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Psiquiatría y antipsiquiatría en el segundo franquismo y la Transición
Psiquiatría y antipsiquiatría en el segundo franquismo y la Transición
Psiquiatría y antipsiquiatría en el segundo franquismo y la Transición
Libro electrónico273 páginas3 horas

Psiquiatría y antipsiquiatría en el segundo franquismo y la Transición

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Esta obra indaga en el proceso de intenso cambio que vivió la salud mental en España en el periodo del segundo franquismo y la Transición. Los planes de desarrollo puestos en marcha desde 1964 abrieron la puerta a importantes cambios económicos y sociales y a la transformación de costumbres y mentalidad en la sociedad española. El país, en el que la locura se asociaba a peligrosidad, empezó a ser más permeable a influencias externas: el Mayo francés, la Primavera de Praga, el Ché, el movimiento hippy, la antipsiquiatría… Comienza un complejo proceso de cambio social y uno de los ámbitos donde se aprecia con claridad es el de la salud mental. En el segundo franquismo y la Transición, la fuerza simbólica de la locura trascendió en España el espacio técnico y profesional de los expertos para llegar a la opinión pública como nunca antes lo había hecho. El papel de la prensa y las publicaciones contraculturales, como Ajoblanco, el movimiento antipsiquiatría, la creatividad artística y la psiquiatría alternativa en la Transición española son algunos de los temas abordados en el libro. Aportaciones que analizan las ideas, iniciativas, prácticas, discusiones, etc., que conformaron el “caldo de cultivo” que precedió a la reforma psiquiátrica puesta en marcha en 1985.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 abr 2021
ISBN9788413522371
Psiquiatría y antipsiquiatría en el segundo franquismo y la Transición
Autor

Rafael Huertas

Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid y doctor honoris causa por la Universidad de Buenos Aires, es profesor de Investigación del CSIC. Ha sido director del Departamento de Historia de la Ciencia del Instituto de Historia del CSIC, integrante del Comité Ejecutivo de la European Association for the History of Psychiatry, presidente de la Sociedad Española de Historia de la Medicina y fundador y primer coordinador (junto a Juan Carlos Stagnaro) de la Red Iberoamericana de Historia de la Psiquiatría. Es autor, entre otras obras, de Historia Cultural de la Psiquiatría (Catarata, 2012), La locura (Catarata, 2014) y Otra historia para otra psiquiatría (Xoroi Edicions, 2017). Recientemente ha coordinado varios libros colectivos: Psiquiatría y antipsiquiatría en el segundo franquismo y la Transición y Políticas de salud mental y cambio social en América Latina (Catarata, 2017); junto a Alberto Ortiz ha coordinado Críticas y alternativas en psiquiatría (Catarata, 2018), y ha sido coautor de Cartas desde el manicomio (Catarata, 2018).

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    Psiquiatría y antipsiquiatría en el segundo franquismo y la Transición - Rafael Huertas

    autoría.

    Introducción

    Rafael Huertas

    El Plan de Estabilización Económica de 1959 y los distintos planes de desarrollo puestos en marcha desde 1964 fueron el detonante de importantes cambios económicos y sociales que tuvieron su correlación en la transformación de costumbres y mentalidad de los españoles. Lo que se dio en llamar, de manera rimbombante y excesiva, el milagro económico español, con sus desajustes y desequilibrios, trajo consigo el fin de la autarquía y su sustitución por un periodo inmovilista en lo político, pero de profundas trasformaciones sociodemográficas y culturales. El aumento de la población, la emigración desde un medio rural cada vez más despoblado a unas ciudades sometidas a un intenso y desordenado proceso de urbanización, la transformación del jornalero en obrero industrial —con nuevos conflictos laborales—, la aparición de la sufrida clase media o el nacimiento de la sociedad de consumo son algunos de los elementos que nos permiten contextualizar este segundo franquismo.

