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El círculo carmesí
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Libro electrónico360 páginas4 horas

El círculo carmesí

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El Círculo Carmesí es una organización secreta que extorsiona y asesina en el Londres de principios del s. XX. Su ingenio diabólico y su eficacia desafían y atemorizan a la sociedad. Así, el lector se va internando en un intrincado laberinto de sospechas que se desplazan sobre los diferentes personajes a medida que cada uno de ellos va demostrando su inocencia. El resultado es una rápida carrera de inteligencia entre novelista y lector, que podrá resolver o no el sorprendente rompecabezas pero que no quedará nunca defraudado.
IdiomaEspañol
EditorialCASTALIA
Fecha de lanzamiento1 jun 2012
ISBN9788497404389
El círculo carmesí
Autor

Edgar Wallace

Edgar Wallace (1875–1932) was one of the most popular and prolific authors of his era. His hundred-odd books, including the groundbreaking Four Just Men series and the African adventures of Commissioner Sanders and Lieutenant Bones, have sold over fifty million copies around the world. He is best remembered today for his thrillers and for the original version of King Kong, which was revised and filmed after his death. 

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    El círculo carmesí - Edgar Wallace

    EL CÍRCULO CARMESÍ

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    MAGDALENA AGUINAGA

    MARÍA ANGULO

    JOSÉ LUIS ARAGÓN

    JESÚS ARRIBAS

    RAFAEL BALBÍN

    SANDRA Mª BORREGUERO

    CARMEN BUENO

    JUAN ANTONIO BUSTOS

    ÁLVARO BUSTOS

    JUAN JOSÉ CABEDO

    PAULA BARRAL

    Mª ESPERANZA CABEZAS

    ÁNGEL Mª CALVO

    MANUEL CAMARERO

    FRANCISCO CORRALES

    FERNANDO DOMÉNECH

    JESÚS FERNÁNDEZ

    LUIS FERRERO

    MARÍA LUISA GARCÍA

    MARTA GONZÁLEZ

    JOSÉ LUIS GONZÁLEZ

    ANTONIO A. GÓMEZ

    ANTONIO HERMOSÍN

    PRUDENCIO HERRERA

    GLORIA HERVÁS

    JOSÉ Mª LEGIDO

    FRANCISCO LÓPEZ

    ARCADIO LÓPEZ

    JOSÉ Mª LUCÍA

    MARY KAY McCOY

    JOSÉ MONTERO

    MATILDE MORENO

    JUAN A. MUÑOZ

    FRANCISCO MUÑOZ

    FÉLIX NAVAS

    KEPA OSORO

    Mª TERESA OTAL

    IGNACIO PINEDO

    BEATRIZ PÉREZ

    JOSÉ ANTONIO PINEL

    MONTSERRAT RIBAO

    ANA HERRERO

    BORJA RODRÍGUEZ

    TOMÁS RODRÍGUEZ

    MERCEDES ROSÚA

    JORGE ROSELLÓ

    EMILIO SALES

    ESPERANZA SAN LEÓN

    CONSUELO SANCHIDRIÁN

    FLORENCIO SEVILLA

    EDUARDO SORIANO

    ALEJANDRO VALERO

    JAIME VALERO

    J. VARELA-PORTAS

    FERNANDO VELA

    JUAN MANUEL VILLANUEVA

    JESÚS ZAPATA

    EDGAR WALLACE

    EL CÍRCULO CARM E SÍ

    p04.jpg

    Edición de

    MARTA GONZÁLEZ

    Traducción de

    FERNANDO VELA

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    En nuestra página web www.castalia.es encontrará el catálogo completo de Castalia comentado.

    es un sello propiedad de

    Oficinas en Buenos Aires (Argentina):

    Avda. Córdoba 744, 2º, unidad 6

    C1054AAT Capital Federal

    Tel. (11) 43 933 432

    E-mail: info@edhasa.com.ar

    Título original: The Crimson Circle

    Primera edición impresa: febrero 2011

    Primera edición en e-book: octubre 2011

    © herederos de Edgar Wallace

    © de la edición: Marta González, 2011

    © de la traducción: Fernando Vela, 2011

    © de la presente edición: Edhasa (Castalia), 2011

    www.edhasa.es

    Ilustración de cubierta: collage (Dpto. Diseño) Diseño gráfico: RQ

    ISBN 978-84-9740-438-9

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

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    Placa conmemorativa a Edgar Wallace,

    en el nº 107 de Fleet Street, Londres.

