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Preparando medicinas en Lima durante el temprano periodo colonial
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Libro electrónico505 páginas6 horas

Preparando medicinas en Lima durante el temprano periodo colonial

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Basado en una extensa investigación de archivos en Perú, España e Italia, Preparando medicinas en Lima durante el temprano periodo colonial examina cómo se entrenaron los boticarios en la Ciudad de los Reyes y la forma en que ocuparon su lugar en la sociedad. En el libro, Newson argumenta que los boticarios tenían el potencial de ser innovadores en la ciencia, especialmente en el Nuevo Mundo donde encontraron nuevos entornos y diversas tradiciones curativas. Sin embargo, la autores muestra que a pesar de las tendencias experimentales entre algunos boticarios, generalmente se adhirieron a las prácticas humorales tradicionales y a la materia médica importada de España en lugar de adoptar plantas nativas o explorar los ricos recursos minerales de la región.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 may 2020
ISBN9789972519840
Preparando medicinas en Lima durante el temprano periodo colonial

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    Preparando medicinas en Lima durante el temprano periodo colonial - Linda A. Newson

    portadilla

    Este libro se publicó originalmente en inglés con el título Making Medicines in Early Colonial Lima, Peru. Apothecaries, Science and Society, por la editorial Brill en 2017.

    Serie: Estudios Históricos, 83

    © IEP Instituto de Estudios Peruanos

    Horacio Urteaga 694, Lima 15072

    Telf.: (51-1) 200-8500

    www.iep.org.pe

    ISBN (digital): 9789972519840

    Primera edición: Lima, mayo de 2020

    Corrección: Verónica Oliart

    Asistente editorial: Yisleny López

    Diagramación: Silvana Lizarbe

    Carátula: Gino Becerra

    Cuidado de edición: Odín del Pozo

    Prohibida la reproducción total o parcial de cualquier parte de este libro sin permiso del Instituto de Estudios Peruanos

    A Keith

    Lista de ilustraciones

    Figuras

    Figura 1. Lima en el temprano siglo XVII

    Figura 2. El poeta Virgilio en una canasta, 1512

    Figura 3. Lista de medicinas suministradas por Bernardo Gil

    a don Juan Zapata, 1640

    Figura 4. Recibo por las medicinas suministradas a don Juan

    de los Ríos por Bernardo Gil, 1633

    Figura 5. Registro de cargamentos despachados por Francisco

    Galiano a Pedro de Bilbao, 1607

    Figura 6. Número de envíos de medicamentos a diferentes

    destinos, desde la década de 1580 hasta la de 1630

    Figura 7. Botica del Convento de los Descalzos, Lima

    Figura 8. Portada de Examen de los simples medicinales

    de Antonio de Robles Cornejo, 1617

    Figura 9. Equipo de destilación representado por el licenciado

    Pedro López de León, 1628

    Figura 10. Dibujo del mechoacán en el "Examen de los simples

    medicinales" de Antonio de Robles Cornejo, 1617

    Figura 11. Dibujo de la zarzaparrilla en el "Examen de los simples

    medicinales" de Antonio de Robles Cornejo, 1617

    Figura 12. Piedra bezoar esférica de animal desconocido,

    1551-1750.

