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Homo-Ovis: El borrego cimarrón en México
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Libro electrónico507 páginas5 horas

Homo-Ovis: El borrego cimarrón en México

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El autor ha dedicado medio siglo a investigar la relación del hombre con el borrego cimarrón. En este libro el ex cazador, escritor, taxidermista y escultor de esta notable especie biológica mexicana, intenta abordar la realidad ambiental homo-ovis, desde la historia natural, política, jurídica y cinegética de esta singular relación entre desigual
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 ene 2022
ISBN9786076075586
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    Homo-Ovis - Alberto Tapia Landeros

    Portada Homo-Ovis EPUB.jpg

    Índice

    Introducción

    Orígenes

    Ecología

    El impacto del hombre

    La caza deportiva

    ¿Administración?

    El Consejo Nacional de la Fauna y la Guerra del Borrego

    La posguerra

    El borrego cimarrón en la universidad

    Actualización a 2008

    Epílogo

    Bibliografía

    Legales

    Universidad Autónoma de Baja California

    Alberto Tapia Landeros

    Homo-Ovis

    el borrego cimarrón en México

    Selección Anual para el Libro Universitario

    Agradecimientos

    Siempre estaré agradecido con todas las personas que hicieron posible la realización de este libro. En forma especial a Luis Javier Garavito Elías, ex rector de la Universidad Autónoma de Baja California. A Armando Tapia Landeros su invaluable colaboración artística. A Raymond Lee su colaboración fotográfica y el haber compartido sus experiencias sobre el borrego cimarrón.

    A Jorge Mendoza Valverde, Héctor Sánchez Limón, Jesús Aguiar Martínez, Miguel Valencia Gastélum, Manuel Cerda Solórzano, Alejandro Moreno Medina, Roberto Zambrano Martínez, Guillermo Avellaneda Jackson, Arthur R. Dubs, Peter Cimellaro, Eliseo Araujo Montaño y Alfredo Cota Serrano, agradezco las fotografías proporcionadas para esta edición.

    A mi alumna Rosalina Olivas Tamayo, y a mi hijo Daniel Tapia Hernández, agradezco el haber digitalizado el texto de la primera edición para editar esta segunda.

    A mis maestros borregueros desaparecidos: Alberto Tapia Yáñez, Pablo Martínez, Jorge Belloc, Rafael Lara Rochín y Rómulo Méndez Higuera, les estaré eternamente agradecido por sus enseñanzas en el fino arte de localizar y acechar borregos.

    Hemos comenzado a jugar con las ideas de la

    ecología, y aunque de inmediato las vulgarizamos

    y hacemos de ellas un comercio o una política,

    al menos hay todavía en el pecho del hombre

    un impulso a unificar, y así santificar, el mundo

    natural total del que formamos parte

    Gregory Bateson

    A la memoria de Alberto Tapia Yáñez

    y Alberto Tapia Hernández,

    quienes se me adelantaron en el camino.

    Introducción

    El jeep rodaba hacia abajo, en una empinada de la vieja cuesta de terracería de La Rumorosa, ya abandonada para entonces.[1] Fue en enero de 1956. Mi padre manejaba con precaución, a la vez que escudriñaba las laderas. Sus dos hijos, Óscar de 9 y Alberto de 12 años de edad, admirábamos atónitos los profundos barrancos, cuando de pronto mi padre dijo: ¡Allá va uno!, y aceleró el motor Hurricane de cuatro cilindros.

    Al llegar a una curva frenó y se bajó rápidamente. Hicimos lo mismo todavía sin saber de qué se trataba. Se recargó en el cofre del CJ5 y se puso a ver a través de los binoculares Bushnell 7x35. Es un macho mediano, dijo. Entonces, gracias a su movimiento lo pudimos distinguir en la ladera de su mismo color: un borrego cimarrón subiendo por el pedregal, con tal facilidad como si lo hiciera por una escalera. Se me agolparon las preguntas en la cabeza: "¿De dónde salió?, ¿qué era aquello?, ¿cómo podía vivir en estos pedregales?, ¿qué comía?, ¿cuántos había?, ¿de qué tamaño eran?, ¿a qué sabían?, ¿a qué olían?, ¿cuánto medían, cuánto pesaban? Desde ese momento y durante 50 años, me he dedicado a responder aquellas preguntas formuladas en la conciencia de niño, y otras propias de la madurez, tales como ¿de quién son?, ¿de qué se enferman?, ¿quién es su enemigo?, pero sobre todo, ¿cuál es su destino?

