¿Por qué existe el mal?: Dostoievski, Tolstoi, Chéjov. Ensayo de literatura comparada
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Postulando una pregunta ontológica (la naturaleza del ser en cuanto tal) equivalente a la perplejidad occidental, que dio origen a la filosofía: ¿por qué existe algo y no más bien nada?, Vital interroga y ensaya la obra de tres autores rusos esenciales del siglo XIX, proponiéndose resolver lo que define de antemano como una imposible: "rastrear los motivos fundadores de todas las violencias que llegan a nuestros días".
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¿Por qué existe el mal? - Alberto Vital Díaz
Índice
Cover
Presentación
Prólogo
Introducción
Escenas e historias
Escenas, desajustes y desarticulaciones
Bibliografía citada
Porqueexisteelmal.jpg¿Por qué existe el mal? Dostoievski, Tolstoi, Chéjov.
Ensayo de literatura comparada
se editó para publicación electrónica en junio de 2021 en
Trauco Editorial
Camino Real a Colima 285 Int. 56.
Colonia Antares I. Tlaquepaque, Jalisco C.P. 45647
Teléfono: 33-32-71-3333
Consejo editorial: Mtra. Yamile F. Arrieta Rodríguez
Diseño cubierta: Mateo García Contreras
Diagramación: Ana Carolina Cabrera Almeida
Imagen de cubierta: Rodrigo Garza
Índice
PRESENTACIÓN
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
Primeras preguntas
El poder y sus variantes
Las cosmogonías y sus variantes
ESCENAS E HISTORIAS
Epopeya y tragedia en la novela
El mal y la literatura
Estructuras literarias y estructuras del mal
Escenas e historias
Fuentes de información y géneros
Hipótesis. Daño y mal
Escenas, desajustes y desarticulaciones
Primeras escenas de Ana Karenina
Sistema de creencias del Príncipe Oblonsky
Primeras escenas de Guerra y Paz
Desajustes y verticalidades en tiempos de paz
Kant y Tolstoi
El juicio personal como ajuste y desajuste
Sonia y Varvara Petrovna.
La importancia de la mediación y la figura de vacío
Primeras escenas de Los demonios. El padre y el formador.
El fracaso como fuente del mal
Los conjurados en Los demonios.
Los desajustes de la imprevisión y de la desorganización
Interpretaciones falsas y posibles validaciones
Individuo y sociedad. Asesinato de Shatov
Religión y secularización
Primeras escenas de Crimen y Castigo
Primeras escenas de La Gaviota
Primeras escenas de El Jardín de los Cerezos
Las figuras de Motor primero, trenzado y avalancha
Síntesis
Causas y figuras del mal a partir de escenas cruciales
Desajustes y desarticulaciones. Definiciones
Conclusiones
BIBLIOGRAFÍA CITADA
Presentación
Entre el santo oculto y el héroe público se encuentra el sabio discreto, aquel que conoce por la necesidad de conocer. Es quien cree en algo que la modernidad y su secuela han vuelto un desprecio histórico, una verdad desplazada, una ignorancia común: el ser se realiza en la comprensión. Hoy, que casi nadie se ocupa de ello, unos pocos siguen empeñados en dicha tarea, la misma de Sócrates antes de morir: aprender a tocar la flauta. ¿Para qué? Solamente para hacerlo y así enriquecer, realizar a la persona, darle sentido a su estar en el mundo, a su condición de existir.
Alberto Vital, uno de los mejores prosistas actuales en lengua española, otro sabio prudente, ha escrito un luminoso texto de literatura comparada con el cual se inicia, no por casualidad sino por sincronicidad, la colección de Ensayo entre la abundante y generosa producción editorial del Centro Universitario de los Lagos de la Universidad de Guadalajara: ¿Por qué existe el mal? Dostoievski, Tolstoi, Chéjov.
