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Cómo superarte con el estrés positivo: Guía práctica
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Libro electrónico315 páginas5 horas

Cómo superarte con el estrés positivo: Guía práctica

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Información de este libro electrónico

¿Ha sentido alguna vez el estrés? ¿Quizá en el trabajo? ¿Quizá con sus relaciones personales? ¿Sí? ¿Y le gustaría aprender a dominarlo, aprender a convertirlo en su mejor aliado? 
El estrés es un auténtico regalo de la naturaleza que, desde el inicio de nuestra existencia, nos ha permitido no sólo sobrevivir, sino también superarnos día a día, generación a generación, civilización a civilización. El estrés es positivo, es poderoso, nos ayuda y nos beneficia en todos los sentidos. Sin embargo, como toda fuente de poder, el estrés también es bravo, feroz cuando se desboca. Y somos nosotros, con nuestra falta de habilidades para manejarlo, para controlarlo, quienes lo transformamos en negativo, en pernicioso, en nuestro más brutal enemigo. Este libro le enseñará cómo el estrés positivo ha sido, y sigue siendo, ese secreto mágico y prodigioso que le conducirá a la superación y al éxito. Le sorprenderá desde la primera página, porque descubrirá un mundo de maravillosas oportunidades.
Un método para conseguir que el estrés se convierta en tu mejor aliado

AUTOR:

Tomás García Castro es Teniente de la Guardia Civil, uno de los cuerpos policiales más antiguos y prestigiosos del mundo, y del que forma parte desde hace 25 años. Además, es técnico superior en prevención de riesgos laborales, especializado en ergonomía y psicosociología aplicada. «Número 1» de promoción de todos los cursos de ascenso en los que ha tomado parte. Durante años ha estudiado el estrés en el ámbito del trabajo, lo que le llevó a escribir y publicar en 2011 “Más allá del estrés”, una novela de autoayuda que aborda con total crudeza y realismo el estrés policial. En la actualidad colabora con varias universidades, organismos públicos y entidades privadas en España.

SOBRE LA COLECCIÓN SUPÉRATE Y TRIUNFA

Vivimos en una época de estrés y de depresión profunda a causa de la crisis mundial que nos azota. Hemos perdido, en cierta manera, el norte como sociedad y vamos dando bandazos, caminando por la vida sin ilusiones, con una tendencia negativa que se refleja en nuestro rostro, en las relaciones con los demás y nuestros trabajos. Este planeta se ha convertido en un mundo gris, triste y desamparado. Cada día escuchamos decenas de historias que nos encogen el corazón y muy pocas que nos hagan emitir una sonrisa. Es una realidad.

Por eso, desde Mestas Ediciones buscamos cada día una manera de revertir esta situación, aportando nuestro pequeñito grano de arena. De ahí nace esta colección, Supérate y Triunfa, que contiene una serie de libros con los cuales queremos añadir optimismo y todas las demás herramientas necesarias para conseguir una vida plenamente feliz, en todos los aspectos posibles. De ahí el carácter heterogéneo de la colección, que tocará temas tan importantes como el económico, el amor, la salud, entre otros muchos. Y lo haremos de la mano de autores de primer orden, formados con gurús y conferencistas motivacionales mundialmente reconocidos, coaches tan importantes como Anthony Robbins, T. Harv Eker o John Demartini. Esperamos que os guste y que os sirva para disfrutar de la vida con la máxima pasión diaria y sonreír cuantas más veces, mejor.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 abr 2016
ISBN9788416669523
Cómo superarte con el estrés positivo: Guía práctica

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    Cómo superarte con el estrés positivo - Tomás García Castro

    PARTE I

    ¡PREPARADOS!

    CONOCIENDO EL ESTRÉS

    CAPÍTULO I

    UN EJEMPLO DE SUPERACIÓN Y TRIUNFO

    Antes de hacer algo hay que tener un plan, una idea para saber hacia donde uno quiere ir. Y desearlo mucho, mucho.

    Mario R. Capecchi (1937 - ?).

    Premio Nobel de Medicina

    ¡Esta vez ha faltado poco, muy poco! –pensó.

    Mario estaba exhausto. Su corazón parecía una locomotora y jadeaba por el intenso esfuerzo. No era para menos, después de haber estado corriendo a toda velocidad a lo largo de 10 manzanas. Todavía le temblaban las piernas por el miedo que había pasado. El tendero había estado a punto de cazarlo y, aunque había perdido parte del botín durante su huida, la recompensa era suficiente. Al menos hoy, comerían.

