Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Aforismos, cuentos y otras aventuras
Aforismos, cuentos y otras aventuras
Aforismos, cuentos y otras aventuras
Libro electrónico406 páginas8 horas

Aforismos, cuentos y otras aventuras

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Este volumen reúne textos dispersos de la traductora, escritora y profesora Mariana Frenk, quien realizara las primeras traducciones de literatura mexicana del siglo XX al alemán. La edición a cargo de Margit Frenk y de Esther Janowitz, reúne aforismos, cuentos y ensayos, que, además de mostrar la visión crítica y el estilo particular de la autora, permiten al lector conocer sus preferencias literarias.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 nov 2013
ISBN9786071617484
Aforismos, cuentos y otras aventuras

Relacionado con Aforismos, cuentos y otras aventuras

Libros electrónicos relacionados

Relatos cortos para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Aforismos, cuentos y otras aventuras

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Aforismos, cuentos y otras aventuras - Mariana Frenk-Westheim

    Acerca de la autora


    Mariana Frenk-Westheim (Hamburgo, 1898-Ciudad de México, 2004) residió en México desde 1930. Fue maestra en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde dio clases de alemán y literatura alemana. Como una de las traductoras más importantes de nuestro país, es reconocida sobre todo por su traducción alemana de la obra de Juan Rulfo, así como por su versión en español de los textos de Eduard Seler sobre el Códice Borgia y de la obra completa del crítico de arte Paul Westheim. Entre las creaciones de su autoría destaca el libro Y mil aventuras. Falleció a la edad de 106 años.

    LETRAS MEXICANAS

    Aforismos, cuentos y otras aventuras

    MARIANA FRENK-WESTHEIM

    Aforismos, cuentos

    y otras aventuras

    Edición y textos introductorios

    MARGIT FRENK

    ESTHER JANOWITZ

    Primera edición, 2013

    Primera edición electrónica, 2013

    Fotografía de la autora: Lourdes Almeida

    D. R. © 2013, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.

    Empresa certificada ISO 9001:2008

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-1748-4

    Hecho en México - Made in Mexico

    SUMARIO

    Presentación

    Prólogo, Margit Frenk

    Ese mar interior, Esther Janowitz

    Aforismos y otras reflexiones

    Diálogos

    Relatos breves

    Cuentos

    Otras aventuras

    Notas

    Fuentes

    Cronología

    Índice de nombres

    Índice temático

    Índice de títulos

    Índice general

    Presentación

    Mariana Frenk-Westheim (1898-2004) vivió sus primeros treinta y dos años en Hamburgo, Alemania, y el resto de su vida, hasta los ciento seis años, en la ciudad de México. Aquí se desempeñó como traductora, escritora y crítica de arte y de literatura, además de dar clases de lengua y literatura y pronunciar numerosas conferencias en varias ciudades de este país y del extranjero.

    Muchas de sus obras de creación fueron apareciendo en la prensa mexicana a partir de 1939, y sobre todo entre 1969 y 1987. Luego las reunió en el libro intitulado Y mil aventuras, que tuvo tres ediciones (1992, 1997, 2001), cada una incrementada con nuevos textos. Antes de 1992 había publicado un grupito de aforismos sobre dibujos de Carmen Parra: Mariposa. Eternidad de lo efímero (1982, 2004). Su último libro, publicado en Alemania en 2002, fue un retorno a su lengua materna y consistió en divertidas rimas absurdas sobre animales y cosas. Una amplia selección de sus ensayos sobre artes plásticas fue publicada en Arte entre dos continentes por Roberto García Bonilla (2005), quien también ha recopilado, en un libro aún inédito, entrevistas, homenajes y cartas a Mariana.

    La presente edición está dedicada a su obra de creación. Incluye todos los textos publicados en los dos libros citados y algunos más aparecidos en la prensa. A ellos han venido a sumarse aquí buen número de textos inéditos, que se encontraron entre los papeles de Mariana después de su muerte: una Libreta con textos en alemán, de los años treinta y cuarenta, y gran número de hojas a mano o a máquina, rara vez fechadas, con obras escritas casi todas en español. Los textos en alemán han sido traducidos para esta edición por su hija Margit; llevan al principio la marca *.

    Nuestra edición abarca la casi totalidad de la producción literaria que se conserva de Mariana, desde 1926 hasta 2003: todos los textos que se publicaron y la gran mayoría de los inéditos. Han quedado fuera unos pocos poemas intraducibles, uno que otro cuento trunco o no logrado y algunas obras de los años treinta escritas para niños.