Postulando una pregunta ontológica (la naturaleza del ser en cuanto tal) equivalente a la perplejidad occidental que dio origen a la filosofía: ¿por qué existe algo y no más bien nada?, Vital interroga y ensaya la obra de tres autores rusos esenciales del siglo xix, proponiéndose resolver lo que define de antemano como un imposible: rastrear los motivos fundadores de todas las violencias que llegan a nuestros días
.
Y al prescindir intencionalmente de saberes biológicos, arqueológicos o antropológicos para indagar sobre los orígenes del mal como proclividad y quizá naturaleza humana, el autor observa que las experiencias iniciales de las sociedades recomienzan una y otra vez, como el mar en el verso del poeta
. Por ello emplea textos de creación de autores canónicos cuyos principios y finales asume como génesis y catástrofes, asumiendo que todo método es la organización de la experiencia y que a la literatura nada humano le es ajeno. En ella están los tres tiempos vivenciales de Agustín: el presente del pasado, el presente del presente y el presente del futuro. También una cuarta dimensión, la anacronía, la abolición misma del tiempo.
Lo inconmensurable es aquello que no se puede medir, contar o explicar debidamente. Es inútil, en el reducido espacio de un prólogo —mera antesala o pálido umbral—, querer abundar con mayor detalle en el oscuramente lúcido ensayo que el lector leerá a continuación. Baste decir, sin adjetivos de magnitud inexactos y por ello conducentes a la infeliz imprecisión, que en él podrán encontrarse algunas claves radicales de una casuística que ha desvelado, martirizándolo, al género humano a lo largo de la historia conocida (como la desconocida se ignora no podría afirmarse que desde su aparición sobre la tierra los seres humanos y sus sociedades han sido tan malos, tan crueles e inhumanos como lo alcanzan a ser hoy).
Dos conceptos básicos —intermitentes
, les llama el autor— se trenzan aquí para analizar una poética del desajuste y la desarticulación, factores operantes del mal, desfases e inarmonías que el autor encuentra en Dostoievski, Tolstoi y Chéjov, esos tres gigantes literarios, como razones biológicas, mentales, ideológicas, imaginarias, temporales, espaciales, políticas, sociales, económicas, legales, organizativas, lingüísticas y así evidenciadas.
El mal resulta entonces, según demuestra Alberto Vital, un desajuste o una desarticulación en la cual ninguna mediación, incluida la ética propia o la moral establecida, es suficiente para evitar que lo perpetre el individuo para sí mismo o lo haga sufrir a los demás.
Las transparentes páginas de este ensayo de sabiduría clásica —si breve, dos veces bueno
—, cuyos ritmos de escritura y reflexión, resonantes alcances de una velocidad letárgica obtenida mediante su economía expresiva, aquella que dice mucho con poco, concluyen aludiendo a las dicotomías de acuerdo o disenso, progreso o retroceso, franqueza o engaño, nitidez o disimulo, verdad o mentira, todas ellas soportes y manifestaciones del bien y el mal.
La teología cristiana define al mal como ausencia del bien. Alberto Vital corrige esas denominaciones neutras, insípidas y no comprometidas, para poner nombre e ilustrar tanto la presencia como la ausencia. Tal es la última lección de un imprescindible sabio discreto: el mal es un mal-hacer, un mal-decir.
El ensayo consiste en volver a ver lo que se ve, aquello que por mirarse distraídamente se ignora. Un imaginativo autor hace derivar de la palabra latina gustus la naturaleza del género, al cual define el acto de probar, pesar, medir, mezclar. De allí sus peligros, similares a los que corre el catador de alimentos: envenenarse con los tóxicos del lugar común, de lo ya dicho; asimismo sus logros: alcanzar nuevos sabores, combinaciones, resultados, nuevas miradas que mostrarán los tantos mundos que están en éste. Esa condición centáurica, cuando se alcanza, funde horizontes y multiplica la conciencia pensante en un doble sentido: el del autor y el del lector. Si el ser se realiza al comprender, este texto impecable es un ejemplo de su realización.
