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Pensamientos Sobre Cristo
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Libro electrónico120 páginas2 horas

Pensamientos Sobre Cristo

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Esta obra es un ensayo con meditaciones y reflexiones sobre Jesucristo. El hombre que dividió la historia: a.C. y d.C.
Este ensayo trata de ilustrar e iluminar el misterio de la persona y la obra salvadora de Cristo y de ver ambos en su dimensión tanto humana como divina. Ningún hombre ha tenido la pretensión de decir: “Yo soy la resurrección y la vida”. Así como el derecho de juzgar a todos los hombres de la historia. Un trato entre la narrativa y el ensayo ayuda a estudiar el misterio del hijo de Dios.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 nov 2018
ISBN9781547545148
Pensamientos Sobre Cristo

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    Pensamientos Sobre Cristo - Leonardo Bruni

    DINERO.

    TABLA DE CONTENIDOS

    [1] Jesús o el carpintero de Nazaret: Un hombre venido de tierras lejanas.

    [2] Jesucristo: Un hombre que puede ver más allá

    [3] El hijo del carpintero, un hombre que va más allá.

    [4] Cristo: la paradoja más grande de la historia.

    [5] DE LO POCO UNA GLORIA MARAVILLOSA. DE LO POCO UN SUPLICIO ETERNO.

    [6] A LOS POBRES SIEMPRE LOS TENDRÉIS ENTRE VOSOTROS

    [7] ¿JESUCRISTO ES DEMOCRÁTICO?

    [8] CRISTO DEBERÍA HACER REVERENCIA

    [9] CONFUSIÓN LETAL

    [10] CONCUPISCENCIA CHINA

    [11] LA ÚLTIMA CAMPANADA

    [12] EL BIEN Y EL MAL: CADA VEZ MÁS PERFECCIONADOS

    [13] JESUCRISTO: HOMBRE LIBRE DE TODO MIEDO

    [14] JESÚS: ÚNICO HOMBRE LIBRE ANTE EL PODER

    [15] JESÚS: ÚNICO HOMBRE LIBRE ANTE EL DINERO.

    [1] Jesús o el carpintero de Nazaret: Un hombre venido de tierras lejanas.

    Cristo - Dios y hombre, se quedó sentado esperando a que terminaran los preparativos para la cena de pascua. Miraba las palmas de su mano: tocándose los callos y observaba que apenas se habían ido. Por otra parte, desde hace tres años había dejado de ser carpintero. Ese Dios por el que todos los filósofos habían discutido por resolver su inquietud si era o no era Dios; luego quedó demostrado, ya que todo el mundo gritaba – desde el ser vivo más diminuto hasta el más grande, desde una simple gota hasta un océano entero, desde una pequeña piedra hasta los millones de galaxias – que a la vez alguien debía poner en la existencia tales cosas, borrando la insuficiencia entitativa que impregna el universo, en cuanto a que nadie es capaz de auto crearse. Habían determinado que «existía». Esto traía consigo una sorprendente pregunta: ¿Por qué lo había hecho? Si disfrutaba de la eternidad, de una felicidad tan perfecta y no le faltaba nada, era absurdo que pudiera crear algo de la nada. Sin embargo, nunca imaginaron que, felicitándose por su extasiada belleza, vio que esta podía ser distribuida y reflejada en millones de creaturas, que él quiso y quiere que existan. El fin último del mundo es verdaderamente la gloria de Dios, la Kabod Yahvé, el verdadero glamour; no en el sentido de que él quiere que crezca para sí, sino, al contrario, para que sea capaz de difundirla. De ese modo, millones de seres, desde una hormiga hasta un elefante, pueden existir y participar de la perfección de todo lo creado, para ser un reflejo de su belleza. Todo esto es deseado por nuestra parte, puesto que corresponde a nuestro anhelo más profundo; por parte de Dios mismo que, como el artista no condiciona su obra, sino que la muestra para el gozo espiritual de sus admiradores, no somete al universo considerándolo inferior, sino que, se auto comunica a través del mismo. Y este, el sumo poeta lo cantó para el ser supremo[1]. En verdad, a Dios, nunca nadie le ha visto. O más bien, 12 pobres pescadores vivían juntos desde hace tres años y apenas empezaban a entenderlo. Aunque  no del todo, porque él siempre estaba más alejado de toda comprensión tratando de encajar en el mundo.