    En sus publicaciones periodísticas Mariana solía incluir por un lado aforismos y, por otro, cuentos, breves o más extensos. En Y mil aventuras alternó secciones de aforismos con secciones de relatos muy breves, dejando para el final los cuentos algo más largos. Hemos respetado esa división por géneros, aunque sin entreverarlos. Presentamos pues, en secciones separadas, precedidas de una breve introducción, los aforismos, los relatos breves y muy breves y los cuentos de mayor extensión. Entre los primeros y los segundos decidimos introducir una nueva sección: los diálogos, género al que Mariana fue aficionada, pero que incluyó, según su tamaño, entre los aforismos o entre los cuentos cortos. Después de estas cuatro secciones, hemos añadido una quinta, intitulada Otras aventuras. Los textos contenidos en esta sección, de muy diversa índole, se caracterizan por ser claramente autobiográficos. Proceden algunos de sus publicaciones, los más de escritos inéditos no necesariamente literarios, como fragmentos de cartas y entrevistas. La sección incluye el primer texto que conocemos de Mariana, un fascinante relato autobiográfico escrito en Hamburgo a los veintiocho años (475). También contiene un interesante grupito de relatos de sueños y, además, casi todos los poemas que compuso Mariana.

    La abundancia de materiales —524 textos en total— ha hecho posible organizarlos dentro de cada sección. En la de aforismos, que es la más nutrida, y en la de Otras aventuras se siguió un criterio temático; en las demás hemos procurado dejar juntos los textos que se asemejan, ya por su asunto, ya por la tonalidad dominante. Dada la brevedad de tantos textos, nos ha parecido conveniente numerarlos, en numeración corrida de principio a fin, y a esos números remiten los estudios preliminares, así como los índices y las secciones Notas y Fuentes.

    A las dos editoras nos ha interesado la relación que guardan las obras de creación de Mariana con su vida. Por ello, siempre que ha sido posible, hemos señalado la fecha, ya de composición del texto, ya de su primera publicación, aunque es evidente —y ella así lo señaló alguna vez— que en varios casos la escritura fue bastante anterior a la publicación.

    Mariana dedicó varios años a preparar su libro Y mil aventuras, y la aparición de este tomito, en la importante editorial Joaquín Mortiz, significó para ella la culminación de su carrera literaria. Para la fijación de los textos que recogió en ese libro nos hemos basado por ello en las versiones ahí impresas, y no, cuando las hay, en versiones, a veces discrepantes, de fuentes anteriores. Éstas, sin embargo, son de gran interés, y por ello han quedado registradas en la sección de Notas, donde además se da cuenta en muchos casos de las divergencias textuales importantes.

    De las tres ediciones de Y mil aventuras, nos hemos basado en la segunda, publicada en 1997 por la Universidad Autónoma Metropolitana, que contiene más textos que la primera (1992) y excede en cuidado a la tercera, de 2001; los nuevos textos incluidos en la última llevan aquí la fecha y la referencia correspondientes.

    Hemos procurado proceder con el mayor rigor posible, tanto en la edición de los textos como en su documentación y sus notas. Mariana luchó tenazmente por llegar a escribir en buen español, cosa que logró con creces a partir de los años cuarenta. Antes de esos años, y ocasionalmente después, aparecen en sus escritos pequeñas huellas de su lengua materna. Conscientes de que ella lo habría agradecido, nos hemos permitido hacer minúsculos retoques en unos cuantos textos, sin indicarlo expresamente. Quienes deseen consultar los originales podrán hacerlo cuando el archivo global de Mariana esté alojado en la biblioteca que en fechas no muy lejanas tendrá la Academia Mexicana de la Lengua en su nueva sede.

    Sólo nos resta agradecer a cuantos colaboraron en esta larga y gozosa tarea. Fabienne Bradu puso en contacto a dos amigas suyas que no se conocían y que habrían de coeditar el presente libro, y en su momento revisó la traducción al español del ensayo de Esther Janowitz. La prodigiosa memoria de Silvestre Frenk ayudó a reconstruir la biografía de su madre, mientras que Rodrigo Treviño Frenk, buen conocedor del alemán, contribuyó a sacar de su prolongado letargo los sueños de su bisabuela. Nayeli García Sánchez participó en varias tareas importantes, y Nidia Cuan Martínez desentrañó no pocos misterios hemerográficos. Roberto García Bonilla permitió citar pasajes de entrevistas por él recopiladas, y Martha Bremauntz aplicó su ojo clínico a gran parte del libro. Y en la última fase de su elaboración hemos tenido la fortuna de contar con la intensa y comprometida ayuda de Marisol García Walls. A todos ellos: ¡gracias!