    Así, llegué a saber que la asociación hombre-borrego es muy antigua. El ser humano domesticó al borrego en el Medio Oriente hace 9 mil años. Antecedente que prueba la importancia que el borrego ha tenido y tiene para el hombre.

    En este trabajo nos referiremos al borrego cimarrón –científicamente conocido como Ovis canadensis– con los sinónimos de ovejo, carnero, Ovis o simplemente cimarrón.

    Por razones de planteamiento, hablaremos del borrego primero en una forma genérica, para después especificar acerca del borrego del desierto. Con el objeto de comprender a las subespecies, las compararemos entre sí, pero el trabajo estará enfocado al borrego del estado de Baja California, del cual, además de discutir su origen, veremos con detalle su ecología, la historia ambiental que constituye el impacto del hombre en su hábitat, su historia cinegética, los intentos de administración y el papel de la Universidad Autónoma de Baja California (

    uabc

    ) en la conservación de esta especie. Para responder a la última pregunta analizaremos, en el Epílogo, su posible destino.

    La opinión, juicios y conclusiones que aparecen a lo largo del trabajo, son responsabilidad exclusiva y única del autor, quien no se expresa como vocero oficial de la

    uabc

    .

    Esta investigación histórica-ambiental es una muestra más del culto que el hombre ha profesado al cimarrón en los miles de años que han compartido el mismo hábitat. El análisis de la experiencia recogida en medio siglo pretende ser el sustento que nos permita dar un paso del culto ancestral al de una cultura de conservación a través de la educación ambiental. Como primer paso, propusimos a la Secretaría de Educación Pública (

    sep

    ) la edición de un libro destinado a niños y jóvenes, con la información necesaria para introducirlos al maravilloso y a veces perverso mundo del borrego. Este proyecto fue publicado en 1998, como lectura recomendada en el sistema federal de educación. La obra se denomina El borrego cimarrón, una especie que debemos proteger (

    sep-isep-uabc

    , 1998),[2] la cual se agotó en 2004, a pesar de la publicación de 10 mil ejemplares. Las personas que tuvieron este texto a su disposición tendrán hacia la especie una actitud distinta de aquellos que nada saben del sufrido mamífero.

    Cuando nos referimos a la educación ambien­tal, hablamos de una instrucción que fortalezca una cultura del ambiente,

    que garantice la permanencia del animal para disfrute de todas las generaciones que están por venir, y que desde ahora tienen el mismo derecho sobre él, como lo hemos tenido nosotros. Generaciones con otros valores sobre el borrego, y no sólo el económico –que ha prevalecido hasta ahora en casi la totalidad de los interesados en él–. El concepto del legítimo derecho que tienen todas las futuras generaciones sobre el cimarrón, y sobre todo organismo silvestre, es la esencia del aprovechamiento sustentable y éste, a su vez, del anhelado desarrollo sustentable. Hablamos de un aprovechamiento no necesariamente extractivo, es decir, no de matarlo, sino de disfrutarlo vivo. Proponemos una educación ambiental acerca del borrego basada en el conocimiento aportado por la ciencia cuantitativa positivista generada a la fecha, así como por la sabiduría popular del mexicano rural y citadino, la sabiduría de esa poderosa masa subjetiva que ha construido la realidad de una veda virtual hasta ahora de 18 años. En esta obra se conjugan ambos aspectos: lo objetivo y lo subjetivo del borrego.

