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El Nuevo Coaching Social: Los secretos para lograr el éxito en tus relaciones interpersonales
El Nuevo Coaching Social: Los secretos para lograr el éxito en tus relaciones interpersonales
El Nuevo Coaching Social: Los secretos para lograr el éxito en tus relaciones interpersonales
Libro electrónico146 páginas2 horas

El Nuevo Coaching Social: Los secretos para lograr el éxito en tus relaciones interpersonales

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Descubre los secretos para no parar de evolucionar, de crecer y de mejorar en la sociedad.

Este libro es un manual práctico de supervivencia en sociedad, vitaminas para el corazón y energía para el espíritu. Los seres humanos somos seres sociales y, para sentirnos realizados, debemos evolucionar, crecer y mejorar dentro de un sistema social preestablecido.
El dolor surge cuando nos estancamos, cuando dejamos de seguir el movimiento evolutivo, cuando dejamos de crecer, cuando dejamos de mejorar… Es entonces cuando nos sentimos pequeñitos, aislados e insignificantes. Nos sentimos mal porque dejamos de escuchar la música que resuena dentro de nuestro corazón. Y no hay nada peor que eso. Pero en tus manos está cambiar esta dinámica y recuperar la fuerza que hay en tu interior. ¿Te atreves a lograrlo?

Gracias a El Nuevo Coaching Social, descubrirás las claves para:
• Convertirte en una persona auténtica, que no cesa en su crecimiento
• Transformarte en la mejor versión de sí mismo
• Influir positivamente en el resto de la sociedad

¿Quieres ser feliz? Entonces haz feliz a los demás, haz que evolucionen, que crezcan, que mejoren. Tú tienes el poder de transformar su realidad. ¡Tu vida es su vida!

TESTIMONIOS DE LECTORES

“Leí su libro El arte de gestionar tus emociones y me sorprendió y encantó. Con esta nueva obra, me declaro completamente adicta al talento de Sergio Aparicio Pérez” (Sofía Mercapons).

SOBRE EL AUTOR

Sergio Aparicio Pérez es coach personal, empresarial y ejecutivo formado en inteligencia emocional, liderazgo, PNL, y reiki, entre otros. Además, es terapeuta holístico y pronuncia conferencias tanto en España como en el extranjero. Desde hace años, se dedica en exclusiva al desarrollo personal y de organizaciones, y ha obtenido excelentes resultados con una metodología propia en la que combina coaching, inteligencia emocional y meditación con disciplinas orientales y terapias alternativas. Contacto: coachaparicio@hotmail.es.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 mar 2017
ISBN9788416669851
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    El Nuevo Coaching Social - Sergio Aparicio Pérez

    CAPÍTULO 1

    LA SOCIEDAD, ESE GRAN INVENTO

    La verdadera razón del absoluto triunfo de la especie humana es la creación y consolidación de la sociedad.

    El ser humano es un ser social. Queramos o no, estamos obligados a vivir en sociedad. Salvo que nos aislemos en un entorno solitario y lejano, y además seamos capaces de conseguir por nosotros mismos todos los recursos necesarios para subsistir, claro está. De este tipo de ermitaños aislados del resto del mundo existen muy pocos casos, y la mayoría de ellos tienen algún tipo de contacto con otros seres humanos, aunque sea de manera ocasional. El resto, vivimos en sociedad con otros seres humanos.

    Podemos opinar lo que queramos al respecto de la sociedad, y de hecho lo hacemos. Hay quienes la defienden a ultranza como elemento vertebrador de las relaciones humanas, quienes la ven como la creadora de la estructura que nos ha permitido avanzar y ser mejores, quienes defienden que sin ella nuestra especie habría desaparecido de la faz de la tierra, asolada por los predadores, el clima… Los defensores del sistema social, creen que la sociedad, aunque pueda tener sus defectos, tiene más virtudes.

    Y hay quienes, por el contrario, la ven como el culpable de todos nuestros males, como el origen de todas las desigualdades que convierten a los más desfavorecidos en víctimas del sistema social y al resto como beneficiarios y causantes de la pobreza del resto.

    Sin embargo, la mayoría de las personas se centran en asegurar su propia supervivencia y la de su entorno más próximo, sin plantearse si la sociedad es buena, mala o mejorable.

