Ética en el uso de las imágenes clínicas

Por Editorial Pontificia Universidad Javeriana

"Ante nuevas realidades en la atención médica aparecen también nuevas responsabilidades éticas. En consecuencia, la nueva realidad del uso masivo de tecnologías —que incluyen la difusión de datos e imágenes clínicas en la práctica médica— exige un análisis cuidadoso de sus implicaciones y el planteamiento de principios éticos que sustenten la construcción de políticas y normas al respecto y orienten a nativos e inmigrantes digitales frente a su adecuada utilización. Es innegable que la incorporación de la tecnología será cada vez mayor en este campo y que se presentarán nuevos desarrollos, circunstancias y situaciones inimaginables hoy que demandarán una constante reflexión sobre cómo salvaguardar los principios de la ética y el profesionalismo médico ante los retos que plantea el vertiginoso progreso tecnológico.
Es por ello que este libro invita a una reflexión sobre el quehacer moderno de la medicina, y pretende responder a una necesidad de orientación sobre una práctica que genera cuestionamientos entre médicos, estudiantes y la misma sociedad, y a partir de ello busca contribuir a la educación médica actual a través del fortalecimiento de la apropiación de los principios éticos orientadores del actuar médico."

• Idioma: Español
• Editorial: Editorial Pontificia Universidad Javeriana
• Fecha de lanzamiento: 13 may 2020
• ISBN: 9789587814606

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http://www.proceso.com.mx/?p=304669

La realidad del uso actual de las imágenes clínicas

Lilian Torregrosa Almonacid

Jerónimo Sotomayor Londoño

María Paula Jassir Acosta

Sofía Barriga Rodríguez

El desarrollo de la tecnología de la comunicación es uno de los avances científicos que más ha impactado en la medicina moderna, permitiendo abrir las puertas a una nueva forma de interacción entre los miembros de la comunidad médica a través de medios digitales, herramientas multimedia y redes sociales (1).

Son innegables las ventajas que ha traído a la medicina la posibilidad de compartir velozmente información científica, intercambiar opiniones clínicas e incluso solicitar apoyo profesional especializado en casos particulares a través de diferentes canales informáticos y de comunicación, los cuales hace unos años no podíamos avizorar, pero que actualmente están al alcance de la mano en dispositivos móviles, cada vez más asequibles y baratos.

De este modo, los grupos profesionales en internet, los blogs especializados, las páginas para consulta remota, los correos electrónicos de grupos profesionales y los sistemas de mensajería instantánea se han convertido en herramientas del ejercicio clínico cotidiano por su capacidad de crear espacios para compartir, comentar y discutir información de salud de manera inmediata.

Son numerosos y evidentes los efectos positivos de todas estas interacciones en las áreas de la atención clínica, la enseñanza al personal de la salud, la investigación y la comunicación con los pacientes. Asimismo, cada vez se desarrollan más y mejores herramientas, y se anticipa que estos avances continuarán en paralelo con el progreso tecnológico, lo que llevará a situaciones novedosas, nuevos paradigmas y, probablemente, a nuevos problemas éticos que aún no podemos siquiera imaginar (2).

Con el advenimiento de las redes sociales, entre las cuales las más utilizadas por parte de los médicos son Facebook, blogs, Twitter y YouTube (1,3,4), se ha generado la necesidad adicional de tener unos lineamientos éticos claros con respecto a lo que se considera un uso profesional de estas (5). En ellas se pierden las interacciones humanas frente a frente con los pacientes y sus familias, en las cuales están claramente establecidos los límites del deber profesional; aparece un sinfín de posibilidades nuevas de intercambio, y surgen situaciones problemáticas nunca antes vividas por el médico, las cuales, sumadas a la imprudencia propiciada por la inmediatez y la velocidad de la comunicación moderna, al problema de la falsa sensación de que los intercambios en redes guardan cierta privacidad y de que los contenidos pueden ser controlados o eventualmente eliminados, facilitan cometer imprudencias, por desconocimiento, descuido u omisión (6).

El uso de las imágenes clínicas presenta un problema adicional, dado que su difusión virtual se ha convertido en una práctica médica cada vez más diseminada, y, de acuerdo con el aforismo una imagen vale más que mil palabras, cada vez más fotografías y videos han reemplazado a las palabras en el ejercicio clínico cotidiano, de modo que se comparten permanente e indiscriminadamente imágenes de pacientes, procedimientos, cirugías, exámenes y datos clínicos (2).

Es importante tener en cuenta, además, que los cambios sociales que ha vivido la medicina recientemente, con pacientes más informados y formas de interacción médico-paciente que se alejan cada vez más del tradicional modelo paternalista, pasando del consultorio y el hospital al terreno virtual, demandan no solo la adaptación de nuestro ejercicio clínico, sino un análisis juicioso de las amenazas al profesionalismo que estos pueden representar, así como sus posibles soluciones.

Tal y como las nuevas tecnologías acaparan nuestra atención en el ámbito personal, en el terreno profesional tampoco somos ajenos a ellas, pero debemos emplearlas de manera correcta, pues, más allá del derecho que tenemos como sujetos libres de utilizar nuestras redes sociales, cuando nos presentamos en ellas como médicos existe otra dimensión de responsabilidades individuales y colectivas hacia la sociedad, que tiene unas expectativas particulares de la profesión médica dentro y fuera del entorno virtual. Es allí cuando surgen nuevos cuestionamientos éticos acerca de cuál debe ser el comportamiento profesional del médico frente a estos cambios y qué consideraciones deben tener las nuevas generaciones de nativos digitales con respecto a realidades que les son atractivas y naturales, pero que conllevan claras amenazas para un ejercicio ético de la profesión