En mi reciente visita a Camboya asistí a una escena un tanto llamativa. En lo más alto del monte sagrado Phnom Kulen, al amparo de un abrigo rupestre, entre fragancias de incienso quemado y ofrendas a las deidades, un venerable santón procedía a bendecir primero y rociar con agua bendita después media docena de teléfonos móviles que le habían entregado varios peregrinos recién llegados.
Aparentemente, nada hay más incompatible con la espiritualidad que nuestros smartphones, símbolos modernos del individualismo, el consumismo, el materialismo, el hedonismo y otros muchos más «ismos» que, en opinión de la mayoría de creyentes, gurús y líderes religiosos, alejan a la humanidad de la trascendencia. ¿Merece ser bendecido un objeto tan supuestamente antirreligioso? Lo cierto es que, al mismo tiempo que existe esta visión demonizadora de la tecnología, cada vez se está abriendo camino con más fuerza otra perspectiva muy diferente del asunto que anhela conciliar lo espiritual con lo tecnológico. Incluso defiende que internet, el ciberespacio, la realidad virtual y el metaverso, además de no ser un freno para el alma, pueden ser el instrumento más perfecto creado por el ser humano para elevarla.
TECNOCHAMANISMO
La doctora en psicología clínica, investigadora y ensayista brasileña Fabiane M. Borges definió en 2015 en la revista Geni esa intersección entre tecnología y trascendencia como una forma de tecnochamanismo. Para Borges, dicha etiqueta tendría tres significados diferentes: la tecnología del chamanismo (el chamanismo interpretado como una tecnología para la producción de conocimiento); el chamanismo de la tecnología (la búsqueda de poderes chamánicos a través del uso de la tecnología); y, finalmente, la combinación de estos dos campos de conocimiento históricamente obstruidos por la Iglesia y posteriormente por la ciencia, especialmente en la transición de la Edad Media al Renacimiento.
Para Victoria Westerman, cofundadora de y , el tecnochamanismo es «la práctica de poblar el paisaje digital con espíritu humano. Queremos que este nuevo paisaje de internet ayude al crecimiento de la sociedad y mejore nuestras propias mentes. Atravesamos el paisaje digital tan a menudo que debemos asegurarnos de que es algo que hemos ayudado a construir, al tiempo que nos construye a nosotros». Espiritualizar el ciberespacio se convierte así en
