mundo. Sobre todo, a mi entrañable amigo, José Ramiro Betancourt.

    También le dedico todo mi amor y cariño a mis hijos: Nancy, Daisy, Sammy y Diane Rose Fuentes. Con quienes sacrifiqué tiempo invertido en mi preparación académica y laboral. Los amo como siempre.

    A Comala, mi cuna; a Colima, mi casa, y a México, mi corazón. A Estados Unidos, mi otra patria.

    Prólogo

    En la novela Pedro Páramo escrita por Juan Rulfo Nepomuceno nos hizo notar que en Comala era un pueblo enigmático, fantástico y mítico. Ahora el escritor de esta obra; los apuntes de Ramiro y los relatos de Samuel Fuentes nos confirma que lo ininteligible que describe Rulfo en su obra no era tan superficial, sino que es más real que fantasía.

    Aunque parezca irreal cada uno de los relatos; no lo son en parte, el autor nos describe y nos ofrece datos que en la vida real sucedieron de alguna manera en tiempos diferentes, pero que existieron y que se podrían rescatar con precisión y que quizás algunos historiadores podrían en algún momento verificarlos.

    El asesinato del padre Mota en Zapotitlán y que su amigo quiso cumplir la promesa de apoyarlo en su causa, sin saber que tenían una afinidad consanguínea. En esos tiempos se escondían los errores de la vida y sin darnos cuentas resultamos ser hijos de la misma madre o del mismo padre. Todo porque Pedro tenía muchos hijos en todo el pueblo.

    En esta obra aparte nos muestra lo vulnerables que somos cuando abrimos el portal de la luz a la obscuridad y entramos a una dimensión que se nos complica salir. Hablamos de la invocación de los espíritus por medio de la Guija. Nos atrapa esta historia porque nos damos cuenta de que el personaje no se percata que abrió su Alma para que entrara un espíritu y tomar vida.

    Es incomprensible saber como los seres humanos nos comportamos con los animales, especialmente con los perros. En este relato que nos ofrecen hasta que punto podemos darnos cuenta que a pesar de saber que los perros son irracionales y que ni tienen forma de transmitir su pensamiento o un lenguaje que nos dé la pauta de lo que piensan y de lo que quieren decir. La perra de mi padre nos dio un ejemplo de valor y amor. En relato cautiva al leer la desesperación por rescatar a la cría. Nos llevará a pensar que podríamos experimentar y ver la Llorona convertida en perro.

    Es por demás explicar con más detalle los acontecimientos en este libro. La mona, y los perdidos en Manatlan. Cada uno de los relatos tienen mitología con la que hemos vivido en nuestra región. Segura que ustedes tanto como yo van a disfrutar la lectura y poder contar a sus hijos.

    Ma Patricia Fuentes Ramírez

    Lic. Trabajo Social y Estadística.

    Diario

    Cuando mis padres me dijeron que teníamos que ir a vivir a la provincia, me quedé frío. Había creado un círculo de amigos a los que casi veía como hermanos. Pero no podía exigir que me dejaran viviendo solo en la gran urbe metropolitana de la Ciudad de México. Estaba por terminar el ciclo escolar y ya me había imaginado ingresando a una preparatoria de la Universidad Autónoma de México, en donde seguiría viendo a mis compañeros y amigos. No podía hacer nada. Esta vez nos mudaríamos al estado de Colima, y para mí era como iniciar una nueva vida; iba a ser complicado, sin conocer a nadie ni las costumbres y culturas. Lo único que sabía de Colima era que es un estado pequeño, y algo sobre la novela Pedro Páramo del escritor Juan Rulfo, donde menciona al pueblo fantástico de Comala.

    A esa edad de adolescencia, uno tiene que ir a donde nos lleven los padres. Mi padre ya había viajado varias veces a provincia, cada vez que la empresa donde laboraba lo requería. Me imagino que en uno de esos viajes le asignaron un puesto allá y no le quedó de otra mas que buscar donde vivir. Mientras terminaba mi ciclo escolar y el de mi hermanito, empezamos a empacar todos los muebles y lo que teníamos que llevar; nuestros juegos y libros, mi guitarra. Teníamos que apoyar a empacar en cajas de cartón los platos y todo lo demás. En todo momento pensaba en mi mejor amiga. Me quería quedar por ella, pero no tenía familia a quien pedirle apoyo para quedarme a estudiar acá. Hablé con mi amiga Martha, a quien quiero y amo. Me dijo que sus padres eran muy conservadores y no creía que ellos se prestarían para darme asistencia; me di cuenta que no había opción, tenía que irme a estudiar a la provincia. Quedamos en que nos escribiríamos seguido.

