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Cómo Eres De Verdad
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Libro electrónico246 páginas5 horas

Cómo Eres De Verdad

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¿Crees que te conoces de verdad? ¿O tan solo ves la imagen de ti mismo que has construido a través de tu razón? ¿Has conseguido identificar tu espacio único e intransferible de felicidad? Si quieres conocerte tal como eres, en este libro hallarás una increíble herramienta que tienes al alcance de tu mano y que nunca antes habías utilizado: tus películas favoritas.
Las películas que te han transportado a mundos de ensueño a lo largo de tu vida constituyen el espejo mágico en el que puedes ver reflejadas tus verdaderas aspiraciones e inquietudes. Da un nuevo rumbo a tu existencia descubriendo tu yo desconocido y orientándote al lugar al que realmente perteneces y que hasta ahora había permanecido oculto en tu interior.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 may 2020
ISBN9780463029305
Cómo Eres De Verdad
Autor

Alfonso Moncasi

Soy un apasionado del ser humano y de las verdaderas motivaciones que le llevan a evaluar la realidad y a tomar decisiones a cada momento para perseguir sus sueños. En mis investigaciones con personas reales he llegado a sorprendentes conclusiones que ahora quiero compartir con toda la humanidad en el libro Cómo Eres De Verdad.El proyecto no termina aquí sino que continúa con el blog comoeresdeverdad.com en el que analizo sorprendentes pero efectivas formas de conocimiento interior para desvelar ese desconocido tesoro que todos llevamos dentro y que solemos intuir pero que no llegamos a identificar ni a controlar.

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    Cómo Eres De Verdad - Alfonso Moncasi

    0. INTRODUCCIÓN

    ¿P

    or qué hay películas que vimos hace treinta años y nos siguen emocionando tanto como el primer día? ¿Por qué existen personajes cinematográficos que nos apasionaron la primera vez que los vimos y lo siguen haciendo a día de hoy? ¿Por qué algunos géneros como la comedia o el cine negro nos atraen irremediablemente y otros los rechazamos sin dudarlo? El poder de atracción que las obras del séptimo arte ejercen sobre las personas es un asunto que apenas se ha estudiado y que sin embargo, constituye un fenómeno universal que afecta a aficionados de los cinco continentes. El poder de imágenes espectaculares unidas a bandas sonoras envolventes y a sentidas interpretaciones de actores que sufren, disfrutan y viven ante nuestros ojos genera un magnetismo difícil de explicar. Lo cierto es que muchas obras se mantienen grabadas en nuestra retina y acaban formando parte de nuestras vidas al haber generado un vínculo emocional que perdura durante décadas.

    La atracción que provocan en nosotros películas como Lo que el viento se llevó, El resplandor, Titanic o Matrix, no es casual. Cuando nos enganchamos a una de ellas, es porque de alguna manera nos sentimos  identificado con su contenido y percibimos que una parte esencial de nuestro interior se está exhibiendo ante nuestros ojos. La intensa relación que establecemos con muchas obras audiovisuales no se puede explicar ni comprender de manera racional ya que es un proceso que se produce de forma mucho más profunda, a nivel inconsciente. Es cierto que sentimos una excepcional alegría, ilusión o pasión por lo que estamos visualizando pero encontramos realmente difícil explicar el motivo que nos conduce a ello. Y es que lo que realmente nos está subyugando es nuestra realidad interior que se refleja en la proyección de manera simbólica.

    La capacidad de reflejar las verdaderas inquietudes y aspiraciones de la persona  convierte a las producciones audiovisuales en excelentes ventanas para conocernos interiormente por lo que nos podemos servir de ellas para entender aquello que nos define. El propósito de esta obra es abrir la puerta al conocimiento profundo de nosotros mismos, esa lejana aspiración del ser humano que tan difícil parece de alcanzar. Y para ello, nos serviremos de una creación tan sencilla y tan al alcance de todo el mundo como son las películas que hemos visto en la televisión y en el cine, especialmente las que nos han sorprendido y apasionado y que tenemos guardadas en la memoria como un auténtico tesoro. Su estudio te proporcionará a ti lector, una guía de autoconocimiento completamente nueva y más precisa de cuantas has conocido hasta ahora que te permitirá acceder a un mundo desconocido: el mundo de tu yo interior. Para conseguirlo, en los próximos capítulos analizaremos el significado de cada uno de los componentes de las obras cinematográficas y los motivos por los que te reflejan interiormente a un nivel que nunca habrías imaginado.