    El cimarrón es un animal silvestre difícil de fotografiar, por lo tanto, las imágenes incluidas en este trabajo no son de profesionales, sino más bien el producto de la oportunidad inesperada. Por esta razón, apelamos a la consideración del lector (ver Mi último encuentro con cimarrones). En atención al lector que ya tiene el libro anterior, en esta segunda edición utilizaremos mayor cantidad de fotografías inéditas.

    El borrego cimarrón, particularmente en Baja California, es un animal carismático y que causa gran polémica cuando se discute su destino. Es muy valioso económicamente, así como por otros valores, como veremos en el apartado Actualización a 2008. Este apartado fue escrito para informar lo acontecido desde el cierre de la primera edición en 1996, a noviembre de 2008, cierre de esta segunda edición. En el transcurso de la lectura, se encontrará frecuentemente con ver actualización. De esta manera, no alteramos la historia original y actualizamos la información, complementando la obra.

    La especie que nos ocupa es quizá la más estudiada de la fauna silvestre mexicana, pues ha fascinado a muchas personas y seguramente esta obra contribuirá a sumar más adeptos y admiradores de la especie, lo cual esperamos sinceramente sea para bien del borrego cimarrón.

    En la última década presenciamos importantes alteraciones en el hábitat ovino. En Baja California se ha incrementado la fragmentación de su hábitat y presencia humana con motivo del aparcelamiento de los ejidos. En Sonora la tendencia es a confinarlo, acorralarlo en

    umas

    como si fuera ganado. Sin embargo, autores como Martí Boada (2003) han planteado que las áreas naturales protegidas y los cotos de caza (

    umas

    en México) son insuficientes en extensión para permitir que la evolución de las especies continúe como acontecía antes del surgimiento de la modernidad. Y si son insuficientes para continuar la evolución natural, más lo serán para permitir el surgimiento de nuevas especies. El cimarrón es un animal libre que logró adaptarse al desierto precisamente por las grandes extensiones de tierra que tuvo a su disposición, circunstancia imposible de revertir debido a la invasión de su hábitat.

    Actualmente el mercado global cinegético demanda cornamentas cada vez mayores, y es seguro que en este siglo los cimarrones para mercado serán manipulados en corral alimentariamente, como ya se hace con alguna fauna exótica y el venado cola blanca texano. Sin duda, seguirá su modificación genética sólo para cumplir con la demanda del mercado. En esta perspectiva, el borrego original puede desaparecer paulatinamente. Si este trabajo fuera un libro nuevo, su título sería El ocaso del borrego cimarrón. Espero nunca tener que escribir algo así. En este contexto, la segunda edición de esta obra pretende dejar constancia de la época de oro del borrego cimarrón, que se inició en 1964 con las cacerías experimentales y concluyó en 1990 a causa de la intervención del Consejo Nacional de la Fauna. Pero a la vez, desde la perspectiva conservacionista, puede ser también la época oscurantista, como esbozamos en el apartado La pérdida de variabilidad genética, dentro del capítulo Actualización, el cual incluye hechos acontecidos en los estados de Baja California Sur, Chihuahua y Sonora que merecen su inclusión en esta historia ambiental.

    Debemos tener presente que la realidad ovina planteada en este análisis histórico no es un trabajo terminado; es un flujo continuo de hechos, un proceso en movimiento que jamás se detiene. El conocimiento científico y los saberes populares, o no científicos sobre el cimarrón, se generan continuamente, nunca están completos, pues la ciencia nunca está hecha, sino siempre se está haciendo (Martínez Migueles, 2002). Por tanto, jamás tendremos en la mano el conocimiento total sobre la realidad homo-ovis. El filósofo alemán Teodoro Adorno resumía este concepto así: Totalidad es la no-verdad.

