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Ética de las nanotecnologías
Ética de las nanotecnologías
Ética de las nanotecnologías
Libro electrónico246 páginas3 horas

Ética de las nanotecnologías

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¿Qué hay realmente nuevo en la nanotecnología? ¿En qué afecta esta posible novedad a losdiferentes ámbitos de la vida humana? ¿Qué retos plantea para la humanidad? ¿Pueden ser abordados esos retos mediante las herramientas clásicas de la reflexión ética? El presente libro trata de dar respuesta a estas preguntas.
Ética de la nanotecnología reflexiona sobre estas cuestiones para llegar a los fundamentos mismos del fenómeno nanotecnológico que, de hecho, están muy relacionados con la propia condición humana.
Las llamadas tecnologías convergentes, de las que las nanotecnologías son parte esencial, posibilitan, entre otras cosas, un mundo hiper-conectado que convierte nuestras sociedades en realidades cada vez más heterogéneas y plurales. En este contexto y con la pretensión de universalidad de determinados valores morales y democráticos, la ética aplicada se nos presenta como un camino adecuado para abordar los retos éticos que nos plantean las nuevas tecnologías. Este libro aporta una necesaria reflexión sobre la dimensión ética de la tecno-ciencia en general y el reconocimiento del importante papel que juegan las nanotecnologías dentro del discurso tecno-científico actual.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 mar 2020
ISBN9788425444210
Ética de las nanotecnologías

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    Ética de las nanotecnologías - Pere Ruiz Trujillo

    Pere Ruiz Trujillo

    ÉÉTICA DE LAS NANOTECNOLOGÍAS

    Herder

    Diseño de la cubierta: Caroline Moore

    Edición digital: José Toribio Barba

    © 2019, Pere Ruiz Trujillo

    © 2020, Herder Editorial, S.L., Barcelona

    ISBN DIGITAL:9788425444210

    1.ª edición digital, 2020

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com)

    Herder

    www.herdereditorial.com

    AGRADECIMIENTOS

    INTRODUCCIÓN

    Breve historia de la nanotecnología

    Auge de la nanotecnología

    Perspectivas actuales de la nanotecnología

    Aplicaciones y beneficios

    Riesgos

    Aspectos éticos

    LA IMPORTANCIA DE DEFINIR ADECUADAMENTE LA NANOTECNOLOGÍA

    Definiciones

    Reflexión realista

    Aproximación a una definición realista

    Una reflexión realista sobre las implicaciones

    éticas de las nanotecnologías

    DE LA PREGUNTA POR LA TÉCNICA A LA PREGUNTA POR LA NANOTECNOLOGÍA

    Algunos hitos históricos en el pensamiento sobre la técnica

    Antecedentes de la Antigüedad

    Filosofía de la técnica

    Ortega y Gasset (1883-1955)

    Martin Heidegger (1889-1976)

    Jacques Ellul (1912-1994)

    Hans Jonas (1903-1993)

    Jürgen Habermas (1929)

    Peter Sloterdijk (1947)

    DIFERENTES PLANTEAMIENTOS ÉTICOS

    Un marco de trabajo para la nanotecnología

    Diversidad cultural y ética

    Diferentes enfoques éticos de la cuestión nano: UE y EE. UU.

    Contextos culturales y tradiciones

    LA ÉTICA APLICADA COMO NUEVO ENFOQUE PARA LA REFLEXIÓN ÉTICA SOBRE LAS NANOTECNOLOGÍAS

    Ética aplicada

    Ética discursiva

    Ética (discursiva) aplicada

    Ética aplicada como hermenéutica crítica

    de las actividades humanas

    Estructura moral de la actividad social

    Sobre las decisiones concretas

    Estructura de la ética aplicada

    Ética aplicada de las nanotecnologías

    Bases para una ética aplicada de las nanotecnologías

    A MODO DE CONCLUSIÓN

    BIBLIOGRAFÍA

    A la Mireia, font d’inspiració, còmplice

    i companya d’aventures i passejades peripatètiques.

    Als meus pares.

    La obra que sigue tiene su génesis académica en la tesis doctoral que lleva por título Fonaments per a una ètica de les nanotecnologies. Quiero expresar mi agradecimiento a quien me animó a emprender esa investigación, Salvador Borrós, y a quien, junto con él, la codirigió, Albert Florensa, ambos profesores del Institut Químic de Sarrià (URL), institución a la que también deberé siempre especial gratitud. Asimismo, debo un particular agradecimiento a Francesc Torralba, por su propuesta de lo que ha acabado siendo este libro. A Begoña Román, gracias por su apoyo, sus consejos y por tener su puerta siempre abierta. Finalmente, quiero dar las gracias a quienes están siempre ahí y, de una manera u otra, han sido importantes para que este proyecto, y no solo este proyecto, saliera adelante: Marina Sarmiento, Núria

    Agulló, Mireia Amigó y, por supuesto, mis padres y hermano. Sin ellos nada de esto tendría sentido.

