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El Circo
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Libro electrónico234 páginas4 horas

El Circo

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Era el año 1985 y el Circo ambulante de los O’Hare recorría el país.

Sus espectaculares actuaciones asombraban al público de todas partes con sus entretenidos payasos, acróbatas que volaban por los aires, un fortachón y un temerario motociclista, solo por nombrar algunos.

También estaba Sheila la Psíquica, una adivina residente y consejera, que tropieza por la vida de un desastre amoroso a otro. Por supuesto, ningún grupo tan cercano estaría completo sin un par de secretos ocultos, y quién mejor para descubrirlos que Sheila, con su sexto sentido y su olfato para reconocer un buen misterio.

Pero para algunos miembros del clan, el tiempo se está agotando… Y la carrera para descubrir el mayor misterio de todos ha comenzado.

Este misterio te hará reír y llorar en igual medida, e incluso puede hacer que vayas a visitar el circo.

IdiomaEspañol
EditorialNext Chapter
Fecha de lanzamiento9 ago 2020
ISBN9781071558850
El Circo

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    El Circo - A.J. Griffiths-Jones

    Nota de la Autora

    Está demás decir que todos mis personajes son ficticios, aunque debo admitir que agregué ciertos rasgos y secretos de gente que conozco. La vida es demasiado colorida como para no combinar la realidad con la ficción.

    Este libro está dedicado a una mujer maravillosa que siempre ha sido parte de mi vida, mi tía Sylvia Caswell, quien tiene una personalidad maravillosa, pero además es muy talentosa. Cada diseño de portada de mis libros comenzaron como una pintura al óleo en el estudio de Sylvia, que lentamente le dio vida a los pueblos y villas que le describí, agregando sus propios hermosos paisajes. No solo debo agradecerle a mi tía Sylvia por crear escenas tan vibrantes y llenas de vida, sino también porque siempre ha sido la voz de la razón cuando necesité consejo. Siempre terminábamos riendo entre lágrimas y  con los corazones llenos de felicidad. 

    Compartimos  nuestro amor por la moda bohemia y siempre comparamos nuestros hallazgos de pequeñas tiendas, a veces incluso intercambiamos ropa. Definitivamente el amor por los libro lo heredé de mi tía Sylvia quien disfruta de la literatura con la misma pasión que yo. Es una roca con un corazón de oro.

    Por supuesto mi primo Antony Caswell, también juega un rol importante en el proceso de diseño, con su habilidad técnica, al igual que el equipo de Creativia, quienes trabajan sin descanso para producir, entregar y promocionar mis libros. Es ese entusiasmo puro de la gente que me rodea lo que me mantiene escribiendo. Mis amigos, conocidos y familiares alrededor del mundo, les agradezco a todos ustedes.

    Fue muy fácil tomar la decisión de hacer este libro, el cuarto en mi serie de misterio, sobre un circo itinerante. Sabía que los personajes serían audaces e independientes, cada cual con su propio talento y capaces de esconder sus propios secretos. Es extraño el poder crear la vida de desconocidos y luego plasmarlas en papel, pero una vez que la historia comienza simplemente escribo lo que me muestra mi imaginación y sigo la historia hasta el final. Honestamente nunca sé hacia dónde me llevarán los personajes pero siempre terminan sorprendiéndome, jamás me decepcionan.

    Finalmente quisiera extender un gran agradecimiento a Jason peligroso McNeill, quien no solo fue la inspiración tras un personaje en este trabajo, sino que también accedió a leer el manuscrito final para darme un muy necesario feedback. 

    Prólogo

    Era el año 1985. En América Ronald Reagan comenzaba su segundo periodo como Presidente de los Estados Unidos, algo que causaba gran admiración en el público Británico, que se preguntaba como un actor no tan destacado pudiese encontrarse en uno de los roles más importantes de su vida. Eso era una clara señal de que las cosas estaban cambiando alrededor del mundo.

    En el Reino Unido los adolescentes exploraban nuevas modas, desde usar hombreras imitando al personaje principal de la serie de televisión Dallas, hasta usar prendas similares a las que usan para jugar al tenis, se vestían tal cual como los jugadores en las canchas de Wimbledon durante el verano. En enero de este año en particular, el British Telecom hizo público sus planes de hacer desaparecer, de manera paulatina, las cabinas telefónicas rojas en todo el país, esto hizo que la gente se opusiera y protestara porque lo veían como parte de su identidad cultural. Por otra parte, La familia Real también aparecía en la noticias tanto como por sus visitas al extranjero como por los rumores que habían sobre problemas en la relación del Príncipe Carlos y la Princesa Diana, siendo esta una mujer que capturó los corazones de todos los hogares por su personalidad humilde y también por sus campañas solidarias fuera del país.