    Mario tenía 9 años recién cumplidos; tan recién cumplidos que aquel día del mes de octubre de 1946 era su cumpleaños, aunque él no lo supiera. De todas formas, le hubiera dado igual saberlo. Cuando día tras día tienes que jugártela para sobrevivir, lo que menos importa es el día de tu cumpleaños. Es triste, muy triste, casi tan triste como el rostro asustado, temeroso, aterrado de un infante que, sin haber llegado a la década de vida, ha tenido ya que terciar mano a mano con la miseria.

    Mario repartió la fruta entre los muchachos. Eran apenas unas piezas; lo justo para tener las fuerzas necesarias que les permitieran volver a intentarlo de nuevo al día siguiente. Aquella sensación de tener algo en el estómago era maravillosa, una bendición. Y es que Mario, de un tiempo a esta parte, siempre tenía hambre. Había quedado a merced de su suerte por las calles de Verona, en Italia, con poco más de cuatro años, y desde entonces su vida se había convertido en una historia de lucha constante; de lucha por la supervivencia; de lucha por poder abrir los ojos cada mañana y conseguir algo de comida que llevarse a la boca. Daba igual conseguirla en la tienda de fruta, en la de pan o en la de carne; lo importante era tomarla y salir corriendo; correr y correr todo lo rápido que pudiera para yantarla después. Algún día, cuando tenga dinero, devolveré el doble de lo que ahora estoy cogiendo, pensaba algunas noches mientras intentaba quedarse dormido debajo del puente, entre cartones, tras haber planeado el modo de conseguir algo de comida con lo que llenar la andorga al día siguiente.

    La suya había sido una infancia difícil casi desde el mismo día de su nacimiento. Al poco de venir al mundo, su padre se había alistado en el ejército y había partido para combatir en África durante la peor de todas las guerras. Poco después, su madre, que había tenido que criarlo sola desde la marcha de su progenitor, fue llevada a un campo de concentración. Aquél era el primer recuerdo del pequeño Mario: el de su madre arrestada por un grupo de hombres armados.

    Por aquel entonces tenía poco más de tres años, y acabó recalando en el seno de una familia humilde de campesinos a la que su padre había dejado algo de dinero temiéndose que algún día su esposa pudiera ser encarcelada, como así sucedió. Sin embargo, el dinero duró poco, y un año después el muchacho acabó solo en las calles de Verona, abandonado a su suerte.

    Habían pasado casi cuatro años, y aquel día, tras devorar la pieza de fruta que le había correspondido en el reparto entre sus compañeros de fatigas, se sintió mal, peor que nunca. Llevaba mucho tiempo encontrándose mal, aunque siempre había creído que el hambre, el frío y el miedo eran los culpables. Pero esta vez era diferente. Pasó toda la noche delirando por la fiebre. Soñó que su madre regresaba y lo abrazaba, después de ser liberada de su cautiverio.

    Cuando Mario abrió los ojos a la mañana siguiente, ya no vio el musgo de la bóveda del puente que le servía de dormitorio. Seguía sintiéndose tan mal como el día anterior, pero ya no tenía frío, ni le dolía la espalda por la dureza de las maderas y los cartones que le solían servir de lecho para sus sueños. Por un momento pensó que su madre, su querida madre, había regresado de verdad; que ella era la que lo había recogido de aquel desangelado y miserable hogar de hambre, frío y miedo, y lo había devuelto a casa, donde su padre les esperaba a ambos.

    Su ilusión se desvaneció como un azucarillo en el café tan pronto como la enfermera se percató de su despertar inquieto y se acercó para darle un poco de agua. Tranquilo, pequeño, pronto sanarás y volverás a casa.

    ¡Dios mío, a casa! ¿A qué casa? –susurró.

    Maltrecho por el tifus –la causa de que sus huesos hubieran acabado en aquel sanatorio– y por la extrema desnutrición, Mario continuó luchando por salvar su vida. Pasó muchos meses en la cama de aquella enfermería, al borde de la muerte. Sin embargo, sus sueños no caerían en saco roto.

