Al adentrarnos en la biografía de Franco descubrimos que durante su etapa como joven y ambicioso oficial en las campañas norteafricanas dio muestras en los combates de un valor que podría considerarse suicida. Situado en primera línea al lado de sus hombres, dirigía el asalto contra las líneas de las cabilas rebeldes exponiéndose al fuego enemigo.
El 27 de junio de 1916 partió de Tetuán en dirección a Ceuta un tabor de regulares al mando del comandante Enrique Muñoz Güi, unidad a la que pertenecía la compañía del capitán Franco. La unidad formaba parte de una columna compuesta por más de diez mil efectivos españoles, que debía aplastar los últimos focos de la resistencia de las cabilas rebeldes azuzadas por agentes alemanes con el propósito de desestabilizar la región en el contexto de la Primera Guerra Mundial.
En el combate ante la que fue conocida como Loma de las Trincheras, el tabor de regulares del comandante Muñoz lanzó un ataque a pecho descubierto contra las posiciones que ocupaba el enemigo. Muñoz fue alcanzado mortalmente y su segundo gravemente herido. En medio de la confusión, el capitán Franco asumió el mando del tabor, decidido a convertirse en un héroe.
HERIDO EN LA LOMA DE LAS TRINCHERAS
El ímpetu del oficial animó a sus hombres, que bajo un fuego incesante tomaron la trinchera en una despiadada lucha cuerpo a cuerpo. En un momento determinado, Franco habría cogido el fusil de uno de los caídos, disparando contra los rifeños que iniciaban una desordenada retirada. Fue entonces cuando sintió un fuerte dolor punzante en el abdomen que le hizo desplomarse: