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Confesiones de un Voyeur
Confesiones de un Voyeur
Confesiones de un Voyeur
Libro electrónico182 páginas2 horas

Confesiones de un Voyeur

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Información de este libro electrónico

Una adolescencia en un pueblo perdido de Alabama, una madre castradora y autoritaria, una novia con la que no tuvo relaciones... hasta que llegó Yale.
Amy introduce a Kevin en el mundo de las sociedades secretas. Una nueva y misteriosa fraternidad conocida como "Golds Bosoms" estudia el control de la conducta a través del erotismo y la pornografía, la amiga de Kevin es hija de uno de sus fundadores.
¿Que pretende la sociedad secreta Golds Bosoms? ¿Se puede escapar cuando tu mente ha sido atrapada? ¿Puede el amor vencer a una poderosa persecución y oposición?

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 ene 2019
ISBN9780463551790
Confesiones de un Voyeur
Autor

Stanford Mc Krause

Stanford Mc Krause was born on May 17, 1932 in Montgomery, Alabama. He was aeronautical systems engineer and test pilot of the United States Army. He studied at the Massachusetts Institute of Technology (MIT), was in the Navy and flew in 64 combat missions in North Korea.He worked as a test pilot for the National Aeronautical Advisory Committee (NACA). His work as a pilot was developed in the High Speed Flight Station.In addition to history, he also writes fiction novels, is the creator of the subgenre "Changing Times", materialized in the trilogy "Trapped Minds".Spanish:Stanford Mc Krause nació el 17 de mayo 1932 en Montgomery, Alabama. Fue ingeniero de sistemas aeronáuticos y piloto de pruebas del ejército de los Estados Unidos. Estudió en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), estuvo en la Armada y voló en 64 misiones de combate en Corea del Norte.Trabajó como piloto de pruebas para el Comité Asesor Nacional de Aeronáutica (NACA) su trabajo como piloto fue desarrollado en la Estación de Vuelo de Alta Velocidad.Además de historia, escribe también novelas de ficción, y es creador del subgénero “Changing Times”, materializado en la trilogía "Mentes Atrapadas".

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    Confesiones de un Voyeur - Stanford Mc Krause

    Dedicatoria

    A Jessica, que me rompió el corazón en Inglaterra, cada lágrima es un párrafo de esta novela.

    A Marianne, que luchó por mí hasta el final, cada lágrima por ella, también inspira esta historia.

    Capítulo I: El pasado de Kevin

    Incapaz de articular palabra, una vez superado el primer encuentro no podía pasar a la siguiente etapa. Y si por cualquier casualidad llegaba hasta el momento de los besos y las caricias, no sabía cómo proceder, no conectaba, no había empatía, ni cuándo, ni de qué manera besar, cómo y donde acariciar... era terrible, se sentía hundido.

    Una madre sobreprotectora, autoritaria... tanto que veía con desconfianza a todas las jovencitas que se acercaban a su hijo. En el fondo, Kevin Stuart era una propiedad más que un hijo. Las consecuencias de esta compleja relación fueron desastrosas para su personalidad.

    El joven no pudo aprender aquello que necesitaría en su vida de adulto, cosas para relacionarse con el mundo y ser una persona autosuficiente. Su madre, Doreen Stuart, sufrió el abandono de su pareja cuando quedó embarazada de Kevin. Puso todas sus esperanzas en un joven apuesto y al final desapareció con una mujer adinerada. Algo que marcó de por vida a la señora Stuart, quien a pesar de su amargura y dolor, crió a su hijo sola.

    —¿Pero qué haces con la cama? ¿No ves que tú la haces mal? ¿Para qué está tu madre aquí? ¡Vete a estudiar! —solía decirle.

    En una ocasión, la señora Stuart encontró una revista erótica escondida en el cuarto de su hijo.

    —¿Qué es esto? —Kevin no sabía qué contestar.

    —¿Es que no sabes que el mundo está lleno de zorras y no las necesitas para nada? ¿Este es el tipo de mujeres que te gusta?, ¿las que te van a arruinar la vida, tu futuro? ¿las que te van a separar de tu madre? ¡No quiero volver a ver esto aquí!

    La vida de Kevin estaba bajo control, la habitación del chico no tenía ni un solo lugar que su madre no conociera. Era imposible para él guardar secretos, cuando era sorprendido con algo que la disgustaba, su corazón se aceleraba, sentía miedo y vergüenza.

    Por fortuna, el chico tenía un hueco por donde evadirse, su talento creativo. Cientos de montajes de video llenaban su ordenador y varios discos duros, pequeñas grabaciones que permitían que su soledad no fuera desperdiciada. A pesar de todo, en su casa no siempre tenía la oportunidad de crear:

    —¡Te he dicho mil veces que salgas de tu habitación, tengo que ordenar tus cosas! —decía Doreen— ¿Por qué no vas a estudiar al salón? Y no se te ocurra embarullar nada, está todo limpio y en orden.