    Un submarino nuclear y cinco tripulantes son reducidos, mediante una novedosísima tecnología, al tamaño de una bacteria para poder entrar en el torrente sanguíneo de un científico que ha sido víctima de un atentado. El objetivo es viajar a través de él, localizar y solucionar, desde dentro, un grave problema que le puede costar la vida. La escena se sitúa, como los aficionados al cine de ciencia ficción vintage habrán adivinado, en una famosa película de 1966, Viaje alucinante. Lo que se plantea en el filme de Richard Fleischer no deja de ser la expresión de uno de los viejos sueños del ser humano, el de vernos por dentro. Más de cinco décadas después, ese sueño podría dejar de lado el epíteto «ficción» para convertirse en ciencia, al menos en parte.

    Pocos años antes del estreno del filme, en 1959, Richard Feynman, galardonado en 1965 con el Premio Nobel de Física, pronunció una conferencia en la que ponía sobre la mesa la posibilidad de acceder, gracias a los futuros avances de la tecnología, al fondo de la materia, donde, como reza el propio título, hay sitio de sobra. Esta conferencia —«There’s Plenty of Room at the Bottom»—¹ ha pasado a ser considerada, años después, el acta fundacional de la idea de nanotecnología. Quién sabe hasta qué punto lo planteado por el eminente físico sirvió de inspiración a Otto Klement y Jerome Bixby, autores del cuento Fantastic Voyage, en el que se inspiró la película dirigida por Fleischer en 1966.

    Pero ¿qué es la nanotecnología? ¿Por qué es tan relevante? ¿Existe una base real para calificarla como «revolucionaria»? Y en caso afirmativo, ¿cuál es esa base? ¿Cuál es el elemento revolucionario? ¿Qué hay de «nuevo» en realidad en la nanotecnología? Y ¿cómo puede afectar esta eventual novedad a los diferentes ámbitos de la vida humana? Estas preguntas apuntan a los fundamentos mismos del fenómeno nanotecnológico y se intentarán responder a lo largo de estas páginas.

    Bien pensado, que una herramienta que promete, entre otras cosas, la posibilidad de transmutar cualquier material en aquello que deseemos por la vía de la manipulación directa de los átomos que forman la materia, sea recibida con tanto entusiasmo no resulta tan sorprendente. De hecho, el origen de ideas como la de convertir en valioso algo que no lo es, o la de conseguir la eterna juventud, se pierden en la historia de la humanidad. Según algunos alquimistas, Dios ya desveló los secretos de la piedra filosofal a Adán, si bien lo que parece más razonable es situar sus orígenes teóricos en ideas propias de la filosofía clásica griega. Sin embargo, el verdadero auge de la alquimia y la obsesión por encontrar la piedra filosofal no llegaron hasta la Edad Media.

    En nuestros días, resulta evidente que un descubrimiento que recuerda de algún modo a la legendaria piedra filosofal, supuestamente capaz de transmutar la materia y de hacernos jóvenes para siempre, necesita la pausa y la atención que merece todo aquello que puede producir cambios tan profundos. Este libro aboga por esa pausa y por la mirada atenta. Para ello proponemos un esquema que nos ayude a entender qué es la nanotecnología y cómo puede afectar a la humanidad.

    Iniciaremos nuestro camino con un pequeño repaso a la historia de la tecnología de lo muy, muy pequeño, desde la Antigüedad hasta nuestros días; hablaremos de algunas aplicaciones concretas y daremos cuenta de los beneficios, los riesgos y las implicaciones éticas que se derivan de un hipotético uso indiscriminado de la nanotecnología. A continuación, analizaremos el problema de la falta de consenso para una definición de la nanotecnología y ofreceremos un punto de vista y una propuesta que pueda ser adecuada para la reflexión ética.

    Precisamente para encarar dicha reflexión, y a modo de pequeña introducción a la ética de la tecnología, recorreremos de manera sucinta el pensamiento de varios autores que han tratado la técnica desde la filosofía y la ética, mientras intentamos empezar a pensar en lo nanotecnológico a partir de sus reflexiones.

    Lo cierto es que, desde un punto de vista histórico, es habitual que iniciemos la reflexión ante un nuevo avance tecnológico cuando las consecuencias son ya una realidad, cuando estas han caído sobre nuestras cabezas (o sobre la de algún otro) y cuando poco más queda por hacer que recoger los escombros, los cadáveres y los beneficios (a quien corresponda cada cosa) —además de cuando ya solo podemos «aprender la lección»—. Por fortuna, en el caso de las llamadas «tecnologías emergentes», entre las que se incluye la nanotecnología, la voluntad de deliberación parece más precoz. Quizá al final hayamos aprendido la lección. Esas deliberaciones, planteadas a nivel colectivo, difieren sensiblemente de una sociedad a otra en función de algunos factores socioculturales. Veremos algunas de esas diferencias; en concreto, entre las reflexiones planteadas en Estados Unidos y en la Unión Europea respectivamente.