    Los tiempos estaban cambiando, las generaciones nacidas después de la guerra civil y de la inmediata posguerra tienen cada vez más presencia social y el país comienza a ser también más permeable a influencias culturales foráneas: el Mayo francés; la Primavera de Praga; la contestación a la guerra de Vietnam; el black power; el Che; la generación beat y el movimiento hippy; sexo, drogas y rock and roll; la contracultura; la antipsiquiatría. Los años sesenta y setenta estuvieron repletos de acontecimientos, procesos y dinámicas que atentaron contra la línea de flotación de los aparentemente estables, confortables y conservadores valores burgueses de los años cincuenta, tanto en Europa como en América. En el caso de España, la recepción, en mayor o menor medida, de estos y otros elementos vino a modular la oposición al régimen franquista, al menos desde determinados sectores como el movimiento estudiantil. Todo ello sin olvidar, naturalmente, la importancia del movimiento obrero —la primera reunión estatal de Comisiones Obreras fue en 1967 (inmediatamente declarada subversiva e ilícita por el Tribunal de Orden Público), aunque, como se sabe, el sindicato venía gestándose desde mucho antes—, o de las organizaciones políticas y sociales clandestinas. Muy diversas sensibilidades (marxistas, demócrata-cristianos, socialdemócratas, liberales, cristianos de base, etc.) se dieron cita en la lucha antifranquista. Una lucha que adoptó muchas caras, que confrontó estrategias, que creó no pocos campos de discordia, y que se manifestó en muy diversos contextos y sectores. Al mismo tiempo, el régimen se parapetaba como podía y se defendía de los peligros que le acechaban con el fin de perpetuar su inmovilismo político.

    Uno de los sectores donde puede apreciarse con claridad este complejo proceso de cambio social es el de la salud mental. No cabe duda de que en la época a la que nos estamos refiriendo, el segundo franquismo y la Transición, la fuerza simbólica de la locura trascendió en España el espacio técnico y profesional de los expertos para llegar a la opinión pública como nunca antes lo había hecho. Si tuviéramos que señalar un momento clave, el que marcaría un antes y un después en el proceso que nos hemos propuesto analizar en este libro, sería obligado señalar el año 1971, definido por el semanario de información sanitaria Tribuna Médica como el año de la asistencia psiquiátrica, al explicar que: El problema de la asistencia psiquiátrica en España se ha convertido, durante 1971, en una cuestión palpitante. […] No solo por haber llegado a la opinión pública, sino también y, sobre todo, porque requiere con urgencia que se hagan realidad nuevos y mejores hospitales, la extensión de la asistencia ambulatoria y la introducción de nuevas técnicas terapéuticas y de rehabilitación. Todo ello parece imposible sin que se cumpla la premisa básica de que la Seguridad Social comprenda también la asistencia psiquiátrica.

    Una cuestión palpitante, sí, como lo fue para Emilia Pardo Bazán un siglo antes el naturalismo literario o la antropología criminal lombrosiana, aunque ahora dicha cuestión viene planteada en otros términos, más perentorios, más dramáticos. Las relaciones entre locura y sociedad siempre se han planteado en disyuntivas formuladas de manera dual: encierro vs. libertad, exclusión vs. inclusión; dependencia vs. empoderamiento, etc., y prácticamente todas en función de la consideración del loco como un sujeto peligroso. La inclusión de los pacientes mentales en las leyes de pe­­ligrosidad social ha sido objeto de debates muy diversos, uno de los cuales se produjo, precisamente, a partir de 1970, año en el que fue aprobada la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social.

    En 1971 tiene lugar el conflicto de las clínicas de la calle Ibiza en Madrid —seminal junto con el del Psiquiátrico de Oviedo de lo que más tarde se conocería como las luchas psiquiátricas del tardofranquismo— y se funda la Coordinadora Psiquiátrica. Pero 1971 es también el año en que el consultor de la OMS, Anthony May, elabora un informe sobre la situación de la asistencia psiquiátrica en España y es el momento en el que se pone en macha una experiencia piloto de sectorización psiquiátrica en Galicia, con la gestión del Patronato Nacional de Asistencia Psiquiátrica (PANAP) y siguiendo las directrices de la OMS.

    Es también en esos años cuando el interés intelectual y editorial por la antipsiquiatría —o por la psiquiatría crítica en un sentido más amplio— irrumpe con fuerza con la publicación de traducciones de obras muy emblemáticas como, por ejemplo, Internados de Goffman (1970), Psiquiatría y Antipsiquiatría de Cooper (1971) o La institución negada de Basaglia (1972), obras editadas en su lengua original a lo largo de los años sesenta. En 1973 comienza su andadura el Hospital de Día de las clínicas de Ibiza, una experiencia pionera en nuestro país de atención psiquiátrica alternativa que tuvo una cierta repercusión mediática.

    Un interés que muy pronto traspasará el ámbito de una minoría de profesionales comprometidos con la transformación de las instituciones, para llegar a un público más amplio y profano, aunque también minoritario: los lectores de las revistas contraculturales que, como Ajoblanco, El Viejo Topo u Ozono, fueron apareciendo en el comienzo de la Transición y dedicaron páginas a la locura y la antipsiquiatría. Sin embargo, el interés por los temas psiquiátricos por parte de la opinión pública es anterior a este tipo de publicaciones. Ya en la década de los sesenta, la Ley de Prensa e Imprenta, aprobada en 1966, aunque preveía sanciones para todo aquel que escribiera o publicara contenidos contrarios a los Principios Fundamentales del Movimiento (multas, suspensiones, secuestros), anuló la censura previa y permitió que las empresas editoriales designaran libremente a los directores de sus periódicos y revistas. Algunas revistas aparecieron —o reaparecieron— en este contexto, como Cuadernos para el Diálogo, Revista de Occidente o Triunfo (que cambió su línea editorial), entre otras, y se convirtieron en referentes, desde posiciones ideológicas diferentes, de la resistencia intelectual al régimen. Una resistencia que puede apreciarse en el nada despreciable número de artículos y reportajes críticos con la situación de la asistencia psiquiátrica, trabajos que se prolongaron durante las décadas que nos ocupan y que se ampliaron a otras publicaciones generales.

    Finalmente, en 1977 aparece el colectivo Psiquiatrizados en Lucha, que representa una iniciativa fundamental y uno de los antecedentes más importantes, en nuestro país, del activismo en salud mental que se ha desarrollado con posterioridad.

    Vemos, pues, cómo desde escenarios muy distintos —la clínica psiquiátrica y la organización de servicios, la legislación y el ámbito judicial, la prensa más convencional o más alternativa, etc.—, la locura y sus instituciones suscitaron un interés y unos esfuerzos, hasta entonces desconocidos, en la sociedad española del segundo franquismo y la Transición. Los distintos capítulos de este libro colectivo analizan las cuestiones que acabo de plantear a través de investigaciones concretas.

    Así, David Simón estudia el nacimiento y la evolución his­­tórica del PANAP. Creado en 1955, desarrolló su actividad a lo largo de la década de 1960, hasta 1972. Pese a ser una iniciativa de intervención estatal en el campo de la asistencia psiquiátrica y abogar por un enfoque psicosocial de los problemas mentales, fracasó en sus objetivos por falta de apoyo político y económico. Tuvo que competir con el Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE), que no daba cobertura a la atención psiquiátrica, así como con los dispositivos ligados a la Beneficencia y a las redes privadas que se mantenían al margen de las inspecciones de sanidad nacional. Con todo, Simón analiza la figura de Serigó Segarra al frente del patronato y su importante labor divulgativa, a través de publicaciones y de medios audiovisuales. Especial interés tiene la asunción por parte del PANAP de las recomendaciones de la OMS en materia de salud mental, sin que dichos enfoques lle­­garan, más que muy tímidamente, a sus instituciones. Una buena prueba de que, como reza el título de este capítulo, el PANAP se situó de ma­­nera contradictoria entre el enfoque psicosocial y el modelo mani­­comial.

    En un escenario diferente, el judicial y legislativo, Ricardo Campos estudia, en el capítulo titulado Entre la defensa social y la reeducación: la promulgación de la Ley de Peligrosidad y Re­­habilitación Social y los enfermos mentales, el contexto y los motivos que llevaron a sustituir la Ley de Vagos y Maleantes de 1933 por la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970, prestando especial atención a la inclusión de los enfermos mentales, los deficientes mentales y los anormales. Entendiendo la ley como una clara reacción ante los peligros sociales y morales que los cambios económicos y la transformación de las costumbres y mentalidad de los españoles podían suscitar, Campos hace hincapié tanto en los agentes sociales que prepararon su promulgación como en el desarrollo y aplicación de la misma durante la década de 1970, y en la fuerte oposición que suscitó entre los colectivos a los que se aplicó.

    El activismo y la movilización social en el ámbito de la salud mental es analizado por Rafael Huertas a propósito de la creación y evolución de la Coordinadora Psiquiátrica y su importancia en las luchas psiquiátricas del tardofranquismo. En este capítulo se pone de manifiesto el grado de politización y la carga ideológica, con sus diferentes sensibilidades, del movimiento social en salud mental que la Coordinadora representó, y su impacto e influencia en el campo profesional y en el asociacionismo psiquiátrico. Asimismo, se valora el grado de recepción que el discurso antipsiquiátrico tuvo en este espacio de movilización profesional.