    Y, como casi siempre, todas las posturas tienen su parte de razón. La sociedad en que vivimos nos ha posibilitado, no solo sobrevivir como especie, sino convertirnos en la que domina el planeta, y al parecer de forma egoísta y abusiva. Pero, ¿a qué precio? Destrozamos el medio ambiente para construir ciudades y carreteras, esquilmamos los recursos naturales, eliminamos a otras especies que consideramos molestas o peligrosas, contaminamos el aire y el agua….

    No voy a decantarme aquí por ninguna de las posturas en lo referente a la valoración de la sociedad, porque considero que ese no es mi papel. Yo solo pretendo transmitirte la información que considero necesaria para que adoptes tu propia postura sobre este asunto.

    Para aportarte algo más de conocimiento al respecto, me permito citar a continuación unos pocos párrafos que he entresacado de El Contrato Social de Jean Jacques Rousseau:

    El hombre ha nacido libre, y sin embargo, vive en todas partes entre cadenas. El mismo que se considera amo, no deja por eso de ser menos esclavo que los demás.

    Pero el orden social constituye un derecho sagrado que sirve de base a todos los demás. Sin embargo, este derecho no es un derecho natural: está fundado sobre convenciones.

    La más antigua de todas las sociedades, y la única natural, es la de la familia. La familia es pues, si se quiere, el primer modelo de las sociedades políticas: el jefe es la imagen del padre, el pueblo la de los hijos, y todos, habiendo nacido iguales y libres, no enajenan su libertad sino en cambio de su utilidad.

    Toda la diferencia consiste en que, en la familia, el amor paternal recompensa al padre de los cuidados que prodiga a sus hijos, en tanto que, en el Estado, es el placer del mando el que suple o sustituye este amor que el jefe no siente por sus gobernados.

    Apoyándome en lo expuesto por Rousseau, me gustaría hacer aquí un esbozo evolutivo de la especie humana. Si partimos de nuestros antepasados primates, como los chimpancés y los gorilas, ellos viven en clanes familiares, en los que un macho dominante ejerce su control y protección sobre el resto de los miembros del grupo. Esta forma de estructura social, ya existía en sus antecesores y es la propia de casi todos los mamíferos, con las evidentes diferenciaciones en función de la especie. Los progenitores, por lo general, se ocupan de criar a sus descendientes hasta que estos pueden valerse por sí mismos y se independizan de sus padres.

    Pero la novedad que introducen los mamíferos superiores, amparada por un incremento notable de su inteligencia, es que estos vástagos pueden permanecer en el núcleo familiar por tiempo indefinido, colaborando así en el mantenimiento del grupo.

    Pasamos de la asociación formada por los padres y sus hijos (quienes se independizarán con el tiempo), al clan que agrupa además a otros miembros con mayor o menor consanguinidad, formando una unidad diferente del grupo familiar o la manada. Y son los lazos afectivos, de mayor o menor intensidad, según la escala evolutiva de la especie, los que definen este nuevo modelo organizativo grupal, basado no solo en la supervivencia del individuo y la especie, sino también en las emociones y los sentimientos compartidos. A la vez que el individuo se hace más racional e inteligente, se desarrolla también la faceta emocional de su intelecto.

    Es en esta época cuando nacen el amor y el afecto, y su antagonista consiguiente, el odio, que continúan siendo la base en la que se asienta nuestra vida actualmente. Si analizamos nuestra sociedad comprobaremos que, independientemente de lo avanzada que se encuentre, el amor y el odio siguen siendo los motores del comportamiento humano; que nuestras emociones y sentimientos determinan nuestra posición en esa sociedad.

    Nuestros antecesores prehistóricos asumieron este modelo hasta el momento en el que aparece la fabricación de herramientas y su correspondiente comercio posterior. Es en el periodo paleolítico en el que comienza ese intercambio de bienes entre clanes, que posibilita el establecimiento de relaciones estables entre los mismos. Y también es el padre de la guerra por el control de esos bienes y/o recursos.

    En resumen, el acceso a los mismos puede conseguirse de forma pacífica y simbiótica, con lo cual hablaríamos del comercio, o de manera egoísta y violenta, lo que desencadena las guerras. Y así continúa siendo desde entonces, no hemos cambiado tanto…

    Volviendo al aspecto emocional de estas relaciones, si están basadas en el amor, promoveremos un comercio justo para todas las partes y buscaremos el bien común; pero si nuestras relaciones se fundamentan en el miedo, el egoísmo y el odio, la violencia será nuestro modo de actuación preponderante. Es así de sencillo.

