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El nacimiento de una profesión: La odontología en el siglo XIX en México
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El nacimiento de una profesión: La odontología en el siglo XIX en México

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La profesión dental tiene, como todas las actividades humanas, una historia. Actualmente existen en México 65 mil dentistas que ignoran la historia de su profesión por falta de publicaciones suficientes que leen con interés lo poco que existe sobre el tema en revistas científicas. Este libro cubre el vacío sobre esta rama de la medicina.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 ene 2015
ISBN9786071625595
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    El nacimiento de una profesión - Martha Victoria Díaz de Kuri

    país.

    I. VISIÓN GENERAL DEL ARTE DENTAL EN EUROPA Y

    ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

    LA ODONTOLOGÍA que se desarrolla y florece en México en el siglo XIX llega de Europa y Estados Unidos de América, por eso es necesario presentar una visión general de cómo se origina en esos lugares el arte dental, cuáles son las bases que lo sustentan, cómo fue su desenvolvimiento y a quiénes se deben los grandes cambios que iluminaron el camino a seguir.

    En un principio no hablamos de odontología, usamos el término arte dental porque se trata de prácticas empíricas, sin bases precisas ni instrumental diseñado especialmente, pues parte de éste era adaptado de los implementos usados por otro tipo de artesanos, como orfebres, sastres, herreros, etc., y las personas que se dedicaban al oficio dental eran barberos, ayudantes de baños o simplemente charlatanes.

    Durante el siglo XVIII, aunque se sigue usando el término arte dental, ya se empieza a hablar de dentistería. Los tratamientos dentales han evolucionado gracias a las investigaciones y trabajos de algunos visionarios de la materia, mencionados más adelante, que se dedicaron a planear técnicas precisas de operatoria dental, a diseñar instrumental adecuado, a buscar y experimentar con viejos y nuevos materiales, a enseñar sus experiencias y a publicar sus conocimientos.

    No es sino ya entrado el siglo XIX que podemos hablar de odontología. Los grandes avances que tuvo la medicina durante el siglo pasado sentaron las bases para que la vieja dentistería se convirtiera en ciencia. La creación de las primeras escuelas de odontología en Estados Unidos y Europa marcaron el principio de una nueva época. La profesión dental entró abiertamente en la etapa científica: como profesión universitaria, autónoma, de formación médica, técnica y cultural.¹

    EL ARTE DENTAL EN EUROPA

    Ya que las afecciones dentales son uno de los problemas más frecuentes y antiguos de la especie humana, es lógico y comprensible que las prácticas odontológicas se realizaran en todos los grupos humanos desde la prehistoria. A medida que las sociedades progresan, el avance se manifiesta de igual forma en todas las actividades humanas, incluida, claro está, la que nos ocupa en este trabajo, la odontología. Ejemplo de esto se encuentra en papiros egipcios que datan del año 1400 a. C., en donde se mencionan tratamientos dentales efectuados con hilos de oro.

    La navegación por el Mediterráneo llevó a Europa el conocimiento de las culturas asiáticas. Los viajeros que llegaban de China contaban sorprendidos que los dentistas de aquellas regiones realizaban extracciones dentales con gran habilidad y rapidez; sin emplear ninguna herramienta, usaban solamente los dedos, y para ello se ejercitaban extrayendo clavos que habían incrustado previamente en una tabla.

    Los conceptos de medicina usados en la Europa de la Edad Media estaban basados en la antigua teoría de Hipócrates (IV a. C.) y Galeno (II d. C.) de los cuatro humores. Esta teoría establece que el organismo está constituido por cuatro humores: la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra, correspondiendo éstos a los cuatro elementos: aire, fuego, agua y tierra. El equilibrio de estos cuatro humores daba lugar a un organismo sano, mientras que su desequilibrio causaba las enfermedades. Por lo tanto, curar significaba restablecer este equilibrio. Las inflamaciones, la fiebre, los forúnculos y los abscesos eran considerados las manifestaciones externas más frecuentes de la desarmonía humoral.

    Uno de los tratamientos utilizados con más frecuencia para regular la sangre era la sangría, que se realizaba por medio de sanguijuelas o de cortes en las venas o arterias, para hacer que brotara la sangre del enfermo en tratamiento. Las personas que practicaban este tipo de curaciones eran conocidas con el nombre de flebotomianos. Por la habilidad que tenían en el manejo de la navaja, los barberos practicaban con mucha frecuencia la flebotomía, y realizaban también extracciones dentales.

    Por varios siglos la cirugía fue una actividad marginal:²

    El médico de la Edad Media no practicaba la cirugía, considerada como indigna de un hombre de estudio, y confiaba a los cirujanos, que con mucha frecuencia eran zafios e ignorantes que se limitaban a operar cálculos, cataratas y a practicar muchas sangrías.³

    Durante la Edad Media, el oficio de barbero cirujano logró cierta estabilidad, cuando los monasterios requirieron de barberos, después de un edicto papal de 1092 en donde se prohibió a los monjes traer barba; estos empleados, además de rasurar y cortar el pelo, ayudaban a los sacerdotes a hacer curaciones y cirugía menor. En 1163 otro edicto prohibió que los eclesiásticos derramaran sangre, y fueron los barberos empleados por los monasterios los que heredaron entonces el oficio aprendido de los monjes: abrir abscesos, hacer sangrías, entablillar fracturas y extraer piezas dentales.

    El otro antepasado del cirujano dentista surgió en los baños públicos: era el llamado maestro de baños, que ayudaba a sus clientes en la limpieza corporal, cortando el cabello, barbas y uñas. Practicaba además cirugía menor, colocaba sanguijuelas y extraía dientes. Debido a que estos cirujanos nunca habían ido a la universidad, se les llamaba cirujanos de toga corta para diferenciarlos de los cirujanos latinos, que eran de toga larga.

    Los pacientes que necesitaban alguna extracción preferían acudir a los operadores de baño, pues cobraban más barato que los médicos y cirujanos.

    Hasta entrado el siglo XVI la práctica dental era ejercida por individuos que tenían diferentes oficios: barberos, flebotomianos, médicos, cirujanos, ayudantes de baño y un sinfín de charlatanes.

    El creciente caos en la atención de los problemas dentales hará necesario un ejercicio más organizado de estas actividades.

    Durante el siglo XVII se empieza a notar una separación más clara entre la medicina y el arte dental, pues este último comienza a manifestarse como una auténtica especialidad. El historiador de la odontología Salvador Lerman afirma que en una obra publicada por el médico Juan Stroelgeberg en 1603 se recomienda consultar con dentistas los casos de dolores de dientes, porque éstos poseen la experiencia y la habilidad de manos necesaria, de tal manera que pueden practicar cualquier operación dentaria mejor que los médicos. En los conceptos clínicos siguen a Celso y a Plinio, y atribuyen la causa de las destrucciones dentales a la acción de unos pequeños gusanos que se tenían que destruir con ácido sulfúrico.

    En el siglo XVIII en toda Europa proliferaron los dentistas charlatanes, que ofrecían verdaderos espectáculos, pues se instalaban en las ferias y plazas públicas anunciándose a gritos para llamar la atención. En sus discursos aseguraban poseer el arte de curar todas las enfermedades de la boca y de realizar extracciones dentales indoloras. Su limitado equipo dental comprendía una jarra de agua, una silla común y como adorno un cocodrilo disecado mostrando sus dientes. Como único instrumento, una pinza pelícano. Los de más postín se acompañaban de un estruendoso grupo de músicos, que tocaban más fuerte en los momentos culminantes de la extracción, para acallar los gritos del paciente.

    Luis XIV de Francia, como todos los monarcas de la época, tenía un dentista en su palacio; este personaje se llamaba Pierre Benvalt quien, además de atender los problemas dentales del monarca, le servía de bufón, divirtiéndole para hacerle olvidar los dolores provocados por sus curaciones.

    Como ejemplo de los charlatanes de plazas públicas citaremos al más famoso de todos: el Gran Tomás, que practicaba el arte dental en Francia sobre uno de los puentes más transitados del río Sena. Se vestía con lujosos ropajes de vivos colores que imitaban a los de la realeza, usaba una vistosa peluca blanca y se adornaba con gran cantidad de medallas de oro. Celebró el nacimiento del Delfín de Francia en 1729 haciendo durante quince días extracciones gratuitas, se acompañó con música y grandes peroratas como salutación al recién nacido.

    Además de los charlatanes de las plazas públicas, existían dentistas que ejercían en gabinetes elementales, quienes trataban de hacer su práctica respetable y seria; estos dentistas estuvieron siempre en pugna con los dentistas charlatanes.

    Durante los siglos XVII y XVIII los dentistas se organizaron y pidieron a las autoridades que no dejaran ejercer a los charlatanes de la calle, que todos los que quisieran dedicarse a la profesión dental pasaran ante un jurado un examen en donde comprobasen tener los conocimientos necesarios, y que sólo de esta manera obtuvieran el permiso para ejercer. En algunos casos se fue consiguiendo este control, pero los charlatanes no desaparecían.

    Los especialistas que se dedicaban en exclusiva al arte dental trataban de encontrar el origen de la caries. El médico inglés Peter Lowe escribió en 1654 un tratado de cirugía en el que negaba la creencia popular de que fueran lombrices las que causaban el dolor de dientes. A su juicio, el origen de las perforaciones dentales estaba en la dieta. Las piezas que estaban afectadas se debían de curar con aceite de vitriolo o aqua vite, y después era conveniente obturar las cavidades con oro o plata. Pero si el diente estaba ya muy destruido, no existía otra solución que sacarlo. Las extracciones se llevaban a cabo con un instrumento que constaba de tres partes, llamado pelican.

    Flebotomiano del siglo XVIII realizando una extracción.

    La mutilación dental fue por varios siglos el tratamiento más frecuente para combatir la caries; por lo tanto, la condición edéntula era muy normal, siendo rara la persona que llegaba a la madurez con la totalidad de sus piezas dentarias. Y fue precisamente la pinza pelícano el instrumento que más se empleó para estos fines.

    A fines del siglo XVII empezaron a aparecer obras sobre temas dentales. El primer libro que se conoce, escrito en inglés, fue hecho por Charles Allen en 1685; se llamó The Operator for the Teeth. En él Allen describe la forma y estructura de los dientes, así como el uso del famoso pelícano para las extracciones. Describe también transplantes de dientes de animales a humanos, que al parecer nunca se llevaron a cabo.

    Ya cerca del siglo XVIII se empezaron a intentar prótesis empleando dientes de hipopótamo, ballena y toro, debidamente tallados para imitar forma y tamaño de los humanos; también se utilizaron huesos de diferentes animales. Las piezas ya terminadas se fijaban a los dientes del paciente, que servirían de apoyo, con alambres de oro.

    PIERRE FAUCHARD, ENCICLOPEDISTA DE LA ODONTOLOGÍA

    Correspondió a Pierre Fauchard el mérito de sintetizar todo lo que sobre dentistería se sabía en Europa, presentándolo de una forma organizada.¹⁰

    Fauchard nació en Bretaña en 1678, estudió medicina y en un principio se dedicó a la cirugía, para abrazar más tarde la profesión dental en forma íntegra. Su actitud respecto al conocimiento fue excepcional, pues mientras la mayoría de los practicantes de las artes dentales guardaban celosamente sus conocimientos y técnicas, llevándoselos muchas veces a la tumba, el eminente maestro hizo públicos los suyos:

    He perfeccionado y he inventado varias piezas artificiales para sustituir cualquier parte de los dientes o para remediar su pérdida total y para perjuicio de mis intereses doy la más exacta descripción posible de todo esto.¹¹

    Varios de sus colegas, al no entender la razón que tenía Fauchard para compartir lo que sabía, corrieron el rumor de que el maestro se iba a retirar, a lo que él respondió:

    El rumor de que voy a dejar mi profesión sólo pudo haber sido inventado por alguien que quiere atraer para sí a las personas que me honran con su confianza. Aviso que seguiré practicando siempre en París, junto con mi cuñado Duchemin.¹²

    La obra de Fauchard se resume en su libro Le Chirurgien Dentiste, que consta de dos volúmenes. Terminada en 1723 y publicada cinco años después, alcanzó tres ediciones y más tarde se tradujo al alemán y al inglés. Fue sin duda el libro de dentistería más completo del siglo XVIII y marcó el comienzo de una nueva era en la profesión dental. El autor cubrió todos los campos de la dentistería, muchas de sus ideas y procedimientos son aún vigentes. Describió aspectos de anatomía dental, patología, el deterioro de los dientes, sus causas y prevención. Refutó la antigua teoría de la existencia de los gusanos destructores de los dientes.¹³ Investigó la patología oral tanto como se lo permitieron sus rudimentarios implementos, citando varios casos clínicos y el tratamiento que debería seguirse para la curación. Una buena parte de esta obra está dedicada a la operatoria dental. Ahí explicó su sistema para remover la caries y obturar después las cavidades con estaño y plomo.

    Fauchard se interesó mucho por la dentición infantil e hizo un estudio minucioso del número y forma de los dientes tanto en niños como en adultos.¹⁴ Estudió los distintos tejidos que componen los dientes e hizo una descripción de la vascularización dentaria. Destacó la importancia que tenía conservar los dientes primarios hasta que fueran sustituidos por los permanentes.

    El médico francés combatió la odontología mutilante, explicando que las piezas dentarias no se debían extraer por cualquier motivo, que se tenía que intentar por todos los medios posibles su permanencia en la boca, y sólo se haría su extracción cuando todos estos medios hubieran fracasado.¹⁵ Señaló también los principios de la endodoncia, aconsejando realizar orificios en los dientes infectados e introducir después una aguja para hacer salir los malos humores. Se preocupó además por las anomalías de posición y describió técnicas para mover piezas dentales, usando para esto hilos, resortes y alambres. Reconoció que lo más importante para colocar los dientes en su posición correcta era buscar apoyos que sirvieran de anclaje. Éste es un concepto vigente en la ortodoncia actual.¹⁶

    Fauchard prestó especial atención a la construcción de las prótesis dentales, describiendo cómo se deben hacer los puentes y las dentaduras completas. Propuso usar dientes humanos o dientes de marfil de hipopótamo, toro o elefante, debidamente tallados. Ideó un sistema para retener los dientes postizos uniéndolos a los dientes del paciente con resortes o pequeños alambres, y describió la construcción de tres dentaduras sin resortes que se detenían en su lugar por adaptación.¹⁷ Su preocupación por colorear y esmaltar las bases de sus dentaduras para simular la encía natural inspiró a sus seguidores para hacer dentaduras con apariencia más natural. Para la fabricación de piezas protésicas tomaba medidas con un pequeño compás y elaboraba patrones de papel, que después probaba directamente en la boca; no se conocían todavía las impresiones.¹⁸

    En el tratamiento de caries profundas, removía primero el tejido carioso con limas y fresas de mano de su propio diseño, colocaba después una torunda de algodón con Eugenol y finalmente obturaba. En esa época, las cavidades eran obturadas con plomo batido de diversos espesores, martillado y bruñido para un mejor terminado. Fauchard usaba también oro en hoja, estaño y plomo.

    Su conocimiento sobre las enfermedades parodontales también estaba adelantado a su época. Basado en su amplia experiencia clínica, Fauchard describe la llamada piorrea alveolar, enfermedad que tomó el nombre de enfermedad de Fauchard. Explicó que ésta era una enfermedad parecida al escorbuto y para su tratamiento aconsejaba un raspado de los dientes con el propósito de eliminar el tártaro dentinario; para esto creó varios instrumentos.

    En cuanto a la higiene, el médico recomendaba el lavado bucal como cuidado importante; para esto dio a sus alumnos varias fórmulas de dentífricos. No sabía muy bien por qué, pero intuía que la limpieza dental ayudaba a prevenir la caries.

    Fauchard no pudo dar ninguna explicación exacta sobre la etiología de la caries, pero tampoco creía en la vieja explicación de que unos diminutos gusanos fueran los responsables. Sospechaba que la enfermedad comenzaba en el interior del diente y no descartaba la idea de que el origen de la caries estuviera relacionado con la desarmonía humoral. Sus esfuerzos se encaminaron más bien a reconstruir los daños causados por la caries. Más de un siglo después las investigaciones sobre bacteriología servirían de base para la elaboración de teorías mucho más claras sobre la etiología de la caries.¹⁹

    Ilustraciones de Le Chirugier Dentiste de Pierre Fauchard (1728).

    Fauchard dedicó su vida a encontrar nuevos caminos para la dentistería, a la enseñanza, y ayudó a cambiar el sentido del egoísmo que privaba entre los dentistas de su época. Insistió también en la necesidad de que el cirujano dentista se preparara debidamente en conocimientos básicos de medicina, como anatomía y fisiología. De esta forma se lograría que el dentista empezara a ser reconocido como un especialista en afecciones de la boca, y no como un simple artesano.

    Fauchard es un caso muy claro del pensamiento vanguardista ilustrado que se desarrolló en Francia en el siglo XVIII. Se le puede considerar como el enciclopedista de la odontología.

    DESARROLLO DE LA ODONTOLOGÍA EUROPEA DESPUÉS DE PIERRE FAUCHARD

    Impulsados por el nuevo espíritu personificado por Fauchard, a finales del siglo XVIII, dentistas de toda Europa publican sus experiencias e intentan innovar la operatoria y el instrumental. La profesión dental entra en un periodo de franco desarrollo. Francia se sitúa a la cabeza del mundo en la odontología y los discípulos de Fauchard continuarán su magna obra.

    Uno de los más importantes seguidores de Fauchard fue Étienne Bourdet, dentista de Luis XV, quien publicó en 1757 sus experiencias en un libro titulado Recherche et observations sur toutes parties del art du dentiste. Esta obra brindó a la profesión dental dos importantes adelantos: la propuesta de realizar la gingivectomía en los casos de gingivitis severa, y la recomendación de extraer los primeros premolares, en los casos de apiñamiento de las piezas anteriores.²⁰

    Ideó Bourdet un instrumento llamado llave, para realizar extracciones, brindando una nueva opción además de la pinza pelícano, que hasta entonces constituía el único instrumento conocido para la exodoncia; el nuevo aparato se popularizó rápidamente por toda Europa.²¹

    Ya antes se habían publicado en Alemania varios libros que incluían temas dentales. El primero que se conoce es Zene Artzei qut nun gesundt zubehalten (Buena medicina para mantener los dientes sanos), escrito por Juan Daubman en 1519. Ninguno de estos libros había sido escrito por dentistas, los autores fueron médicos, cirujanos o barberos.²²

    Los libros publicados en Alemania tenían conceptos semejantes a los vigentes en Inglaterra y Francia.²³

    Inspirado en la obra

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