    Los 80’s también incitaron a un cambio en uno de los entretenimiento más amados de la nación, el circo. Las personas se volvieron más conscientes de la crueldad con la que se domaba a leones y a tigres para luego forzarlos a presentarse diariamente, por lo que los mismos dueños de los circos se vieron forzados a crear nuevos actos que fuesen realizados por personas y así reemplazar los números tradicionales que involucraban animales. Aquí entran entonces los temerarios pilotos acróbatas, saltando en sus motocicletas a través de aros de fuego; también hombres súper fuertes capaces de levantar tres veces su propio peso y por supuesto el espectáculo favorito de todos; La Adivina, que contempla su bola de cristal, recitando conjuros y diciendo las palabras que sabe que sus clientes quieren oír, siempre y cuando exista una retribución monetaria de por medio.

    Es esta excéntrica tropa viajera la que quiero presentarte. Artistas que confían entre sí, donde existe el compañerismo y el apoyo mutuo, conscientes de que noche tras noches deben poner toda su energía en el trabajo, sonriendo para la multitud que se reúne a verlos y  luego volviendo a sus caravanas mucho después de la medianoche, exhaustos, hambrientos y con sus oídos aun hormigueando por los aplausos de la audiencia. Y por supuesto, existían los secretos, cosas que estaban ocultas a la vista del público, ¡pero secretos de todos modos!

    Capítulo Uno – Sheila la Psíquica

    Sheila Hannigan estaba en su caravana recostada sobre unos cojines de seda con colores brillantes. Inhaló profundamente una bocanada de su cigarro con filtro, era el quinto de esa mañana, pero a ella no le importaba porque que no había nadie cerca para reprimirla o mirarla con desaprobación. En su cabeza jugaba con la idea de levantarse para preparar una taza de té, pero cambió de idea y en lugar de eso, agarró la botella de vino tinto que estaba  junto a ella sobre un pequeño estante. No tenía ninguna copa cerca, así que bebió directamente de la botella, cerrando los ojos mientras lo hacía, ansiando que el alcohol llegase hasta su garganta.

    ¡Maldición! gritó la mujer. La caravana se tambaleó haciendo que se derramara el vino y se manchó desde el mentón hasta su blusa blanca con vuelos. ¡Mierda!

    Sheila volvió a dejar la botella en su lugar y abrió un poco la cortina para echar un vistazo afuera. Casi olvidó que la caravana estaba siendo remolcada por un camión lleno de postes y carpas. Pudo ver que se alejaban del camino principal y se desviaban a un camino lleno de baches. Apagó el cigarro en un cenicero de porcelana, Sheila se dio cuenta que estaban llegando al siguiente lugar en donde por las próximas veinticuatro horas, todo el mundo trabajaría sin parar para levantar la carpa y prepararse para otra noche de estreno en el circo. Está era su vida y no la cambiaría por nada, aunque existían ciertas cosas que quisiera agregarle.

    Después de otros diez minutos de tambaleo, el convoy llegó a un terreno llano rodeado por paredes de piedra. Se encontraban cerca del límite de un pueblo, como siempre intentaban estarlo. Multitudes de niños se alineaban en las calles mientras las caravanas, tráileres, camionetas y camiones pasaban en fila. Cada carita brillaba con la ilusión de que los llevaran a ver a esos asombrosos artistas. Varios de los espectadores saludaban, y como se debían a su público, el grupo de viajeros sonreía y levantaban sus manos en reconocimiento, todos excepto Sheila. Es ilegal viajar dentro de una caravana mientras se encuentre en movimiento, sin embargo, con el fin de evitar ser detectada por la policía, Sheila se quedaba escondida detrás de las cortinas color violeta. La única pista que había del talento que poseía era una pintura en la parte de afuera de su pequeño hogar, exponiendo las palabras Sheila La Psíquica en negrita y cursiva, un talento por el que ella era popular y reconocida. Ayudaba que tenía el look inherente de una gitana adivina, con su larga cabellera negra y risada, y sus ojos oscuros con la habilidad de mirar profundamente en el alma de las personas. Sheila había demostrado su talento una y otra vez y ahora cada vez que visitaban un pueblo, las mismas caras volvían a aparecer frente a su puerta buscando noticias sobre su destino. Afortunadamente para ella, estas personas estaban dispuestas a pagar generosamente por escuchar lo que Sheila la Psíquica tenía que decir, pero para cuando tenía que entregarle su parte al dueño del circo y pagar sus indulgencias semanales no quedaba suficiente dinero como para causar un impacto importante en su fondo de retiro, por lo que Sheila seguía trabajando año tras año.

    Toc, toc, toc en la puerta.