    Este trabajo es un intento por articular las ciencias del hombre y las de la naturaleza mediante el cual nos acercaremos a la realidad ovina con una visión multidisciplinaria, que conjuga varias áreas de la ciencia moderna, como la geología, paleobotánica, meteorología, paleontología, historia, mitología, antropología, economía, zoología, biología, botánica, etología, ecología, ciencia política, ciencia jurídica y algunos conceptos filosófico-epistemológicos. La conjugación de tan diversas disciplinas para entender la relación del hombre con el cimarrón, hace suponer que estamos ante una realidad compleja. Si toda sociedad constituye una realidad compleja, la interacción homo-ovis, es decir, la sociedad humana y la población ovina interactuando, seguramente lo es también. Dejamos a futuros interesados en el tema la oportunidad de abordarlo mediante el pensamiento complejo. En este trabajo sólo nos acercaremos al mundo físico, biológico y cultural al que pertenecemos todos, borregos y humanos.

    No podemos apostar a que investigando aún más al cimarrón vayamos a salvarlo. Sabemos que aumentar nuestro conocimiento sobre la especie no basta para garantizar un progreso en esta relación entre desiguales. Solamente se salvará si superamos dialécticamente nuestros enfrentamientos, como los ocasionados por imposiciones unilaterales desde el poder centralizado en la hoy Dirección General de Vida Silvestre de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Aunque la nueva Ley General de Vida Silvestre otorgue los derechos de caza sobre el borrego a los propietarios de su hábitat, la sabiduría popular estará siempre reclamando su participación, en representación del interés de la nación.

    A.T.L.

    Mexicali, B. C.

    Diciembre de 2005

    1 Para mayor información sobre este camino histórico, véase Tapia Landeros (1998:13).

    2 Versión electrónica en: www.cicmuseo.com en Sitios de interés. También en: http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/biblioteca/borrego/

    Orígenes

    En este capítulo veremos cómo se formaron las sierras y apareció la vegetación en la zona donde viven los borregos silvestres, su inicio como especie biológica, el nacimiento del culto que aún le profesamos, así como el origen de su nombre. Intentaremos responder a la primera y segunda preguntas: ¿de dónde salió? y ¿qué era aquello?

    Hábitat

    Montañas y sierras constituyen hoy en día el hábitat del borrego cimarrón. El origen de este hábitat se remonta a la formación de la Tierra, hace 4 mil 600 millones de años (Gordon Gastil, 1975).

    En Baja California la cordillera peninsular, que es una continuación de la sierra Nevada de California, en Estados Unidos, empieza en la línea fronteriza con Estados Unidos, en la sierra de La Rumorosa, y termina en el sur, en la sierra de San Juan, donde está el paralelo 28°. Esta cordillera está formada básicamente por un núcleo granítico originado en el interior de la corteza terrestre al formarse el planeta, y que fue emergiendo durante la evolución de la Tierra.

    Hoy, este núcleo está expuesto a la erosión en algunas partes; en otras, está cubierto por rocas sedimentarias y volcánicas, producto de movimientos de las placas tectónicas.

    Acontecimientos de gran magnitud, capaces de modelar la topografía del hábitat ovino, se dieron hace 15 y 20 millones de años, cuando se formó la depresión del golfo de California y el océano Pacífico empezó a llenar con sus aguas esta larga y enorme hondonada (Ibid).

    Las rocas sedimentarias de Los Paredones (este de la sierra de San Borja) y del oeste de La Rumorosa, son las formaciones más recientes en el hábitat borreguero, y datan de hace cinco millones de años. Fue entonces cuando la península, costas y sierras quedaron conformadas como las conocemos hoy (

    spp

    , 1984).

    De las rocas de la zona borreguera de Baja California, las más antiguas que se conocen datan de hace 200 millones de años (jurásico-triásico); son rocas sedimentarias marinas carbonatadas, que se encuentran al sureste de la bahía de San Luis Gonzaga (Ibid).

    Sin embargo, los fósiles más antiguos en Baja California se han encontrado en la zona borreguera de sierra de Las Pintas, a la altura del kilómetro 90 de la carretera Mexicali-San Felipe, que pertenecen a la era paleozoica y datan de hace 400 millones de años, cuando esta porción de la península se encontraba bajo las aguas del mar (Gordon Gastil, 1975).