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    Presentación

    El asesinato es una frustración del individuo,

    Raymond Chandler, El simple arte de matar.

    1. CONTEXTO HISTÓRICO Y CULTURAL

    En la primera mitad del siglo XX tienen lugar grandes cambios y conflictos bélicos en toda Europa: la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la Revolución rusa (1917), cambios en los medios de producción, los felices años 20 –la llamada Belle époque, de desarrollo y bienestar económico–, la caída de la bolsa de Nueva York (1929), origen de un período de retroceso monetario y de numerosos problemas sociales, la germinación de sistemas políticos totalitarios y la Segunda Guerra Mundial (1939-1942).

    La sociedad asimila rápidamente las transformaciones derivadas del progreso científico y tecnológico (aparecen inventos como el automóvil, el avión, el teléfono, el submarino, el cine); se produce así una ruptura con lo anterior, caduco e inservible, imponiéndose una renovación que provoca la exaltación del inconsciente, de la libertad y del individualismo. Las artes acusan la profunda crisis económica y de valores que vive Europa en el período de entreguerras. Nacen así las vanguardias en las primeras décadas del siglo, cuyas características son la inducción a la rebeldía, y la recuperación de la esencia humana que los convencionalismos sociales habían reprimido, la reivindicación de lo original, de lo lúdico, de la libre expresión, de la valoración de los sueños –Freud sienta las bases del psicoanálisis– y del humor (negro).

    En pintura surge el arte abstracto, a veces agresivo y violento, con formas y colores estridentes, diseños geométricos y representación simultánea de las distintas dimensiones de un objeto. Los llamados ismos (surrealismo, futurismo, dadaísmo, cubismo, creacionismo, ultraísmo, existencialismo) desafían los modelos y valores existentes, con fundamentos estéticos distintos y premisas comunes para lograr novedad y libertad artística en lucha contra la tradición. Picasso, Braque, Magritte, Chirico, Dalí, Klee, Modigliani y Kandinsky son algunos de sus representantes más valiosos.

    Las corrientes musicales del siglo XX se liberan de la tonalidad en que se basaba la música desde el Barroco: el Impresionismo cuenta con Debussy, Ravel y Satie como máximos exponentes; los expresionistas Schoenberg, Alban Berg y Antón Webern trabajan el atonalismo y el dodecafonismo; en Francia el Grupo de los seis (Auric, Durey, Honegger, Milhaud, Poulenc y Tailleferre, la única mujer) reacciona contra el Impresionismo; la vanguardia soviética, representada por Prokofiev y Shostakovich, apuesta por el Expresionismo también; Bela Bartok se inclina por un sistema atonal con elementos populares; Stravinsky basa sus obras en los ballets rusos, tan de moda en París a principios del siglo XX, evolucionando hacia el Neoclasicismo; y el Serialismo amplía el concepto de serie a la intensidad, el timbre y la duración, con Messiaen, Boulez y Stockhausen.

    En literatura se rompe con la puntuación, la sintaxis, la métrica y otros parámetros básicos anteriores; se renuevan los temas (con gran aparato simbólico), el punto de vista es múltiple con digresiones intelectualistas, se establece un estrecho vínculo entre el marco narrativo y los personajes, en cuya intimidad –cuando existen– se incide en gran medida, y se hace ostentación de un preciosismo lingüístico que eleva al narrador sobre el mundo narrado y el tiempo anímico frente al cronológico.

    En Francia, la obra En busca del tiempo perdido del francés Marcel Proust (trece volúmenes publicados entre 1913-1927) es una de las mejores muestras de la novela psicológica francesa; André Gide se distingue por su independencia de pensamiento y expresión; Jules Romains intenta condensar la vida francesa de su tiempo y retratar el alma colectiva de la sociedad; las obras de Montherlant tratan temas como los deportes (Las olímpicas, 1924) o los toros (Los bestiarios, 1926); el elegante y novedoso estilo de la escritora Colette se plasma en novelas (Chéri, 1920), cuentos (La mujer oculta, 1924) y memorias (Lo puro y lo impuro, 1932).

