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A Quien Ama Las Emociones II
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A Quien Ama Las Emociones II
Libro electrónico159 páginas2 horas

A Quien Ama Las Emociones II

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Imagina que, en medio de una crisis existencial, descubres que puedes viajar en el tiempo, a un pasado alterno y vivir acontecimientos históricos de tu país; o que después de muchos años de matrimonio, te das cuenta de que la confianza es el talón de Aquiles de la relación con tu pareja. El escritor Jorge Morales Franceschi vuelve al género cuentos con: A Quien Ama Las Emociones II. Historias que abarcan diversos temas como: el amor, la ambición, el beisbol, la familia, la amistad, relaciones de pareja, entre otros. 

Con una narrativa impecable, que invita a la reflexión; y personajes con los que resulta fácil identificarse, A Quien Ama Las Emociones II promete mantener al lector entretenido de principio a fin, entrelazando la ficción con la realidad. En este segundo libro de cuentos, se incluye secuelas de "La última Misión" y "SINEMOTUS", así como una historia paralela a "un cielo sin sol, un cuerpo sin corazón", que fueron parte del primer libro publicado en el 2015.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 nov 2020
ISBN9789962134923
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    A Quien Ama Las Emociones II - Jorge Morales Franceschi

    Dedicamos esta obra, a la memoria de todos los fallecidos a causa de la pandemia COVID-19.

    Un matrimonio casi perfecto

    Cae la tarde. Es once de enero, de verano y brisa que indica la noche está por llegar.  Marcela se arregla para la cena de aniversario. Fernando y ella cumplen dieciocho años de conocerse, y dieciséis años de matrimonio. Con sus altas y bajas, pero siempre felices. Luce nerviosa, pues tiene algo muy importante que contarle, algo que podría cambiarles la vida a ambos.  De estatura medía, tez trigueña, ojos expresivos y labios cautivantes, a sus treinta y nueve años Marcela luce estupendamente, que nadie podría decir que tiene una hija de veintiún años, fruto de una relación anterior a Fernando.

    Esta noche tendrán una cena especial de aniversario, este año ambos prefirieron quedarse en casa en lugar de salir. En aniversarios anteriores, habían ido a restaurantes, de vacaciones al interior del país, también a Aspen, Punta Cana, Paris, y Buenos Aires.

    Suena el teléfono.

    — ¡Alo! — dice Marcela.

    —Hola, ¿Cómo estás? — responde.

    —Hola tía, estaba alistándome para la cena de esta noche.

    — ¿Ya hablaste con él? ¿le dijiste?

    —No, aun no. Esta noche se lo diré.

    — ¿Crees que hoy es un buen día para darle la noticia?

    —Claro, es lo que siempre él había querido.

    —Bueno, tú sabes cómo es Fernando.

    —Lo conozco muy bien, sé que se pondrá contento.

    —Si tú lo dices.

    — ¿Por qué cree que no será así? — pregunta Marcela intrigada.

    —No sé, no me hagas caso. Solo llamaba para saber cómo estabas. Te mando un beso. Salúdame a Fernando.

    —Cuídese mucho, tía, hasta luego.

    —Adiós.

    Terminando de arreglarse, baja las escaleras y se dirige a la cocina, para ultimar los detalles de la cena con la chef y las ayudantes.

    —Ya estoy por sacar el cheesecake del horno, señora. Todo lo demás está listo. Le dije a Azucena que sacara las bandejas para servir la comida.

    —Perfecto. También necesito que saquen la vajilla especial, y los cubiertos de plata. ¿Han colocado a enfriar el champagne?

    —No, estábamos esperando a que usted nos lo indicara.

    —Bien, en un rato pónganlo a enfriar. Todo debe estar listo para cuando llegue el señor.

    —Así será.

    En ese momento, suena el teléfono móvil de Marcela, es un texto de Fernando para decir que va camino a casa y pregunta si es necesario llevar algo. Ella le dice que solo es necesario que traiga su presencia. Él envía un emoticón de felicidad.

    Unos minutos después, se oye la puerta abrir.

    —Amor, he llegado a casa— dice Fernando.

    —Feliz aniversario amor. ¿Cómo te fue en el trabajo? — responde Marcela mientras le da un fuerte abrazo.