    Figura 13. Los santos Cosme y Damián

    Figura 14. Capilla de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad

    (abajo, a la izquierda) en 1675

    Figura 15. Procesión en semana santa de la Cofradía de

    Nuestra Señora de la Soledad en el tardío siglo XVII

    Figura 16. Vestimenta formal de la élite de Lima en el siglo XVII

    Figura 17. Libros enviados desde España por el boticario

    Juan Sánchez en 1591

    Cuadros

    Cuadro 1. Gastos en la instalación de la primera farmacia

    del hospital de Santa Ana, 1551

    Cuadro 2. Activos de la botica perteneciente a Bartolomé

    Díaz Cabeza de Vaca, 1608

    Cuadro 3. Envíos de medicinas al Perú según el tipo

    de comerciante, 1591-1622

    Cuadro 4. Boticarios en Sevilla que comerciaban con

    Tierra Firme y el Perú, 1583-1634

    Cuadro 5. Boticarios de Lima que recibieron envíos

    de medicamentos desde España, 1583-1640

    Cuadro 6. Destino y valor de los cargamentos de medicamentos

    por tipo de comerciante, 1583-1634

    Cuadro 7. Fuentes de materia medica suministrada al hospital

    de Santa Ana, 1575-1600 y 1640-1641

    Cuadro 8. Cargamentos que tenían como destino los hospitales y

    boticarios privados, 1596-1622

    Cuadro 9. Cargamentos de medicinas para los hospitales en Lima

    por valor y tipo de producto, 1596-1618

    Cuadro 10. Tipos de materia medica recomendados por Andrés

    Zamudio de Alfaro y encontrados en boticas de Lima

    Cuadro 11. Purgantes en las boticas y cargamentos enviados

    a hospitales y boticarios de Lima

    Lista de Abreviaturas

    AAL Archivo Arzobispal de Lima

    ABPL Archivo de la Beneficencia Pública, Lima

    AGI Archivo General de Indias, Sevilla

    AGNC Archivo General de la Nación, Bogotá, Colombia

    AGNP Archivo General de la Nación, Lima, Perú

    AHIRA Archivo Histórico Instituto Riva-Agüero, Lima

    AHML Archivo Histórico Municipal de Lima

    AHNM Archivo Histórico Nacional, Madrid

    AMS Archivo Municipal de Sevilla

    ARJBM Archivo del Real Jardín Botánico, Madrid

    ARSI Archivum Romanum Societatis Iesu, Roma

    BNM Biblioteca Nacional, Madrid

    JCB John Carter Brown Library, Providence, Rhode Island

    SO CO Santo Oficio Contencioso

    RAHM Real Academia de Historia, Madrid

    UNMSM Archivo Histórico Domingo Angulo, Universidad Nacional Mayor de San Marcos

    Agradecimientos

    orla

    Esta monografía tuvo su origen en un libro anterior que publiqué con Susie Minchin, titulado From Capture to Sale: The Portuguese Slave Trade to Spanish South America in the Early Seventeenth Century (Leiden: Brill, 2007). Allí examinamos las medicinas y las prácticas médicas involucradas en los tratamientos aplicados a los esclavos africanos, tanto durante su traslado de Senegambia al Perú, como cuando ya estaban instalados en Lima. A partir de dicho estudio previo especulé que la particular conjunción de condiciones políticas, culturales y medioambientales que se dieron en el Perú favoreció una temprana experimentación con la materia medica nativa. Partí de la proposición de que la Contrarreforma alentó a los practicantes de medicina de corte más progresista a emigrar de España y así escapar al escrutinio de la Inquisición. Si bien el desarrollo de los métodos empíricos se vio por lo general alentado por el encuentro de España con el Nuevo Mundo, esto fue particularmente cierto en el caso del Perú, dados sus ricos recursos botánicos y minerales. Así, postulé que allí la práctica médica podría haber sido más progresista que en la España de entonces. Decidí concentrarme en los boticarios puesto que ellos, más que ningún otro médico profesional, fueron decisivos al abastecer a Lima con medicinas y, a diferencia de estos, debían manipular las materias primas con las cuales experimentaban. Por lo tanto, tenían el potencial para ser pioneros en el desarrollo de la medicina. Tal como este libro revela, muchas de estas ideas originales resultaron tener un sustento limitado, al menos en el periodo estudiado. No obstante, la investigación sí produjo varios hallazgos interesantes que cuestionan algunas interpretaciones de la naturaleza de la práctica médica en la temprana Edad Moderna. Al mismo tiempo reveló algunas facetas poco exploradas de la historia social de Lima en la temprana colonia.

    Otro estímulo detrás de este libro radicaba en las excepcionales fuentes de archivo que hay en Lima para el estudio de la medicina en la temprana colonia y con las cuales me topé durante la investigación realizada para From Capture to Sale. De especial importancia fue el Archivo de la Beneficencia Pública, que guarda los registros de hospitales y cofradías que comienzan a mediados del siglo XVI. Las fuentes de este tipo son bastante excepcionales en Europa y aún más en Hispanoamérica. Me parecía que ellas merecían un estudio más amplio —y aún lo merecen—, en especial considerando que los estudios de la práctica médica profesional en la temprana Hispanoamérica colonial, por lo general, se han visto obstaculizados por la falta de fuentes de archivo.