Fernando Solana Olivares
Prólogo
¿A todas las personas se les escapan cada vez más detalles, nombres, caras? No tengo modo de responderme. Sólo sé que ha llegado la hora de seleccionar unos pocos recuerdos y unos pocos asuntos y aferrarme a ellos mientras se va la vida. Hace treinta años asistí a las clases de Sergio Pitol sobre literatura rusa en el posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México; la emoción del maestro era hermana de la erudición, de la sapiencia. Fragmentos de escenas permanecen, y este libro es nieto de aquellas horas matutinas en aulas que se volvían solares por la nitidez de la luz y por las iluminaciones surgidas de cada análisis. Leíamos en voz alta y glosábamos renglones. Revisábamos párrafos. Me acuerdo de A dreary story, de Antón Chéjov. En esa historia banal
, en esa historia aburrida
se concentraba y expresaba un rasgo de nuestra condición. Me refiero a los desbalances entre un aspecto de la persona y otro aspecto de la misma persona: el protagonista posee un nombre honorable y tiene medallas suficientes para cubrirse el pecho, pero agoniza solo y precario, agotadas sus lecturas y su escritura. Y cuando busca consuelo, la otra persona le cuenta una historia más dolorosa: el relato adquiere entonces la figura de círculos concéntricos, expansivos en el sufrimiento y contráctiles en la comprensión, en la comunicación.
Ya entonces comentábamos un punto: la narrativa rusa es tan grande y tan universal que pierde poco si se la traduce bien. De hecho, leímos A dreary story precisamente en inglés y contamos con la privilegiada guía del maestro, vasto conocedor de lenguas eslavas. (Años después supe que asimismo la doctora Tatiana Bubnova tendía puentes entre el ruso y el español.) Por todas estas razones acepté gustosísimo ofrecer una conferencia en la Cátedra Sergio Pitol de la Universidad de Guadalajara allá por 2010, 2011, quizá 2012, en otra aula luminosa donde me esforcé por transmitir atisbos metodológicos y abrir vías heurísticas como lo hizo en sus horas el maestro. Si algún libro me hubiera gustado regalarle, es precisamente este que ahora mi lector tiene entre las manos.
Introducción
PRIMERAS PREGUNTAS
¿Cuál es el primero de los males? Las páginas siguientes se proponen un imposible: rastrear los motivos fundadores de todas las violencias que llegan hasta nuestros días. Se trata de ir a los orígenes; cualquier otro intento, intermedio, por loable que sea, será inútil para los términos y propósitos aquí planteados.
¿Necesitaremos de miles de biólogos, arqueólogos, antropólogos a fin de llegar a los balbuceos de la especie? No. Las sociedades y las experiencias iniciales —en ocasiones iniciáticas— están recomenzando una y otra vez, como el mar en el verso del poeta.
¿La literatura nos ayuda? Los textos comienzan y concluyen. Nada, entonces, les impide concebirse como génesis en la primera página y apoteosis o catástrofe o ambas en la última. Y nada les impide ordenar las historias como si nos sugirieran una línea sutil: más de un escrito literario preserva trazas de un tiempo originario, vestigios de un placer genésico, trozos de una revelación o de un primer y brutal o imperceptible choque inconsciente y sus innumerables consecuencias. Y es que de por sí toda pieza de imaginación, por pequeña que sea, alberga la posibilidad de volverse un vehículo de las inquietudes más acuciantes de la especie, poniéndolas a discurrir, a devenir por medio de un relato, de un drama, de un poema, de un atisbo crítico: cada primera letra les abre una ventana a las preguntas del mundo.
Muchísimas definiciones se han propuesto para el mal —lógicas y ontológicas, inductivas y deductivas, metafísicas y pragmáticas—, y la literatura, en fin, ha explorado y expuesto sus propias vislumbres y sus fulguraciones, sus dudas y sus respuestas, intuyendo lo más arcaico en