    —Feliz aniversario mi sol. Me fue bien, tuvimos una junta con un nuevo proveedor y todo salió como esperábamos.

    —Qué bueno.

    —Iré arriba a ducharme.

    —Está bien. Te esperare abajo.

    Mientras Fernando está en la ducha, Marcela luce pensativa, en como reaccionara su esposo cuando le diga la gran noticia. El silencio en la casa es ensordecedor, las luces están en nivel medio, y el aire acondicionado de la sala en temperatura agradable.

    Fernando es uno de los socios de una prestigiosa fábrica de detergente para la ropa. Cuando recién se graduó de la universidad, tenía un trabajo que no le gustaba mucho, pero que pagaba las cuentas. Fue para ese entonces que conoció a Marcela, quien era una madre soltera, y su hija era pequeña. El quedó cautivado ante ella desde el momento que la vio, y ella a su vez, admiraba mucho a Fernando por ser un hombre honesto y trabajador. Empezaron a conocerse y al tener tantas cosas en común, el amor fue naciendo entre ellos. Fue Marcela quien lo motivó a dejar aquel trabajo que no le gustaba y emprender su propio negocio, con la liquidación que obtuvo más los ahorros de toda su vida y un préstamo comercial, se unió a otros dos socios y fundaron la que hoy día es, una de las fábricas de detergente más importante de Latinoamérica y el caribe. Llegaron al mercado europeo hace dos años atrás, y esperan llegar a Asia para el año que viene, debido a alianzas estratégicas con importantes distribuidores de la región.

    Fernando baja a la sala de estar, vestido con una camisa blanca y un pantalón gris. Se sirve un trago del bar y empieza a leer las noticias en su Tablet, Marcela lo mira, y en ese momento, él levanta la mirada, la observa fijamente a los ojos, y le dice —te amo— y ella solo sonríe.

    —Le dije a las empleadas que se tomaran la noche libre. Así que estaremos solos en casa. – le dice Marcela mientras se aproxima a la cocina a servir la comida.

    —Bien, déjame ayudarte. – le dice Fernando mientras se levanta.

    Fernando siempre le ha fascinado ayudar a su esposa cada vez que está en la cocina. Le recuerda a sus años de novios, cuando la situación económica era difícil, y las cenas solamente eran patacones con huevo, cuando él era el encargado de pelar y aplastar los plátanos, y ella de freírlos. Ahora cocinan juntos cada vez que pueden, pues ambos a veces están ocupados con sus respectivos trabajos.

    Marcela trabaja como consultora financiera para diversas empresas, incluyendo la de su esposo.

    Fernando coloca los platos en la mesa, mientras Marcela trae las bandejas de comida, y una botella de vino tinto. Se sientan a la mesa.

    — ¿Has hablado con Beatrice recientemente? — pregunta Fernando.

    —Si, anoche converse con ella. ¿Por qué? — pregunta Marcela.

    —Es que le estuve enviando algunos mensajes de texto para saber cómo estaba y saludar, pero me deja en visto. Ahora que dices que, si has hablado con ella, entonces es simplemente que no quiere hablarme.

    —Lo que pasa es que le ha estado yendo bastante mal en la universidad, y esta algo apenada contigo, pues sabe que eres tú quien manda la mensualidad.

    —No tiene motivos para estar apenada, esas cosas pasan. Entiendo que no soy su padre, pero siento que después de tantos años, al menos algo de confianza debería tener para contarme lo que le estaba pasando.

    —Ella te ama como si fueras su padre, fuiste tú quien siempre ha estado allí para ella, solo teme decepcionarte.

    —Intentaré llamarla nuevamente después de la cena, más me decepciona su falta de comunicación, que el hecho de estar fracasando algunas materias.

    —Ya sabes cómo es ella.

    —Si.

    —¿Puedo hacerte una pregunta? —le dice Marcela.

    —Claro.

    —¿Eres feliz?

    —Pues claro que sí, he sido el hombre más feliz del mundo todos estos años que hemos estado juntos. ¿Por qué la pregunta?

    —No sé, a veces siento que te hace falta algo.

    —No me hace falta nada, Beatrice y tú lo son todo para mí.

    Marcela se le aguan los ojos en ese momento.

    — ¿Pero por qué estas triste?

    —Es que siento que me demore demasiado tiempo. Miro hacia atrás, y pienso ¿Por qué tardé tanto?