    Efectivamente, todo estaba en orden, Kevin no sabía ni freír unos simples huevos porque su madre jamás se lo permitió. Con quince años nunca tuvo la oportunidad de ganar ni unos míseros dólares, la señora Stuart no quería que su hijito tuviera que trabajar, para eso estaba ella, que había salido adelante sola y sin ayuda en Pennington, un pueblecito pobre de Alabama, ella venció todos los obstáculos.

    —¡Llegas cinco minutos tarde otra vez! Esos amigos con los que sales te han despistado, pero al menos no son tan horribles como aquel chico, sí, ese desvergonzado Eddy, siempre estaba aquí, como si no tuviera madre ni familia, solía tenerte todo el día fuera de casa y tú debes estudiar, centrarte en tu futuro, hijo.

    —Sí mamá, perdona por el retraso.

    —Está bien, tienes la cena en el salón, toma tus vitaminas y estudia diez minutos antes de acostarte. Tu cama está preparada y tus libros están sobre la mesita de la habitación.

    Después de terminar la cena y de estudiar, Kevin se disponía a irse a dormir.

    —¡Ven a darle un beso a tu madre!

    —Sí mamá —como buen hijo, Kevin besaba a su madre.

    —¡Con más ganas! ¿Es que no estás agradecido de haberte dado la vida y todo lo que tienes? —Y Kevin besaba con mayor vehemencia a su mamá!

    Sin embargo, el chico nunca recibía besos, ni caricias, ni abrazo alguno, solo peticiones y reproches. La señora Stuart se encargaba de hacerle saber lo inútil que era, lo mal que estaría sin su madre, lo incapaz que sería si ella desapareciera. Y por supuesto, que no se le ocurriera buscar un remedio a su dependencia, que para eso estaba ella, para dedicarse a su hijo.

    El control severo de la señora Stuart hacía imposible que los primeros contactos de Kevin llegaran buen puerto. Un ejemplo fue el de Anne, una linda jovencita que se fijó en el chico. Era una chica audaz que creyó ver en su timidez algo, escondido bajo aquella coraza protectora.

    Dispuesta a abrir la caja de los secretos y ver lo que había en el corazón de este joven, un día se acercó, descubrió a un chico con mucha pasión reprimida.

    —¡Hola! —dijo Anne.

    —Ho-hola —respondió con asombro Kevin, la chica más guapa de su aula estaba allí y no sabía qué hacer.

    —¿Qué haces aquí solo? ¿No te gusta el béisbol?

    —N-no mucho, la verdad.

    —¿Y las chicas? —Anne miró de forma traviesa a Kevin.

    —¿Qué? —No sabía como responder.

    —Que si te gustan las chicas.

    —¡Claro que sí! ¿Por qué lo dices?

    —Bueno, pueden gustarte los chicos, no hay nada malo en ello.

    —Pues no, la verdad, siempre me fijo en las chicas.

    —Uff, me duele la espalda, ¿puedes darme un masaje? —Anne se puso de espaldas y le miró moviendo sus hombros de manera sensual.

    —E-eeh yo, yoo.

    —¡Vamos hombre! es fácil, necesito que me presiones con fuerza, en la parte de arriba, para liberar tensiones.

    Kevin masajeaba con fuerza la espalda de Anne, ella notó sus brazos fuertes y la presión de sus firmes manos, no pudo disimular el placer que ello le provocaba.

    —Uuhmm ¡que bien lo haces!

    —G-gracias

    —Más arriba, más arriba —mientras se balanceaba hacia adelante y hacia atrás, sus rostros llegaban a estar muy cerca.

    Era una chica rubia de rasgos exóticos, a sus 15 años, ya levantaba pasiones entre los demás jóvenes, muy linda, sus facciones armoniosas y sus ojos de color verde. Mientras masajeaba a Anne, en uno de los balanceos, Kevin la besó con fuerza, estaba muy excitado.

    Caricias y abrazos no se hicieron esperar, pero el chico era tosco, no sabía donde tocar, Anne cogió sus manos y las dirigió hacia sus senos, mientras tanto, observaba alrededor por si alguien miraba.

    —Con suavidad, sin apretar, casi sin tocar, suaave, suaave, suaaaave —Anne dirigía los movimientos de Kevin.

    —Sii, si, asii, asii ¡muy bien! ¡así tiene que ser! —La jovencita cerraba sus ojos sumergiéndose en una nube de placer.

    —¡Ven conmigo! —Anne cogió de la mano a Kevin y se lo llevó a un lugar secreto.

    Fueron al cobertizo donde estaban los productos de limpieza del instituto. Por las mañanas nadie entraba allí, los limpiadores tenían turnos de tarde. Entonces ella se quitó la camisa y Kevin, temblando, con el corazón revolucionado, no reaccionó.

    —¡Vamos, quítate la ropa! ¡No tenemos mucho tiempo!

    Kevin se quitó la camiseta y estaba bajándose los pantalones cuando Anne gritó.

    —¡No! los pantalones no, solo la camiseta.