    Esta es una breve explicación de cómo y desde cuándo se conformó el hábitat que ocupó mucho después el borrego cimarrón.

    Botánica

    Durante la última glaciación (era Wisconsin, 11 mil a 200 mil años), el hielo bajó de las montañas hasta los mil metros sobre el nivel del mar en la región conocida como el Gran Desierto de Sonora, al que pertenece el hábitat del borrego del desierto (Van Devender, 1983). Nevadas y lluvias dieron lugar a la formación de lagos pluviales en las partes más bajas, lo que caracteriza el período glacial.

    Sin embargo, las glaciaciones tienen un fin, y la corriente de aire polar fue hacia el norte, con lo cual aumentó hasta en 10º C la temperatura de lo que hoy es el sur de Estados Unidos y norte de México (Morin, 1993). Este calentamiento ocasionó la evaporación de los lagos pluviales y la contracción del hielo hasta los picos más altos de algunas montañas, en tanto que desapareció de ellas por completo durante el invierno en las sierras desérticas en que habita el cimarrón, concluyendo así el último periodo glacial.

    Debido a lo anterior, los pinos ocuparon esos espacios antes congelados, llegando a crecer hasta en las zonas ubicadas arriba de los mil metros sobre el nivel del mar. A su vez, los espacios abandonados por los pinos –en su mayoría faldas de las sierras– dieron lugar a una nueva vegetación que se adaptó a estas nuevas condiciones. Esta flora es hoy sustento del borrego cimarrón.

    Los llanos que dejaron los antiguos lagos pluviales fueron colonizados por la gobernadora (Larrea) y otros componentes del chaparral desértico, principalmente chamizos (Artiplex y Encelias).

    Es muy probable que este ciclo se repita cuando se termine el periodo interglacial en que vivimos, quizá dentro de 9 mil años, como ha sucedido en el pasado. Pero dudamos mucho que el cimarrón esté presente para entonces, salvo en parques zoológicos.

    Para comprender la extensión de este ciclo, es necesario decir que los períodos glaciales han durado de 60 mil a 100 mil años. Los períodos interglaciales han durado de 10 mil a 20 mil años. El presente interglacial se inició hace 11 mil años (Van Devender, 1983).

    El origen botánico del hábitat borreguero se debe a los ciclos glaciales e interglaciales, y probablemente seguirán repitiéndose ambos.

    Al finalizar el último glacial, apareció el sahuaro, hace 9 mil años; y el palo verde, hace 4 mil, en la zona borreguera de Arizona que es parte del Gran Desierto de Sonora, donde viven todos los borregos del desierto, incluidos los de Baja California. De esta manera, recurriendo a la paleobotánica y la meteorología, podemos entender el origen de la vegetación usada como alimento por el cimarrón, así como responder a la tercera pregunta ¿cómo podía vivir en esos pedregales?

    De esta manera, desde hace 11 mil años, el majestuoso escenario del Gran Desierto de Sonora, al que pertenece la zona árida de Baja California, quedó listo para recibir a un distinguido emigrante.

    Al final del segundo capítulo (Ecología), incluimos la sección llamada El mundo del Borrego, una galería fotográfica del actual hábitat del cimarrón, paisajes y sobre todo, las plantas que come, con lo cual complementamos la presentación de su hábitat.

    El animal

    Para responder a la segunda pregunta, ¿qué era aquello?, empezaremos por comentar que hay estudios de restos fósiles que demuestran que el género Ovis apareció en las montañas del Cáucaso, Asia menor. Ahí se encontraron los restos de un borrego de gran tamaño –equivalente al de un toro actual–, que vivió hace más de un millón de años. Por sus dimensiones, se le llamó megalovis (Medina, 1990).

    Los borregos que hoy habitan América probablemente evolucionaron en un refugio natural, aislado por glaciales y mar, en lo que ahora es el mar de Behring. Esto sucedió durante la glaciación de Wisconsin, hace 200 mil años (Valdez, 1982).