    LAS EDITORAS

    Prólogo

    MARGIT FRENK

    Si antes de ser concebidos existíamos como posibilidad, después de morir existiremos como realidad consumada. (112)

    Mariana nació en Hamburgo, Alemania, el 4 de junio de 1898, con el nombre de Marianne Helene Freund. Sus padres, ambos judíos, hablaban alemán y checo; se llamaban Theodor Freund y Regine Pick (1848-1933 y 1863-1927, respectivamente). Habían nacido en Bohemia (que después sería parte de Checoslovaquia), en dos lugares cercanos a Praga, donde la familia Pick poseía una fábrica de telas y manteles finos. Por ahí de 1882 decidieron emigrar al puerto de Hamburgo, pues Theodor ansiaba dedicarse a la expedición de mercancías por vía marítima. Desligados de la comunidad judía en la que habían vivido y con la que habían compartido parte de sus usos y costumbres, no tardaron en asimilarse hasta cierto punto a la cultura alemana, quizá menos que otros judíos. Mariana llegaría a afirmar más tarde que ni sus padres ni ella quisieron ser tan alemanes como otros inmigrantes judíos (497). Esta idea se afirmó en ella cuando muchos años después se enteró de que los antepasados de su madre provenían de España (el apellido Pick vendría del español Pico), de donde, tras siglos de convivencia con moros y cristianos, los judíos sefardíes no convertidos al catolicismo fueron expulsados en 1492 por los Reyes Católicos. Mariana transformaría en un relato (466) este doloroso exilio, al que contrasta con la alegría de los españoles que ese mismo año se lanzaron al descubrimiento de nuevas tierras.

    Mucho después de los tres primeros hijos de la pareja —Robert, Franziska y Gertrud (Nuni)—, nacidos en 1885, 1887 y 1892, respectivamente, nació Marianne, que fue probablemente la consentida de todos. Un tanto alejada del padre, cuya precoz sordera dificultaba la comunicación, Marianne adoraba a su madre. Era una niña inteligente, ingeniosa, con gran sentido del humor, asidua lectora y buena estudiante. Tengo —le cuenta a Elena Urrutia— un recuerdo lindísimo de mi infancia. Yo creo que ha habido una especie de bendición en mi vida por algo que me dijo una vez mi mamá […]: ‘Cuando tú naciste, en el jardín de adelante estaban en flor los rododendros y las azáleas y en el jardín de atrás, las lilas y la lluvia de oro’. Y eso me ha dado a lo largo de mi vida una fuerza, lo he sentido como una bendición, como el primer homenaje de la naturaleza.1 A la vez, solía evocarse a sí misma como una niña solitaria; por eso leía mucho.

    Aprendió francés en la escuela. El español asomó en su vida a partir de los ocho años, gracias a sus vecinitos argentinos; a los trece empezó a estudiar sola la lengua, en un libro elemental, y a los dieciséis ya emprendió el estudio a fondo del español, y también del portugués. Eran los años de la primera Guerra Mundial, con todos sus horrores y penurias. Antes de la guerra, los Freund gozaban de una posición bastante acomodada, pero habiendo invertido sus ahorros en bonos de guerra, se quedaron en la miseria. Así que después de año y medio de que empecé a tomar clases de español, necesitaba ganar dinero y di clases particulares de español; además, se puso a hacer traducciones. Más tarde, "cuando tenía como veinte o veintiún años, me cayó el encargo de traducir Las novelas ejemplares de Cervantes para una edición de Múnich", traducción de la que no tenemos noticia. Estudios universitarios formales no pudo hacerlos, debido a las circunstancias, pero entre 1919 y 1928 asistió como oyente a cursos de literatura en el seminario de lenguas románicas. Ahí tomó clases, por ejemplo, con el joven y ya notable filólogo español José F. Montesinos.

