OBJETIVO: PARÍS LA GUERRA FRANCO-PRUSIANA
EN 1868, MIENTRAS EUROPA SE REORGANIZABA A EMPUJONES, LA CONSPIRACIÓN MILITAR EN ESPAÑA CONTRA LA REINA ISABEL II Y SUS EXCESOS, BASADA EN UN PACTO ANTIDINÁSTICO ENTRE LOS PROGRESISTAS Y LOS DEMÓCRATAS, ESTABA EN PLENO APOGEO. La revolución, que surgió sin otro acuerdo que derribar a la reina e instaurar en España un sistema liberal y democrático se encontró pronto con la dificultad de controlar a los exaltados que insistían en proclamar la república. Prim y Serrano, artífices del levantamiento, pensaban, sin embargo, que solo una monarquía constitucional garantizaría un Estado fuerte, por lo que se propusieron conseguir un nuevo soberano. Aunque parecía fácil, dado el alto número de pretendientes en una Europa predominantemente monárquica, el conflicto sucesorio español acabó por exasperar a la mayoría de las cancillerías europeas.
Estaban disponibles Fernando de Coburgo y Luis I, de la casa reinante en Portugal; los duques de Génova y Aosta de la casa italiana de Saboya; el príncipe Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen–miembro de la rama católica de la familia–y el duque de Montpensier. La negativa de Prim a aceptar un Borbón, invalidó la candidatura del príncipe Alfonso, a pesar de que Isabel II, presionada por Napoleón III, que comenzaba a ver oscuras nubes de tormenta si los Borbón no recuperaban el trono, hubiera abdicado en él.
En septiembre de 1869, con el canciller prusiano Otto von Bismarck en la sombra, Fernando y Luis de Portugal, y uno de los candidatos italianos, rechazaron la corona española. Prim eligió entonces a Leopoldo. Para Prusia, que rodeaba así a Francia, era un triunfo estratégico. Además, el que el elegido tuviera un parentesco más próximo con Napoleón III que con Guillermo I, le sirvió a Bismarck como excusa para sorprenderse ante las protestas francesas por su candidatura.
Solo había un problema con el que nadie había contado. Ni a Leopoldo, ni a su padre, Carlos Antón, primer ministro de Prusia en 1858, les hacía demasiada gracia reinar en España. A pesar de ello, a finales de febrero de 1870, suprimida también la candidatura del duque de Génova, no quedó otro remedio que enviar a Berlín una delegación para iniciar negociaciones con los Hohenzollern.
LA CONEXIÓN ESPAÑOLA
Se ha escrito mucho sobre las intrigas protagonizadas por Bismarck durante esos meses. Nadie puede saber a ciencia cierta qué ocurrió, pero el hecho fue que el 19 de junio, Leopoldo solicitó al rey de Prusia permiso para aceptar el trono. Todo era un secreto. Pero un secreto a voces que llegaron hasta París.
El 3 de julio la noticia la publicaron los periódicos de la capital de Francia con una exagerada irritación. Al día siguiente, Napoleón III y su gobierno decidieron que debían realizar un contraataque, más aún, cuando el día 7 se anunció la reapertura del Parlamento español para el 20, con el fin de elegir a Leopoldo.
Enviaron al y el ministro de Exteriores, a visitar al barón embajador de Prusia en París. Wherter, que ya tenía en Berlín una cita con Guillermo I, le hizo ver al rey la actitud francesa. El soberano quedó impresionado por el informe. No quería la guerra, y durante la semana siguiente intentó persuadir a sus primos para que se retiraran sin sacrificar el honor de los Hohenzollern.
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