    Conocerse de forma profunda y global constituye una lejana aspiración del ser humano pero a día de hoy, en pleno siglo XXI, podemos afirmar que estamos muy lejos de conseguirlo. A lo largo de esta obra nos sumergiremos en el simbolismo profundo de los principales géneros audiovisuales, sus personajes, su entorno y su acción así como la razón por la que apelan directamente a nuestro interior. Ello te ayudará a cumplir ese anhelo fundamental de nuestra especie que no es otro que el de conocer el camino a nuestra felicidad individual así como entender los impedimentos que nos alejan del mismo.

    Conócete a ti mismo

    No te dejes engañar por las apariencias. La Belleza está en el interior, La Bella y la bestia (1991)

    Hace más de 2.000 años un filósofo griego sin identificar acuñó una frase que por su fuerza y veracidad ha llegado hasta nuestros días colmada de frescura. Conócete a ti mismo es una sentencia que sigue resonando en nuestra cabeza al igual que lo ha hecho en la de decenas de generaciones anteriores. Y es que entender quiénes somos y cuál es nuestro propósito en la vida ha constituido uno de los mayores desafíos de la humanidad a través de los tiempos. Conocerse a uno mismo implica entender nuestra esencia y nuestros objetivos vitales así como lo que nos afecta y nos preocupa en cada momento. De este modo, auxiliados por la razón y la voluntad podremos construir una trayectoria única e intransferible que nos conduzca a la felicidad.

    Podemos afirmar que conocemos bien cuáles son las necesidades básicas del ser humano, aquellas que de forma tan clara y sintética expresó Abraham Maslow en su famosa pirámide. De abajo a arriba son las siguientes:

    las fisiológicas por las que obtenemos el sustento y el aire que respiramos

    las de seguridad por las que nos garantizamos una vivienda, ropa de abrigo, el cuidado de la salud, un trabajo digno, etc.

    las de afiliación por las que conocemos a otras personas y establecemos vínculos con ellas, algo tan exaltado en nuestros días a través del auge de las telecomunicaciones y sobre todo, de las redes sociales

    las de éxito y reconocimiento, por las que buscamos gratificaciones en el trabajo y en la sociedad o simplemente, que nos den like a las fotos y posts que colgamos

    por último, las de realización por las que alcanzamos la plenitud y disfrutamos de nuestra esencia como seres humanos

    La mayoría de las actividades que desarrollamos en el día a día se orientan a satisfacer las necesidades de la parte inferior de la pirámide: compramos ropa, decoramos nuestra casa, nos desplazamos en coche, hablamos con nuestros amigos por WhatsApp… Sin embargo, parece que no conseguimos encontrar la fórmula para satisfacer la cúspide de la pirámide, el modo de disfrutar de una satisfacción plena en nuestro día a día sintiéndonos totalmente realizados como personas.

    Solemos tener la intuición de que nuestra esencia, nuestro yo profundo difiere radicalmente del que identifica al resto de la humanidad. Si tienes hermanos, posiblemente te habrás dado cuenta de que a pesar de haber sido educados en el mismo hogar y de forma semejante tenéis aspiraciones y motivaciones totalmente diferentes: a uno le gusta la música, al otro el cine, el más pequeño prefiere la lectura; uno es creativo e innovador, el otro ahorrador y tradicional, el tercero, adora la mecánica y la tecnología, etc. De cara a sus relaciones con los demás, uno se muestra extrovertido y amigable desde su nacimiento, otro introvertido y prudente, el tercero, individualista, etc. Estas peculiaridades personales que tan marcadas se muestran en la infancia son las que se difuminan con el paso de los años hasta el punto de llegar a desaparecer casi por completo. En nuestra edad adulta, todos nos comportamos de forma similar y parece que perseguimos idénticos objetivos e intereses: el dinero, la posición social, el disfrute inmediato de las cosas... ¿Qué ha sido de aquellas peculiaridades que nos definían en nuestra infancia y que nos mostraban como individuos únicos e irrepetibles impulsándonos a un destino particular? Parece que, como dice la película, el viento se las llevó.

    Para reencontrarnos con nuestra verdadera esencia y tomar las decisiones adecuadas para alcanzar nuestra realización se hace imprescindible conocernos en profundidad. Si ello ha sido cierto en cualquier momento de la historia por diversas razones a día de hoy se ha convertido en una exigencia ineludible. La masificación de la sociedad tan útil para otros fines, nos ha convertido en seres mecánicos que realizan trabajos repetitivos para fabricar y distribuir productos o servicios que no sentimos como propios. Nuestros horarios se han estandarizado y nuestras costumbres se han unificado. Hoy todos trabajamos a las mismas horas, disfrutamos de los mismos días festivos y nos divertimos realizando actividades similares.