    Se llegó el momento de partir. Fueron varias horas de viajar por carretera hasta llegar a Colima. Era de noche y llegamos a la casa donde sería nuestro hogar durante el tiempo que la empresa mantuviera el trabajo de mi padre. En septiembre, tenía que estar inscrito ya en la preparatoria, donde sería un total desconocido, o más bien, donde no había posibilidades de conocer a nadie.

    Me presenté a hacer el examen de admisión; no salí en la lista para asistir al turno matutino y se nos avisó que los que no aparecimos allí teníamos que hablar con el consejero para ser admitidos en el segundo turno. Tenía la curiosidad de por qué no aparecí en la primera lista. Allí es donde encontré a Samuel, quien estaba haciendo la misma indagación. Las explicaciones recibidas fueron que el primer turno estaba saturado y por eso, los que no alcanzaron, tenían que asistir al segundo turno. Aunque algunos padres de familia no estaban convencidos y decían que había mucho favoritismo, como siempre sucede, les dan la preferencia a amigos y compadres de los oficiales de la universidad. Así comenzó la historia.

    El primer día de clases conocimos a nuestros maestros y nos presentamos uno por uno. Cuando me tocó a mí, no faltaron los que me identificaran como chilango al decir mi nombre, pero les aclaré que no era eso, que era capitalino. Mi acento era muy marcado y tenía que aceptar que no me lo podía quitar de la noche a la mañana. Por un buen tiempo tuve que soportar llevar este apodo, cosa que no me parecía, pero me acostumbré poco a poco. El único que no me decía así era Samuel, con quien compartí el gusto de tocar la guitarra y platicar de nuestras ideas y aspiraciones.

    Poco a poco fui integrándome más con mis compañeros, pero seguía con el acento. No sabía hasta cuándo hablaría igual que los provincianos. Seguro solo era cuestión de dejar pasar el tiempo y lograr acoplarme al estilo de vida y cultura de mi nuevo estado. Samuel jugó un papel importante en mi adaptación, era con quien más convivía porque teníamos una forma de pensar diferente a los demás. Logramos hacer una amistad, fueron pocos los fines de semana en que dejamos de vernos. Mi padre, mi madre y mi hermano le tenían mucha confianza y seguido se quedaba en casa haciendo tareas y tocando canciones en la guitarra; los dos éramos aprendices, pero nos gustaba la música.

    Tengo que admitir que Samuel era muy extrovertido, participaba en todas las actividades de la escuela, no se diga en la política, se codeaba con los grandes de la federación; también jugaba fútbol, de vez en cuando lo vi jugar y me sorprendió. Creo que con el tiempo mi acento se fue perdiendo y me habitué al modo de hablar de los colimenses. Cuando estábamos en cuarto semestre, no volví a saber de mi amigo. No se supo nada de él. Fue extraño que no se despidiera de mí ni de nadie. Volví a escuchar de él hasta en 1986, Cuando por azares del destino nos encontramos y retomamos nuestra amistad. Platicamos de todas nuestras experiencias, de los estudios, la política, la música y el deporte. Ese momento de reencuentro pasó como a velocidad de la luz. Allí nos dimos cuenta de que tomamos rumbos distintos, y yo temía que Samuel estuviera enclaustrado en la sierra con el comandante Marcos por el discurso que ofreció en la Conferencia Nacional de la Juventud en la Universidad de Guadalajara.

    Recuerdo un fragmento de ese discurso, dijo: «Ante la inminente descomposición social y la falta de atención a los pueblos indígenas, puedo asegurar que ellos serán los primeros en manifestarse para que sus derechos sean escuchados y atendidos con equidad y respeto. Al gobierno y a la sociedad les son indiferentes, son discriminados por sus costumbres, su dialecto, y sus tradiciones. […]». Se me quedó en la memoria, ese discurso también fue muy duro contra el entonces gobierno.