    Mientras tanto, antes de que Dios, se sentara a la mesa, podía empezar a tirar en la cesta toda especulación de los neoplatónicos, de Plotino y Company, sobre la Logos, sobre ese bendito proyecto, en lugar de ser una idea, era una persona. Su modo de hacer las cosas lo situaba, ya que, desde que el mundo existe, los hombres siempre han creído que los valores universales podrían mejorar y salvar a la humanidad[2]. No solo los filósofos como simples pensadores, sino también todo el pueblo en el curso de los milenios habían desarrollado una serie de creencias religiosas como el hinduismo, o los fundadores de religiones como Siddharta Gautama, (mejor conocido como el budismo), postulando que solo las verdades eternas y racionales, son las únicas que podemos conocer con certeza: lo metafísico o lo universal, las esencias eternas eran capaces de salvar al hombre[3]. Incluso, todas las religiones y todos los intentos del ser humano por lograr la perfección, a pesar del impulso del espíritu de religar y unir al hombre con Dios, aún cuando esta se acercó más a la filosofía, también tenía semillas de verdad. Sin embargo, lo hicieron al cabo de un tiempo después ese viajero que estaba en el bosque. Al principio, iluminado por el Espíritu Santo, se había marchado muy seguro de sí mismo, pero luego continuó su camino – después de la puesta de sol – se había perdido entre los senderos. De hecho, todas las religiones se habían desviado describiéndolo muy distinto de como era: estaba fuera un cuadro que no solo era falso, sino inútil para salvar a la humanidad. Entonces, la filosofía no había llegado a la verdad – Alétheia – que básicamente era el motivo por el cual nacimos, y las religiones en la salvación, lo mismo pasa con las patatas.

    El contraste era y es irremediable por la simple razón de que Dios había decidido actuar no en modo metafísico – universal, sino en modo histórico y particular. ¿Puede un simple acontecimiento, circunscrito en un breve periodo de tiempo y en algún lugar cambiar y salvar a la humanidad? ¿Puede una sola persona con algunas de sus acciones, limitadas en el espacio y en el tiempo basar esas verdades eternas, espirituales y racionales, es decir, que nos lleven a la felicidad? ¿Qué es lo que nos salva? ¿Qué complejo de ideales y principios universales – tales como la justicia, la libertad, el amor, la verdad, el deseo de lo infinito, la amistad – pueden experimentarse en el nivel de nuestra razón y sentimientos, ya sea por un simple hecho histórico, un acontecimiento limitado en el tiempo, realizado por una sola persona en Jerusalén hace más de 2000 años? La respuesta no es insignificante: tenemos una sola piel, y un solo viaje – es irrepetible – se dirige hacia la eternidad.

    El cristianismo responde a esa pregunta con la segunda solución. Es un hecho histórico, una persona que sufre, muere y resucita, afirma con estos únicos hechos existenciales, ser el verdadero y único que nos da a conocer a Dios. ¿Es fuerte? Por supuesto que lo es, no hay nada que hacer. Es una afirmación basada en el hecho de que este ser único es Dios y que cada una de sus acciones, aunque están limitadas en el tiempo -  tiene un valor que trasciende en el espacio y en el tiempo: es válida permanentemente por todos los hombres. De modo que, es capaz de establecer, o mejor dicho, de reconstruir después de la tragedia del pecado y de la muerte, esos mismos valores universales e ideales sobre los cuales la filosofía busca la verdad a tientas.

    El hecho irrefutable es que el hijo del carpintero no solo venía desde muy lejos, sino también por una decisión nacida desde lo alto de los cielos, equivalente para nosotros a estar más escondida en las profundidades del océano. Había nacido no por obligación, ni por una necesidad, sino de una onda más poderosa del amor que fluye. Una de las características del amor es identificarse con la persona amada en condiciones para hacerse cargo de sus penas y darles alivio. Tampoco es que nos sorprenda que él, que tuvo un amor puro e incondicional, no quisiera dejar ir a los hombres al borde de la condenación. Así que (¿Cuándo? ¿Un día? ¿En el momento de la eternidad? Mientras tanto, de algún modo necesitará expresarse con respeto de nuestro querido Ludwig Wittgenstein) debido a que quien ama, no escatima en sus propios intereses, sino en los de quienes ama, 

    Cristo, a pesar de su condición divina,

    No hizo alarde de su categoría de Dios,

    Al contrario, se despojó de su rango

    Y tomó la condición de esclavo:

    Pasando por uno de tantos,

    Y así, actuando como un hombre cualquiera,

    Se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,

    Y una muerte de cruz,

    Por eso Dios lo levantó

    Sobre todas las cosas

    Y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre.

    De modo que al nombre de Jesús,

    Toda rodilla se doble,

    En el cielo, en la tierra, en el abismo,

    Y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor[4],

    Para Gloria de Dios Padre.

    En este extracto de la biblia, hay de hecho, tres modos diferentes de existencia del hijo del carpintero que se había sentado a la mesa. El primer modo, era que ya  desde la preexistencia divina – Dios da por siempre y para siempre; la segunda forma del servidor – hombre; la tercera forma, la que vendría después de su pasión, muerte y resurrección, la de ser exaltado sobre todas las creaturas. Ser como Dios equivale a tener la naturaleza divina, es decir, presupone la posesión de la gloria y la majestad, doxa, propias de la divinidad. Ahora la naturaleza, en filosofía se define como «la posesión de las cualidades que se poseen sin esfuerzo o mérito, y que hace que el objeto o la persona sea eso y no lo otro». Ahora, la gloria divina significa tener cierta posesión y seguridad de una vida plena de placer sin fin, expresada en la palabra felicidad. Es el verdadero glamour, la Kabod Yahvé. Lo cual significa tenerlo todo, poderlo todo, gozar de todo

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