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La chica de San Pauli
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La chica de San Pauli
Libro electrónico127 páginas1 hora

La chica de San Pauli

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¿Suicidio? ¿Homicidio? O - ¿El inicio de un asesino serial? La comisario en jefe del departamento criminal, Isa Boysen, de la agencia Kripo de Hamburgo, se topará con una investigación aparentemente de rutina: el suicidio de una exitosa profesional que fue hallada llena de sangre en su oficina. Pero, rápidamente, debería establecer la comisario que el supuesto suicidio de la periodista de escena, Nora Fabian, fue sólamente una escena montada, ¿o no? ¿Tendrá que ver con un asesinato a sangre fria? La criminóloga escarba más profundo y se topa con un ex-novio, quien aparentemente había convertido en un infierno la vida de Nora. ¿Habrá sido realmente su urgencia de sexo el motivo? ¿Será un acosador que no quiso dejar ir a la reportera? ¿O esto yace en un homicida serial, y se debe esperar a que haya más cuerpos? Pero este hombre y su misteriosa desaparición sólo arrojan más preguntas. En una vuelta del destino, se encuentra Isa en el medio de un juego sucio y criminal, que gira en torno a mucho dinero y en el que la vida humana no cuenta. Y entonces, la investigadora se halla corriendo en peligro su vida..

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento3 jun 2020
ISBN9781071550489
La chica de San Pauli

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    La chica de San Pauli - Feronia Petri (pen name)

    CONTENIDO

    La comisario en jefe del departamento criminal, Isa Boysen, de la comisaría de Hamburgo, será comisionada a una investigación, aparentemente rutinaria: el suicidio de una profesional con exceso de trabajo. Pero ella determinará que el presunto suicidio de la periodista de escándalos, Nora Fabian, sólamente fue armado, ¿o no? La criminóloga escarba profundo e indaga por medio de un ex-amigo, quien aparentemente había convertido la vida de Nora en un infierno. Pero este hombre y sus misteriosas ausencias solamente arrojan más preguntas. Repentinamente se encuentra Isa Boysen en el medio de un juego criminal, en el que corre bastante dinero y no cuentan las vidas humanas.

    Prólogo

    Nora Fabian, también llamada la ruiseñora, escribía la historia de su vida.

    Con las mejillas sonrojadas por la emoción, se inclinó la periodista frente a su computadora. Se hundió el mundo en torno a ella. Nora no notó que ya era pasada la media noche. Sus dedos volaban sobre el teclado. Sentada en la casa editorial, trabajaba en la revista NUMERO UNO. Sus compañeros ya habían salido desde hace rato.

    Tampoco había notado Nora la nieve fresca que comenzaba a cubrir las aceras de la calle Mönckeberg frente a la ventana de su oficina. Y notó la persona que la visitaba sólo hasta que ésta ya había ingresado a su espacio de trabajo.

    La periodista volteó a ver, intranquila. Pero pronto se vislumbró una sonrisa de alivio en su bello rostro.

    Ah, eres tu, dijo ella, ¡Vaya qué agradable sorpresa! No te enojes conmigo, pero en serio no tengo tiempo ahora. Estoy escribiendo algo sorprendente.

    Si, sonó la respuesta, Yo sé.

    Y luego sucedió todo con mucha rapidez. La persona se aproximó a Nora Fabian. Al siguiente momento sintió la dama frente a la computadora un punzante dolor en el cuello. Quiso gritar, decir algo, hacer cualquier cosa. Pero ya estaba paralizada. Horrorizada, tuvo que ver Nora cómo su visita sostenía una navaja de rasurar en su mano. Sistemáticamente fueron cortadas las arterias de las muñecas de Nora. De ambos brazos. La sangre salió a chorros sobre su cuerpo, y cayó sobre su elegante traje Yamamoto, sobre el escritorio de diseñador, la alfombra de terciopelo, las hojas del manuscrito.

    Transcurrieron espantosos minutos antes que Nora llegara a sufrir el irremediable desmayo. La inconsciencia que precede a la muerte.

    Mientras moría la periodista, su visita borró con toda tranquilidad la información con la que Nora quería desatar un escándalo. Lógicamente no fueron dejadas al olvido tampoco las copias de seguridad. Y el visitante indeseado de la muerta tomó todo el material de investigación, tras lo cual salió de la irreconocible y sangrienta oficina.

    Primer Capítulo

    La comisario criminal en jefe Isa Boysen se solía deslizar por el centro de la ciudad de Hamburgo con sus patines de hielo.  Eso, normalmente, hubiese sido peligroso, pues era un día hábil, antes de un medio día de diciembre. Y entonces el centro de la región metropolitana de Hamburgo, con sus más de cuatro millones de habitantes, estaba lleno no sólo de expendedores en sus negocios, turistas y consumidores deseosos de comprar, sino también de vehículos de toda clase. Incluso allí, en donde daba Isa su vuelta, había otros amantes del patinaje junto a ella.

    ¡O sea que la criminóloga patinaba bajo el techo de la Sport-Karstadt!

    Esta pista de patinaje en hielo, muy por encima de las más grandes de toda Europa, era casi un lugar secreto. Allí se podía desfrutar, además del patinaje sobre hielo, de una impresionante vista panorámica de la ciudad hanseática. Si bien Isa había nacido y crecido en Hamburgo, siempre había mantenido en el interdicto del horizonte de esta ciudad.