    Dice en uno de sus cuentos (467): Yo tenía desde muy chica un intenso deseo de ser escritora. Por qué tardé tanto en serlo y por qué he escrito tan poco será, quizá, tema de otro cuento. Y a sus entrevistadores mexicanos les cuenta que empezó a escribir cuando tenía como quince años, pero que su inseguridad —¿y su perfeccionismo?— era tal, que todos sus escritos iban a dar al cesto de la basura. Escribía muy poco entonces, el principio de lo que iba a ser una novela, pero ¿cómo atreverse a escribir si había habido en el mundo un señor Cervantes y un señor Schopenhauer.2

    En 1921 Mariana se casó con Ernesto, joven médico nacido en Hamburgo en 1895. Él era descendiente de judíos largamente arraigados en Alemania y que, en parte, se habían convertido al protestantismo, sin por ello dejar de saberse y ser conocidos como judíos y sin abandonar tampoco los apellidos que los identificaban como tales. Pertenecían a la clase media alta. La madre, Marie Loewengard, sobrevivió muchos años a su marido, el médico Felix Cohn, quien murió joven de un infarto al miocardio. De los tres hijos del matrimonio, Annemarie murió a los ocho años; Fritz, homosexual, se hizo cantante y logró cierta fama (moriría después en un campo de exterminio nazi). Ernesto estudiaba medicina cuando, en 1914, estalló la primera Guerra Mundial.

    De diecinueve años, Ernst August Cohn, como entonces se llamaba, hubiera podido estar en la retaguardia del ejército alemán, con los servicios médicos; pero su sentido patriótico lo llevó a alistarse como voluntario en la artillería, y fue enviado al frente, en el norte de Francia. La guerra sería para él, como para cientos de miles, una experiencia intensamente traumática. Una sola vez le relató a su hijo cómo, por un azar, le tocó ser el único sobreviviente del grupo de soldados que, destacados en un nido de ametralladora sobre una colina, fueron aniquilados por un impacto de cañón, y cómo entonces él se hizo cargo de la ametralladora. Este hecho, considerado heroico, le valió después ser condecorado con la Cruz de Hierro, escasa compensación para el irreparable daño psicológico que había sufrido, un daño que andando los años habría de cambiar de cuajo el rumbo de su vida y el de su familia.

    Terminada la guerra, Ernesto concluyó su carrera y se recibió de médico general. Se afilió al Partido Social Demócrata (socialista) y conoció a Mariana. Se casaron en 1921 y eligieron instalar su casa-consultorio en la zona portuaria —y proletaria— de Hamburgo, donde él, como médico del seguro social, atendía a marinos y trabajadores del puerto. Mariana solía ayudarle en su trabajo, como se ve en uno de sus sueños (512).Tenía una gran clientela; trabajaba muchas veces día y noche y, afortunado poseedor de un automóvil, visitaba a sus pacientes en sus casas. El primer hijo de la pareja, Sylvester, nació en julio de 1923, el año de la descomunal devaluación del marco; la hija, Margit, en agosto de 1925.

    El año de 1928 trajo consigo más de una desgracia para la familia. Con el creciente auge del partido nazi, creado en 1921, el antisemitismo latente en Alemania había ido cobrando tal empuje que a Mariana, Ernesto y su madre los echaron de un restaurante cuando el dueño supo que eran judíos. Como tantos otros judíos, también ellos fueron repetidamente insultados y humillados. Según cuenta Silvestre, durante una junta política en la que Ernesto representaba a la sección local de su partido, un nazi, ya ataviado con su esvástica, increpó a la democracia por mantener encarcelado a su líder, Adolf Hitler. Cuando Ernesto respondió citando aquello de que La democracia no es para los enemigos de la democracia, el sujeto le espetó: Sí, doctor, y cuando lleguemos al poder, el primero al que colgaremos será a usted.

    Estos sucesos, aunados al trauma de la guerra, nos ayudan a entender un hecho protagonizado por Ernesto en noviembre de 1928. Un día encontró a un muchacho trepado en su automóvil, rayando la pintura con las botas. Ernesto montó en cólera y le dio una tunda al muchacho. El hecho, no insólito en aquellos tiempos, habría podido pasar inadvertido, pero Ernesto era judío y socialista y fue sentenciado a un año de cárcel. Rehusó ampararse, y el 19 de noviembre se lo llevaron prisionero. Puede uno imaginarse lo que, en el pequeño mundo burgués de Hamburgo, fue aquello para todos sus familiares. El tío Carl Cohn renunció a su cargo de senador. Mariana se mudó con los hijos a casa de su suegra. A los niños se les dijo que papá andaba de viaje.