    Tiempo después retomamos nuestras charlas y entre todas ellas, los más interesantes fueron los relatos acerca de sucesos en Comala, su pueblo natal. Cuando lo escuchaba se me venía a la mente lo que leí en el libro de Pedro Páramo, los fantasmas de Comala.

    La Lámpara

    Estaba a punto de recibir mi título de arquitecto. Durante el tiempo de mi formación académica, me hice una novia, por quien sentía mucho amor y cariño. Ella fue quien me retó a seguir adelante, pues confieso que estuve a punto de dejar los estudios; eran muy costosos y mis padres no podía con tanto, por lo que opté por trabajar a tiempo parcial. También quería ahorrar para cuando llegara el momento de pedir matrimonio. Yo ya no podía vivir sin ella, me desesperaba no poder compartir todos los momentos a su lado. «Esto me lo contó Jonathan, dijo Samuel.»

    Un día, le dije a mi madre que iba a ahorrar un poco de dinero para casarme. Mi madre se sonrió como diciendo «No sabes lo que dices», pero por lo menos le sembré la posibilidad de que un día yo formaría un hogar. Mi padre se pasaba su vida en el campo, trabajando como siempre, platicaba poco con él; llegaba a la casa muy cansado, la comunicación era muy corta, más bien casi no existía. Estaba casi seguro de que mi madre se encargaría de platicarle lo que yo le había dicho.

    Rosa me había dicho que sus abuelos tenían una casa abandonada en el pueblo, una casona vieja de adobe que no habitaban porque su vida la tenía comprometida con el gobierno en las fuerzas armadas. El abuelo era coronel de infantería y tenía más propiedades en otros estados y tenía un pie de casa en la ciudad capital. Se me ocurrió pedirle la casa en renta, pero la pena me embargaba; era tímido y no me atrevía a decirle porque podría malinterpretar mi propuesta.

                Después de varios años, había acumulado una buena cantidad de dinero. Aparte de trabajar en una firma de arquitectos, trabajaba de mesero los fines de semana y limité mis gastos porque mi meta era formar una familia con Rosita. La costumbre era que nuestros padres debían pedir la mano, así que tuvieron que hacerlo. Ya estaban convencidos, sabían que yo ya no era ningún adolescente y podía mantener una familia. Nos pusimos de acuerdo y fuimos una tarde a la casa de los padres de Rosa. Ella era de una familia de clase media alta, nosotros nos considerábamos de otra. Pero el amor no distingue las clases, la edad. Rosa estaba consciente de que mis padres no tenían los lujos que ellos sí, sabía claramente que eran sencillos y pobres.

    Fue una fecha inolvidable, de nervios, no sabía cómo iban a reaccionar los padres de Rosa, sobre todo sabiendo que eran de una familia muy recta y disciplinada. Mis padres fueron lo mejor vestidos posible, también estaban nerviosos pensando en la reacción, sobre todo por el hecho de ser de estrato humilde, pero ya no se podía dar paso atrás. Los señores sabían que Rosa y yo éramos novios, que nos veíamos y hablábamos seguido, pero no pensaban en un día llegar a liberar a la niña consentida, a la maestra que querían tener en casa toda la vida. Rosa mandó hacer unos pastelillos y compró pan, tradicional de Comala; tenía todo guardado para que sus padres no se dieran cuenta. Puso una olla de café que perfumaba toda la casa. Ya habíamos pactado todo pero queríamos que fuera sorpresa para sus padres.

    Mi madre se sentía más nerviosa que yo. Mi padre, rígido, pensativo, parecía pollo erguido, eso sí, con su camisa bien almidonada. Pero el pedimento de la novia así era, un ritual entre dos familias que siempre generaba una incógnita. No se sabe qué puede suceder. Ya estábamos a punto de llegar a la lujosa casa, cuando mi madre me pregunta: «¿Por este barrio vive tu novia?», le señalé la casa: «Allá, en aquella casa blanca grande», «Eso es mucho lujo», me contestó. Después me preguntó: «¿Ellos saben dónde vivimos?». Le dije que no, pero Rosa sabía muy bien que somos de otra clase. Jamás le escondí nada, incluso sabe que acostumbramos a bañarnos con jícaras. Rosa salió a la puerta de la casa, nos miró y se quedó allí esperando para recibirnos. Entramos.

    Rosa recibió a mi madre con un beso en

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