    — ¿A qué te refieres?

    Marcela se queda en silencio un rato. Llevaba varios días sintiéndose mal, con mareos y vómitos. De modo que fue a realizarse unos exámenes médicos. Tenía algo de preocupación pues en su familia hay cáncer y pensó, por varios momentos lo peor. Hasta que el médico le confirma la noticia, que no se trata de cáncer, sino que tiene un mes de embarazo. La noticia tomó por sorpresa desde luego a Marcela, pues había decidido que solamente tendría una hija, Beatrice.

    Fernando siempre había querido ser padre, sin embargo, su amor por Marcela fue más fuerte en el momento que tomó la decisión de apoyarla, y juntos criaron a Beatrice. Ella había tomado la decisión de solo tener una hija, en parte para poder enfocarse en su carrera profesional, y también por el impacto emocional y psicológico que supondría para ella; tener que criar dos hijos sola en caso de que la relación con Fernando no hubiese funcionado. Ella siempre fue consciente que el miedo se había apoderado de ella, sin embargo, callaba.

    Luego de recibida la noticia por parte del galeno, no ha hecho sino más que pensar, ¿Cómo reaccionará Fernando? El temor se apodera nuevamente de ella, esta vez porque su embarazo ahora es de alto riesgo por su edad, además comienza a sacar cuentas, que cuando el niño tenga diez años, Fernando tendrá cincuenta y un años. Marcela nunca visualizo llegar a la mediana edad criando a un niño pequeño, fue algo que nunca conversó con Fernando, pues la decisión ya estaba tomada. Aun no puede creer que los anticonceptivos que llevaba años tomando hayan fallado.

    —¿En qué piensas?, ¿a qué te refieres cuando dices que esperaste mucho tiempo? —le dice Fernando.

    —Tengo algo muy importante que decirte. —le responde en voz seria.

    —¿De qué se trata?

    —He sido una mala esposa. Mala e inconsciente.

    —Pensé que el mal marido había sido yo.

    —¿Por qué lo dices?

    —En todos estos años hemos tenido muchas discusiones, y al final simplemente dejamos de hablar de eso, o tu dejas de hablar de eso, y me he preguntado ¿por qué?

    —La gran mayoría de las veces fueron discusiones sin sentido, no tenía caso seguir ahondando en el tema.

    —¿Pero eran cosas que te molestaban, cierto?

    —Me molestaba más tu ausencia, pero afortunadamente ya eso se resolvió. O que olvidaras nuestro aniversario, y que siempre buscabas la manera de recompensarme con regalos costosos, cuando sabes que solo me conformo con que estés aquí.

    —Lo sé, y es algo que lamento mucho. Pero no cambiemos el tema, ¿Por qué dices que has sido una mala esposa?

    —Porque nunca te escuché. No creas que no me daba cuenta, yo sé que me has apoyado en todo y que siempre quisiste a Beatrice como tu hija, pero la verdad es que ella no es tu sangre, y eso es algo que debe dolerte porque siempre quisiste un hijo.

    —¿A qué viene todo esto? ¿por qué hablas en pasado? Pensé que este tema lo habíamos superado hace quince años atrás, además tú sabes que quiero a Beatrice mucho, tanto que estaba preocupado por ella al ver que no me contestaba— responde Fernando.

    —He estado pensando mucho, en nosotros....

    —Solo para aclarar, porque no sé a qué viene este tema que ya habíamos dejado atrás, si bien yo soñaba con tener un hijo, entendí todos los puntos que me expusiste, y me dije a mi mismo que tenías razón, y te apoyé. En aquel entonces decidí que Beatrice la trataría como mi hija, y tu estuviste de acuerdo, inclusive ella empezó a llamarme papá después de un tiempo. Y si algo puedes decir que me ha hecho falta, quizás sea comunicación, porque pensé que este tema estaba superado, de modo que no entiendo si hace años atrás tomamos una decisión, sigues tocando el tema. —responde Fernando.

    —No se trata de eso.

    —¿Entonces de qué? ¿de buscar alguna excusa para discutir?

    —Tampoco, es que no entiendes.

    —Tienes razón, no entiendo, pero estoy seguro de que si me explicas puedo entender lo que pasa.

    —Tengo miedo, lo sabes muy bien.

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