    En la cercanía inmediata de ese centro deportivo se encontraba la estación central de trenes, establecida entre 1899 y 1906. Desde hacía ya pocos años había sido restaurada a sus años de original construcción, y ahora albergaba a un atractivo centro comercial en su salón principal.

    Al sur, detrás de un área de edificios de oficinas, saludaban las primeras grúas del puerto de Hamburgo. También la aguja de la iglesia de San Jakobi era visible para Isa, así como, más adelante, la de Michel, el emblema hamburgués. Solamente el orgulloso ayuntamiento de la ciudad quedaba medio oculto entre un gran complejo de centros comerciales a lo largo de la calle Mönckeberg.

    Isa se lograba relajar de maravilla mientras se deslizaba sobre el hielo artificial, a veces rápido, a veces lento. Detrás de ella quedaba casi un año completo, uno muy fructífero en cuanto a trabajo, aunque también agotador. Como todos en diciembre, le preocupaba el tema de cómo debía pasar la Navidad. La criminóloga vivía completamente sola, pero era todo lo contrario a una persona reservada. Era también muy fácil para ella el buscarse alguno de los incontables eventos navideños para solteros. Ya Isa había tenido suficiente en el pasado de aburrimiento y desesperación.

    Para ella hubiese sido lo mejor, lógicamente, pasar las celebraciones navideñas sentada bajo el árbol con algún hombre amado. Y lo más chistoso de su vida consistía en que Isa ya tenía un hombre como ese. Se llamaba Arne Weger y había sido su compañero en el 3er distrito de homicidios, y con quien ella había pasado casi todo su entrenamiento.

    Pero, lamentablemente, ya estaba casado Arne, y ya tenía una pequeña niña, Lea, con su esposa Svenja. Y no había ningún motivo como para que él pasara las fiestas sin ellas.

    El amor de Isa por Arne se deslizaba momentáneamente por el hielo. No se podría decir de otra forma. Habían ambos tenido una aventura amorosa en verano, aunque sus conciencias no lo habían logrado manejar y le habían confesado todo a la esposa de Arne. Era una época que Isa recordaba de muy mala gana ...

    El estridente sonido de su móvil la sacó de sus pensamientos.

    Isa se deslizó con sus patines a un lado, se detuvo y activó el teléfono.

    Boysen.

    ¡Finalmente me contesta, Señora Boysen!, ladró el doctor Dr. Walter Kranach, el superior inmediato de Isa. De inmediato notó que este alto funcionario de la criminalística andaba de un humor miserable. Ya sé que hoy es su día libre. ¿Pero qué voy a hacer? Aquí se nos presenta una barrena de licencias por enfermedad, una tras otra. Ahora ya están fuera de combate también la señora Roper, el señor Lehmann y también el señor Prante. ¡Esta ola de gripe está dejando a la 3ra comisaría de homicidios casi totalmente incapacitada!  De todas maneras, hemos recibido un informe desde la central. En una oficina en la calle Mönckeberg se ha hallado a un cadáver del género femenino. Todo indica un suicidio. Pero ya conoce Usted los reglamentos, Sra Boysen. Alguno de nosotros debería echarle un vistazo a la muerta. Todo indica claramente un suicidio, como le he dicho, por lo que seguramente no le va a robar todo su día libre.

    Copiado, Sargento, respondió Isa. Y como la suerte me ha favorecido, me encuentro en este momento muy cerca de la calle Mönckeberg.

    La criminóloga no quiso decirle a su jefe que estaba patinando. Pensaba que eso no era de su incumbencia.

    Entonces a Usted no le va a costar mucho, refunfuñó el Dr. Kranach.

    No. Ya que estamos escasos de licencias personales durante estas fiestas, estoy siempre lista, y con mucho gusto, incluso también para Nochebuena y los días de Navidad, para realizar mis labores.

    Isa se había hecho esta resolución de forma espontánea. Si no iba a poder celebrar la Navidad con Arne, lo que hubiera sido lo más deseado, entonces prefería pasarla trabajando, con el mismo gusto. ¿Finalmente, para qué se había enrolado en la Kripo? Allí siempre había algo qué hacer.

    ¿Entonces, lo hará, Sra. Boysen? El tono de voz del Dr. Kranach sonó aliviado. Isa sabía que él quería viajar para Navidad al Harz. Y para eso debía, naturalmente, tener todo en regla y organizado en su destacamento. Debo apreciar bastante su disponibilidad, eso lo digo muy a menudo. ¿Entonces debo solicitarle que le eche un rápido vistazo a esta suicida? La muerta se llama Nora Fabian. Le paso inmediatamente la dirección.

    Isa anotó los datos en un trozo de papel. Entonces dio por terminada la conversación. ¿Nora Fabian? Ese nombre se le hizo familiar a Isa. Por el momento no lograba vislumbrar claramente de dónde era que se le hacía conocido.

    Este asunto ya no le dio, de todas formas, más tranquilidad a la criminóloga. Salió ensimismada de la pista de patinaje. Isa se felicitó por haber llevado su maletín deportivo. Pudo guardar dentro sus patines. Hubiese sido demasiado poco profesional el ver a una comisario criminal en jefe salir con los patines atados por las cintas y colgando del hombro.

    Y también ocultó Isa su capucha roja

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