    Los escritores estadounidenses se caracterizan por la decepción de la posguerra: Scott Fitzgerald refleja la sed de placer de los años veinte y el fracaso de los sueños juveniles en El gran Gatsby (1932); Hemingway simplifica el léxico y sintaxis de sus obras, con temática de supervivientes en situaciones difíciles (Adiós a las armas, 1929; Por quién doblan las campanas, 1940); Steinbeck narra la miseria y la lucha constante de la clase trabajadora (Las uvas de la ira, 1939).

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    La narrativa en alemán agrupa figuras tan relevantes como Thomas Mann, que en su novela corta Muerte en Venecia (1912) expone el drama interior de uno de los dos personajes en un escenario reducido al mínimo, y los cambios físicos y anímicos de los intelectuales tuberculosos residentes en una clínica suiza en La montaña mágica (1924); Franz Kafka es conocido por su relato existencialista La metamorfosis (1915) y su novela El proceso (1925), sobre la inaccesibilidad de los ciudadanos a la justicia y a la ley; Hermann Hesse mezcla la autobiografía con elementos fantásticos en El lobo estepario (1927), reflejo de su profunda crisis espiritual desde 1920; la extensa obra (relatos, poemas, teatro, novela, biografía, ensayo, libretos de ópera y catálogos musicales) de Stefan Zweig, pacifista y gran escritor austríaco, es un modelo de tolerancia, modernidad y calidad literaria.

    En la novelística anglosajona James Joyce profundiza en las técnicas narrativas experimentales con Ulyses (1922); E. M. Forster especula sobre las diferencias sociales entre los ingleses y los nativos en Pasaje a la India (1924); Virginia Woolf expresa su tema preferido –lo complejo y fugaz de las relaciones humanas– en La señora Dalloway (1925) y teoriza sobre los derechos de la mujer en el ensayo Una habitación propia (1929), y Aldous Huxley publica su novela más famosa, Un mundo feliz –una utopía irónica sobre el futuro de la sociedad–, el mismo año de la muerte de Edgar Wallace.

    Finalmente, en España, la narrativa de principios del siglo XX está marcada por las obras de los miembros de la Generación del 98 (Baroja, Valle-Inclán) y Vicente Blasco Ibáñez, que escriben bajo la perspectiva de la denuncia social y la renovación formal; los miembros de la Generación del 1914 (Pérez de Ayala, Miró, Gómez de la Serna) se debatirán entre el realismo y un experimentalismo de resultados heterogéneos; y otro grupo de narradores adeptos al antirrealismo y al experimentalismo cultiva, a partir de 1927, la novela humorística (Jardiel, Neville), o la lírico-intelectual y de trascendencia moral y política (Jarnés, Espina, Ayala, Sender, Arconada), con estilo metafórico propio de la poesía, distanciamiento irónico, fragmentación propia de las artes plásticas y un dinamismo típico del cine.

    En lo ideológico, los valores tradicionales de la civilización occidental son cuestionados por muchos escritores. Las formas literarias tradicionales son abandonadas en aras de la expresión de experiencias vitales desde nuevas perspectivas. Todo esto exige un lector inteligente, que reconstruya la obra como un puzzle, la interprete y participe en ella. Entre los géneros que cobran auge se encuentra la novela policial o policíaca, planteada como un rompecabezas en el que falta una pieza. No es el crimen perfecto, puesto que el desenlace contiene el descubrimiento del delito, generalmente asesinato, y el de los móviles de su autor.

    2. LA NOVELA POLICÍACA: CARACTERÍSTICAS, AUTORES Y OBRAS

    El círculo carmesí pertenece a la novela policíaca, género que plantea un enigma de tipo criminal y termina con la resolución del mismo. Su estructura es cerrada, pues son raras las novelas de este tipo con un final abierto Esta modalidad novelística nace del enfrentamiento entre la aplicación de la lógica racionalista y la intuición romántica y como consecuencia del crecimiento de las ciudades y su progresivo nivel de delincuencia. Los delitos son reprimidos por diferentes elementos policiales, que irrumpen en la novela con categoría de personajes nuevos y eficaces en un ambiente urbano y hostil: la gran ciudad es el lugar ideal para el delito, oculto por el anonimato que se cierne sobre el individuo.

    Aunque el género policial tiene precedentes muy antiguos (algunos cuentos bíblicos y tragedias griegas, la novela picaresca, las biografías de criminales célebres), también es moderno y se desarrolla esencialmente durante los siglos XIX y XX. Estas obras han sido calificadas como literatura barata o subliteratura, pues sus temas son poco estéticos, sin trasfondo moral ni forma artística, y buscan la evasión del lector. Pero sus características y resultados desmienten este juicio tan simplista.