    Nuestra verdadera identidad se ha llegado a confundir con el rol que asumimos dentro del engranaje de la sociedad. Cuando un amigo nos presenta a una persona no nos explica cuáles son sus aficiones, sus ilusiones o su grado de dedicación a la familia, sino cuál es su profesión. Te dice te presento a Carlos que es cardiólogo en el Hospital General; esta es mi amiga Andrea que trabaja en la biblioteca pública; te presento a Manolo que es repartidor, etc. Las cualidades e inclinaciones individuales tan definitorias de la personalidad parecen quedar relegadas a un segundo plano para sustituirlas simplemente por la actividad que desempeñamos. Hoy es difícil viajar a un país y descubrir modos de vida que identifiquen su tradición y cultura más genuinas. Más bien al contrario, en todos encontramos una hamburguesería McDonald’s, una cafetería Starbucks, una tienda del grupo Zara, un establecimiento de Apple... Por último, la globalización de la comunicación, de la que forman parte destacada las redes sociales, tampoco ha fomentado el resurgir de la individualidad, sino que más bien al contrario, nos aboca al seguimiento de líderes de opinión que nos confunden y manipulan.

    El hombre encuentra difícil conocerse en profundidad tanto como miembro de una especie que domina a las demás, como en relación a otros individuos pertenecientes a la propia raza humana. Nunca en la historia hemos tenido mayor acceso a la información a través de tantos canales y procedente de tan diversas fuentes pero nunca habíamos estado tan desorientados en cuanto al sentido de nuestra naturaleza. Hoy tenemos al alcance de la mano bienes inimaginables en otras épocas: alimentos de cualquier parte del mundo, modernos vehículos, prendas de todos los tipos, teléfonos de última tecnología... Pero solo hace falta caminar por la calle para comprobar qué pocas personas muestran una verdadera expresión de felicidad. Más bien, lo que habitualmente encontramos son individuos desorientados, con un gesto taciturno que bien se podría definir como una mezcla de agobio y desesperanza. ¿Qué es lo que nos ha convertido en modernos zombis sin ilusión ni destino? La razón es entre otras el haber perdido la conexión con nuestra verdadera naturaleza, la que nos define como seres humanos.

    Combatir la confusión y retomar el camino partiendo de nuestra más pura e intransferible naturaleza debe convertirse en una prioridad. Así que ese y no otro es el principal objeto de esta obra: dar pautas para identificar nuestros más puros deseos y anhelos, los verdaderos frenos y obstáculos que nos alejan de ellos y las armas con que contamos para afrontar su consecución. En resumen, encender el faro que alumbre nuestra vida entendida como un largo camino lleno de dicha y sobresaltos, éxitos y fracasos pero con un destino reconocido y cierto, que nos ayude a recorrerlo con éxito.

    Antes de penetrar en el interior de la persona, debemos detenernos en un concepto clave. Desde el punto de vista cognitivo, comportamental e incluso, de toma de decisiones, es esencial entender que el hombre tiene dos funciones cerebrales claramente diferenciadas. En primer lugar, dispone de una mente racional que le sirve para interpretar la realidad y tomar decisiones a través del uso de sus principales capacidades: la memoria, el razonamiento lógico, la imaginación, etc. En segundo lugar, posee el pensamiento inconsciente que interpreta sus experiencias y le impulsa a la acción sin llegar a tener conocimiento de ello. El hombre capta la información de su entorno a través de los sentidos pero no percibe toda ella de forma consciente. Una buena parte de lo que vemos, oímos, olemos y sentimos es grabado directamente en el inconsciente en donde trabaja sin que nuestro razonamiento y voluntad lleguen a participar. El inconsciente se comporta como si lleváramos dentro de nosotros a un ser inteligente que es capaz de registrar información, interpretarla, tomar decisiones y actuar, en ocasiones de forma radical, usando como instrumento nuestro propio cuerpo y de forma totalmente independiente de la razón. El funcionamiento de este pensamiento ‘subterráneo’ se conoce desde hace décadas pero cabría decir que a día de hoy somos muy poco conscientes del enorme poder que ejerce sobre nosotros y de la gran capacidad que tiene de manipularnos.

    El inconsciente es capaz entre otras cosas de generarnos graves enfermedades o de impulsarnos a reaccionar de forma violenta ante determinadas situaciones. Cuando nos damos cuenta de su actuación y la analizamos de forma objetiva podemos sorprendernos vivamente por haber realizado acciones que pueden ser contrarias a nuestros valores, nuestra inteligencia o nuestra voluntad.

    El problema es que desde que en el siglo XVI el filósofo René Descartes enunciara su ‘cogito ergo sum’, en Occidente consideramos que tenemos que conocer nuestro entorno y también a nosotros mismos utilizando tan solo el pensamiento racional. Y con ello se ha obviado una forma de conocimiento interior básica y profunda que viene representada por el pensamiento inconsciente.