    Lucy, su madre, que había permanecido cautiva durante años en un campo de concentración de Dachau, había sido liberada en 1945. Durante un año lo buscó sin descanso, sin perder el aliento un instante. El día que se presentó en el sanatorio y abrazó a Mario, ambos lloraron como sólo pueden hacerlo una madre y un hijo que se reencuentran por sorpresa después de haber creído que se habían perdido para siempre. El pequeño comprendió entonces que aquel sueño bajo el viejo puente, deseando que ella regresara y lo abrazara, había sido el inicio de su reencuentro. El día de su noveno cumpleaños, el día en que había conseguido escapar a la carrera del frutero veronés, el día en que el tifus había acabado con su resistencia y lo había llevado hasta el hospital, fue el día en que Lucy, su madre, había sido liberada. Un año después se produciría el emotivo encuentro.

    En su encomiable empeño por seguir adelante a pesar de la adversidad, Mario y su madre emigraron a los Estados Unidos en busca de un futuro mejor. Allí, el muchacho aprendió a leer a los 13 años. ¡Dios mío, a los 13 años! Sin embargo, su intensa vida en las calles de Verona, luchando contra el hambre primero, y contra la enfermedad después, le había enseñado mucho más que cualquier lectura.

    ¿Le parece una historia increíble, estimado lector? ¿Cree que tan sólo se trata de un relato ideado con el objetivo de amenizar el inicio del libro que en este momento lee? Nada más lejos de la realidad. La historia que acaba de leer está basada en hechos reales y, salvo pequeños detalles, que ciertamente han sido incluidos para dar al relato ciertas pinceladas literarias, el resto, la esencia de cuanto compone la historia, es auténtico: Mario, la guerra, la partida de su padre, el arresto de su madre, la soledad, el hambre, la pandilla de ladronzuelos, el tifus, el hospital, el reencuentro… Todo real.

    Pero la historia no concluye, afortunadamente, aquí.

    En el año 1967, Mario se doctoró en biofísica por la Universidad de Harvard. Dos años más tarde comenzaría su carrera como profesor universitario por varias facultades americanas.

    En el año 2007, Mario Renato Capecchi, nuestro protagonista, recibiría el premio Nobel de Medicina por sus trabajos sobre células madre y manipulación genética en modelos de animales, con el objetivo de avanzar en el conocimiento de enfermedades humanas como el cáncer o la fibrosis quística.

    En la actualidad, Mario es profesor de genética humana y biología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Utah.

    Un ejemplo de lucha por la supervivencia y por la superación, estimado lector, a pesar de todas las dificultades imaginables, ¿no lo cree también usted?

    Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera.

    Albert Einstein (1879 - 1955).

    Científico alemán

    Años más tarde, Mario Capecchi afirmaría, durante una entrevista televisiva, que aquella experiencia vital, aquellos años junto a aquella pandilla de ladronzuelos, le sirvieron como ninguna otra cosa en su carrera. Aprendí a confiar en mí mismo. Estaba sólo y creo que mi trabajo como investigador está vinculado a aquella época. Entrenaba mi mente de forma constante, desarrollando planes que luego tenía que cumplir. Hoy enseño a mis alumnos que para hacer algo no hay que darle tantas vueltas, sólo hay que empezar a hacerlo. Pero antes hay que tener un plan, una idea para saber hacia donde uno quiere ir. Y desearlo mucho, mucho.

    Éste es nuestro punto de partida, estimado lector. Tómese este libro como el comienzo de un plan que usted puede desarrollar con el objetivo, con la meta, de superarse y conseguir el éxito.

    Quizás se esté preguntando qué relación tiene el estrés con la historia de Mario Capecchi. Mucha, créalo.

    En estas páginas podrá comprobar cómo ese espíritu de lucha, ese ánimo y esa ilusión que no sólo sirvió a Mario Renato Capecchi, el protagonista de nuestro relato, para sobrevivir, sino también para superar tantas dificultades y triunfar en la vida, puede convertirse también en su mejor aliado. Lo ha sido para otros grandes personajes de la historia, y seguro que lo puede ser del mismo modo para usted.

    Ese espíritu de lucha, estimado lector, tiene un motor: el estrés positivo.

    ¿Preparados? ¡Empezamos!

    CAPÍTULO II

    ESTRÉS POSITIVO, DIVINO TESORO

    No hay nada que sea más práctico que una buena teoría.

    Kurt Lewis (1890 - 1947).

    Psicólogo polaco

    LUCHA Y HUIDA: UN ESPÍRITU DE SUPERVIVENCIA…

    También hoy, el simple gesto de abrir los ojos cada mañana es un auténtico suplicio, un camino de lucha por salir adelante para algunas personas. No es extraño, si tenemos en cuenta que quizás apenas hayan podido dormir, acuciadas por los problemas y las dificultades que dejaron pendientes el día anterior y que aún hoy esperan a ser solventados, al iniciar un nuevo día. La maldita hipoteca, las malas relaciones con su pareja, el acoso al que cada día le somete el jefe – si es que lo tiene, claro, porque si no es así, quizás la situación sea aún peor–, el problemático comportamiento de su hijo, las desavenencias con el vecino que no deja de hacer ruido… ¡Estrés, estrés y más estrés!