    Espera un minuto, gritó Sheila, quitándose la blusa y agarrando una limpia, Me estoy cambiando de ropa

    Apresúrate mujer una voz profunda y masculina con acento de Dublín gritó desde afuera. Vamos a ir a buscar algo para comer antes de comenzar a armar, ¿Vienes o no?

    Sheila le quitó el pestillo a la puerta y hecho un vistazo hacia afuera. Inmediatamente se encontró cara a cara con el robusto y atractivo Roland, también conocido como Roland el Gran Maestro del Circo. Él y su padre, Roland padre, eran los únicos irlandeses del grupo y Sheila sentía un lazo de cercanía, aunque rechazaba su reputación con las mujeres.

    ¿Y bueno? dijo ella poniendo una mano en su cadera "¿Cuál es el apuro?

    Hay un café bajando por la calle, Roland sonrió Y debemos llegar antes que se llene en la hora del almuerzo, de no ser así, puede que no tengan lugar suficiente para todos nosotros

    Sheila resopló y agarró su billetera, Ve tú, pero ¿Podrías traerme un sandwich de tocino?

    El hombre sonrió, mostrando su perfecta y blanca dentadura. No seas loca, no quiero tu dinero, puedes pagarme después

    Sheila se ruborizó. Roland siempre causaba eso en ella. Ya vete, se rio Nos vemos luego.

    Cerró la puerta y la gitana se paró con la espalda apoyada contra la puerta de la caravana, escuchando el ruido de un hombre llamando a alguien a través del campamento. Era fantástico como todos se llevaban bien, pensó, igual que una familia de verdad. Parecía no importar de dónde venían, y eran un grupo bastante internacional, todos se sentían tan bienvenidos como  los otros. En ocasiones, aunque no a menudo, Sheila se preguntaba lo que una persona regular pensaría sobre los circos ambulantes. Apostaría a que la gente pensaba que era el mejor trabajo del mundo. Su padre en alguna ocasión había bromeando con el hecho de que todos querrían escapar y unirse al circo. Sheila estaba segura que así era, pero fue hace tanto tiempo que no podría estar absolutamente segura.

    Se volteó para verse en el espejo, vio una cara pálida mirándola de vuelta. Era una cara bonita, pero sin maquillaje representaba más de los cuarenta y cinco años que tenía. Suspiró y abrió un cajón que contenía rubores, paletas de sombras para ojos, máscaras de pestañas, base para rostro y cada tono de labial  existía. Este era su momento favorito del día, cuando podía sentarse sola y tranquila como la vieja Sheila Hannigan para transformarse en la Extraordinaria Psíquica. Usualmente le llevaba una hora, porque además de aplicar el maquillaje, debía escoger un atuendo apropiado, una bandana con monedas atadas a ella para sostener sus gruesos rizos y sus guantes de encaje negro característicos. El resultado final era bastante satisfactorio, tanto para Sheila como para sus fans.

    Cuando dieron la una en punto, Roland y sus amigos habían regresado, y al ver la puerta de la caravana de Sheila abierta, entró sin golpear.

    Un sandwich de tocino fresco, sonrió.

    Maldición dijo mientras se bajaba rápidamente la falda con flecos. ¿Acaso no sabes golpear?

    Lo siento Sheila, ¡Cómo iba a saber que te estabas ajustando la ropa interior! La puerta estaba totalmente abierta

    Bueno, Roland O’hare, debes aprender a no entrar a la habitación de una dama sin ser invitado

    Vamos Sheila dijo calmado ¿Hay alguna posibilidad de compartir una taza de té?

    No hasta que te la hayas ganado lo regañó Hay carpas que armar y muchas cosas por hacer aún

    Roland asintió y le guiñó un ojo mientras dejaba el sandwich sobre la mesa. Nos vemos luego cariño.

    Afuera ya estaban descargando las camionetas y la gente corría de aquí para allá; martillando, jalando cables, construyendo y gritando. El equipo hacía un trabajo maravilloso debido a sus años de experiencia, pero aun así el esfuerzo era agotador. Tenían un día y medio para preparar todo antes de la noche de estreno, y la lista de pendientes era infinita, además de la carpa principal, habían carpas más pequeñas que armar para los espectáculos secundarios, cables de seguridad que instalar para los acróbatas, carros de algodón de azúcar y de manzanas confitadas que preparar para los cientos de visitantes que vendrían en masa a ver el show durante la siguiente semana.