    Tengo deudas académicas con varios investigadores que generosamente brindaron su apoyo a este proyecto al llamar mi atención sobre fuentes con las que no estaba familiarizada. Quisiera, en primer lugar, agradecer al joven, brillante y generoso investigador Samir Boumediene, con quien me encontré mientras investigábamos en el archivo jesuita en Roma. Fue Samir quien llamó mi atención sobre el manuscrito inédito de Antonio de Robles Cornejo en el Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid, el cual fue una fuente vital para el presente estudio y que me hizo pensar detenidamente muchas de las ideas de este libro. En segundo lugar deseo agradecerle a Pablo Gómez por haberme avisado de la existencia de un manuscrito recientemente adquirido por la John Carter Brown Library, referido a la botica de Diego Tineo en Lima en 1555. Por último, quiero agradecer a Susie Minchin, quien trabajó conmigo en From Capture to Sale. Este libro no podría haberse concebido ni tampoco habría sido posible sin el trabajo preliminar que llevamos a cabo para dicho proyecto.

    En el transcurso de esta investigación trabajé en muchos archivos y bibliotecas del Perú, Colombia, España e Italia. Quisiera en particular agradecer los servicios prestados por Yolanda Auqui en el Archivo General de la Nación y Laura Gutiérrez Arbulú en el Archivo Arzobispal de Lima. Por último, no podría haber realizado esta investigación sin el generoso apoyo financiero proporcionado por la British Academy, el Wellcome Trust y el Leverhulme Trust.

    Capítulo uno

    Medicinas: imperio, ciencia y sociedad

    [...] las medicinas de los pueblos a orillas del Atlántico estaban entremezcladas, lo que afectó no solo la historia de los lugares a donde los europeos se dirigieron, sino también la historia de la misma Europa. Hicieron esto porque la medicina no solo era un conjunto de ideas y prácticas, sino que formaba también parte del tejido de las empresas comerciales y coloniales de su tiempo.1

    orla

    Harold Cook y Timothy Walker han dicho que una de las más grandes ironías de la historia de la medicina es haber prestado tan poca atención a los medicamentos.2 Esto no es del todo cierto en el caso de Hispanoamérica puesto que sí hay unos cuantos estudios académicos de un limitado número de plantas americanas como el guayacán, la zarzaparrilla, el mechoacán, la cinchona (quinina) y el tabaco, que ingresaron a las farmacopeas europeas en la temprana época colonial.3 Por otro lado, la escasez relativa de estudios acerca de los medicamentos del Nuevo Mundo refleja la continua dependencia que España tuvo de Asia en los siglos XVI y temprano XVII como su fuente más importante tanto de medicamentos como de especias, así su interés por los productos medicinales americanos se reducía a encontrar sustitutos para aquellos de oferta limitada en Europa o que eran costosos. En el temprano periodo colonial no surgió ningún tráfico transatlántico de productos medicinales americanos a gran escala.4 Asimismo, es muy poco lo que se sabe de la materia medica que emplearon los practicantes profesionales de medicina en la América de ese entonces.

    En el Nuevo Mundo, los españoles encontraron una variedad de medioambientes y culturas —incluyendo tradiciones de curación— que habría alentado la curiosidad intelectual y la experimentación con los productos botánicos y minerales nativos. Sin embargo, al concentrarse en el Perú, y en Lima en particular, el presente estudio revela que contra lo que sería de esperar, antes de 1650 los practicantes profesionales de medicina adoptaron muy pocos productos del Nuevo Mundo y siguieron dependiendo mayormente de la materia medica originaria del Viejo Mundo, ya fuera importada o cultivada localmente. Sostenemos que el desarrollo de los métodos experimentales se vio desalentado por las regulaciones estatales, las actividades de la Iglesia y la Inquisición, y por los valores y tradiciones culturales arraigados que regían no solo la práctica de la medicina, sino también a la sociedad colonial como un todo.

    El estudio se concentra en las prácticas cotidianas de los boticarios, puesto que ellos fueron los principales responsables de la adquisición de la materia medica y la preparación de medicinas. Tal como recientes historiadores de la ciencia y la medicina vienen sosteniendo, las prácticas científicas solo pueden entenderse dentro de contextos históricos, culturales y geográficos particulares. En consonancia con este juicio, el presente libro examina cómo se formaron los boticarios y manejaron su oficio, cómo prepararon y comerciaron las medicinas y cómo establecieron su lugar en la sociedad. Actividades que muestran un complejo conjunto de valores y creencias culturales que reflejaban tanto las conexiones transatlánticas como las circunstancias locales. Por lo tanto, los boticarios y las medicinas que preparaban abren una ventana hacia la sociedad colonial de Lima como un todo en el temprano periodo colonial y, en lo particular, nos informa sobre el descuidado rol, organización y estatus de los grupos profesionales en general. Sin embargo, el libro es más que un estudio de caso y contribuye a entender la relación entre medicina e imperio, la naturaleza de la medicina en la temprana Edad Moderna y el papel que los distintos tipos de practicantes profesionales de esta disciplina tuvieron en su desarrollo y en el de la ciencia en general. Por ello, a continuación se presenta un panorama más amplio de estos procesos y debates, para que así se pueda entender plenamente la importancia de los hallazgos empíricos de este libro y apreciar su significado.