    Anne volvió a dirigir las manos de Kevin, esta vez hacia su rostro, su boca y después las puso en sus senos.

    —Con suavidad, así, muy bien, muyy bien —Kevin estaba jadeando y sudando, el nerviosismo y la excitación de aquella experiencia eran demasiado para él, quería hacerle el amor, pero ella no le dejó, solo le permitió que acariciara y besara su torso desnudo.

    Poco tiempo después, la madre de Kevin supo de la nueva amiga de su hijo y le prohibió que volviera a verla.

    —No quiero verte con esa muchacha ¡Es una desvergonzada!

    —Pero solo somos amigos mamá, no hacemos nada.

    —¡Ese tipo de mujeres no te convienen! nadie te conoce como yo ¡No me cuestiones!

    —Sí mamá.

    Kevin continuó encontrándose con Anne en secreto, tuvo que ser cuidadoso al escoger los lugares en los que se veía con ella. Para Anne era incómodo tener citas con un chico al que su madre le prohibía verla, al principio le resultaba excitante, aunque no estaba acostumbrada a ese tipo de relaciones. Si hubiera tenido 20 años, probablemente no hubiera vuelto a ver al chico más veces.

    —¿Como puedes verte conmigo a escondidas? deberías ser valiente y enfrentarte a tu madre, además, ¿qué es lo que no le gusta de mí? hace que me sienta mal.

    —Dale tiempo, siempre desconfía de mis amigas, creo que piensa que voy a fugarme con alguna mujer.

    —Kevin, tu madre está loca.

    —¡No digas eso! ¡Mi madre me quiere demasiado y lo pasó muy mal, ha tenido que luchar mucho para sacarme adelante! —ofendido por estas palabras salió a la defensiva con furia.

    —Lo siento, pero si esto sigue así no podremos seguir viéndonos, me gustas, pero pienso que tienes que ser un hombre, ya sabes a qué me refiero.

    Se quedó cabizbajo y pensativo, sabía que Anne decía la verdad, incapaz de desobedecer las rígidas normas de su madre, se sentía aprisionado. Con sólo quince años ¿Qué otra cosa podía hacer? La señora Stuart era una controladora nata, desde la ropa, la limpieza de la casa, todo estaba medido y calculado para la vida de Kevin. El quería experimentar el amor, conocer chicas, sentir y vivir experiencias, pero su libertad era imposible.

    Tenía pocos amigos y no estaba interesado por los coches o los deportes como sus compañeros. Le faltaba un grupo que lo arropara. No obstante, era guapo, pelo negro, facciones armoniosas, brazos fuertes y profundos ojos marrones. Atraía a muchas chicas y algunas de ellas se sentían interesadas en su carácter solitario. Este fue el caso de Anne, una de las adolescentes más codiciadas en su aula, eso despertó la envidia de algunos.

    —¡Hola raro! ¡Parece que has ligado! —Dijo Dave, un chico bajito y gordo que solía burlarse de Kevin, pero solo lo hacía cuando estaban sus amigos.

    —¡Dejadme en paz!

    —Nos hemos enterado de que eres un galán ¿Verdad chicos? ¿Se puede saber cuál es tu secreto, galán de feria? —Kevin no contestó y aceleró el paso.

    La brisa le traía aromas agradables de perfumes femeninos procedentes del instituto, tenía una gran capacidad para reconocer olores y revivir fantasías, el perfume de Anne era el preferido, visualizaba su cuerpo, sus curvas... cuando estaban juntos, cada vez que ella le acariciaba sentía escalofríos.

    —¡Uy! se te han puesto los pelos de punta ¿te pongo nervioso?

    —Tengo frío, no pasa nada

    —Mentiroso… te mueres de ganas de hacerlo ¿A qué si?

    —Hagámoslo, ahora.

    —No seas impaciente, sólo hace una semana que nos vemos y encima tenemos que escondernos de tu madre.

    —Es mejor así, más excitante.

    —No podemos seguir juntos, si tu madre no me acepta no pienso seguir escondiéndome.

    —Ten paciencia ya buscaré la solución.

    —¿Por qué no eres valiente y hablas con ella? Podemos quedar para ir a merendar o de compras o alguna cosa ¡Dile que no soy un monstruo!

    —Es complicado, creo que mi madre tiene miedo de perderme, por eso es así.

    —Tu madre es una rara.

    Kevin se sintió ofendido y se apartó de Anne con brusquedad.

    —¡No digas eso! —gritó Kevin.

    Anne se sintió mal, no quería herir sus sentimientos, pero nunca había conocido alguien que estuviera tan controlado por su madre.

    —Perdóname, he sido dura con mis palabras, no lo había pensado bien —Anne acariciaba su cuello con sus manos, con la punta de su lengua jugaba con los labios de Kevin, después, se fundieron en un fuerte beso que duró varios segundos, hasta que tomaron aliento y luego continuaron besándose otra vez. Era tarde y salió la luna; ambos

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