    De ese medio ambiente propicio, Ovis emigró por el puente glacial entre Asia y América (el estrecho de Behring) y entró primero en Alaska hace entre 70 mil y 100 mil años (Lee, 1990).

    Los borregos asiáticos se dispersaron lentamente hacia el sur por las cadenas montañosas del oeste americano. Al norte tenían el hielo del casquete polar; al oeste, el Océano Pacífico; y al este, los bosques canadienses. Quizá debido a esto continuaron hacia el sur, ya que los borregos siempre han evitado los lugares donde su excelente visión queda obstruida, razón por la que prefieren hábitat abiertos y despejados, como sus estepas nativas de Asia.

    En su migración hacia el sur de lo que hoy es Canadá (hace entre 12 mil y 70 mil años), siguieron flanqueados continuamente al oeste por el océano Pacífico, y al este por la gran pradera norteamericana. Y como los borregos también evitan terrenos planos en los cuales pueden ser alcanzados fácilmente por predadores como los lobos, no les quedó otro camino que la cadena montañosa que corre hacia el sur. Esta conducta de apego a terrenos escarpados es notoria y probablemente irrenunciable, ya que han preferido morir en ese hábitat que intentar siquiera incursionar en bosques o planicies, con una curiosa excepción.

    Mientras esa migración sucedía, importantes acontecimientos tenían lugar en otras partes del mundo. Para que el lector se ubique en el tiempo, mencionaremos algunos de estos eventos.

    Algunas evidencias arqueológicas demuestran que hace 60 mil años, los neanderthales, hombres primitivos que se extinguieron, hacían rituales al enterrar a sus muertos, lo cual constituye prueba de las primeras creencias en la vida después de la muerte. Hallazgos al respecto fueron descubiertos en Europa y Medio Oriente.

    Estos mismos grupos humanos perfeccionaron la caza del mamut en el norte de Europa, e iniciaron el culto al gran oso de las cavernas. Ambas especies están hoy desaparecidas.

    Hace menos de 40 mil años apareció el hombre de Cro-Magnon en Europa, del cual descendemos directamente los humanos actuales. Más o menos en ese tiempo, al contraerse la capa de hielo de la era Wisconsin, llegaron a América los nuevos emigrantes. El caribú, alce acuático, wapití, oso gris, lobos y nuevos borregos –de cuernos muy delgados, comparados con sus antecesores– emigraron de Asia. Tras ellos, tribus nómadas dependientes de la caza de estas especies llegaron al continente americano.

    Esos borregos se quedaron en Alaska, y se conocen ahora como la especie Ovis dalli, el borrego blanco. Algunos de ellos emigraron a lo que ahora es Canadá, adaptaron su color al nuevo hábitat, y al aislarse de su tronco principal fueron más tarde reconocidos como subespecie, llamada Ovis dalli stonei, el borrego stone de Canadá.

    Así pues, los borregos del norte, que llegaron al último, son los de cuernos delgados (Ovis dalli); los borregos del sur, que llegaron primero, son los de grandes cuernos, los Ovis canadensis. Para entender mejor las diferencias entre los distintos miembros del género Ovis, puede verse el Cuadro 5.

    La emigración ovejuna duró mucho tiempo, y más eventos relevantes nos completan la visión de este lapso. De hace unos 35 mil años proviene la escritura más antigua labrada en hueso, referente a la Luna, y fue encontrada en Europa. También en ese tiempo el hombre llegó a Australia, y los primeros artistas realizaron las célebres pinturas rupestres de Francia y España, en donde se encuentra la mayoría de las 100 cavernas decoradas con esta manifestación primitiva, pero de gran belleza. Las más famosas son las de Lascaux, Niaux, Rouffignac y, por supuesto, Altamira.

    Mientras Ovis canadensis emigraba a nuestro país, se inventó la aguja, hace 20 mil años, lo que hizo posible la confección del vestido con pieles y fibras vegetales.

