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Tesoros escondidos: Cómo encontrar esperanza en el dolor
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Tesoros escondidos: Cómo encontrar esperanza en el dolor
Libro electrónico98 páginas1 hora

Tesoros escondidos: Cómo encontrar esperanza en el dolor

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Soledad, Depresión, Dolor.

Estas son algunas de las palabras que describen los tiempos de sufrimiento que en ocasiones enfrentamos en la vida.  No obstante, independientemente de cuál sea la circunstancia esos valles emocionales pueden tornarse en las etapas donde más conocemos a Dios íntimamente.  Esos valles son capaces de transformarse en: PAZ, ALEGRIA, BIENESTAR.

En Tesoros escondidos, Nolita W. de Theo comparte su experiencia con la depresión tras la pérdida de dos embarazos muy deseados.  Theo utiliza ejemplos bíblicos y personales para demostrar cómo en medio de las pruebas y los sufrimientos el Señor nos sostiene con su amor y nos muestra el propósito detrás de las vivencias difíciles.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 nov 2015
ISBN9781629988009
Tesoros escondidos: Cómo encontrar esperanza en el dolor

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    Tesoros escondidos - NOLITA W. DE THEO

    WITT

    Introducción

    BUENAS NOTICIAS

    ESTÁS ESPERANDO, ME dijo el doctor. Fueron noticias gratas porque mi esposo y yo deseábamos tener un segundo bebé. En el momento en que recibí esas noticias de otro embarazo, todo mi afecto y amor maternal se volvieron a activar. Sé que no es así con todas las mamás, pero mi amor por un hijo no comienza en el instante del nacimiento, sino desde recibir la noticia de que estoy embarazada.

    Pasaron varias semanas y comencé a tener los síntomas típicos que me acompañaron durante el primer embarazo. Pero después, empecé a sentir que algo no estaba del todo bien y, cuando regresé a revisarme con el doctor, lo supe. Esta vez, fueron otras noticias las que recibí: el bebé ya no se estaba desarrollando y no se escuchaba el latido del corazón.

    Justo en ese momento, comenzó un proceso que no se resolvería del todo hasta años después. Jamás me hubiera imaginado que con ese evento comenzaría una experiencia que me llevaría a cruzar por uno de los desiertos más extensos que hubiera podido imaginar. Fue un desierto que afectó mi vida de maneras profundas y tangibles durante mucho tiempo.

    Durante las semanas siguientes a mi pérdida, me di cuenta de la tremenda falta que tiene el Cuerpo de Cristo de ofrecer ayuda a alguien que atraviesa estos y otros eventos de pérdida y duelo. La mayoría de las personas a las que yo consideraba amigos y familiares realmente no se aparecieron. Ahora sé que no fue por falta de amor, sino por una falta de entendimiento de las necesidades de las personas que están sufriendo.

    Creo que durante esta etapa, las semillas de las ideas que me llevaron a escribir este libro fueron sembradas. Y también Dios me llevó a leer la historia de la vida de Job, lo que me sirvió de mucho para entender la naturaleza del duelo al ver lo que este héroe de la fe atravesó. Sin embargo, cuando pensé que iba saliendo de mi desierto, otra circunstancia me metió de nuevo en uno aún más grande y violento.

    Diez meses después de haber perdido a mi bebé, escuché una vez más las mismas palabras del doctor: estábamos esperando nuevamente. Pasaron algunas semanas y yo sabía que algo no marchaba correctamente. Regresé a donde mi médico y me dio la triste noticia de un aborto. En ese minuto, no asimilé todas las emociones que arrasaban conmigo, ni mucho menos pude expresarlas con nadie, ni con mi amado esposo.

    A pesar del temor que atormentaba mi corazón, puse una cara fuerte y no compartí lo que estaba pasando en mi interior. Un resultado de mi niñez y personalidad había sido que no sentía libertad para expresar las dudas, los temores y las preocupaciones que me agobiaban. Y más semillas fueron sembradas para este libro.

    Después de esta segunda pérdida, caí en un desierto enorme de depresión que duró varios meses. Una de las cosas más difíciles fue que no tenía a nadie con quién platicar todas estas emociones de tristeza, temor y enojo que sentía. Mi esposo y yo estábamos sirviendo al lado de mis padres en el ministerio a tiempo completo y mis responsabilidades continuaban; las necesidades de los demás siempre parecían más graves y urgentes que las mías.

    Así fue que en menos de 10 meses sufrí la pérdida de dos embarazos muy deseados. Fueron acontecimientos que marcaron mi vida para siempre; acontecimientos que, hasta el día de hoy, son parte de la persona que he llegado a ser. Pero mi relato no termina allí, en las lágrimas y la tristeza. Mi relato incluye una búsqueda de tesoros.

    Ciertamente, fueron tesoros que, al principio, parecían ser enteramente falsos e imposibles, pero ahora, puedo decir que es lo mejor que me puede haber sucedido. Encontré tesoros en mis valles. Tesoros que produjeron esperanza en mi corazón y confirmaron los propósitos de Dios en mi vida.

    Capítulo 1

    LA BÚSQUEDA DE LOS TESOROS DE DIOS

    YO CRECÍ EN un hogar cristiano. De hecho, era un hogar ministerial ya que mis padres eran misioneros en México. Mi hermana gemela y yo nacimos en Durango. Es un orgullo para mí poder decir que nací en México. Al crecer, dentro de todo, gocé de una niñez relativamente normal. Sabía que mis padres me amaban y también mis hermanos. Mis padres nos inculcaron, desde muy pequeños, el amor por la Palabra de Dios, por su casa y por su reino. Ellos eran ejemplo de integridad y entrega.

    Aprendí cosas muy buenas en mi familia y doy gracias a Dios por ella. Pero tengo que confesar que nunca aprendí, en parte también debido a mi propia personalidad, a expresar y tratar las emociones que muchas veces sentía que arrasaban conmigo. Creo que todos experimentamos esta clase de emociones, pero yo en lo personal nunca aprendí a reconocer y sanar los efectos tóxicos que se pueden crear si no se manejan de manera definitiva y positiva.

    No logré descubrir eso hasta que viví un período que me llevó a un lugar que una autora describe como un lugar donde las anteriores maneras de pensar y relacionarnos con Dios ya no son suficientes y ya no producen el consuelo que solían dar¹. Son tiempos que atravesamos en la vida que derriban todo lo que hemos logrado construir durante los años anteriores.

    Estoy convencida de que Dios permite esos momentos porque hemos creado ideas de Dios que no son las que Él desea que tengamos. Son conceptos y cuadros de Dios que no son los correctos y, de vez en cuando, Él tiene que romperlos para colocar, después, lo que sí es su designio y aquello que seguramente será de bendición².

    Para mí, esa oportunidad llegó en el invierno del año 2000, cuando pasé algunos de los momentos más difíciles de mi vida, que ciertamente se repitieron al año siguiente. El tiempo que Dios utiliza para derribar lo incorrecto para construir lo hermoso que Él tiene puede tomar la forma de un sinfín de cosas, pero para mí fue la pérdida de dos embarazos en el transcurso de 10 meses. Fue una etapa que me sacudió hasta lo más profundo de mi

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