    El concepto que nos hemos formado de nosotros mismos y que usamos para relacionarnos con los demás y como medio de autoafirmación procede de la información proporcionada por nuestra razón. Gracias a ella nos percibimos como amables, trabajadores o inteligentes, cultivamos una afición, conocemos nuestras preferencias, definimos nuestros gustos, etc. Generalmente, los datos con que construimos nuestra identidad de persona proceden de cuatro fuentes:

    la comparación que establecemos con los demás. Habitualmente, pensamos que poseemos determinadas características o cualidades por mero contraste con las personas que nos rodean. Así, si cantamos mejor que las personas de nuestro entorno, decimos que tenemos buena voz, si razonamos mejor que ellos, que somos inteligentes, si hablamos más que ellos, que somos parlanchines. La escuela constituye un gran apoyo para definir nuestros puntos fuertes o débiles al calificar durante años muy diversas capacidades colocándonos en un ranking respecto a nuestros compañeros

    la opinión que otros tienen sobre nosotros. Las declaraciones que los demás realizan sobre nuestras capacidades pueden influirnos poderosamente, sobre todo si se trata de personas en los que creemos y confiamos: nuestros padres, nuestra pareja, nuestros mejores amigos. Así, si han repetido en muchas ocasiones Alfredo es muy sensato y servicial es posible que acabemos dándolo por cierto

    los logros que hemos conseguido. Los éxitos que hemos ido obteniendo a lo largo de la vida, ya sean grandes o modestos, apoyan decididamente el concepto que nos formamos de nuestra persona. Así, si hemos entrenado a un equipo de fútbol amateur y éste ha conseguido un gran triunfo, puede que nos convenzamos de nuestras dotes de líder u organizador de personas. Si alguna vez hemos hablado en público y hemos recibido una gran ovación, puede que creamos tener grandes dotes oratorias, y así sucesivamente. De este modo, nuestras actividades van configurando la consideración que obtenemos de nuestra persona en función de los logros que vamos consiguiendo

    los valores con los que nos identificamos. Por último, las personas tienden a confundir sus valores, es decir aquello que consideran moralmente correcto, con sus virtudes y su forma de comportamiento. De este modo, cuando se definen, pueden decir, yo soy trabajador, serio, amigo de mis amigos porque son las ideas en las que creen y consideran adecuadas. Sin embargo, a menudo, la realidad desmiente su afirmación y se comportan de forma muy diferente a la que predican. Lo que han hecho simplemente es proyectar sobre su persona aquello que consideran justo y adecuado

    De este modo, todos nos hemos formado una idea de lo que somos y de cómo nos comportamos así como de las facetas en las que destacamos o en las que somos peores que los demás. Sin embargo, a veces nos sorprendemos emprendiendo acciones que contrastan con los ideales que habíamos forjado de nosotros mismos. Esto puede ocurrir en la segunda mitad de nuestra vida cuando los consejos de nuestros padres, la programación de nuestra educación y la influencia de la sociedad se difuminan y vuelve a aparecer nuestra persona en su pura esencia, tal como la conocíamos en la infancia. Y entonces, sucede que nos apetece practicar un arte que nunca nos había atraído, viajar a países lejanos, visitar a personas enfermas, estudiar una segunda carrera... De repente, hacemos un alto en nuestro tortuoso camino y conseguimos entender lo que realmente nos gusta y nos llena, rompiendo en buena medida con lo anterior. Es en ese momento y no antes cuando nos lamentamos de haber perdido el tiempo siguiendo una vía equivocada. La pregunta que pretende responder esta obra es ¿para qué esperar tanto? ¿por qué no puedo conocerme tal y como soy YA y evitarme todo ese tiempo de confusión y sufrimiento? ¿por qué no puedo obtener YA las claves que me conduzcan a mi felicidad personal?

    En su manifestación extrema el inconsciente puede hacernos tomar decisiones aparentemente libres que nos lleven a cometer graves errores que actúen en contra de nuestros intereses alejándonos por tanto de nuestro ideal de felicidad: escogemos amigos que nos perjudican, elegimos una carrera que nos desagrada, nos casamos con una pareja que no nos conviene, etc. Y es que nuestro inconsciente también puede haberse pervertido mediante la grabación de información perjudicial para nosotros. Así ocurre cuando hemos sufrido un trauma o un shock emocional, generalmente durante nuestra infancia, que manipula nuestra brújula engañándonos respecto al camino a seguir. Por ejemplo, se sabe que muchas hijas de maltratadores acaban casándose con maridos maltratadores arruinando de este modo su

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