    El interés de la novela policíaca se centra en el argumento, que mezcla intriga, espionaje y violencia. La trama es rigurosa y los enigmas se resuelven de forma deductiva. Los protagonistas son el policía, detective o inspector, y el asesino o espía: los buenos contra los malos. Por lo general, son personajes con caracteres bien definidos y evolucionan poco a lo largo del relato. El culpable es quien menos se espera: un personaje con escasa participación en la novela, cuya identidad se conoce en los últimos capítulos.

    Se utiliza el suspense y se dosifica la revelación de los acontecimientos para mantener la tensión, el interés y la perspicacia del lector. A veces se proponen varios desenlaces fáciles y tentadores a primera vista, que resultan falsos. La temática es precisa y delictiva: crímenes, robos, secuestros, extorsiones, engaños, infidelidades, persecuciones, estafas, fugas... El relato policial se ajusta a una estructura propia, distinta de la novela tradicional –introducción, nudo, desenlace–, con un hecho criminal que plantea múltiples interrogantes. El tiempo se emplea en dos sentidos: mientras avanza la investigación (presente y futuro), se revela el pasado. La manera de presentar el asunto, sea en orden cronológico o no, es distinta en cada autor.

    Se considera que el creador de la novela policial es Edgar Allan Poe (Estados Unidos, 1809-1849), quien con sus relatos

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    Ilustración (1894-1895) de Aubrey Beardsley para

    Los crímenes de la calle Morgue, E. A. Poe.

    Los crímenes de la calle Morgue (1841), El misterio de Marie Rogêt (1842-1843) y La carta robada (1843) sienta las bases del género. Su protagonista, Auguste Dupin, es el primer detective de ficción, modelo de otros posteriores muy conocidos, que resuelve un caso indescifrable mediante un procedimiento intelectual complicado. La inteligencia y cultura de Dupin contribuyen al empleo de un método científico: observación, análisis y deducción. La investigación permite saber quién cometió el crimen y cómo se llevó a cabo, lo que mantiene el interés de la trama. La violencia se presenta a veces en dosis reducidas, limitadas al crimen. Dupin proporciona la solución en las páginas finales del relato.

    En el primer relato el narrador expone datos e indicios, adelantándose al detective de ficción más célebre de todos los tiempos, Sherlock Holmes, creado por Arthur Conan Doyle (1859-1930). En el segundo, Poe mezcla los indicios con las crónicas de prensa, lo que después aparece en otras obras; incluso compara la opinión de varias publicaciones como ayuda al esclarecimiento del misterio, a partir del análisis minucioso de las pruebas, y vuelve el narrador sobre Los crímenes de la calle Morgue una y otra vez, confrontando la distinta dificultad y circunstancias de ambos casos. En el tercero, Dupin se aproxima a la solución del caso por empatía con el adversario: descubre que la carta robada se encuentra en donde menos puede suponerse, a la vista de todo el mundo, la sustituye por una copia y roba la auténtica para demostrar su teoría y cobrar la recompensa.

    La primera tendencia de novela policial es la escuela inglesa y su representante principal es Arthur Conan Doyle (1859-1930). Su primera novela, Estudio en escarlata (1887), es plenamente decimonónica por sus descripciones meticulosas del ambiente londinense y por la estructura de su segunda parte, que se remonta a varias décadas antes en Norteamérica, cuando los mormones se establecen en Utah. El tema es el asesinato como venganza contra el integrismo de esta secta religiosa. El salto espacial y temporal permite la narración en tercera persona, por un narrador omnisciente, para volver a la época actual, relacionando todos los hechos de las dos partes que la constituyen, aparentemente incoherentes.

    El padre Brown, creado por Gilbert K. Chesterton (18741936), es un ingenuo sacerdote con un gran paraguas, protagonista de medio centenar de historias (la primera en 1911, El candor del padre Brown, editada en esta misma colección), cuya agudeza psicológica resuelve los crímenes más inexplicables gracias a su conocimiento de la naturaleza humana.