    Sheila tenía una segunda responsabilidad con sus compañeros artistas, aunque de forma no oficial y autoproclamada, ella era la costurera a cargo en el grupo, arreglaba costuras rotas, hacía ajustes  y generalmente ayudaba para evitar el desgaste  de los llamativos trajes que utilizaban para hipnotizar a la audiencia. A menudo se le podía oír trabajando con su confiable máquina de coser, una Singer de color negro que ponía a toda marcha, en muchas ocasiones acompañada de algún artista a medio vestir esperando pacientemente a que el arreglo de última hora estuviese listo. Aunque no era la integrante más antigua del circo ambulante, Sheila, sentía que su estatus de costurera le daba un aire un poco más maternal, algo que el resto del grupo admiraba. Esto  significaba que durante el tiempo que pasaban juntos en su caravana, la adivina lograba conocer las preocupaciones, indiscreciones y problemas de sus compañeros dentro la familia circense. Como era parte de su naturaleza, Sheila siempre escuchaba de manera educada, dando buenos consejos cuando se lo pedían y sin reprimir a nadie. Aunque, de vez en cuando se vio en alguna situación en la que estuvo muy tentada de intervenir, especialmente cuando los acontecimientos afectaban a otros miembros del grupo, pero en general Sheila era muy buena guardando secretos.

    La Adivina miró hacia la pila de disfraces esperando para ser reparados y había suficientes como para mantenerla ocupada por las siguientes horas, pero antes de comenzar necesitaba devorar el sandwich de tocino caliente, preparar una tetera de té y fumar un cigarro más. Eran los pequeños placeres en la vida los que hacían a Sheila sentirse feliz con su suerte, y que Dios ayude a cualquiera que se atreva a interponerse en el  camino hacia su paz.

    La mujer Irlandesa encendió su televisión portable mientras esperaba a que hirviera la tetera, agradeciendo en silencio a Roland O’Hare por haber conectado su caravana al suministro de energía eléctrica apenas llegaron. Alcanzó el final de las noticias de la hora de almuerzo, Sheila escuchó atentamente.

    AHORA EXISTE UN SEGUNDO EXTRA QUE SERÁ AGREGADO AL CALENDARIO ANUAL anunció orgullosamente el presentador.

    "¿Y para qué mierda va a servir? maldijo.

    Se quedó tranquila comiendo su sandwich y escuchando atentamente mientras revelaban la historia que al cabo unos minutos terminó.

    ¿Sheila? sollozó una voz aguda, acompañada de un ligero golpeteo en la puerta ¿Estás ahí?

    Claro que estoy aquí replicó, invitando a la visitante a pasar ¿Dónde más estaría?

    Una mujer hermosa y delgada entró a la caravana. Traía en una mano un leotardo dorado metálico.

    "¿Tú estando ocupada? Preguntó la joven, con algunos errores gramaticales y con un acento europeo oriental.

    Nop, dijo Sheila encogiéndose de hombros Solo estoy parada aquí preguntándome qué demonios hacer con un maldito segundo extra

    ¿Qué? replicó una voz confundida Yo no...

    Ah, olvídalo continuó Sheila y tomó el conjunto dorado de las manos de la mujer. ¿Qué paso ahora Luana?

    Sergei, otra vez. Explicó la chica, agitando su cabeza, Intentó atraparme y en lugar de eso agarró mi traje de baño

    Leotardo Luana, es un Leotardo Corrigió la adivina sosteniendo la prenda para observar el daño.

    ¿Tu puede arreglar?

    Sí, no es problema Sheila suspiró y lo arrojó sobre la pila por reparar. Te lo llevaré más tarde

    Con tanto trabajo ocupando su tiempo, dieron las seis de la tarde antes de que Sheila saliera de su caravana a repartir las diferentes prendas que necesitaron de sus habilidades y atención. Primero observó lo mojado y lleno de barro que estaba el suelo afuera, se puso sus botas de agua y el impermeable, ya no se parecía en nada a una adivina, sino más bien parecía una dueña de casa de la mediana edad. Se armó camino cruzando el campamento hacia donde estaban los tráileres, caravanas y campers, a cada paso que daba la saludaban. Debió tomarle solo quince minutos hacer todas las entregas, pero había tanta actividad afuera, que, después de detenerse para beber el té con el Maestro de la carpa, conversar con cuatro o cinco artistas a lo largo del camino, y haber pasado diez minutos contemplando los nuevos trucos del intrépido motociclista, sin que Sheila lo notase, paso una hora.

    Ya había perdido la esperanza de que salieras de tu pequeña y acogedora guarida esta noche dijo una voz profunda mientras Sheila cuidadosamente iba de vuelta a través del campamento, intentando evitar los charcos, Pensé que me estabas evitando.

    Ella se volteó, deseando que su apariencia no estuviera tan desaliñada y desplegando su mejor sonrisa.

    Buenas noches Roland, ¿Ya terminaste por esta noche?

    Para nada se rio el corpulento hombre "Aún queda mucho por hacer antes de que termine la noche. ¿Por qué? ¿Me ibas a invitar a un trago antes de dormir?

    No seas tonto se sonrojó "Hay más posibilidades de que te llame el Papa

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