El apellido Lemebel no existe en los árboles genealógicos de Chile. No se asocia con historia milenaria alguna. Es una total invención que solo tuvo tres representantes en este mundo, todos muertos: Olga, su hija Violeta y su nieto Pedro. El descendiente famoso de este breve linaje solía contar que su abuela había creado ese apellido cuando escapó de casa y fue madre soltera. Se podría haber agotado en su hija Violeta Lemebel, casada con el panadero Pedro Mardones, pero el último representante de la generación quiso que sus libros, sus performances y su vida entera fueran conocidos bajo la identidad de un conjuro fraguado en forma de léxico.
El nombre del escritor nace entonces de la porfía, el desacato y la independencia. El autor de La esquina es mi corazón (1995), que tenía buenos recuerdos de su padre, dijo en alguna oportunidad que firmar como Pedro Mardones se hubiera prestado a confusiones con este y que, además, deseaba honrar la creatividad y tozudez de sus antecesoras.
La tradición literaria chilena está más o