    Medicina e imperio

    A menudo, los historiadores han vinculado la propagación de la medicina científica moderna con la expansión imperial, a la cual se considera que facilitó la exploración, la colonización y el control administrativo de ultramar.5 La mayoría de los estudios en este campo se han dedicado al siglo XIX, momento para el cual la mayoría de las regiones hispanoamericanas ya habían alcanzado la independencia política. Sin embargo, recientes estudios han demostrado que la propagación de la ciencia occidental no fue necesariamente dependiente del apoyo o control imperial. En Latinoamérica, los Estados recién independizados a menudo adoptaron agendas modernizadoras que incorporaron iniciativas de salud pública que tenían como base las ideas de la Ilustración y la medicina científica, lo cual servía, al igual que en las potencias coloniales, para legitimar el control estatal mediante sus percibidos efectos benéficos y civilizadores.6 En general, usualmente se considera que la ciencia es beneficiosa para la sociedad puesto que trae consigo la racionalidad y la liberación de la superstición, pero también se la ha visto como algo perjudicial puesto que facilita el control y represión por parte del Estado.7 Puede decirse que el vínculo entre medicina e imperialismo resulta más evidente en el caso de la medicina científica puesto que sus métodos objetivos buscan producir la verdad, lo que hace que sea más fácil justificar el control y la intervención estatales en la salud pública, como también más difícil de cuestionar. Se ha dicho que la medicina científica ha sido —y sigue siendo— inherentemente imperialista.8

    Al examinar la relación entre medicina e imperio, David Arnold sugirió que antes del siglo XIX no se la empleaba para extender y consolidar el control del Estado,9 en tanto que otros sostienen que en la medida en que sí había una relación, a las potencias coloniales les interesaba principalmente la salud de los europeos e hicieron pocos intentos formales de transformar las prácticas médicas indígenas.10 Quienes llegan a esta conclusión generalmente son quienes estudian Asia y África, donde las fiebres tropicales cobraron muchas vidas europeas.11 Las circunstancias fueron distintas en la temprana América colonial. El entorno de enfermedades era menos amenazante para la salud de los empleados coloniales tales como burócratas, soldados y el clero;12 allí fue la población indígena la que murió por millones.13 Aun cuando la salud de los europeos en el Nuevo Mundo no fue una preocupación principal del Estado hispano, hubo otros dos motivos más que alentaron su intervención en el campo de la medicina, los cuales contaban ambos con el potencial de transformar la naturaleza de la práctica médica y de la materia medica empleada.

    En primer lugar, y tal como Antonio Barrera-Osorio y Paula de Vos entre otros han mostrado, España se interesó desde los primeros años de la conquista por los productos medicinales nativos, desde la perspectiva de hallar una materia medica que pudiera comercializarse y generara utilidades con las cuales fortalecer su posición financiera.14 Si bien es cierto que las tempranas expediciones auspiciadas por el Estado para buscar nuevos productos tal vez no afectaron directamente la práctica médica o los tipos de productos medicinales empleados en las colonias, tal como veremos en el presente estudio, el proceso de adquisición de conocimientos sobre los productos del Nuevo Mundo fomentó indirectamente nuevos enfoques empíricos de la medicina, los cuales tenían el potencial de afectar la naturaleza de la práctica médica y, a decir verdad, de toda la ciencia en general.

    En segundo lugar, la intervención estatal en el ámbito de la medicina se vio asimismo impulsada por el deseo que la España católica tenía de cumplir con su deber cristiano de brindar caridad y cuidado a los enfermos, y de cumplir con su misión providencial de civilizar y convertir a los pueblos nativos al cristianismo mediante el vehículo de la cura.15 A fin de alcanzar sus ambiciones coloniales, el Estado de los Habsburgo trabajó de cerca con la Iglesia —y como veremos en algunos casos— incluyendo el cuidado de la salud, hasta dependió de ella para cumplir con su misión colonial. Sería solo con las reformas borbónicas del siglo XVIII que la Corona buscaría arrebatarle el control de la práctica médica a la Iglesia y a las órdenes religiosas, y que promovería la profesionalización de la medicina.16 El presente estudio muestra cómo la participación de la Iglesia en la esfera de la medicina afectó directamente a las bases filosóficas de la práctica médica e incluso a las medicinas particulares que se empleaban. Se argumentará que en ciertos sentidos dichas influencias, si bien de distinto tipo, no fueron menos intervencionistas de las que posteriormente quedarían asociadas a la medicina científica auspiciadas por el Estado secular.