    La prolífica escritora Agatha Christie (1890-1976) desarrolla casi matemáticamente la trama, centrada en la resolución del enigma a través de pistas que deben encajarse y enmarcada casi siempre en espacios interiores y estratos sociales de clase alta. Sus dos célebres investigadores son el inspector Poirot, cuyas técnicas fundamentales son el examen ocular, el interrogatorio y la conversación, y la señorita Marple, de apariencia inofensiva pero con una mente analítica que le permite involucrar a todos los sospechosos con sus astutas preguntas. En su primera novela, El misterioso caso de Styles (1920), escrita mientras colaboraba en una farmacia de la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial, adquiere conocimientos sobre venenos varios (la víctima es envenenada con estricnina y todos sus allegados tienen motivos para asesinarla). Sus novelas cuentan con muchas adaptaciones cinematográficas.

    Algunos autores franceses siguen la estela de la escuela inglesa: Gaston Leroux (1868-1927) inventa al periodista-detective Rouletabille en El misterio del cuarto amarillo (1907), relato donde aparece el primer culpable que se finge investigador. Entre sus excelentes relatos destaca El hacha de oro (1916), que se desarrolla en una atmósfera de intriga, paradigma de su obra, y cuyo tema es el rechazo del verdugo, presente en escritores (Vicente Blasco Ibáñez: Un funcionario, 1909) y cineastas españoles (Luis García Berlanga: El verdugo, 1963). Georges Simenon (1908-1989) es autor de ochenta novelas con un único héroe, el inspector Maigret, quien resuelve los casos introduciéndose en la vida de los implicados, pensando, comiendo y viviendo como ellos. Sus obras trascienden la mera novela policial para tratar temas generales.

    La segunda vertiente del género policial, la escuela americana, se origina en Estados Unidos en los años treinta del siglo XX. La entrada en vigor de la célebre ley seca prohíbe la venta de licores y produce la proliferación de los gánsteres y de sus lucrativas e ilegales acciones: el contrabando y la extorsión.

    A partir de 1930, la escuela norteamericana da lugar a la novela negra, que aporta gran dosis de crítica social sin perder amenidad ni estética. Sus autores abandonan los escenarios aristocráticos y sofisticados para adentrarse en la gran ciudad, con descripciones breves e impresionistas y diálogos ágiles, de ritmo cinematográfico, cuyo fondo no trata sólo de un crimen inexplicable, sino también sobre la violencia cotidiana y progresiva, incluyendo el sexo. Si el papel de la mujer en la escuela inglesa es mínimo, en la americana generalmente es la víctima o la mala. A veces ni siquiera es el objeto amoroso, pues al detective no le duran mucho los amores, ya que el factor afectivo entorpece su labor: Sherlock Holmes y Hercule Poirot son misóginos; Sam Spade y Lew Archer están divorciados; sólo algunos tienen aventuras amorosas esporádicas. Cuando el detective es mujer, lo más probable es que sea soltera o anciana, como Miss Marple.

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    El padre de este tipo de novela es Dashiell Hammett (1894-1961), norteamericano que fue detective antes de dedicarse a la literatura profesionalmente y que no gozó del aprecio de la crítica sino mucho tiempo después de obtener fama y dinero con sus novelas, cuentos y guiones cinematográficos. Su estilo narrativo, acorde con la época y el carácter de los estadounidenses, reemplaza la figura del investigador cerebral, a la manera de Sherlock Holmes, por la del detective rudo y práctico, incluso mediocre e inculto, que no vacila en golpear o sacar el revólver, guiado más por el instinto que por la razón e inmerso en las múltiples trampas de una sociedad corrupta y brutal. Su novela más conocida (tal vez por la memorable adaptación cinematográfica de John Huston en 1941) es El halcón maltés (1930), en la cual nada es lo que parece: se muestra a Spade como el asesino de su socio y los trepidantes sucesos se presentan sucesivamente para convertir la acción en un modelo de dinamismo.

    El cuidado estilo de Raymond Chandler (1888-1959) da a la novela negra una dignidad literaria desconocida hasta entonces y el género llega con él a su apogeo (entre 1936 y 1946). Chandler intenta imitar a Hammett, sobre todo en la denuncia a la sociedad capitalista, donde el dinero y la búsqueda del poder son los motores de las relaciones humanas, con sus secuelas de crímenes, marginación e injusticia. Pero Chandler es más irónico que Hammett y bastante cínico. Sus novelas tienen elementos atractivos e inusuales como las magníficas descripciones de la sociedad californiana, a cargo de su detective, Philip Marlowe (quien conoce a don Quijote y a Hamlet). Marlowe cuenta en primera persona y en registro coloquial, a veces con una gran dosis de argot, su investigación conjunta con la policía de nuevas pistas y misterios continuos, explicados gradualmente, y no al final, como en la escuela inglesa.

