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Una Mesa Con El Padre Pio
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Libro electrónico69 páginas47 minutos

Una Mesa Con El Padre Pio

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Esta obra es autobiográfica. Descrivi una historia verdadera y vivida. Se trata de la experience de un hijo espiritual del Padre Pío, después de haber participado en una de estas Misas. L'autore descrive le sue impressioni e la sua esperienza spirituale nacida de su corazón.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 ago 2020
ISBN9781071563519
Una Mesa Con El Padre Pio

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    Una Mesa Con El Padre Pio - Leonardo Bruni

    PIO

    LEONARDO BRUNI

    UNA MESSA CON

    PADRE PIO

    Literatura teológica y espiritual

    Serie Investigadores del alma humana

    Del mismo autor:

    - Los inocentes y los culpables

    - El pequeño Cristo

    - Los esperanzados

    - Florecerá la Anunciación?

    - Encuentro con el destino

    - Anime[Almas]

    - Lo imperfecto

    - Pensamientos fuertes de un cristiano débil. Vol. I - Vol. II

    - Cuentos cristianos. Volumen I - Volumen II - Volumen III

    - Una misa con el Padre Pío

    - Un día con el Padre Pío

    - Via Casello 78 Via Verdi 3

    Collar Ensayos sobre el hombre

    - La doble ilusión: Sísifo y Prometeo

    - La primera vez: del sexo dichoso al sexo sucio

    LEONARDO BRUNI

    UNA MESSA CON EL PADRE PIO

    Novela

    Al padre Pío de Pietrelcina

    mi padre espiritual, de quien

    Soy un hijo indigno.

    Aparte del Padre Pío de Pietrelcina, el único sacerdote estigmatizado en la historia de la iglesia, y proclamado santo por ella. Todos los demás personajes, cuerpos e instituciones mencionados en esta obra deben entenderse como inventados, imaginativos o instrumentales para la narración de esta novela.

    Bruni Leonardo © 2006

    Derechos de reproducción prohibidos, almacenamiento electrónico,

    de traducción y adaptación total o parcial con cualquiera de los

    incluyendo microfilms y copias fotostáticas, sin el uso de un

    autorización previa del Autor.

    [ I ]

    La Santa Mesa del Padre Pio

    .... Por la expresión de su cara, parecía como si estuviera caminando sobre brasas calientes. De hecho, en el profundo y apagado silencio de la madrugada, el pasillo estaba frío como el hielo....

    + + +

    ... Él saludó, avanzando en el camino, como una barca con el mar un poco movido, y la expresión del rostro parecía caminar sobre las brasas ardientes. De hecho, en el profundo y apagado silencio del amanecer, el corredor era tan frío como el hielo. El rostro, con esa expresión de pálido y agotado, sentía claramente los efectos de los carbones encendidos de los estigmas....

    + + +

    Pio fue despacio, por el pasillo. Saludó, avanzando por el camino, como una barca con el mar un poco agitado, y por la expresión de su rostro parecía estar caminando sobre brasas ardientes. De hecho, en el profundo y apagado silencio de aquel amanecer, el pasillo estaba frío como el hielo. El rostro, con esa expresión de pálido y agotado, sentía claramente los efectos de las brasas ardientes de los estigmas: a cada paso, era como descansar las plantas de los pies sobre un metal al rojo vivo: incluso el hielo arde como el fuego.

    Ese hombre, pensando en el hermano Pancrazio, era un misterio; durante muchos meses todos los días estaba a su lado, pero cuanto más cerca estaba de él, más se daba cuenta de su intimidad interior. La gente se imaginaba que tenía algo de confianza, pero no sabían que día a día se confirmaba cada vez más en la intimidad del Padre: tanto en su estado de ánimo como en sus relaciones íntimas y personales con el Señor.

    Ese carisma, porque era un don divino, es decir, el don de las lágrimas, derivado sólo de la pena de amor por los pecadores, por aquellos que habían abandonado el agua viva de la gracia para beber de fuentes envenenadas. El hermano Pancrazio, por asociación de ideas, se acordó del grito de Jesús sobre Jerusalén, que no había reconocido el tiempo en que había sido visitada, como un tiempo de misericordia divina. Comenzaron a bajar las escaleras, a ir a la sacristía; se detuvieron un poco cada dos o tres escalones, cuando el P. Kentenich se dirigió a la iglesia:

    ——Querido hermano, ¿por qué no hemos aprendido que muriendo por amor se vive? ¿Que quien muere por amor, como Jesús, vive? Toda la vida del Señor, todos los evangelios a lo largo y ancho nos cuentan la historia de Aquel que, muriendo de amor,

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