    En los siglos XV y XVI, el Estado español reguló la práctica de la medicina más que ningún otro país europeo.17 Hizo esto fundando cátedras para la enseñanza de la medicina en universidades y estableciendo juntas médicas conocidas como protomedicatos, las cuales licenciaban a los practicantes e inspeccionaban boticas y hospitales.18 Las normas de la Corona eran más fuertes en Castilla; en Valencia, Navarra y Aragón ella no ejercía el mismo grado de poder.19 El marco burocrático y regulador que estaba desarrollándose en Castilla fue el que sirvió de modelo básico para el control que el Estado español tendría de la práctica médica en el Nuevo Mundo. Sin embargo, al atravesar el Atlántico se efectuaron ciertas modificaciones, sobre todo a la jurisdicción y responsabilidades del protomedicato. Estas buscaron tener en cuenta las circunstancias americanas, en particular la escasez general de personal calificado y la presencia de curanderos nativos.20 Vale la pena señalar que, incluso en Castilla, las instituciones médicas estatales seguían en proceso de formación y que muchas prácticas médicas continuaron sin reglamentar. Al igual que en el resto de Europa, los curanderos populares y los sacerdotes desempeñaron un papel vital en el cuidado de los enfermos.21

    En Hispanoamérica jamás se logró crear del todo esta infraestructura médica. Fue recién en 1631 y 1634 que se fundaron universidades capaces de otorgar títulos en medicina en México y Lima, respectivamente; en muchas otras regiones estas no aparecerían sino hasta el siglo XVIII.22 El resultado fue una severa escasez de médicos licenciados. Aunque en 1537 se nombró protomédico en Lima al médico salmantino Hernando de Sepúlveda, fue solo en 1568 que se designó a Antonio Sánchez Renedo como real protomédico, con poderes equivalentes a los de sus contrapartes de la Península; del mismo modo, fue recién en 1570 que el rey creó el protomedicato en la Nueva España con el nombramiento del naturalista y médico de la corte Francisco Hernández.23 La demora en la creación de los protomedicatos en Hispanoamérica ha sido atribuida no a la falta de interés de Felipe II por el cuidado médico, sino más bien a su programa de salud excesivamente ambicioso, así como a la falta de fondos para ejecutarlo.24 Por ende, tal como se demostrará en este libro, la infraestructura médica creada fue parcial y fragmentada, por consiguiente, menos efectiva que lo concebido en la metrópoli. Ello potencialmente creó al menos un espacio para el surgimiento de formas alternativas de la práctica médica.

    Prácticas médicas

    La infraestructura médica que estaba desarrollándose en España y sus colonias se dio sobre el telón de fondo de los cambios en la naturaleza de la práctica médica en Europa, así como del creciente poderío de la Inquisición. En el Renacimiento tardío, lo que dominaba era la medicina humoral.25 En ese entonces se creía que las enfermedades se debían a un desequilibrio en los humores, lo que podía revertirse mediante la dieta, el sangrado y la aplicación de medicinas que actuaban como purgantes o eméticos. La mala salud era considerada como un castigo divino al pecado y, por consiguiente, no requería de mayor explicación. La medicina humoral tenía como base una filosofía natural que fue elaborada mediante el estudio de los textos clásicos. Sin embargo, por ese entonces estaban surgiendo nuevos enfoques en la práctica médica asociados a los nombres de los químicos Paracelsus (Theophrastus Bombastus von Hohenheim, 1493-1541) y Jan Baptista Van Helmont (1580-1644), entre otros. Estos sostenían que la enfermedad era provocada por algún factor externo al cual se podía identificar, y el mal tratarse, mediante la observación y la experimentación. Para ellos, el desarrollo del conocimiento médico yacía en la comprensión de la naturaleza antes que en la escolástica.26 Los métodos empíricos que adoptaron cuestionaban la filosofía natural existente, la cual tenía como base las interpretaciones cristianas de textos clásicos efectuadas principalmente por clérigos o por estudiosos que trabajaban en instituciones aliadas de la Iglesia. Por ende, toda oposición a la filosofía natural predominante podía ser considerada un ataque al cristianismo mismo.27 Es más, los métodos empíricos promovidos por los paracelsistas frecuentemente empleaban productos químicos y minerales a los que se consideraba peligrosamente cercanos a la brujería. Fue por estas razones que la Iglesia católica se opuso a lo que se llegaría a conocer como paracelsismo, especialmente durante la Contrarreforma, cuando la Inquisición buscó aplastarlo.28

    En un esfuerzo por mantener la práctica médica ortodoxa, Felipe II prohibió en 1559 que los españoles estudiaran en el extranjero, reduciendo así su acceso a los principales centros europeos de educación médica de Bolonia, Padua, París y Montpellier.29 Castilla, al igual que muchos países europeos de ese entonces, buscó controlar el ingreso de libros extranjeros. A partir de 1558, la Corona prohibió su importación y obligó a los impresores a obtener una licencia para poder imprimir. Al mismo tiempo, se le confió a la Inquisición la censura de la publicación de libros a los cuales se consideraba heréticos.30 Hay cierto debate en torno al impacto que la Contrarreforma y la Inquisición tuvieron sobre el desarrollo de la medicina en España y, a decir verdad, de la ciencia toda.31 Algunos investigadores consideran que estas medidas tuvieron un efecto nocivo, en tanto que otros sostienen que su impacto fue limitado porque eran pocos los españoles que buscaban formarse en el extranjero; que las leyes a menudo se evadían o ignoraban, y que las obras de Paracelsus no eran algo desconocido. En 1570, se estableció un tribunal de la Inquisición en Lima y este libro explora el posible impacto que este tuvo sobre las prácticas médicas locales, tanto en España como en el Perú. En primer lugar, se evalúa el éxito que la Inquisición tuvo en restringir la introducción y circulación de lo que podríamos llamar textos médicos progresistas, a los que aquí definimos como aquellos que tenían como base métodos empíricos y experimentales que podían promover el uso de la materia medica química y mineral, entre otras cosas. En segundo lugar, se explora si la formación de un entorno intelectual conservador en España, que se oponía al desarrollo de nuevas aproximaciones médicas, podría haber alentado a ciertos practicantes a emigrar hacia Hispanoamérica con el fin de ejercer con mayor libertad;32 es posible que incluyeran a practicantes de origen judío o musulmán —conocidos como conversos— que, si bien se habían convertido al cristianismo, eran particularmente vulnerables al escrutinio de la Inquisición y a ser acusados de herejía. La investigación de este libro se inició con la proposición de que para ambos grupos, la lejana ubicación geográfica del Perú lo habría convertido en un destino particularmente atractivo para ellos, pero como veremos en el capítulo 5 son pocas las evidencias encontradas que respaldan esto.

    Si bien es cierto que la reglamentación de la práctica médica y el control de la literatura que ingresaba al Nuevo Mundo, por parte de la Inquisición, podrían haber promovido un entorno intelectual conservador para la práctica de la medicina en el temprano Perú colonial, hubo también varios factores que promovieron la innovación. La infraestructura médica del Nuevo Mundo tenía sus limitaciones, al igual que la de España, lo que dejó un espacio para el surgimiento de métodos de curación alternativos. Igualmente importante fue la rica diversidad de plantas, minerales y otros productos naturales hallados en la región andina, los cuales despertaron la curiosidad y alentaron la experimentación. De particular importancia fue la abundancia de minerales, entre ellos el mercurio, que era un ingrediente común en las medicinas promocionadas por los paracelsistas.

    Medicina y ciencia

    El encuentro de España con los pueblos y medio ambientes del Nuevo Mundo generó un nuevo conocimiento que cuestionaba las prácticas y creencias existentes. En efecto, investigadores como Jorge Cañizares-Esguerra, Antonio Barrera-Osorio y Mauricio Nieto han demostrado que la experiencia hispana en América, en especial durante los primeros años de exploración, tuvo un profundo efecto en los desarrollos intelectuales que estaban dándose en Europa, entre ellos la Revolución científica.33 Ellos sostienen que los logros científicos hispanos, en particular en los campos de la cartografía, la cosmología y la historia natural, fueron de fundamental importancia para el desarrollo de la ciencia moderna. Más específicamente, otros sugieren que la abundancia de minerales hallados en el Nuevo Mundo promovió el interés por el desarrollo de métodos químicos asociados con la medicina científica moderna.34 Cañizares-Esguerra sostiene, no obstante, que las presuntas contribuciones que la ciencia hispana hizo al desarrollo de la ciencia moderna, han sido por lo general ignoradas por el discurso en torno a la Revolución científica y la Ilustración. Él atribuye esto a que los historiadores de la ciencia se concentraron en las contribuciones realizadas por la astronomía, la física y la matemática y excluyeron otros campos científicos, así como a los prejuicios que los europeos protestantes del norte tenían contra la España católica. Por ello, la utilidad misma del concepto de Revolución científica ha sido cuestionada, sobre todo por los estudiosos de la ciencia hispana.35 Este libro no busca demostrar las contribuciones intelectuales que la ciencia colonial peruana hizo a la ciencia moderna en general, sino más bien contribuir a este discurso mediante un estudio de la práctica farmacéutica en Lima, brindando así una mejor comprensión de la naturaleza compleja de la ciencia en el Perú de la temprana Edad Moderna y revelando, de este modo, la importancia que tuvieron tanto las circunstancias locales como las conexiones atlánticas.

    La concentración del libro en la práctica médica sigue las recientes investigaciones de historia de la ciencia. Hasta hace poco, la historia de la medicina, y a decir verdad de la ciencia en general, se escribía en torno a los logros de unas cuantas personas prominentes o de pequeños cuerpos de practicantes y su papel en el progreso y triunfo de la medicina científica. En 1967, George Basalla desarrolló un fecundo modelo de la difusión de la ciencia occidental, en el cual concebía a las sociedades no occidentales como receptoras de los conocimientos y prácticas científicos que se difundieron desde Europa.36 Su modelo ha sido criticado desde diversos ángulos. Para el presente estudio resulta particularmente relevante el consenso de que la ciencia occidental no fue el producto de un proceso unidireccional, sino más bien que las prácticas coloniales se forjaron a través de interacciones e intercambios con científicos locales tanto dentro de las colonias como de Europa, y que ellas variaron según los distintos entornos culturales, sociales, políticos y geográficos.37 Actualmente, la mayoría de los investigadores concibe la historia de la ciencia como un producto de procesos sociales y reconoce el pluralismo y la coexistencia de modos de investigación.38 De este modo, al examinar la Revolución científica, Steven Shapin sostiene que es necesario ir más allá de tales conceptos flotantes para investigar las prácticas humanas que contribuyeron al conocimiento, y que estas solo pueden comprenderse dentro de sus contextos históricos y geográficos particulares.39 Varios investigadores asimismo han subrayado la importancia que la geografía tuvo para el desarrollo de la ciencia, y específicamente de la Ilustración.40 Hace unos veinte años, Roy MacLeod anotó que había cada vez más intentos de localizar la ciencia.41 En la medida en que esto se ha venido dando en los estudios de la ciencia y la medicina latinoamericanas, vemos también que estos se han concentrado en el periodo de las reformas borbónicas y sobre todo en la Ilustración;42 pero sigue siendo verdad que son menos los estudios realizados acerca de las prácticas médicas profesionales a finales del siglo XVI y del XVII.43

    De modo consistente con esta perspectiva, el presente libro busca situar la práctica médica y la farmacéutica en particular dentro del contexto cultural, histórico y geográfico específico de Lima durante el temprano periodo colonial. Es muy poco lo que se ha escrito acerca de la farmacia en la Hispanoamérica colonial. Paula de Vos efectuó un trabajo pionero en este campo con su estudio del México tardocolonial; sus ideas constituyeron la piedra de toque del presente estudio.44 Luz María Hernández Sáenz también estudió a los boticarios como un grupo profesional distinto en el México de finales del siglo XVIII y principios del XIX.45 Este libro complementa dichos estudios de muchas formas al concentrarse en el temprano periodo colonial y en el Perú, una región que desde la perspectiva colonial estaba más alejada geográficamente de España, y en donde el medio ambiente natural y las culturas andinas presentaban distintas oportunidades y retos para la práctica de la farmacéutica.

    Se eligió como eje de este libro a los boticarios puesto que ellos fueron los practicantes de la medicina directamente involucrados en las tareas prácticas de adquirir la materia medica, así como de preparar los medicamentos y, por lo tanto, más probable que innovaran en la práctica de la medicina que los médicos. Ellos se encontraban excepcionalmente calificados para juzgar las cualidades de los productos, en posición de experimentar con distintas dosis y combinaciones y evaluar así su eficacia. Tales métodos empíricos eran intrínsecos al arte de la farmacia y, por dicha razón, se considera que los boticarios fueron pioneros en el desarrollo de la ciencia.46 En efecto, se ha sostenido que fue de ellos que los médicos adquirieron el conocimiento del mundo natural que les permitió cuestionar la filosofía natural prevaleciente, y que fue necesario para el desarrollo de la ciencia moderna.47 Los estudiosos reconocen que es posible que la intención inicial de los boticarios no haya sido brindar explicaciones alternativas para las causas de la enfermedad sino más bien tratamientos más eficaces, los cuales siguieron empleando dentro de un marco tradicional galénico.48 Ellos sostienen, no obstante, que fue a través de la práctica —antes que del razonamiento teórico— que la ciencia médica progresó.49 Este libro examinará en qué medida los boticarios de Lima estuvieron involucrados con los métodos empíricos y experimentales, y demostrará que en la medida en que usaron dichos procedimientos no marcaron un cambio en la filosofía natural que yacía detrás de la práctica médica.

    Practicantes de la medicina

    El presente estudio no es un examen exhaustivo de la práctica médica en la temprana Lima colonial. Se concentra en la medicina profesional y no explora detenidamente lo que podríamos llamar el sector popular o lo que Lawrence Brockliss y Colin Jones llamaron la penumbra médica.50 Si bien esta podría ser considerada una limitación, paradójicamente es probable que sepamos más acerca de la naturaleza de la medicina popular en función de los métodos de curación y los productos médicos, de lo que sabemos de las prácticas cotidianas de los practicantes profesionales.51 Esto se debe a que los curanderos populares a veces fueron acusados de brujería y llevados antes los tribunales eclesiásticos o la Inquisición. Sin embargo, es digno de señalar que los acusados que aparecen en estos estudios podrían no ser representativos del grueso de los curanderos populares, cuyas prácticas eran por lo general toleradas, salvo cuando involucraban métodos obviamente supersticiosos o idolátricos como la magia o la adivinación.52 Otros investigadores hallaron evidencias de las prácticas de los curanderos populares en las causas abiertas por propietarios de esclavos que sostenían que les habían vendido algunos que estaban enfermos, o que tenían una enfermedad no revelada y que los curanderos populares no lograron curar.53 Estas evidencias son relativamente abundantes para Lima puesto que los esclavos africanos comprendían más de la mitad de su población, que en 1636 sumaba unas 27.000 personas.54

    Debido al interés académico que existe por los curanderos populares, no solo en el Perú sino también en otras partes del Imperio español, viene surgiendo la idea de que en la temprana Edad Moderna hubo una forma de pluralismo médico y que las prácticas médicas fusionaron las tradiciones indígenas, africanas y europeas.55 La atención aquí prestada a los practicantes profesionales de la medicina sugiere que esta idea debiera modificarse en cierta medida, al menos en el caso de la temprana Lima colonial. El presente estudio sugiere que no hubo un mercado libre unificado en donde los practicantes de la medicina compitieran por los clientes, sino que aquel más bien se hallaba segmentado ya que el sector profesional era relativamente distinto del sector popular, con el cual, además, se dieron pocos intercambios y se adoptaron pocos de sus productos médicos. El estudio cuestiona, por tanto, la idoneidad que tiene el concepto mercado médico —tal como fuera propuesto por Roy Porter para la Inglaterra de la temprana Edad Moderna— para las ciudades coloniales hispanas.56 También pide que se tenga cautela a la hora de creer que hubo un libre flujo de ideas, prácticas y productos de la medicina.

    Los estudios del sector profesional de la medicina en el temprano Perú colonial se han concentrado en los aspectos institucionales de la práctica médica, entre ellos el protomedicato, la enseñanza de la medicina en las universidades y la fundación de hospitales.57 Es muy poco lo que se ha escrito acerca de la práctica cotidiana de la medicina, en especial sobre el papel de los boticarios. Aunque el centro de atención aparentemente restringido del libro se concentra en un grupo dentro de la profesión médica, queda claro que el papel y el estatus de los boticarios no puede comprenderse plenamente sin hacer referencia a médicos y cirujanos, quienes resultan así incluidos y no excluidos de nuestro examen. Los boticarios, sin embargo, sí requieren de atención particular porque ellos, más que ningún otro practicante profesional de la medicina, tuvieron un papel crucial en la

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