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Vida, pasión y muerte de Tenochtitlan
Vida, pasión y muerte de Tenochtitlan
Vida, pasión y muerte de Tenochtitlan
Libro electrónico104 páginas2 horas

Vida, pasión y muerte de Tenochtitlan

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Eduardo Matos Moctezuma congrega aquí las voces de Hernán Cortés, fray Bernardino de Sahagún y Bernal Díaz del Castillo, para relatarnos la conquista espiritual de Tenochtitlan, no sin contemplar el aspecto de imposición y resistencia de conquistadores y conquistados.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 sept 2014
ISBN9786071622839
Vida, pasión y muerte de Tenochtitlan

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    Vida, pasión y muerte de Tenochtitlan - Eduardo Matos Moctezuma

    Mexico

    Introducción

    HOY VAMOS A TENER el privilegio de escuchar las voces del pasado. Voces que fueron protagonistas de los sucesos que llevaron a la admiración y destrucción de una de las grandes ciudades mesoamericanas: Tenochtitlan. Corría el mes de agosto de 1521. Después de un asedio de tres meses de la ciudad mexica y su vecina Tlatelolco por parte de las fuerzas peninsulares y sus aliados indígenas, caía en su poder la otrora orgullosa Tenochtitlan, cuyo solo nombre hacía temblar a sus múltiples vasallos y que ahora, soportando hambrunas y desventuras, era presa de sus enemigos.

    Una vez lograda la conquista militar, daría comienzo la conquista del espíritu. La tarea la emprendió la Iglesia por medio de las primeras tres órdenes religiosas llegadas a tierras mesoamericanas: franciscanos, dominicos y agustinos. Fueron varios años de imposición por una parte y de resistencia por la otra. Sin embargo, de los escritos de los cronistas nos ha quedado un rico y variado legado que nos refiere múltiples facetas de lo que fue la ciudad mexica, desde su nacimiento hasta su destrucción. A través de las siguientes páginas vamos a aproximarnos a tres aspectos importantes:

    1. La descripción, no exenta de admiración, que de la ciudad de Tenochtitlan hacen cronistas soldados como Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo. La ciudad vivía momentos de grandeza que no pasan inadvertidos ante los ojos, absortos, de los recién llegados que todo lo escudriñan, lo ven, lo perciben y lo comparan con lo que les es propio.

    2. La voz indígena, anónima, que a través de fray Bernardino de Sahagún nos relata aspectos esenciales de la vida interna de la sociedad que habitaba en ella. Allí veremos los diversos especialistas que laboraban a diario múltiples productos. Entraremos a la casa del hombre del pueblo para escuchar el consejo íntimo que el padre prodiga al hijo como parte fundamental de la educación casera, cotidiana. La vieja palabra llega hasta nosotros por el artilugio del lenguaje indígena escrito con caracteres castellanos que, más que decirnos, cantan a la razón.

    3. La voz del soldado triunfador que relata, paso a paso, los combates, la estrategia y la muerte. También oiremos el canto anónimo del vencido que clama su bravura en la guerra. Tres relatos vienen al caso: el de Bernal Díaz, que nos habla de algunos de los combates, y el del capitán Cortés, cuando informa al monarca español, en su tercera carta de relación, sobre los combates y la captura del joven Cuauhtémoc. El último—y con él terminan los relatos y el libro—corresponde a un autor anónimo de Tlatelolco, quien escribió en náhuatl su versión de la conquista, en 1528, siete años después de la caída de Tenochtitlan y Tlatelolco.

    En esta tríada se encierra la Vida, pasión y muerte de Tenochtitlan. Bien supo cantar Alfonso Reyes, en su Visión de Anáhuac, el paisaje y el latido de la urbe asombrosa. Qué mejor preámbulo a las palabras que fueron—y son—que las expresadas por don Alfonso en 1915:

    En aquel paisaje, no desprovisto de cierta aristocrática esterilidad, por donde los ojos yerran con discernimiento, la mente descifra cada línea y acaricia cada ondulación; bajo aquel fulgurar del aire y en su general frescura y placidez, pasearon aquellos hombres ignotos la amplia y meditabunda mirada espiritual. Extáticos ante el nopal del águila y de la serpiente—compendio feliz de nuestro campo—oyeron la voz del ave agorera que les prometía seguro asilo sobre aquellos lagos hospitalarios. Más tarde, de aquel palafito había brotado una ciudad, repoblada por las incursiones de los mitológicos caballeros que llegaban de las Siete Cuevas—cuna de las siete familias derramadas por nuestro suelo. Más tarde, la ciudad se había dilatado en imperio, y el ruido de una civilización ciclópea, como la de Babilonia y Egipto, se prolongaba, fatigado, hasta los infaustos días de Moctezuma el doliente. Y fue entonces cuando, en envidiable hora de asombro, traspuestos los volcanes nevados, los hombres de Cortés (polvo, sudor y hierro) se asomaron sobre aquel orbe de sonoridad y fulgores—espacioso circo de montañas.

    A sus pies, en un espejismo de cristales, se extendía la pintoresca ciudad, emanada toda ella del templo, por manera que sus calles radiantes prolongaban las aristas de la pirámide.

    Empecemos…

    EDUARDO MATOS MOCTEZUMA

    VIDA…

    1

    Hernán Cortés, Segunda carta de relación,

    en Cartas de relación de la conquista de América, Ed. Nueva España, México, s.f.

    PORQUE PARA DAR CUENTA, muy poderoso señor, a vuestra real excelencia de la grandeza, extrañas y maravillosas cosas desta gran ciudad de Temixtitan, y del señorío y servicio deste Muteczuma, señor della, y de los ritos y costumbres que esta gente tiene, y de la orden que en la gobernación, así desta ciudad como de las otras que eran deste señor, hay, sería menester mucho tiempo, y ser muchos relatores y muy expertos: no podré yo decir de cien partes una de las que dellas se podrían decir; mas como pudiere, diré algunas cosas de las que vi, que aunque mal dichas, bien sé que serán de tanta admiración, que no se podrán creer, porque los que acá con nuestros propios ojos las vemos, no las podemos con el entendimiento comprender. Pero puede vuestra majestad ser cierto que si alguna falta en mi relación hubiere, que será antes por corto que por largo, así en esto como en todo lo demás de que diere cuenta a vuestra alteza, porque me parecía justo a mi príncipe y señor decir muy claramente la verdad, sin interponer cosas que la disminuyan ni acrecienten.

    Antes que comience a relatar las cosas desta gran ciudad y las otras que en este otro capítulo dije, me parece, para que mejor se puedan entender, que débese decir de la manera de Méjico, que es donde esta ciudad y algunas de las otras que he fecho relación están fundadas, y donde está el principal señorío deste Muteczuma. La cual dicha provincia es redonda y está toda cercada de muy altas y ásperas sierras, y lo llano della terná en torno fasta setenta lenguas, y en el dicho llano hay dos lagunas que casi lo ocupan todo, porque tienen ambas en torno más de cincuenta leguas. E la una destas dos lagunas es de agua dulce, y la otra, que es mayor, es de agua salada. Divídelas por una parte una cordillera pequeña de cerros muy altos que están en medio desta llanura, y al cabo se van a juntar las dichas lagunas en un estrecho de llano que entre estos cerros y las sierras altas se hace;

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