    Por último, la consideración de la actividad nanotecnológica como una actividad social nos lleva a la posibilidad de articular una ética aplicada. La nanotecnología se desarrolla en un contexto contemporáneo marcado por tecnologías emergentes que plantean nuevos retos y que amplían, si cabe, el poder destructivo sin precedentes alcanzado por el ser humano en el siglo XX gracias a los medios técnicos. Las sociedades modernas son plurales y ya no parecen válidos los planteamientos propios de las viejas comunidades, mucho más homogéneas a nivel moral.

    Así, sobre la base de los planteamientos de la ética discursiva se desplegarán los elementos de lo que sería la estructura de una ética aplicada para la actividad nanotecnológica. Entre estos elementos, quizá la identificación de los bienes intrínsecos de la actividad y de los valores y virtudes que nos permitirían alcanzar estos bienes sea lo que requiere una reflexión más detenida. Ninguna actividad debería ser justificada desde el punto de vista moral, a no ser que se reconozca en ella la persecución de unos fines específicos compatibles con aquello que, como humanidad y de forma compartida, consideramos innegociable. Lo que pretendemos es, pues, pensar en aquellos bienes, o fines específicos, que debería perseguir cualquier actividad de base nanotecnológica para ser legítima a nivel moral.

    Y es que el mismo concepto de «progreso» presupone la idea de «objetivo». Progresar es avanzar en dirección a algo, ir hacia ese objetivo. Viajar —incluso si el viaje es alucinante— sin dirección determinada no es viajar, sino deambular. Del mismo modo, para hablar de progreso deberíamos tener claro que nos estamos dirigiendo a algún objetivo, porque progresar sin un propósito definido no es progresar, sino vagar por la historia. Por esa razón es importante aclarar, en especial para los que lo ponen en el centro, que el progreso no es ni puede ser, por definición, un fin en sí mismo. Hace falta definir unas metas hacia las que dirigir el avance para poder hablar de un auténtico progreso sin caer en el sinsentido. Además, esas metas deben ser coherentes con los derechos y valores propios de una ética compartida. Todo ello debe ayudarnos a trazar los límites morales que cualquiera que participe de la actividad nanotecnológica, ya sea investigador, inversor, empresario, fabricante, publicista, divulgador, consumidor o legislador, ha de respetar por el bien común, que es el suyo propio. Precisamente de todo eso debe tratar una ética aplicada a actividades que, como la nanotecnología, demasiado a menudo pretenden justificarse en función del progreso como un fin. Como si eso ya fuera suficiente.

    Breve historia de la nanotecnología

    El ser humano ha hecho uso de las propiedades derivadas de la nanoescala desde hace siglos. Por ejemplo, la llamada «copa de Licurgo» fue fabricada alrededor del siglo IV a.C. Se trata de un objeto único que, además de su interés histórico, ha despertado en los últimos años un creciente interés entre la comunidad científica. La principal peculiaridad de esta pieza reside en que el vidrio con el que está fabricada es dicroico, es decir, que presenta diferentes coloraciones según las condiciones de luz a que se la someta. Además, el color de la copa también depende del líquido que contenga. La fabricación moderna de este tipo de vidrio fue desarrollada por la industria aeroespacial y requiere de un laboratorio con un alto grado de desarrollo tecnológico. Por eso resulta sorprendente que un artesano, en un taller de hace 24 siglos, fuera capaz de fabricar un cáliz con estas propiedades. La explicación más plausible consiste en que todo fue fruto de la casualidad y en que nadie fue consciente de los mecanismos que permitieron su obtención. Es obvio que el artesano tampoco era consciente de que lo que hacía se convertiría, siglos más tarde, en objeto de estudio para los investigadores de un campo tecnocientífico llamado «nanotecnología».

    El fenómeno que acabamos de describir se debe a la presencia, en una proporción específica, de partículas nanométricas de oro y plata (50-70 nm). Tales nanopartículas, convenientemente dispersas en el seno del vidrio, provocan que la respuesta de este sea distinta a la reflexión de la luz que a su transmisión. Dicho efecto es el mismo que se puede observar en los vitrales de algunas catedrales.