    La historiadora del arte Patricia Mayayo, en Creatividad artística y psiquiatría alternativa en la Transición española. La experiencia del Hospital de Día de Madrid, aborda la experiencia del Hospital de Día que Enrique González Duro puso en marcha en las clínicas de Ibiza en 1973, prestando especial atención a la importancia otorgada a la capacidad de creación artística de los pacientes, así como a las dificultades y resistencias a las que dichas prácticas tuvieron que hacer frente. Las relaciones entre arte y locura o el mito del artista outsider son objeto de la pertinente reflexión de Mayayo, con la que completa su visión del Hospital de Día.

    Como apunta Óscar Martínez Azumendi, los medios de comunicación se reconocen hoy en día como fundamentales a la hora de entender los principales procesos de reforma psiquiátrica en diferentes contextos geográficos. Este autor, en su profundo análisis de la Prensa, escrita y gráfica, como catalizadora del cambio psiquiátrico en España, hace una distinción entre prensa médica especializada (Tribuna Médica), publicaciones de opinión dirigidas a minorías con sensibilidad política (Triunfo, Cuadernos para el Diálogo), y revistas de actualidad e interés general, dirigidas al gran público (Sábado Gráfico, Interviú). Esta clasificación le permite analizar las diferencias de discurso y de tratamiento informativo de los temas psiquiátricos y valorar el papel de la prensa y de los periodistas como agentes sociales de cambio.

    Finalmente, Fabiola Irisarri centra su estudio en los contenidos antipsiquiátricos aparecidos en una de las revistas contraculturales más importantes de la España de la Transición. En "Contracultura y antipsiquiatría: el caso de Ajoblanco" se pasa revista a la sección específica sobre antipsiquiatría que esta publicación mantuvo en la mayoría de sus números y que dio cuenta de perspectivas teóricas, experiencias asistenciales y vitales concretas, entrevistas, etc., que muestran el interés de la cultura underground por la locura, por las alternativas a la asistencia psiquiátrica tradicional y, de manera especialmente significativa, por la capacidad de organización de las personas con diagnóstico psiquiátrico y el establecimiento de redes de usuarios como los ya citados Psiquiatrizados en Lucha, en Madrid, o la Asociación de Mutua Ayuda Psiquiátrica (AMAP), en Barcelona.

    En definitiva, lo que se pretende en este libro colectivo es mostrar una serie de estudios de caso que pueden leerse aisladamente, pero que, en conjunto, nos permiten hacernos una idea de la riqueza, de la diversidad de elementos, de intereses y de interpretaciones que se concitaron en un momento concreto de la historia de la psiquiatría española. Merece la pena señalar, e insistir, en que todo lo que se expone y analiza en los trabajos que pueden leerse a continuación estaba pasando al mismo tiempo, lo que nos corrobora la complejidad y variedad de frentes en los que el debate sobre la locura tuvo lugar.

    Los trabajos que pueden leerse a continuación están elaborados en el marco del Proyecto de Investigación Psiquiatría y cambio social en España. 1960-1985 (HAR2015-66374-R//MINECO/FEDER) y su objetivo común es ofrecer unos materiales que permitan valorar los cambios producidos en la cultura psiquiátrica en España durante el segundo franquismo y la transición a la democracia. Novedades que se produjeron no solo en el ámbito disciplinar de la psiquiatría y la salud mental, sino en un espacio social y cultural más amplio. Aunque no es abordado en el presente volumen y será objeto de una ulterior entrega de esta serie de monografías, no podemos terminar esta introducción sin hacer referencia al papel desempeñado por el psicoanálisis en ese cambio de la cultura psi en los años setenta y ochenta, así como a la impronta dejada por los psicoanalistas argentinos que, huyendo de la dictadura militar argentina (1976-1983), llegaron a España afianzando no solo la práctica del psicoanálisis, sino creando escuelas y propiciando una práctica normalizada del mismo.

    En todo caso, las aportaciones contenidas en este libro se refieren a las ideas, iniciativas, prácticas, discusiones, etc., que conformaron el caldo de cultivo que precedió a la reforma psiquiátrica puesta en marcha en 1985 —cuyas luces y sombras, logros y limitaciones no es nuestro objetivo en esta ocasión—, pero aluden también a cuestiones relevantes y no resueltas que vuelven de manera recurrente y que, si entonces comenzaban a plantearse, en la actualidad se mantienen vigentes en mayor o menor grado: lo que hoy entendemos por psiquiatría crítica o por pospsiquiatría, la llamada contrapsicología, los movimientos de psiquiatrizados, los grupos de apoyo mutuo, etc., tienen un antecedente inmediato, salvando las distancias y con los necesarios ajustes y matizaciones, en buena parte de los procesos narrados y analizados en las próximas páginas.

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