    El tercer pilar de la novela negra americana es Ross Macdonald, pseudónimo de Kenneth Millar (1915-1983). Creó el personaje de Lew Archer, notable detective, activo y violento en sus primeras actuaciones y más reflexivo después, que se permite lo que ni siquiera Marlowe hace: cometer errores. Resulta distinto también en su relación con las mujeres: a pesar de que el acto sexual no es el objetivo principal de ningún detective, sino que le surge en mitad de un caso, Marlowe es el galán infalible y frívolo, mientras Archer mantiene encuentros ocasionales pero afectuosos. Desde el prototipo construido por Hammett y perfeccionado por Chandler, Macdonald dota a su detective de un código ético escéptico, expresado con veloces e inteligentes diálogos. La bella durmiente, su penúltima novela, plantea desde las primeras líneas unas premisas bien delimitadas, exactas, a base de descripciones muy gráficas y muy gestuales también, propias del cine.

    David Goodis (1917-1967), autor de novela policial poco conocido pero interesante, coloca a sus personajes en su ciudad natal, Filadelfia. Escribe también guiones para la Warner Bross, aunque regresa a la novela y al periodismo como medio de vida (llega a escribir diez mil palabras por día). Sus personajes arrastran la carga del pasado, no esperan nada del futuro y se debaten en un universo cerrado, sin salida, pleno de soledad, amargura y desesperación, lo que ya denotan los títulos Calle sin retorno (1943), Al caer la noche (1947) y, sobre todo, Viernes 13 (1954), todos llevadas al cine.

    Wade Miller es el pseudónimo de dos autores, Bob Wade y Will Miller, que escribieron juntos los casos del detective Max Thursday, siempre al filo de la ley y del precipicio. En la novela Nadie es inocente (1947), Thursday, debido a su desesperada situación personal –secuestran a su hijo porque el padrastro tiene perlas muy valiosas–, usa procedimientos convencionales, acordes con el panorama del hampa de San Diego: tráfico de alcohol, personajes degradados y venidos a menos, y mujeres con marcas profundas de una vida intensa (capítulo III).

    El pesimismo de las historias de Patricia Highsmith (19211995) planea con una visión sombría y depresiva sobre sus temas preferidos –la mentira, la culpa, el crimen–, presentes ya en su primera novela, Extraños en un tren (1950), obra que fue llevada al cine por Alfred Hitchcock en 1951, con guión de Raymond Chandler. Sus personajes, de rasgos neuróticos, están bien trazados y oscilan entre el bien y el mal, aprovechando la hipocresía social.

    Otros autores son Rex Stout (1886-1975), creador del obeso detective Nero Wolfe, fanático de la comida, la cerveza y las orquídeas, que ha inspirado series televisivas; S.S. Van Dine, pseudónimo de Williard Huntington Wright (1888-1939), inventor desde 1920 del personaje Philo Vance, protagonista de doce novelas con la palabra crimen en el título; Erle Stanley Gardner (1889-1970), quien concibió al abogado penalista Perry Mason en más de cincuenta novelas, también con su espacio televisivo; y James M. Cain (1892-1977), que muestra mucho interés en sus libros por la ópera y la música en general, autor de El cartero siempre llama dos veces (1934), cuyas adaptaciones cinematográficas son más famosas que la obra original.

    3. VIDA DE EDGAR WALLACE

    Richard Horatio Edgar Wallace nace el 1 de abril de 1875 cerca de Greenwich, Inglaterra, en el seno de una familia de actores; su madre queda embarazada del heredero de la empresa para la que trabaja y se marcha para dar a luz al campo. La familia Freeman acoge al pequeño y lo cría junto a sus diez hijos, como a uno más. El padre biológico nunca llega a saber de su existencia y la madre va reduciendo sus aportaciones económicas al dispersarse la compañía teatral y tener que aceptar papeles de menor importancia debido a su edad avanzada (40 años). La propuesta de ingreso en un orfanato no es bien acogida por los Freeman, que adoran al pequeño Edgar, y su madre nunca vuelve a visitarlo.

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    Edgar Wallace en Berlín (1928).

    Nuestro autor trabaja en varios empleos hasta alistarse en

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