    Se trata tan solo de dos de los numerosos ejemplos de objetos antiguos que presentan fenómenos debidos a propiedades específicas asociadas de alguna manera a la nanoescala. Pero hay más: las legendarias espadas de Damasco, increíblemente afiladas y extraordinariamente resistentes al mismo tiempo, gracias a los nanotubos de carbono y carburos de hierro que se formaban durante el particular procedimiento de forja de acero practicado por los artesanos indios de hace 2 000 años; las cerámicas de Manises, con su característico brillo metálico producido por nanopartículas de cobre y plata; o los pigmentos añiles de los templos mayas, extrañamente estables gracias a la nanoprotección del colorante orgánico² en un sustrato inorgánico.

    Buena parte del misterio que rodeaba a todas estas aplicaciones técnicas de la Antigüedad se ha ido desvaneciendo en las últimas décadas con el desarrollo de toda una serie de nuevas tecnologías, entre las cuales se encuentran las incluidas en lo que, de manera genérica, se ha bautizado como «nanotecnologías». Gracias al desarrollo de técnicas que nos permiten acceder a la escala nanométrica, se han podido desvelar los secretos nanoscópicos que escondían todos estos objetos. La cuestión es si el hecho de que tales secretos sean nanoscópicos —es decir, que solo los podemos observar a través de un instrumento capaz de acercarnos la escala nanométrica— convierte de modo automático estas aplicaciones en «nanotecnológicas» de pleno derecho. Y, en cualquier caso, ¿qué significa para una aplicación ser «nanotecnológica de pleno derecho»? Intentaremos responder a esta pregunta a lo largo de las presentes páginas.

    Para dejar de lado lo que podríamos denominar la «prehistoria» de la nanotecnología y adentrarnos en su historia propiamente dicha, es necesario empezar haciendo mención a dos figuras clave: Richard Feynman y Kim E. Drexler. Estos dos célebres científicos, en especial el primero, son referencias clásicas a la hora de fijar los hitos en el relato histórico de la nanotecnología. Veamos por qué.

    Richard Feynman es uno de los físicos más importantes y mediáticos del siglo XX. Ganador del Premio Nobel por sus trabajos en electrodinámica cuántica, fue miembro del Proyecto Manhattan y autor de diversos libros de gran popularidad.³ El 29 de diciembre de 1959, en el California Institute of Technology, Feynman pronunció la conferencia de la que ya hemos hablado, «There’s Plenty of Room at the Bottom»,⁴ que años más tarde pasaría a ser considerada como el acta fundacional de lo que el japonés Norio Taniguchi bautizó, en la década de 1970, como «nanotecnología».⁵

    En su discurso, Feynman invitaba a imaginar la posibilidad de acceder a la base, al fondo de la materia, para descubrir un mundo, literalmente, lleno de espacio en el que poder desplegar una nueva tecnología capaz de llevar a la humanidad a la última frontera en el dominio de la naturaleza. El eminente físico visualizó aplicaciones diversas: desde almacenar la Enciclopedia Británica en la cabeza de una aguja o los 24 millones de libros de las principales bibliotecas del mundo en el espacio de una revista hasta construir sistemas biológicos, pasando por la superconductividad, la fabricación de computadoras pequeñas en extremo o la síntesis de productos químicos por la vía de colocar directamente los átomos allí donde quisiéramos.

    La conferencia tardó algunos años en convertirse en un referente de la historia de la nanotecnología, e, incluso, a día de hoy, muchos la consideran su inicio. Pero ¿es legítimo considerar al Dr. Feynman el «padre de la nanotecnología»? ¿O que la famosa conferencia de 1959 escenificó en realidad el nacimiento de algo que no fue bautizado y que no se empezó a desarrollar hasta algunos años más tarde? ¿En verdad fue la semilla depositada por Richard Feynman lo que supuso el impulso necesario para el desarrollo de la nanotecnología? O, más bien, ¿deberíamos considerar que, como un nuevo Julio Verne, hizo una simple predicción sobre el curso previsible de la tecnología, un pronóstico que con posterioridad sería rescatado como hito más o menos mítico sobre el que construir un sugerente relato nanotecnológico? Al fin y al cabo, a Julio Verne, aun reconociendo a menudo su antológica capacidad predictiva, nunca se le ha considerado el padre de la navegación submarina o de los viajes al espacio.

    Por otro lado, ¿qué parte de lo predicho por Feynman se puede contemplar como revolucionaria de verdad? Si la conferencia de 1959 significó en realidad el nacimiento o la concepción de la nanotecnología, deberíamos encontrar en ella el germen de esta tecnociencia. ¿Cuál era esa semilla depositada por Richard Feynman y que debería estar presente hoy en la nanotecnología? Estas preguntas se hallan relacionadas con el asunto de la esencia de la nanotecnología, que, como veremos, no se limita a una mera cuestión de tamaño.

    Pero, como hemos dicho con anterioridad, hubo que esperar hasta 1974 para que alguien, en este

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