    ¿Estrés? Si en este momento le preguntáramos acerca de lo que usted entiende por el término estrés, es muy probable que lo definiera como un estado negativo de ansiedad, de tensión y de malestar derivado de las presiones propias del mundo en el que vivimos. Eso es lo que al menos respondieron muchos de los encuestados a los que se les preguntó sobre tal concepto en el marco de diversos estudios.

    Dicha percepción, sin embargo, no es del todo correcta. Y no es la única, porque las creencias equivocadas de muchas personas sobre el estrés suelen ser habituales.

    CUADRO 1.1

    ALGUNAS CREENCIAS ERRÓNEAS SOBRE EL ESTRÉS

    El estrés es propio de nuestro tiempo.

    El estrés es una enfermedad.

    El estrés siempre es negativo.

    El estrés lo sufren sólo personas importantes, pero no el común de los mortales.

    Los niños y las personas mayores no se estresan.

    Es posible y deseable eliminar totalmente el estrés.

    Las situaciones agradables no generan estrés.

    A todo el mundo le estresan las mismas situaciones.

    El estrés es incontrolable.

    La obra que en este momento sostiene usted entre sus manos tiene la firme vocación de ser un libro práctico, que le enseñe a manejar el estrés y, con ello, que le ayude a mejorar en su vida personal, familiar y profesional. Sin embargo, tal y como afirmó Kurt Lewis –el padre de la psicología social–, no hay nada más práctico que una buena teoría.

    La clave para manejar el estrés es conocerlo. Esta es la teoría sobre la que se asientan los contenidos de este libro y, precisamente por ello, comenzaremos intentando que usted sepa todo cuanto debe saber sobre el estrés.

    El hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino de un alma.

    Marcel Proust (1871 - 1922).

    Escritor francés

    Bien, intentemos aclarar algunos conceptos básicos. Aunque la opinión mayoritaria es la de que el estrés es un estado desagradable motivado por las dificultades a las que debemos hacer frente cada día, lo cierto es que, al menos originariamente, el estrés es algo muy distinto, y su propia experiencia personal le servirá para comprobarlo.

    Intente recordar la última vez que consiguió un logro personal, algún reto que se había marcado alcanzar. No tiene por qué ser importante; piense tan sólo en un resultado positivo que se había propuesto conseguir. Podría ser la superación de un examen, el necesario para obtener el permiso de conducción, por ejemplo. Seguro que tiene otros muchos logros que recuerda: leer un voluminoso libro, bajar de peso, enamorar a una chica –la que es posible que hoy sea su pareja–, engendrar a su hijo, hacer un buen informe en el trabajo, batir su propia marca deportiva… Pues bien, aquello que le impulso, que le motivo a conseguir ese pequeño o gran logro personal, familiar o profesional, muy posiblemente, aunque no lo crea, fue el estrés.

    Pero vamos por partes; comencemos por el principio, porque nos ayudará sobremanera a entender mejor el concepto del estrés.

    Como adelantábamos en la introducción, la vida del ser humano sin estrés hubiera sido imposible; el hombre nunca habría sobrevivido, sino que habría sucumbido al ataque de los animales más poderosos que cohabitaban junto a él en nuestro planeta.

    En esencia, el estrés consiste en un conjunto de reacciones arcaicas, tanto a nivel neurológico como hormonal, que preparan a nuestro organismo para la lucha o la huida, es decir, para la actividad física.

    EL ESTRÉS, EN ESENCIA, ES UN CONJUNTO DE REACCIONES ARCAICAS QUE PREPARAN A NUESTRO ORGANISMO PARA LA LUCHA O LA HUIDA

    Así, cuando nuestro cerebro valora como amenazante un acontecimiento o situación concretos, envía una señal al sistema nervioso y al sistema endocrino, que serán los encargados de producir y liberar las hormonas necesarias para excitar la actividad de nuestros órganos, provocando la respuesta de estrés.

    Esta era la respuesta adecuada cuando el hombre tenía que hacer frente, por ejemplo, al ataque de una fiera. Y fueron precisamente este tipo de respuestas las que le permitieron poder escapar

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