    Ernesto atendió en la cárcel a más de un enfermo y fue liberado antes de cumplirse el año. Se encontró con que las autoridades sanitarias de Hamburgo le habían retirado la licencia para ejercer su profesión. En la severidad del castigo influyeron seguramente el poderío que ya tenían los nazis, el activismo político de Ernesto y, claro, su calidad de judío. El hecho es que ya no había remedio. Sólo quedaba emigrar, y lo antes posible; irse muy lejos, dejar atrás la pesadilla, iniciar una nueva vida. Se solicitó un cambio de apellido, y de los que les fueron propuestos escogió Mariana uno que, siendo judío, no era muy común y en el cual, sin que ella se diera cuenta, resonaba el Freund de su estirpe. El apellido Frenk vino a adherirse entonces, como una segunda piel, a la familia que estaba por abandonar Alemania y se convirtió en patrimonio de sus descendientes.

    Ernesto y Mariana buscaron un país lejano donde él pudiera ponerse a trabajar enseguida. ¿Canadá? Era una posibilidad. Pero el azar cambió para bien las cosas: Mariana conoció en una librería a una diplomática mexicana, Erlinda Ponce de León, la cual, después de informarse, le avisó que en México su marido podría conseguir rápidamente el permiso necesario para ejercer su profesión. ¡Un país lejanísimo y de lengua española! Mariana quedó fascinada.

    La emigración se planeó y llevó a cabo con máxima celeridad. Ya a fines de marzo de 1930 la pequeña familia Frenk tomaba el tren de Hamburgo a Rotterdam, donde se embarcó con todas sus pertenencias en un carguero holandés llamado Sparndam. Hicieron escala en Bilbao y en Vigo, frente a cuyas costas sufrieron una brava tormenta nocturna. La última escala fue en La Habana, y finalmente desembarcaron en Veracruz el día 22 de abril. Pasaron la noche en un cuarto de hotel con un foco colgado del alto techo y una enorme cucaracha voladora, que metió bajo la sábana a las aterradas madre e hija, mientras padre e hijo enfrentaban valientemente al enemigo, sin lograr vencerlo. Al día siguiente, 23 de abril, el ferrocarril los depositó sanos y salvos en la ciudad de México. Se alojaron durante muchas semanas en el Hotel Genève, de la calle de Londres, mientras encontraban una casa, acondicionaban un consultorio y llegaban los baúles. No podían adivinar que la catástrofe de 1928 los había salvado de la hecatombe que se ceñiría poco después sobre los judíos.

    No conocían a nadie en México, y Ernesto no sabía español. Buscaron, por lo pronto, el arrimo de la colonia alemana. Pero esa aproximación fue efímera, porque, con pocas y honrosas excepciones, los alemanes de México se pasaron a las filas del nazismo. No faltó, además, quien llegara con el chisme de lo ocurrido en Hamburgo. Más de una vez le sucedió a Ernesto que, caminando por la calle, un amigo alemán, al verlo, se pasara a la acera de enfrente para esquivar el encuentro.

    Pero Ernesto y Mariana supieron crearse en México la nueva vida que soñaban. Trabaron amistad con la pareja de alemanes antinazis Hans Bopp y Marianne Oeste de Bopp. Y pronto entraron en contacto con muchos mexicanos, sobre todo con médicos, intelectuales y artistas. Se hicieron muy amigos del doctor Juan Cejudo y de su bella esposa Esperanza, y mandaron a los hijos a la misma escuela pública —la Miravalle— a la que iban los niños Cejudo. Fue de gran importancia para ellos la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), surgida en 1933 y que congregó a notables antifascistas y comunistas.3 En ese entorno surgieron amistades que duraron más allá de la gradual extinción de la Liga, hacia 1937. Así, el nombre de Ermilo (Abreu Gómez) sonó mucho tiempo en casa de los Frenk; ahí iban con frecuencia el grabador Abelardo Ávila y el poeta estridentista Arqueles Vela. Este último, que aparece en un sueño de Mariana fechado en 1935 (502), tradujo con ella una obra teatral de Frank Wedekind. Otros curiosos sueños de esos años revelan cierta cercanía con los poetas Carlos Pellicer (503) y, sobre todo, Xavier Villaurrutia (504, 505), quien presentó a Mariana con otros escritores.4 En fin, es notable, en las primeras décadas de su vida en México, la gran cantidad de personas a las que conoció y llegó a tratar Mariana Frenk; entre ellas cabe mencionar a Lupe Marín, a Germán y Lola Cueto, a Rosario Castellanos, Remedios Varo, Manuel Álvarez Bravo, Elvira Gascón y su marido, Roberto Balbuena, a la pianista Vilma Erenyi y, ya en los años cincuenta, los socialistas austriacos Edith y Sami Kalmar; a Juan José Arreola y, por supuesto, a Juan Rulfo, cuyas obras traduciría Mariana al alemán. Un lugar especial ocupó en su vida el socialista y beligerante antiestalinista Otto Rühle.