    Posteriormente, en la gran pradera, se inició la cacería con lanzas del bisonte o búfalo americano (Bison bison), y justamente al llegar los primeros cimarrones a los actuales desiertos americanos se inventaron el arco y la flecha en Europa.

    Esto sucedió hace entre 9 mil y 12 mil años (Lee, 1990), y puede decirse que a los borregos les tocó presenciar la extinción del mamut americano, hace 11 mil años, y del caballo primitivo hace 6 mil años.

    Aparentemente, no existe ninguna correlación entre estos eventos, pero nos sirven para ubicarnos en la escala del tiempo.

    Vemos pues que hace 11 mil años concluyó esta larga emigración ovina. Los bosques de coníferas de la Sierra Madre Occidental en el este, los bosques tropicales en el sur, y las playas de Los Cabos, en Baja California Sur, detuvieron por fin el peregrinar ovino, lo que evidencia una vez más su apego a la conducta que lo hace buscar la montaña. Estudios de telemetría han demostrado que cuando el borrego se interna en el bosque, su ritmo cardiaco se acelera notablemente (Geist, 1993). Quizá su memoria genética le recuerda algún terrible predador del pasado, como el diente de sable que lo acechaba en el bosque.

    La conducta de rechazo al bosque siempre ha tenido fundamento en los borregos del norte, donde Geist realizó su observación. Sin embargo, en el Observatorio Astronómico Nacional de San Pedro Mártir, enclavado en medio del bosque de coníferas, los borregos son una constante durante todo el año. En la primera edición decíamos en repetidas ocasiones se han acercado rebaños, pero 10 años después hemos comprobado que viven en este bosque mediterráneo. Al haber sido vistos todos los meses del año, también echa por tierra la creencia de que sólo subían a la sierra en verano para alejarse del calor; y que las nieves de invierno los obligaban a bajarse al desierto. El señor Roberto Zambrano Martínez, empleado del observatorio, infraestructura que se encuentra a 2 800 metros sobre el nivel del mar, ha fotografiado en varias ocasiones a cimarrones del bosque. Como prueba, mostramos algunas de sus fotos.

    Por la ruta de las montañas Rocosas o Rocallosas, algunos grupos de cimarrones llegaron tan lejos como a Nuevo León y Coahuila; otros se establecieron en Chihuahua y Sonora.

    Sin embargo, las pruebas más recientes acerca de la antigüedad de los borregos las tenemos en las excavaciones de la cueva de La Ventana, en el sur de Arizona. En 1950, el arqueólogo Emil Haury encontró, en los niveles más bajos de la excavación, huesos de caballo primitivo asociados con artefactos humanos. Estos niveles excavados, fechados por radiocarbono, señalaron una antigüedad de 11 mil años. Los huesos de borrego aparecieron en niveles que datan de 7 mil a 8 mil años. Bien podría ser esta la antigüedad del borrego cimarrón en el desierto.

    Si las barreras naturales fueron antes impedimento a la expansión del borrego, más tarde el hombre colonizador ha sido factor clave no sólo para frenar su dispersión, sino el incremento de sus poblaciones.

    Todos los cálculos de poblaciones históricas coinciden en que la mayor distribución y población cimarrona se dio hasta la época de la conquista española del oeste americano, en el siglo

    xvii

    . Desde aquí se sugiere que el hombre moderno y el cimarrón son incompatibles.

    En 1929, el naturalista estadounidense Ernest Thompson Seton calculó que la población de borregos de todas las especies en Estados Unidos, a la llegada del hombre moderno, era de 1.5 a 2.0 millones (Lee, 1990). Al finalizar el siglo

    xix

    , quedaban en este continente, de 15 mil a 18 200 cimarrones en aquel país (ibid).

    En 1936, el ecologista estadounidense A. A. Nichol, estimó que había 5 mil borregos en Sonora y 10 mil en Baja California (O’Connor, 1974). Actualmente, los borregos desaparecieron de los estados de Chihuahua, Nuevo León y Coahuila, pero en Chihuahua se ha iniciado su reintroducción desde el año 2000. Tal vez queden

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