    Y es en este punto cuando me permito citar a Charles Darwin, que en su revolucionaria obra El Origen de las Especies, nos dice lo siguiente:

    No podemos dudar que los individuos que tengan alguna ventaja sobre los demás, por pequeña que esta sea, tendrán las mayores probabilidades de sobrevivir y de reproducir su especie. También podemos estar seguros de que cualquier variación en el más pequeño grado perjudicial sería rígidamente destruida. Esta conservación de las variaciones y diferencias individuales favorables, y la destrucción de aquellas que son nocivas, es lo que hemos llamado selección natural o supervivencia de los más aptos.

    Esta supervivencia del más adaptado, característica de todos los seres vivos del planeta, se quiebra en el momento en el que aparecen los lazos afectivos más evolucionados entre los miembros de un grupo. Como amamos a los individuos del clan, procuraremos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para asegurar su supervivencia, independientemente de su mayor o menor adaptación al entorno. Buscaremos el bien común como forma suprema del espíritu de supervivencia. De hecho, yo mismo no me imagino cómo podría haber sido mi vida sin algo tan común como mis lentes y por tanto, gracias al arduo trabajo de Salvino Armato. Este físico y óptico oriundo de Florencia, mejoró su propia visión, cuando en el año 1280 efectuaba unos experimentos basados en la refracción de la luz, y se cree que ideó unas gruesas lentes correctoras de forma curva. Sin él, y sin todos aquellos que continuaron con su obra, mi supervivencia y la de todos los miopes en un entorno hostil, habría sido más que dudosa, por citar solo un ejemplo.

    Este y otros supuestos de nuestra vida cotidiana, de los que cualquiera podría aportar innumerables ejemplos, demuestran que nuestra forma principal de adaptación biológica es la cultura, no la anatomía. De hecho, el ser humano actual es muy débil y torpe físicamente, y mucho menos adaptado al ambiente externo que el resto de las especies animales. Hemos modificado nuestro entorno, construyendo primero aldeas y después ciudades, para protegernos de la hostilidad del exterior, hasta tal punto, que nos hemos aislado de la naturaleza en la que vivíamos para crear una especie de jaula de cristal global, en la que, si bien estamos protegidos, también nos podemos sentir encarcelados.

    En este momento me permito recordarte la cita más famosa del escritor latino Plauto:

    El hombre es un lobo para el hombre.

    Esta frase fue popularizada por Thomas Hobbes, filósofo inglés del siglo XVII, quién la adaptó en su obra Leviatán. Se puede interpretar que en su libro, Hobbes presupone que el egoísmo está en la base del comportamiento humano, aunque la sociedad en su conjunto intenta solucionar ese problema, favoreciendo la convivencia. Presupone por tanto que el egoísmo está por encima del resto de los sentimientos, y que sin la corrección social, se convertiría en el predominante.

    Sin embargo, esta frase de Plauto forma parte de un texto más extenso, que dice:

    Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro.

    En este contexto, se introduce un elemento añadido que Hobbes no utiliza: El conocimiento del otro. Si conoces al otro, dejas de tenerle miedo, deja de representar una amenaza para ti y, por tanto, la relación mutua puede ser menos animal y más humana. El miedo a lo desconocido es uno de los mayores obstáculos con que nos encontramos los seres humanos. La incertidumbre que nos provoca, puede superarnos y despertar nuestros peores instintos. Nuestro raciocinio pretende acercarnos al conocimiento y nuestro miedo alejarnos de él.

    Evidentemente, el miedo puede servirnos de barrera contra el peligro. Pero, como seres inteligentes que somos, debemos explorar ese miedo y comprobar de manera inequívoca si esa amenaza que intuimos es real o imaginaria; si podemos hacerle frente, rodearla o escondernos de ella. El conocimiento suele revelar que la situación que provoca ese miedo no es tan real ni tan grave como parecía en un principio. Y el conocimiento del otro puede desterrar ese sentimiento de amenaza que puede inspirarnos.

    El conflicto ideológico que subyace en estas cuestiones es la bondad natural del ser humano. ¿Existe realmente? ¿Las personas somos buenas por naturaleza? O por el contrario ¿es el egoísmo y la maldad nuestra naturaleza predominante? Yo me decanto por una solución intermedia: ni somos tan malos como parecemos ni tan buenos como nos creemos. El ser humano es dual por naturaleza y ambos comportamientos coexisten dentro de nosotros. Pero el conocimiento del otro siempre

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