    Pero volvamos atrás, a los primeros años mexicanos, a lo que fue su vida al margen de sus relaciones sociales. Mientras Ernesto estaba en su consultorio de la avenida Madero número 34 —en lo que era entonces el verdadero y único centro de la ciudad—, Mariana seguía cursos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, leía mucho, jugaba tenis con frecuencia y escribía toda clase de textos en alemán, en hojas sueltas y, a partir de 1934, en una Libreta que —ya veremos por qué— ha sido de la mayor importancia para la presente edición. Algunos apuntes de esa Libreta la muestran positiva y hasta eufórica, como los aforismos 94 y 95, y como esta anotación de 1935: Qué privilegio, vivir. Detrás de nosotros, en las tinieblas del pasado, aquellos que ya no viven. Delante de nosotros, en las tinieblas del futuro, aquellos que todavía no viven. Pero nosotros vivimos, vivimos, vivimos. ¡Vivamos! (476). Otros textos la muestran infeliz (212, 487-491). Los negocios iban mal: Ernesto había perdido a sus pocos pacientes alemanes y no lograba alzar cabeza. En un sueño de 1938 aparece esta frase significativa: estamos todo el tiempo quejándonos de lo mal que nos va (511). Mariana se puso a hacer traducciones y a dar clases particulares, primero de alemán y luego, a la llegada de los refugiados europeos, de español.

    El arribo a México, en 1939 y 1940, de muchos judíos de habla alemana —casi no los había aquí antes de esas fechas— trajo consigo un gran cambio en la vida de Ernesto: estuvo activísimo, ayudando a la gente recién llegada con trámites burocráticos, participando en las nuevas organizaciones médicas y de beneficencia. Esta actividad enriqueció su vida y le hizo recuperar algo de su menguada autoestima y también de sus perdidas raíces judías (nouveau juif lo llamaba Mariana burlonamente). No por eso mejoró su vida profesional; en cierto momento se vio obligado a dejar el consultorio en el centro y quedarse sólo con el que ya tenía en casa.

    Para Mariana, el gran cambio vino un poco después, en 1942. A fines de 1941 había llegado a México el crítico de arte judeo-alemán Paul Westheim, figura clave del expresionismo en el Berlín de los años veinte. En 1933 tuvo que huir de la barbarie nazi y se refugió en París; la invasión alemana lo expulsó en 1940 hacia el sur de Francia, donde padeció en cinco campos de internamiento; finalmente lo salvó un visado mexicano, procurado por judíos que aquí sabían de él y del peligro que corría su vida. Llegó a México sin nada y sin saber español. Para poder sobrevivir, volvió a tomar la pluma, buscó un traductor y se topó con Mariana Frenk. Fueron para ella años de aprendizaje y de intenso y gozoso trabajo. Westheim era un incansable investigador y escritor, que en los veintidós años que vivió en México —de fines de 1941 a fines de 1963— escribió centenares de artículos para la prensa mexicana y gran número de libros, todos en alemán. Mariana se encargó de irlos traduciendo, además de traducir varios libros que él había publicado en Alemania. Pero no sólo eso: pasado un tiempo, Westheim aceptó dar conferencias y cursillos en español, y su traductora le enseñaba pacientemente a leer sus textos de manera inteligible. Trabajo ciertamente agotador, pero a la vez placentero, por la estrecha amistad que fue surgiendo entre traducido y traductora. Hasta qué punto esta cotidiana experiencia le cambió la vida queda de manifiesto en dos aforismos contrastantes, uno de 1940, que dice: Hay gente que se pasa la primera mitad de su existencia viviendo de esperanzas y la segunda, recordándolas (177) y el otro de 1942, que reza: Ya no esperar nada de la vida es hacerse viejo (147).

    Mariana trabajaría aún más entre 1945 y 1954, cuando la necesidad la obligó

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1